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Fuente:
http://www.belt.es/expertos/HOME2_experto.asp?id=2321
La Inmaculada y la Infantería española
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Francisco Ángel Cañete Paez
Profesor mercantil, economista y Comandante de Infantería
Caballero de la Orden de San Raimundo de Peñafort
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El 8 de diciembre de 1854, S. S. El Papa Pío IX y por bula «Inefabilis Deus» proclamaba a toda la cristiandad el dogma de la Concepción Inmaculada de María con el siguiente tenor literal: «Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina de la Bienaventurada Virgen María en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original; ha sido revelada por Dios y, por tanto, debe ser firme y constante creída por todos los fieles». Desde los primeros siglos conmemoró la Iglesia en sus funciones religiosas la pureza Inmaculada de María. Ya a principios del siglo V se celebraba esta fiesta en Jerusalén, y el documento más antiguo que lo acredita es el canon de San Andrés de Creta, que escribió sus himnos litúrgicos en la segunda mitad del siglo VII, siendo monje en el monasterio de San Sabas, próximo a Jerusalén.
España formó siempre la vanguardia del movimiento concepcionista y los infantes españoles, que nos honramos con el celestial patronazgo de la Inmaculada Concepción, con carácter oficial desde 1892, nos adelantamos en varios siglos en acogernos a la intercesión de esta divina y celestial Patrona, a raíz de un suceso que podemos definir de milagroso, acaecido en Flandes a un soldado del Tercio de Zamora, en las postrimerías del siglo XVI, y que relato a continuación. Corría el año 1585, el Tercio de Zamora, también llamado de Bobadilla por mandarlo el Maestre de Campo don Francisco de Bobadilla, se encontraba en una muy apurada situación defendiendo la plaza de Bonmel, ciudad situada entre los brazos de los ríos Mosa y Waal. Los protestantes holandeses a las órdenes del conde de Hardick tienen cercada a la ciudad con sus barcos, inundándola en parte mediante la rotura de diques y tratando por todos los medios de quebrantar la resistencia del ejército español mediante ventajosas ofertas de rendición, ofertas que son rechazadas por Bobadilla con toda energía, aun a sabiendas que tiene agotados ya casi todos los recursos, que sus efectivos son muy inferiores a los de Hardick y que cuenta con un elevado número de bajas entre sus filas. En esta crítica situación, desesperados de que lleguen a tiempo los refuerzos que se han pedido a Alejandro Farnesio y al conde de Mansfeld, sólo un milagro puede ya salvar la plaza. Y he aquí que este milagro se produce. En la fría mañana del día 7 de diciembre de 1585, un soldado de Infantería que hacía la centinela, ya fuese para guarecerse del intenso frío ambiental o bien para construir una trinchera que sirviera de baluarte al postrer ataque de la sitiada plaza, empieza a cavar con brío sobre el terreno helado, quedando sorprendido con la aparición, a los primeros golpes de pico, de una bella pintura que representa a la Madre de Dios. Se arrodilla el soldado ante la imagen y muy pronto acuden al lugar del hallazgo el Maestre de Campo, capitanes y soldados y allí, hincada en tierra la rodilla, suplican a la Celestial Señora su intercesión para que otorgue la victoria a las armas españolas. Reúne entonces Bobadilla a sus capitanes y les dice: «El hambre y el frío nos llevan a la derrota; nos salvó el milagroso hallazgo, nosotros velaremos por España; ¿queréis que se quemen las banderas, se inutilice la artillería y abordemos en la noche a las mayores galeotas hasta ganarlas o todos perder la vida?» Asienten los capitanes y a la propuesta de rendición del conde Hardich se le contesta: «Los españoles prefieren la muerte a la deshonra». Y amaneció el día siguiente, 8 de diciembre de 1585, fecha memorable en los anales de nuestra Infantería, pues en ella se vieron obligados los asaltantes a levantar el cerco. Clareando ya el día se desencadenó una impetuosa tormenta seguida de bajísimas temperaturas que helaron las aguas, facilitando una salida por sorpresa de la infantería española contra los confiados sitiadores, los cuales perdieron en la refriega 10 navíos con bastimentos de guerra y fueron hechos un gran número de prisioneros, viéndose obligada la escuadra holandesa a levantar el sitio ante el temor de quedar retenidos por los hielos. Esto le permite al conde de Mansfeld acudir en socorro del Tercio que logra llegar a Bois le Duc, atendiendo allí a la curación de sus heridos y enfermos que ascienden a más de la mitad de sus efectivos. Decían los enemigos en su huida «que sin duda Dios era español, pues había obrado tan gran milagro».
Así terminó milagrosa y felizmente el asedio a Bonmel, el mismo día en que siglos después sería proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción de María. Pero los infantes nos adelantamos. Primero fue el Tercio de Zamora, quien proclamó a la Inmaculada como Patrona celestial del mismo y muy pronto imitaron su ejemplo los demás Tercios de Flandes y de Italia. Después, la devoción de los infantes a la Santísima Virgen Inmaculada se plasmó al acogerse a su patronazgo un buen número de regimientos, colegios y academias militares del arma, hasta devenir finalmente en la Real Orden Circular de 12 de noviembre de 1892, firmada por la regia mano de Doña María Cristina de Habsburgo-Lorena, en la que se dispone: «Considerando conveniente para mantener vivo el sentimiento religioso de los diferentes cuerpos y dependencias del Arma de Infantería y estrechar los vínculos morales que unen a sus individuos, visto lo propuesto a este Ministerio por el Inspector General de la misma, en su comunicación de 27 de julio último y teniendo en cuenta que ha sido aprobada la elección por el Provicariato General Castrense, la Reina Regente del Reino, en nombre de su Augusto hijo el Rey (q. D. g.), se ha servido declarar Patrona del Arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada Concepción, que ya lo fue del antiguo Colegio Militar y lo es hoy de la Academia General y de gran número de regimientos».
Y desde aquellos días de Flandes hasta hoy mismo en que conmemoramos el 150 aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada, los infantes españoles, con el corazón henchido de amor patrio, hemos venido acudiendo al sagrado regazo y celestial amparo de nuestra Patrona la Virgen Inmaculada, en cuantas tribulaciones nos deparó la vida; con un especial y emocionado recuerdo a cuantos cayeron con el sagrado nombre de España en los labios, luciendo en el cuello de sus guerreras la cornetilla del cazador, el arcabuz y la espada que distinguen al Arma. Que nuestra celestial Patrona siga velando por España y por su Infantería.
Fuente:
www.abc.es
Fecha: 30/11/04
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La milicia es una religión de hombres honrados.
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Pedro Calderón de la Barca. Soldado de Infantería Español.
