Muchas veces uno ve y lee las aportaciones de foreros insignes o destacados profesionales de la seguridad y se queda sorprendido de las múltiples coincidencias que encuentro con lo que mi mujer llama mis “neurosis”. Yo siempre he pensado que era muy maniático, que tenía demasiadas manías, que era muy quisquilloso, etc. Después de ir leyéndoos a todos me doy cuenta de que no soy el único “neurótico” o maniático, más bien me gusta pensar que intento contar con una “mínima oportunidad”, esa pequeña acción que me da un punto previo ante cualquier problema.
Ya lo apunté en un aporte mío a un comentario de Cecilio Andrade en este mismo foro. Tengo la costumbre de sentarme en determinadas mesas o determinadas sillas en restaurantes o bares. Tengo la costumbre de caminar de día cerca de la pared y de noche alejarme un poco; cuestión de estadísticas sobre el lugar de procedencia de las agresiones. En las esquinas que no me gustan especialmente, o para entrar en mi portal no entro directamente sino que me separo de la pared para buscar la entrada de frente en lugar de en ángulo (¿”cortar la tarta”?). Todo eso ya lo relaté anteriormente en este foro.
En mi coche tengo mis manías también. Conduzco vigilando mis 360º: mis espejos retrovisores me sirven para controlar los coches que van detrás del mío, pero no sólo el que va inmediatamente detrás, también 2 ó 3 ó más por detrás. No me gusta comprobar que el mismo coche me acompaña demasiado tiempo. Al entrar en casco urbano siempre bloqueo las puertas, cosa que no hago en carretera. Si llego a un semáforo me detengo separado del vehículo de delante de modo que me permita salir con velocidad girando el volante y empujando a todos los que sea necesario. En un atasco en carretera hago lo mismo. En el coche hay una navaja y un dispositivo de rescate de esos que permiten partir cristal y cortar cinturones con rapidez, ya sabéis.
Si alguien se acerca a mi y su aspecto no me convence, lo sigo con la mirada hasta que mi mujer me da un codazo o lo identifico como no amenaza. A cierta distancia mis puños llegan a apretarse con disimulo, y me coloco entre el “personaje” y el que me acompaña. Entrar en un local significa localizar rutas de salida rápidas, salidas de emergencia, extintores, mangueras de contra-incendios, personal de seguridad, situarme en los lugares donde domino el entorno visualmente y permanezco en un segundo plano para todos. Por ejemplo, en mis viajes semanales en tren me sitúo en una esquina de la estación desde la que veo pasar a todo el mundo pero nadie se fija en mí; el camino hacia la puerta lo tengo elegido y es rápido.
La puerta de entrada a mi casa fue lo primero que miré al entrar en mi piso nuevo hace unos años. Me fijé en que, sin ser blindada ni de seguridad, tenía cuatro sólidas bisagras y era maciza; en menos de 2 días le había colocado una cerradura nueva (por si había copias de mis llaves) y un cerrojo extra. La idea es que si se quiere entrar se puede hacerlo, pero por lo menos retardaré el hecho lo suficiente como para poder poner a salvo a mi familia. Por aquella época tenía en casa una cuerda de escalada con la que bajar a la calle a una persona fabricando una polea improvisada con …… Bueno, supongo que lo entendéis: vivo en un primero, mente calenturienta, manía persecutoria,…… jejejeje.
También por aquella época tenía en mi poder una vieja escopeta Beretta A302 semiautomática (ya no la tengo y me arrepiento) y una pequeña dotación de cartuchos. Cualquiera que intentase entrar en el castillo habría tenido problemas con el amo, aunque luego los tendría yo……
En lo profesional soy un fanático del cartucho en recámara. Pienso que si me dan un arma es para defenderme, no para atacar. Tengo compañeros que se echan las manos a la cabeza cuando les digo que para intervenir, mi Equipo siempre llevaba el arma con cartucho en recámara. Había quien me llamaba loco (“eso como lo vas ha hacer”), había quien se inventaba condiciones de portabilidad de las armas (cargada, descargada, seguro puesto, etc.) y las condicionaba al control del jefe, etc. Estoy convencido de que, con el adiestramiento adecuado, cualquiera que lo crea necesario para su seguridad personal (todo el mundo no interpreta las cosas con el mismo nivel de riesgo) puede portar el arma con cartucho en recámara. En un enfrentamiento, ese hecho pasa a ser mi “mínima oportunidad” de supervivencia.
Un ejemplo de esto. En mi estancia en aguas del Índico se vio la necesidad de abordar una pequeña embarcación con dos canijos a bordo y repleta de bidones. En un momento del abordaje, cuando intentábamos con ayuda del intérprete averiguar qué hacían allí, uno de los 2 se agachó y se introdujo en un hueco de la embarcación. La reacción instantánea de un servidor y de uno de mis “sicarios” fue la de incorporarnos y cubrir al que estaba sentado con cara de susto y al que había desaparecido. El momento de levantarme y dirigir el arma coincidió con la acción de quitar el seguro. Efecto túnel, por supuesto, pero por el borde del túnel veía a los de la dotación de mi barco montando el fusil, …. En el buque después vino lo propio, que para qué apuntan, que si eran pescadores (ja!!!), que por qué llevaban el arma cargada,….. Yo estaba en condiciones de defenderme, ellos no. Yo tenía una oportunidad, ellos no.
El colocar de un modo determinado mis cargadores implica que los saque sin hacer giros ni malabares con ellos; ¿alguien ha probado a meter las solapas de los portacargadores los chalecos tácticos dentro del bolsillo antes de introducir el cargador? Esa es una “mínima oportunidad” también. Llevar un cuchillo con buen filo, una defensa extensible, un par de navajas en lugares diferentes, un multiusos Leatherman,….. Un cargador extra en la mochila de combate para el fusil y otro para la pistola. “Mínima oportunidad”, sobran las explicaciones porque son evidentes.
En una Guardia voy armado con una pistola y un cargador único con 10 cartuchos de guerra y 1 de fogueo. ¿Por qué la gente se asusta cuando me ven quitar ese cartucho de fogueo y añadir otros dos cargadores más munición propia? Es lo normal. Es aumentar mis capacidades de sobrevivir a un problema.
¿Alguien ha pensado en la posibilidad de ir observando siempre (observando, no mirando) a medida que avanza por la calle? Ese simple hecho garantiza una “mínima oportunidad”, permite detectar riesgos y posibles amenazas y facilita la reacción. De hecho es la primera de las acciones del comentado “giro OODA”, que yo desconocía hasta leerlo en este foro. Observar es uno de los principios de la supervivencia ya que, observando, busco salidas, defino movimientos, localizo riesgos; me permite recibir mucha información que luego proceso en mi beneficio al transformarla en una posible solución a un presunto problema: eso es la “mínima oportunidad”.
La “mínima oportunidad” no es necesario entrenar, es algo natural, innato en el ser humano ya que simplemente es elaborar líneas de acción. Ejemplos hay a montones: cuando voy a reclamar a una tienda pienso en las posibles respuestas del vendedor para elaborar las mías. Sentarse en un cine con la familia y observar y situar las salidas de emergencia o los extintores. Avanzar un poco más en un cruce porque ves que el coche de al lado te va bloquear. Todos estos detalles forman una “mínima oportunidad”, unos detalles permitirán sobrevivir, otros proporcionaran una ventaja frente al resto de la gente.
A lo mejor es otra manera de ver el “giro OODA”, incluso el término que empleo en esta exposición se llame realmente de otra manera, pero me gusta pensar que mi “manía” es lo que me mantiene alerta y a salvo. Y pienso que quizás el resto de la gente también debería desarrollar su “manía”, estar alerta, vigilar, observando sin parar.
Vigilad y cuidaros donde os halléis. Un saludo.
Artículo escrito originalmente por el usuario Nube Negra (Don Arturo) en el Foro Fauerzaesp y que amablemente a permitido que podamos publicarlo en abierto para que aprendamos todos de él.
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