Dos boinas verdes gallegos relatan a LA OPINIÓN cómo fueron sus inicios en misiones de las unidades de operaciones especiales del Ejército y sus expectativas de futuro.
R. PRIETO.ALICANTE Son los guerrilleros del siglo XXI pero poco tienen que ver con John James Rambo, veterano de guerra del Vietnam experto en todas las técnicas de supervivencia y guerra de guerrillas. Y es que para ingresar en la unidad de élite de las Fuerzas Armadas no basta la fuerza física del Acorralado que fue capturado por las fuerzas norvietnamitas cerca de la frontera con China. Un boina verde debe reunir, como apuntan los mandos de la unidad de operaciones especiales, "virtudes humanas, morales y militares". "No somos Rambos, en la unidad no se busca este perfil. Muchos Rambos que han intentado ingresar en el Grupo de Operaciones Especiales (GOE) no lo han logrado", asegura un mando del MOE.
Hasta ahora, un total de 28 militares gallegos han superado los cursos selectivos convocados anualmente por el Ministerio de Defensa para convertirse en boina verde. Patrullaje, paracaidismo, supervivencia, tiro, manejo de explosivos, prácticas de movimiento y combate en medio acuático y montaña son algunas de las clases a las que tuvieron que someterse para ingresar en la unidad de operaciones especiales del Ejército. Pero su preparación no concluye con el curso de acceso. La formación de los comandos de élite de las Fuerzas Armadas debe ser progresiva y constante: "El nivel de exigencia y de sacrificio
-apunta un mando del GOE- es elevado, pero hay que partir de la base de que el ingreso en la unidad es voluntario".
La fase de instrucción para los futuros boinas verdes comienza en el acuartelamiento Alférez Rojas Navarrete, en Rabasa, donde los aspirantes al grupo de operaciones especiales asisten a las clases teóricas de transmisiones, técnicas de evasión o idiomas. Para las prácticas, las unidades se trasladan al campo de tiro y maniobras de Agost, situado en la sierra, a diez kilómetros del cuartel. "Se trata de explotar al máximo las posibilidades que ofrece el campo para cursos especializados de tiro, patrullaje o supervivencia", comenta un teniente general del MOE.
Zonas de guerra
Xaime Pereira y José Castro, nombres ficticios con los que los dos boinas verdes gallegos quieren preservar su identidad por motivos de seguridad, asistieron esta semana junto a un centenar de militares de los GOE a un curso de especialización de manejo de explosivos. Durante cuatro días, estuvieron en el campo de Agost, a donde se trasladaron con tiendas de campaña para pasar tres noches y practicar también intervenciones nocturnas. En el receso de una de las clases, los dos militares gallegos relataron a LA OPINIÓN los motivos que les llevaron a ingresar en la unidad de operaciones especiales y su experiencia en misiones desplegadas por Defensa en el extranjero.
Xaime nunca había estado en una zona de guerra. Desde que llegó al MOE hace cerca de tres años, sólo fue llamado una vez a una misión en el extranjero, cuyo destino no puede trascender, como aconsejan desde el mando, por motivos de seguridad. "Nunca se sabe cuándo te puede volver a tocar. A lo mejor uno interviene en varias operaciones en un año, y otro sólo va a una en varios años", señala un mando.
Para el teniente pontevedrés, de 27 años, su ingreso en el grupo de operaciones especiales de las Fuerzas Armadas se debe al interés que desde pequeño despertó en él una unidad especializada como son los GOE. "Tal vez las películas de Rambo me hayan influido. Pero la realidad con la que nos encontramos en la unidad poco tiene que ver con la ficción", admite Xaime.
Desde que José ingresó hace 14 años en el Ejército -ya lleva ocho en el Mando de Operaciones Especiales-, ya ha estado en seis misiones en el extranjero. A sus 35 años, el cabo primero coruñés tiene muy claro su futuro: "Seguir en la unidad hasta que el cuerpo aguante. Cuando ya no pueda continuar operativo, no me quedará otra que colgar el PECO [portaequipajes de combate] e irme para el agujero", en alusión a un despacho en algún cuartel de las Fuerzas Armadas.
Con la vista puesta en la próxima misión que les pueda ser encomendada por el Jefe de Estado Mayor de la Defensa (Jemad), los dos boinas verdes gallegos aseguran que nunca podrán olvidar su primera intervención en una operación especial.
"Lo mejor fue comprobar la motivación de los integrantes del grupo. Aunque en los ejercicios [de adiestramiento] se está al cien por cien, en el terreno [donde finalmente se ejecuta la misión] todos damos más de lo que realmente pensamos que somos capaces. Hay un plus [de operatividad] que viene dado por la misión", asegura Xaime. A José le queda más lejos su primera intervención en una operación especial en el exterior: "Ya han pasado tantos años... Pero la entrega, la dedicación y la predisposición de esa primera misión se ha dado en todas las demás".
Aunque son, como aseguran, los funcionarios que menos cobran, el sueldo para ellos no es lo importante. "Nadie está aquí por el salario. Ni por mucho ni por poco. El leitmotiv de nuestro trabajo -asegura el cabo de Boiro- no es el sueldo. Nos movemos por otros motivos".
Los boinas verdes admiten que el riesgo en las misiones donde los atentados y los tiroteos son diarios es inevitable. Pero esas amenazas ya son asumidas desde el momento en el que un militar decide ingresar en el MOE. Los dos militares gallegos, que eligieron la unidad de operaciones especiales por "instinto de supervivencia", reconocen que percibieron el peligro de las misiones que les fueron encomendadas, pero que no tienen miedo porque confían en su entrenamiento, en sus compañeros, en sus mandos y en ellos mismos. "No tener miedo no significa ser temerario", matiza José Castro, que además asegura que siente los mismos riesgos cuando está en una misión que cuando está en un adiestramiento. "Nuestro trabajo consiste en rebajar ese riesgo. Si tienes miedo -concluye- es que te has equivocado de lleno al decidir estar en una unidad como esta".
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