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NotaPublicado: 08 Ago 2007 16:02 
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Hace pocos días terminé de leerme un libro, que si bien no puedo definir como bueno, con mayúsculas, si tengo que decir que cuando menos es interesante y tiene una gran cantidad de datos utilizables y cuando menos curiosos.
El libro del que hablo es el de D. Carlo M. Cipolla (si, ya se, tiene un apellido también “curioso”), “Allegro ma non troppo”, y trata sobre un tema tan eterno como inmutable, la estupidez humana.

Intentaré describir algunos de los puntos que más me llamaron la atención, ya sea por coincidir o por discrepar con el autor. Vamos que intentaré hacer un homenaje a doña Asu, mi empachosa y cansina (así pensaba hace casi treinta años de ella) profesora de literatura y lengua española, recordando como hacer un comentario de texto, esperemos que no acabe cateándome otra vez.

Sobre que opinión tengo en particular sobre los puntos del libro, bueno, los que me conocéis seguro que sabéis por donde soplan mis pronunciamientos, y el resto... seguro que a estas alturas... también.

Por cierto, en mi opinión lo de estupidez humana es una redundancia, no creo en lo animales estúpidos, si en lo de humanos estúpidos, es lo que significa tener inteligencia, algo de lo que (al menos en teoría) solo los humanos presumimos.


El autor hace un muy buen razonamiento sobre el poder de la estupidez dentro de la sociedad.

Comenta que al como ocurre con todas las criaturas humanas, también los estúpidos influyen sobre otras personas con intensidad muy diferente. Algunos estúpidos causan normalmente perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras. La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales: del factor genético y del grado de poder o autoridad que ocupa en la sociedad.

¿Pero, que explica lo que básicamente vuelve peligrosa a una persona estúpida? O mejor dicho ¿en qué consiste el poder de la estupidez.

Esencialmente, los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido.

Una persona inteligente puede entender la lógica del malvado. Las acciones de un malvado siguen un modelo de racionalidad: perversa, si se quiere, pero al fin y al cabo racionalidad. El malvado quiere añadir un "más" a su cuenta. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con que obtener un "más" para sí, procurando también al mismo tiempo un "más" para los demás, debe obtener su "más" causando un "menos" a su prójimo (¿me he explicado bien?).

Desde luego, esto no es justo, pero es racional, y si es racional uno puede preverlo.
Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Una criatura estúpida os perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo alguno racional de prever si, cuándo, cómo, y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.

Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, de ello se deriva que generalmente el ataque nos coge por sorpresa incluso cuando se tiene conocimiento del ataque no es posible organizar una defensa racional, porque el ataque, en sí mismo carece de cualquier tipo de estructura racional.

El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales no sólo hace problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Hay que tener en cuenta también otra circunstancia. La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario de todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora.

Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, apetito, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente.

No hay que asombrarse de que las personas incautas, generalmente no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni las malvadas consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez.

Generalmente, se tiende incluso a creer que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto significa que se está confundiendo la estupidez con la candidez.

Sería un grave error creer que el número de estúpidos es más elevado en una sociedad en decadencia que en una sociedad en ascenso. Ambas se ven aquejadas por el mismo porcentaje de estúpidos. La diferencia entre ambas sociedades reside en el hecho de que en la sociedad en declive los miembros estúpidos de la sociedad se vuelven más activos por la actuación permisiva de los otros miembros.

Un país en ascenso tiene también un porcentaje insólitamente alto de individuos inteligentes que procuran tener controlada a la fracción de los estúpidos, y que, al mismo tiempo, producen para ellos mismos y para los otros miembros de la comunidad ganancias suficientes como para que el progreso sea un hecho.

En un país en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual; sin embargo, en el resto de la población se observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de malvados con un elevado porcentaje de estupidez y, entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los incautos.

Calificación del individuo.

Este apartado va muy a propósito de un articulilo que pegue hace algún tiempo, que algunos seguro que recordareis, ya que trajo mucha “cola”.

Todos los seres humanos están incluidos en una de estas cuatro categorías fundamentales: inteligentes, malvados, incautos y estúpidos.

Los Inteligentes. Existen individuos que realizan acciones en las que todas las partes obtuvieron provecho: una persona inteligente.

Una persona inteligente puede alguna vez comportarse como una incauta, como puede también alguna vez adoptar una actitud malvada. Pero, puesto que la persona en cuestión es fundamentalmente inteligente, la mayor parte de sus acciones tendrán la característica de la inteligencia.

En determinadas circunstancias una persona actúa inteligentemente, y en otras circunstancias esta misma persona puede comportarse como una incauta. Exactamente al contrario a las personas estúpidas que, normalmente, muestran la máxima tendencia a una total coherencia en cualquier campo de actuación.

Los Malvados. Todos nosotros hemos vivido muchas situaciones en las que, desgraciadamente, estuvimos relacionados con un individuo que consiguió una ganancia causándonos perjuicio a nosotros: nos encontramos frente a un malvado.

Existen diversos tipos de malvados; el malvado perfecto es aquél que con sus acciones causa a otro pérdidas equivalentes a sus ganancias. Otro tipo de malvados son aquellos que obtienen para sí ganancias mayores que las pérdidas que ocasionan en los demás, esos son deshonestos y con un grado elevado de inteligencia, pero la mayoría de los malvados son individuos cuyas acciones les proporcionan beneficios inferiores a las pérdidas ocasionadas a los demás. Este individuo se situará muy cerca del límite de la estupidez pura.

Incautos. Existen también individuos que realizan actos (es importante que sea él quién la inicie), cuyo resultado es una pérdida para él y una ganancia para nosotros: hemos entrado en contacto con un incauto.

Los Estúpidos. Nuestra vida está sembrada de ocasiones en las que sufrimos pérdidas de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor por culpa de las dudosas acciones de alguna absurda criatura a la que, en los momentos más impensables e inconvenientes, se le ocurre causarnos daño, frustración y dificultades, sin que ella vaya a ganar absolutamente nada con sus acciones.

Nadie sabe, entiende o puede explicar por qué esta absurda criatura hace lo que hace. En realidad no existe explicación -o mejor dicho- solo hay una explicación: la persona en cuestión es estúpida.

La mayoría de las personas estúpidas son fundamentalmente y firmemente estúpidas, en otras palabras, insisten con perseverancia en causar daños o pérdidas a otras personas sin obtener ninguna ganancia para sí, sea esto positivo o negativo. Pero aún hay más. Existen personas que con sus inverosímiles acciones, no solo causan daños a otras personas, si no también a sí mismos. Estas personas pertenecen al (sub)género de los superestúpidos.

Tras todo esto llegamos al meollo del libro: “Las leyes elementales de la estupidez”

La Primera Ley Elemental: " Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo".

La Segunda Ley Fundamental: " La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona".

La Tercera Ley Fundamental: " Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".

La Cuarta Ley Fundamental: " Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error".

La Quinta Ley Fundamental: " La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado".

Y para terminar una frase del autor que subrayé, una mala costumbre que tengo, eso de subrayar los libros.

“Tengo la firme convicción, avalada por años de observación y experimentación, de que los hombres no son iguales, de que algunos son estúpidos y otros no lo son.” Carlo Cipolla

Cuídense compañeros.

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