Un articulo que lei y me parece interesante :
Mi padre es ferroviario
«Ha vuelto el miedo. No sólo pque el peligro es real, y se percibe, es que no paran de recordárnoslo los comunicados oficiales para cubrirse las espaldas. En cierta forma estamos otra vez en los años ochenta. Es una sensación difícil de entender si no vives aquí y te dedicas a lo que te dedicas». Quien habla, inspector del Cuerpo Nacional de Policía, lleva media vida en San Sebastián, pero sólo de lunes a viernes. El fin de semana vive en Burgos, y «allí voy al médico porque aquí no me fío».
Habla de su día a día y del de sus compañeros con una suerte de apasionamiento que se contagia, pero desgrana uno por uno mil abandonos. «La gente tiene coches tercermundistas, los chalecos antibalas pesan 20 kilos mientras que los buenos están almacenados en la armería, las condiciones de seguridad son precarias».
«Coger el preferente»
Y eso que él y sus hombres tienen trabajo de sobra. Hay cuarteles de la Guardia Civil en el País Vasco donde casi la única misión es proteger el edificio, ventiladas las competencias a golpe de cesión. El de Durango tiene también Intervención de Armas y poco más. A algunos les parece que el enemigo está fuera, pero también dentro.
«La presión es tremenda. Los mandos parece que son de otro mundo. No tiene nada que ver con el resto del país. Sólo les importa la presencia. Será por la falta de trabajo», se queja un agente destinado en la Comandancia de Vizcaya.
Le llamamos Fernando, como nos pide. «Estamos aquí porque es la llave que te lleva a tu casa -procede de una ciudad andaluza, como tantos-. Si no, es inaguantable». En el argot, los guardias lo denominan «coger el preferente», es decir, pasas tres años «desterrado» en el País Vasco y después aumentan las opciones para elegir el destino que quieres. En el caso de la Policía es muy similar. Ellos lo llaman «el baremo». Además, sigue habiendo envíos forzosos de un año, en el caso de los guardias, que suelen coincidir con los últimos de la promoción.
Muchos optan por vivir fuera de los cuarteles e incluso fuera del País Vasco, excepto en lugares muy consolidados o abiertos, como puede ser Irún, donde las familias llevan años establecidas con escasos problemas, o el emblemático Inchaurrondo, una ciudad en sí mismo, creado y dotado como fortaleza para proteger a quienes allí trabajaban. En tiempos tenía incluso pescadería propia -hay pub, comedor, piscina, cafetería- y la vida dentro aún resulta más cómoda que en el exterior.
Silencio de entierro
La Guardia Civil sigue sintiéndose en determinadas zonas del País Vasco en «territorio comanche». Hay lugares que es mejor no hollar. «Entré dos o tres veces en dos años destinado en Oñate (Guipúzcoa) a tomar un vino en un bar. Ese silencio espeso no lo he vivido ni en un entierro. La mayoría de mis amigos siguen haciendo la compra fuera, por si acaso».
Hace unos años, y aún ocurre, para evitar el rechazo social o directamente el señalamiento de la familia y, por tanto, el riesgo, los hijos de los guardias estaban aleccionados. «Si alguien te pregunta, tienes que decir: «Mi padre es ferroviario»». Oficios diversos, adaptados al tiempo, pero fácilmente camuflables en un entorno hostil en el que la familia entera podía correr peligro. Muchos, que en su día fueron voluntarios a una de las comandancias insignia, han tirado la toalla, precisamente por los niños. «¿Qué pintan mis hijos en una ikastola? No quería llevarlos a estudiar a otra provincia», explica una agente que cambió destino.
Casi todos se sienten de paso -el 90 por ciento son muy jóvenes, entre 25 y 30 años de media en la Comandancia de Vizcaya, por ejemplo- y muchos ansían salir de allí cuanto antes. Otros, los menos, se han adaptado, incluso sin familia. Los últimos tiempos habían sido mejores, pero van a empeorar. «Los insultos de los borroka y los txakurra mientras haces una guardia ya me resbalan, pero a veces me siento como un blanco móvil», confiesa Fernando a pie de garita.
Nuestro inspector, en cambio, dice que si no fuera por la «proteccción adicional» habrían tenido ya alguna desgracia. Su gente se encarga del DNI rural, de ir cada cierto tiempo a esos sitios que es mejor no hollar, con anuncios colgados por todos los pueblos de que viene la Policía. «La Ertzaintza nos ha tenido que llevar en sus coches, con buenos inhibidores, más de una vez. Tengo que echarlo a suertes entre los agentes porque nadie quiere ir», confiesa el mando policial.
Fuente: Abc
Un saludo a todos !