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Los Tercios de Flandes
La pertenencia de Flandes y los Países Bajos a la Corona de España desde 1506 plantea de inmediato un problema de infraestructura militar muy importante. En primer lugar hay que mantener unas guarniciones fijas en las principales ciudades y puntos estratégicos del territorio, castillos y fortalezas que si en unos casos puede hacerse con tropas naturales del país, en otros, por el temor de que la alta nobleza flamenca intentase una sublevación, como en efecto ocurrió más tarde, exige disponer de tropas castellanas y aragonesas como personal de confianza.
Consecuencia de esta necesidad es la creación del tercio de Flandes, con unos efectivos de 6.200 hombres, que va a guarnecer los puntos más conflictivos. Pero en cualquier caso, se trata de un solo tercio. Sin embargo, el levantamiento de los Estados de Holanda, bajo el mando de Luis de Nassau, obliga a España a transportar a Flandes unos efectivos militares, constituidos principalmente por los tercios de Italia, llamados la AInfantería Española@. Estos tercios, y otros que se organizarán a medida que la guerra avanza, serán los principales protagonistas de aquellas acciones militares, gloriosas unas, trágicas las otras, ambas cosas la mayoría.
Para comprender el despliegue estratégico de las fuerzas españolas en aquella guerra que duró desde 1557 a 1568, y en que se dieron las grandes batallas y se alcanzaron éxitos como la toma de Harlem, la de Gemiguen, la de Breda, la de Zierickzee, la de Mock, que acreditaron al ejército español como el más intrépido pero a la vez el más organizado del mundo, detallaremos a continuación los territorios, teatro de operaciones.
Flandes y el Brabante (hoy Bélgica). Comprende nueve provincias, que son: Amberes, capital Amberes. Brabante, capital Bruselas. Flandes Oriental, capital Gante, Flandes Occidental, capital Brujas. Henao, capital Mons. Lieja, capital Lieja, Limburgo, capital Hasselt, Luxemburgo, capital Arlon. Namur, capital Namur.
Dentro de estas nueve provincias hay que señalar que los dos Flandes están a su vez divididos en distritos, a saber: Flandes Oriental, con seis distritos: Gante, Ecloo, Ourdenarde, Alost, Termonde, San Nicolás. Flandes Occidental, dividida en los siguientes distritos: Brujas, Dixmude, Furnes, Ostende, Boulers, Thieit, Ipres, Dunkerque, Valenciennes, Maubeuge, Cambrai. Walonia, territorio comprendido entre el río Lys y el río Escalda, dividido en los siguientes distritos: Courtrai, Roubair, Lille, Douai, Tourcoing. El territorio de los Países Bajos propiamente dicho, comprendía once distritos o Estados, a saber: Brabante, capital Hertogenbosch. Drenthe, capital Assen. Frisia, capital Leeuwarden. Groninga, capital Groninga. Gueldres, capital Arnhem, Holanda Meridional, capital La Haya, Holanda Septentrional, capital Haarlen. Limburgo, capital Maestricht. Overysel, capital Zwolle, Utrech, capital Utrech. Zelanda, capital Middelburgo.
Las guarniciones españolas en tiempo de paz, se limitaban a un Tercio, compuesto íntegramente por soldados españoles, y cinco banderas o compañías de soldados walones, éstas situadas en los cinco distritos de la región de Walonia. El tercio de Flandes, de tropas españolas, repartía sus efectivos entre Amberes, Bruselas, Gante, Brujas, Maestricht y Utrech, con un efectivo aproximado de 250 hombres en cada una de estas plazas El resto de la guarnición del territorio, desde Lille y Valenciennes, hasta la frontera alemana, estaba encomendado a milicias locales, que reciben nombres diversos, como guardias o cofradías, integradas por algunos elementos de la nobleza como mandos militares, y una tropa no profesional, compuesta por comerciantes y propietarios.
Sin embargo, la sublevación de los Países Bajos, obliga a partir de 1.566 a concentrar en Flandes y los Países Bajos gran número de efectivos, unos procedentes de Italia, y otros organizados en el propio país, o llevados desde Alemania. Los llevados desde Italia son tercios, es decir, unidades expresamente dedicadas a la intervención fuera de la Península Ibérica, como ya hemos dicho. Estos tercios, incardinados en Sicilia, Nápoles, Cerdeña, Lombardía, se han concentrado previamente en Milán, donde se les ha equipado de armamento y ropas, para una larga campaña. Desde Milán a Flandes efectuarán el camino marchando a pie, teniendo como cuarteles de tránsito el enclave español en Francia que era el Franco Condado, y los Estados soberanos pero aliados a España, y en cierto modo dependientes como los ducados de Saboya y Lorena, situados los tres en la línea logística que une los dos territorios de dominio español, Italia y Flandes.
También se sitúa un refuerzo de tropas llevado por mar, el tercio de Mar, especie de Infantería de Marina, llevado por los galeones desde Laredo y Bilbao, hasta el puerto de Dunkerque. Este tercio mereció llamarse El Sacrificado por su heroísmo.
Ante el cariz que tomaban los acontecimientos de Flandes, el duque de Alba, nombrado generalísimo de las fuerzas de Flandes, decidió trasladar tropas de Italia a las provincias rebeldes, a cuyo efecto las concentró en Alessandria della Palla y las revistó el día 2 de junio de 1.567, emprendiendo la marcha hacia Flandes. En la vanguardia iba el tercio de Nápoles con tres escuadrones de caballería italiana y dos compañías de arcabuceros españoles. A continuación el tercio de Lombardía con cuatro compañías de caballos ligeros españoles. A retaguardia toda la infantería de los tercios anteriormente citados y los tercios completos de Sicilia y Cerdeña, cerrando la retaguarida dos escuadrones de caballería de albaneses. En total 1.500 jinetes y 9.348 hombres de infantería. El propio Duque de Alba iba en la vanguardia al frente del Tercio de Nápoles.
La ruta hacia Flandes se siguió desde Milán por tierras del llamado camino español a Flandes que podía ser de soberanía, como las provincias españolas del Franco Condado y Luxemburgo, o de países aliados o amigos.
La marcha de los Tercios españoles desde Italia a Flandes fue la Kermese, el espectáculo sin par del siglo XVI. Cuentan que los nobles, los intelectuales y los elegantes de París salieron en sus coches al camino para verles pasar.
El caballero Pierre de Bourdeille, Señor de Bratôme, escribió en su Diario estas luminosas palabras: AIban arrogantes como príncipes, y tan apuestos, que todos parecían capitanes.@
Esta tropa expedicionaria se unió a las tropas españolas que existían en el país flamenco, y otras dependientes del rey aunque de nacionalidades distintas. Así en el mes de julio los efectivos totales que según el ASumario de las guerras civiles y causas de la rebelión de Flandes@, escrita por P. Cornejo, quien a la vez que cronista fue protagonista de ellas como militar, se contaban en Flandes eran:
Tercio de Nápoles: mandado por Rodrigo de Toledo, 19 compañías con un total de 3. 194 soldados.
Tercio de Lombardía: Mandado por Fernando de Toledo, hijo natural del duque de Alba, después pasó a mandarlo Sancho de Londoño, 10 compañías con un total de 1.204 soldados.
Tercio de Sicilia: mandado por Julián Romero, y después por Lope de Figueroa, 19 compañías con 3.194 soldados.
Tercio de Cerdeña: mandado por Lope de Acuña y después por Juan Solís, 10 compañías con 1756 soldados.
Tercio de Flandes: mandado por Gonzalo de Bracamonte, 19 compañías con 4750 soldados.
Tercio de la Liga: mandado por Francisco Valdés, 19 compañías con 4750 soldados. Este tercio fue creado al constituirse la *Santa Liga+ firmada el día 8 de febrero de 1538 entre el Papa, España y Venecia, para defender el Mediterráneo contra los turcos.
En estas tropas llamadas Infantería española 1/3 son arcabuceros y mosqueteros; 1/3 coseletes o coraceros que combaten solamente con espada, y 1/3 de picas secas, que combaten utilizando la pica, considerada la más noble y la reina de las batallas.
El tercio de Mar: es el antiguo tercio de Figueroa, reformado por Real Orden de 27 de febrero de 1566 con el nuevo nombre de Tercio de la Armada de la mar Océana.
El tren de artillería dispuesto por el duque de Alba estaba formado por 36 baterías. Cada batería se compone de 6 cañones de a 40 o 50 libras de peso por proyectil, 2 culebrinas de 12 a 16, libras, 4 semiculebrinas, de 6 a 8 libras, 12 falconetes de 2 a 5 libras. Este tren de artillería podía servir lo mismo para batir murallas en el asedio a las ciudades, con las piezas de mayor calibre, que para combatir a campo raso como apoyo directo a la infantería en el combate, en cuyos dos supuestos se aumentaban las piezas de uno u otro calibre.
El total de soldados del tren de artillería se elevaba a 3.600 con un mando de oficiales o gentileshombres según se les llamaba, de 140, y un personal subalterno de mecánicos, polvoristas, etc., de 100, más 3 ingenieros, y 10 oficiales subalternos. El tren de artillería se dividía en tres regimientos, cada uno con sus mandos correspondientes.
Todas estas tropas iban acompañadas de capellanes, médicos cirujanos, mariscales (lo que hoy llamaríamos veterinarios y herradores), carros y mulas para equipo y equipajes personales con sus correspondientes acemileros y carreros, y un servicio de comunicaciones formado por los correos de a pie y de a caballo. Las comunicaciones interiores en el tercio se realizaban mediante las señales acústicas realizadas por los tambores, con un código de señales que eran los Atoques de ordenanza@. A la vez, los tambores actuaban como enlaces, y como agentes de información. Por la distinción de que gozaban y el sueldo que recibían podemos considerar que cada tambor estaba equiparado a lo que hoy sería un oficial radiotelegrafista.
Según la Memoria que el duque de Alba dejara a su sucesor en el mando Luis de Requesens, el despliegue de las fuerzas españolas era el siguiente:
Holanda. En La Haya 5 banderas o compañías; en Wardinghen 2; en Maslandt 2; en Capel Viterhoor 3; en Zetfel 2; en Putlop 1; en Hermelen 1; en Fluten 1; en Luistcot 1; en el castillo de Eghmont 9; en Masland Cluse 3; en Aldickt 2; en Lier, 1; en Walteringhe 4; en Catuick 4; en Walkenbourghe 2; en Werscohen 4; en Soter Vaut 4; en Leyden Dorp 1 y en Bodgrave 1. Total en Holanda 59 banderas o compañías, a 250 o 150 hombres.
Brabante. En Bergepzon 4 banderas; en Tolaa 3; en Estamberghe 2; en Besberghe 1; en Baol 1; en Hestorhart 1 y en el Castillo de Amberes 1. Total 13 banderas a 250 o 150 hombres.
Zelanda. En Lagous 2; en Viana 1; en el Castillo de Valenciennes 1; en Malinas 1. Total 7 banderas a 250 o 150 hombres.
También había alemanes. Éstos estaban acantonados en las comarcas de Overissel, Henao, Luxemburgo, Harlem, Nimega, La Haya, Tionville, Monster, Eghemont, Maestrich, Amberes, Breda, Bruselas, Leyden, Utrech, y en otros lugares.
En el ejército español se contaban 104 compañías o banderas de tropas walonas. Sin embargo, conviene tener en cuenta que una gran parte de sus efectivos eran soldados españoles, muchos de ellos catalanes. De las 104 estaban 38 mandadas por jefes españoles, a saber: 10 mandadas por Gaspar Robles; 15 por Mondragón; 6 por Alonso Gómez Gallo; 7 por Francisco Verdugo. Éstos con la categoría de Maestre, es decir, de coronel. La mayoría de los oficiales eran españoles. Los walones procedían de la zona francófona de la actual Bélgica.
En la guerra de Flandes los efectivos españoles y al servicio de España son: Infantería, 57.500, Caballería, 4.780, Artillería, 3.600. Gastadores (ingenieros), 4.121. Transporte, 3,000. Tercios de Mar, 9.000. Total hombres, 82.001. Estos efectivos, de los que si descontamos los dedicados al transporte son 79.000 hombres, habían de luchar no sólo contra toda Holanda y Flandes en armas, sino contra los ejércitos que Inglaterra y Francia enviaban a la zona de conflicto. Ejércitos importantes como el inglés mandado por John Morris, el de Sir Robert Dudley, conde de Leicester, también inglés, y el mandado por Enrique IV de Francia.
De cualquier modo, el peso importante de las campañas fue siempre llevado por los tercios de la Infantería española. Los que hicieron glorioso y temible en Europa su nombre sonoro de los tercios de Flandes.
El soldado de los tercios, o por mejor decir, tal como han de nombrarle en la lista, Señor Soldado, y con el don delante, porque es segundón de casa noble, aunque no tenga patrimonio, y lleva más que rozada la ropilla y el coleto.
Ufano de su talle y su persona
con la altivez de un rey en el semblante
aunque rotas quizá, viste arrogante
sus calzas, su ropilla y su valona.
Noble segundón sin patrimonio, pero con amor a la gloria, a la aventura, y por ello, a la guerra. Recorrió los caminos luminosos y verdes campos de la Italia renacentista, y las tierras frías y encharcadas de los pantanos de la brumosa Flandes.
Su espada es su tesoro, y su pluma en el sombrero chambergo, su penacho y su gala. No le importa morir si es por su Religión y por su rey, aunque haya de dejar llorando a alguna dama:
Monna Laura, señora mía
no quisiera haceros llorar;
Monna Laura, al rayar el día
mi Tercio se va a pelear.
Con los pífanos y atambores
que al frente lleva el Tercio Real
le irán haciendo a tus amores
un responsorio funeral.
Quizá en las torres de Gaeta
o en las murallas de Milán
se termine la vida inquieta
de tu aventurero galán.
Acaso voy hacia la Historia
o acaso voy hacia la muerte;
pero bien me cuesta la gloria
el duro precio de perderte.
El Señor Soldado tiene un alto sentido del amor y del respeto a las damas. La mitad de sus desafíos son por defender el honor de una dama a quien acaso ni siquiera conoce y de la que nada espera. Ha elevado a la mujer a una categoría arcangélica. La desea, pero no se atreve, las más de las veces, a solicitarla.
Flérida, para mí dulce y sabrosa
más que la fruta del cercado ajeno.
Con la honra, por delante, de su apellido y de sus cicatrices ganadas en el campo de batalla, habla a las damas con la más exquisita galantería:
Mi porte desenfadado
y aquesta banda pomposa
bien gallardamente os dicen
que estuve en Flandes, señora.
Y si nobleza quisiereis
mirad cómo la pregona
la cruz que luce en mi pecho
cual viviente ejecutoria
de que es hidalga mi sangre
y es mi prosapia famosa.
Llevado de nobles ansias
dejé mi vieja casona,
he corrido muchas tierras
en pos de lides heroicas,
y derramando mi sangre
y acrecentando mi honra
he cosechado mil lauros
pero ninguna derrota.
Luché asaz, pero soy pobre
porque derroché mis doblas
en plumas para mis fieltros
de anchas alas orgullosas,
en bien guarnecidos cintos
para mis ricas tizonas
y en gigantescas espuelas
para mis altivas botas;
que en poniéndome a ser grande
!ni el Rey con ser rey me dobla!
De tanto gallardo arreo,
de tanta lucida gloria
sólo han venido a quedarme
como recuerdo, señora,
unas cuantas cicatrices,
mi banda de seda roja,
la insignia del Santo Apóstol,
y esta espada fanfarrona,
que mas que mi brazo es débil
y es vieja y está mohosa,
para ganaros un reino
aún tiene fuerza de sobra.
Genio y figura. El viejo soldado, que no tiene fortuna, que ni siquiera tuvo la fortuna de que le matasen en un combate o en un desafío, regresa a España, tras de sus campañas de Italia y de Flandes. Aún presume ante las damas, retorciéndose el bigote, aliñando cuidadosamente las vueltas de su capa raída, y apoyando la mano sobre la empuñadura de la vieja espada que trae al costado.
Pero al final, su destino es bien triste. Lo único que ha sacado de su vida aventurera han sido las aventuras en sí mismas, la honra de haberlas vivido, y la cruz de la Orden de Santiago para llevarla al pecho.
El viejo Señor Soldado acabará recordando con nostalgia sus guerras pasadas, y pidiendo en un Memorial, una mísera pensión al Gobierno:
Negar que la batalla de Nancy se perdiera
si el gran duque de Alba ordenado la hubiera;
negar su hija al rico indiano pretendiente
porque no es noble asaz don Bela; y finalmente
alegar sus innúmeras proezas militares
para pedirle unos ducados a Olivares.
Así han visto al Señor Soldado los poetas Eduardo Marquina, Enrique López Alarcón, Manuel Machado, Ardavín.., y así se ha visto él mismo. Porque el Señor Soldado tuvo también su pluma y su tintero, y fue dejando por el mundo -llámese Torres Naharro o Garcilaso de la Vega o Calderón de la Barca o el mismo Cervantes-, muestras de su ingenio y retazos de corazón.