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"Polonia soportó lo peor de la Segunda Guerra Mundial"

El historiador británico presenta 'First to fight', un estudio sobre la invasión de Polonia por parte de nazis y soviéticos en 1939, de la que ahora se cumplen 80 años, y las consecuencias que tuvo en la Segunda Guerra Mundial.
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El historiador británico Roger Moorhouse, uno de los pocos extranjeros que se ha ocupado en profundidad de la invasión de Polonia por parte de nazis y soviéticos en 1939, presenta First to fight, un completo estudio de la ofensiva militar de la que ahora se cumplen 80 años.

Pregunta.- ¿Qué hay de cierto en lo que nos han contado sobre la invasión alemana de Polonia?

Respuesta.- Hay una gran cantidad de mitología. La razón es que este episodio no ha sido sometido a una investigación histórica adecuada fuera de la esfera polaca, por lo que las narrativas de propaganda de guerra han persistido y proliferado. Un ejemplo de esto es esa historia de la caballería polaca cargando con sables contra los tanques alemanes. Es una invención de la propaganda alemana y se originó con un informe de un corresponsal de guerra italiano, que escribió sobre las consecuencias de un enfrentamiento durante la batalla de Bzura, la más grande de la campaña, y describió los caballos muertos que cubrían el campo de batalla. Ese informe fue recogido por la propaganda alemana y se convirtió en la fuente del estereotipo de los tanques alemanes atacados por la caballería polaca: una forma muy útil de demostrar la superioridad tecnológica, militar y, por extensión, racial, alemana. Por supuesto, no era cierto. Los alemanes en realidad tenían más caballería que los polacos, y los polacos también tenían tanques (aunque mucho menos que los alemanes). Además, la caballería polaca luchó desmontada, con artillería y armas antitanque, y utilizó sus caballos únicamente para desplazarse a la zona de batalla. De esta manera, en realidad podrían ser notablemente efectivos, como en la batalla de Mokra, y de hecho despertaron el miedo en muchas unidades alemanas en 1939. 80 años después esta mentira de la propaganda todavía parece tener vigencia.

P.- ¿Fue tan importante la implementación de la guerra relámpago en la victoria alemana?

R.- La leyenda de la guerra relámpago o Blitzkrieg es otro de esos aspectos que ha sido bastante exagerado por la propaganda. Es cierto que los alemanes disfrutaron de una gran superioridad numérica y tecnológica, así como de una superioridad en la doctrina táctica que habían desarrollado, esa Blitzkrieg que usaba puntas de lanza con blindados rápidos y ataques aéreos coordinados para romper el frente enemigo.
El historiador británico Roger Moorhouse.

Sin embargo, es importante remarcar que la Blitzkrieg todavía estaba en proceso de desarrollo en 1939, y que no fue implementada por todas las unidades alemanas. Además, hay otras razones que ayudan a explicar la victoria alemana: la situación geográfica y el ataque de Polonia desde tres lados; la escasez comparativa de defensas polacas y de aviones, además de la debilidad de las comunicaciones polacas, que hicieron que muchas de sus unidades se quedaran ciegas y sordas.

P.- ¿Tenía Polonia alguna posibilidad de sobrevivir al ataque?

R.- Los polacos se encontraban en una situación muy difícil en 1939. Aunque su ejército y la fuerza aérea no eran del todo malos en comparación con el resto de países europeos, contra la Wehrmacht alemana y el Ejército Rojo de Stalin estaban superados en número. Los ejércitos y aviadores polacos lucharon valientemente, pero no podían ganar. Sin embargo, lo que empeoró aún más su situación fue el hecho de que sus aliados occidentales, los británicos y los franceses, a pesar de firmar tratados que los comprometían a ayudar a Polonia, hicieron poco para cumplir esos compromisos. Los franceses llevaron a cabo una incursión poco entusiasta en el Sarre y los británicos lanzaron panfletos en lugar de bombas sobre ciudades alemanas.

Si los británicos y los franceses hubieran intentado cumplir con sus compromisos para ayudar a Polonia en 1939, es posible que algunas fuerzas alemanas se hubieran retirado hacia el oeste del frente polaco, lo que podría haber permitido que los polacos se unieran temporalmente y provocar que Hitler reconsiderara su guerra. Sin embargo, vergonzosamente faltó voluntad política en Londres y París, que la dejaron sola. Polonia estaba condenada.

P.- ¿Es Polonia uno de los países más golpeados por la Segunda Guerra Mundial?

R.- Polonia fue uno de esos países que soportó la peor parte de la Segunda Guerra Mundial. No sólo se la sometió a invasiones alemanas y soviéticas de 1939, sino que se dividió entre esos dos regímenes totalitarios brutales durante los siguientes 22 meses antes del ataque de Hitler de la URSS, que la dejó sola bajo la bota alemana. Después de eso, la brutal depravación de las ambiciones raciales del Tercer Reich afectó a las poblaciones polacas, que fueron clasificadas, deportadas y oprimidas y culminaron en el genocidio contra los judíos de Europa, aproximadamente la mitad de los cuales, por cierto, eran ciudadanos polacos. A pesar de crear el movimiento de oposición clandestino más grande y efectivo en la historia de la guerra, el país fue aplastado en 1944 cuando trató de levantarse contra la ocupación alemana. Luego llegó la ocupación soviética y soportó más de 40 años de comunismo. Alrededor de seis millones de polacos, casi el 20% de la población anterior a la guerra, uno de cada cinco, fueron asesinados en la contienda. Por ese sacrificio, Polonia merece un reconocimiento mucho mayor del que recibe.

P.- ¿Quedan rastros físicos de aquella ofensiva alemana de septiembre de 1939?

R.- Hay relativamente pocos rastros de la guerra de 1939 en Polonia. Los estragos bélicos y del régimen comunista de posguerra, que tenía poco interés en conmemorar las batallas de 1939, han dejado unos pocos monumentos: en Mokra, Kock, Westerplatte y en otros lugares, pero poco más. Queda por ver si la Polonia moderna podrá rectificar este déficit específico, pero ciertamente puede presumir de algunos museos de clase mundial en Gdansk y Varsovia para conmemorar su pasado más amplio en tiempos de guerra.
https://www.elmundo.es/internacional/20 ... b467f.html

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NotaPublicado: 16 Sep 2019 15:53 
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Ahora que está tan de actualidad lo de las guerras y vivimos una escalada de violencia que no es para tomársela a broma, tal vez sea el momento de acercarse a una actividad que aglutina disciplinas tan dispares como el estudio histórico, el trekking, el coleccionismo, la actuación o la sastrería y, por supuesto, el juego y la diversión.
La recreación de batallas o hechos históricos relacionados con revueltas, revoluciones o conflictos bélicos ha sido una constante a lo largo de la historia. Desde hace siglos, la lucha de celtíberos y romanos en Numancia, los desfiles de moros y cristianos, los desembarcos de vikingos en Catoira, de piratas en O Grove o motines como el de Esquilache están presentes en nuestra cultura y su recreación combina la exaltación del valor de los antiguos habitantes del pueblo en el que surgieron con la diversión más prosaica por parte de los habitantes actuales.

La aparición de nuevos conflictos armados a lo largo del tiempo no ha hecho más que ampliar el catálogo de batallas, guerras y hechos históricos que recrear. En ese sentido, el siglo XX ha sido un gran filón. La Gran Guerra, la II Guerra Mundial, Corea, Vietnam, las guerras de liberación anticolonialistas de África y Argelia, Afganistán, Irak y en unos días, Siria y lo que surja, son objeto de recreaciones por parte de agrupaciones, clubes, asociaciones culturales y grupos de amigos de todo el mundo que se reúnen en fechas señaladas o los fines de semana para jugar a la guerra, aprender historia y pasar un buen rato.
En estos casos, la cercanía del conflicto permite que los hechos recreados y el material empleado para ello sean más veraces, llegando a utilizarse uniformes, automóviles, carros de combate, armas y otros complementos originales o bien réplicas de gran calidad.

Dos de esos grupos son Screaming Eagles 101st Easy y Poland First to Fight. El primero está dedicado a la quinta compañía del 506º Regimiento de Infantería Paracaidista de la 101ª División Aerotransportada del Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial en el frente europeo. La segunda centra sus actividades en el ejército polaco del periodo comprendido entre su independencia en 1918 y el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Dos de sus responsables, el Screaming Eagle Javier Torres y Alberto Trujillo, de Poland Fist to Fight, nos explican en qué consiste realmente esto de las recreaciones históricas y qué actividades realizan en sus grupos.
«Decidimos recrear el ejército polaco durante el periodo de entreguerras y la Segunda Guerra Mundial, primero porque sentimos un especial cariño por este país, y segundo, porque que es una parte de la Historia apasionante y totalmente desconocida en España», explica Trujillo.

Polonia fue el país con cuya invasión dio comienzo la Segunda Guerra Mundial, en la que acabaría interviniendo Estados Unidos tras el ataque de las fuerzas del Eje contra Pearl Harbour. Entran en juego entonces, los Screaming Eagles.
«La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto extremadamente violento. Murieron aproximadamente 60 millones de personas, lo que es suficiente motivo para no olvidarlo», explica Torres. «Desde el punto de vista de la recreación, la Segunda Guerra Mundial permite diferentes opciones, tantas como recreadores, entre los que se encuentran coleccionistas de militaria, historiadores, maquetistas, cinéfilos. Cada uno tiene su motivo y pasión tanto por el ejército americano, como por el alemán, el inglés, el polaco e incluso hay gente que recrea a los partisanos, que no es un ejército regular».

«Polonia, –continúa Trujillo– fue además uno de los pocos países que mantuvo tropas en combate en todos los teatros del conflicto durante toda la duración del mismo y fue el territorio donde se cometieron las mayores atrocidades. Posteriormente, en la inmediata postguerra, cayó en la esfera de influencia soviética y fue objeto de las mayores tensiones diplomáticas entre los tres grandes aliados y el preludio de la Guerra Fría. Se podría afirmar que se puede vertebrar todo el estudio de causas, desarrollo y consecuencias de la Segunda Guerra Mundial alrededor de la historia de esta nación, así que entendimos que sería interesante divulgar esta parte de la Historia».
No hay más que escuchar a Trujillo y a Torres para comprobar que, más allá del aspecto puramente lúdico, las recreaciones exigen un buen conocimiento de los hechos históricos, algo que no se queda en los meros datos. Es necesario ampliarlo a otros campos como la sociología, el costumbrismo, la decoración, el diseño de armas, o la moda, porque hay que reproducir todos y cada uno de los detalles del conflicto, hasta el punto de que ciertos grupos exigen a sus miembros que se corten el pelo según las ordenanzas militares de la época.
«Dentro de lo razonable y lo posible somos muy estrictos en todo lo que concierne a la verosimilitud histórica. Es fundamental ser rigurosos e históricamente correctos, y desde luego en temas que son tan sencillos como son los cortes de pelo, tatuajes, pendientes, piercings, relojes, gafas, etc., somos bastante intransigentes. Entendemos que el que se mete a recrear este periodo debe ser consciente y aceptar la imagen que tiene que dar», explica Trujillo.

«Quien entiende esta afición, la vive con el mayor respeto y eso quiere decir que intenta ser lo mas fiel al original que recrea. Esto significa trasladarse 70 años atrás, con todo lo que implica. En cuanto a los uniformes, armas y complementos, tenemos una gran numero de posibilidades, tanto originales como réplicas, aunque, evidentemente, la calidad es muy diferente de una a otra. No hay nada como las piezas originales, pero dado que son piezas valiosas tanto económica como históricamente, la gente las cuida muuuuuy mucho [Torres hace especial hincapié en el adverbio] y suele remplazarlas por reproducciones».
«Somos muy cuidadosos con que todos los elementos que mostramos sean correctos y estén documentados bien en textos bien en fotografías. Es más, muchas veces descartamos elementos que pueden estar documentados en alguna foto de la época al comprobar que lo que aparece en la imagen es una «rareza», es decir, una excepción, ya que, si se aceptan ese tipo de cosas sin demasiado análisis, se corre el riesgo de mostrar como normal algo que no lo era», explica Trujillo. «En nuestro caso los uniformes son réplicas fieles de los originales aunque algunos complementos o accesorios sí que lo son. Como recreamos las fuerzas armadas polacas, Ejército, Marina y Fuerza Aérea, en los distintos teatros en los que combatieron, y lo hicieron en todos prácticamente, tenemos muchos uniformes diferentes. Haciendo un cálculo rápido, entre septiembre de 1939 en Polonia, en Noruega y Francia en 1940, en el Norte de África en 1941, en la Batalla de Inglaterra, en Italia en el 43, el Frente del Este desde el 43 al 45, en Francia y Holanda en 1944, etc… Debemos tener unos quince uniformes masculinos distintos y diez o doce femeninos».
Hablando de uniformes femeninos. Cualquiera podría pensar que esta afición es una cosa solo masculina. Es obligado preguntar si participan mujeres en este tipo de recreaciones.
«Sí, sí que las hay, pero su papel es el mismo que ocuparon históricamente en el conflicto», explica Torres. «Por ejemplo, el de enfermeras. En el ejército americano nunca estuvieron en combate y sus labores fueron meramente burocráticas o sanitarias. Cada vez hay mas mujeres en el mundo de la recreación pero, claro, cada uno en su papel. Hay que tener en cuenta que la vida en el ejercito hace 70 años era muy diferente a la que conocemos actualmente».

«En nuestro grupo hay una muy alta proporción de mujeres, aproximadamente un tercio de nuestros miembros son chicas», continúa Trujillo. «Pero también realizan los mismos roles que tenían las mujeres en aquella época. Sin embargo, nuestro grupo permite mucho juego para eso porque, como el Ejército Polaco estuvo en todas los frentes, lo mismo ocurrió con las mujeres. Realizaron todo tipo de tareas y misiones. En muchos casos más que las mujeres de otros ejércitos, porque el Ejército Polaco de la Segunda Guerra Mundial no tenía un territorio donde reclutar soldados y de esa forma fueron desde enfermeras, radiotelegrafistas o mensajeras, a combatientes con las armas en la mano e incluso pilotos».

Como explica Javier Torres, una afición como esta no es para disfrutarla de puertas adentro. Hay que salir al campo, lucir los informes y, si es necesario, mancharse de barro.
«Esto es como vivir la Historia de un modo diferente. Por eso hay que moverse, hacer sesiones de fotos en entornos lo mas parecidos a la situación histórica, tertulias,exposiciones, recreaciones públicas o privadas en donde ponemos en práctica movimientos de tropas, instrucción, o manejo de armamento. Incluso hemos participado en el rodaje de un cortometraje de Manuel Olaya».
Por su parte, la organización representada por Alberto Trujillo, constituida como Asociación Cultural reconocida como tal por el Ministerio del Interior, añade a ese tipo de actividades una labor de divulgación histórica que cuenta con el apoyo de la Embajada de Polonia y otras instituciones de dicho país.
«Hacemos de todo: montamos campamentos en los que hacemos living history, desfilamos, hacemos instrucción y formaciones, escenificamos batallas históricas, hacemos homenajes a los caídos, cantamos canciones patrióticas. Además, en todos los eventos que organizamos nosotros, impartimos conferencias con materiales que explican la historia de Polonia en este periodo, desde la independencia hasta el final de la Segunda Guerra Mundial y el establecimiento de la dictadura comunista».

La labor divulgativa de Poland First to Fight ha sido reconocida por la Oficina de Excombatientes y Personas Represaliadas del Gobierno de Polonia, que ha condecorado a varios de los miembros de la asociación con la Medalla Pro Memoria y la Medalla Pro Patria, lo que les ha abierto las puertas para participar en las ceremonias oficiales conmemorativas del Comienzo de la Segunda Guerra Mundial en Westerplatte y del Levantamiento de Varsovia. Como explica Trujillo, su labor «va mucho más allá de la mera recreación de combates. El tema armamento, vehículos, tiroteos, etc… es solo un medio o un reclamo para alcanzar un fin, que es divulgar la historia de Polonia en la Segunda Guerra Mundial».

Una historia que debería servir para ser conscientes del drama de la guerra y evitar que se reproduzcan los movimientos políticos o ideologías que las provocaron. Algo que, en ocasiones, no está demasiado claro en ciertos grupos, que transitan por esa finísima frontera que separa el interés histórico en ciertas doctrinas y la más burda exaltación de las mismas. Mientras que algunas asociaciones aclaran que, por ejemplo, la recreación de tropas del ejército alemán de la Segunda Guerra Mundial no supone una aceptación de la ideología nazi y muestran su rechazo explícitamente, otras parecen desarrollar una cierta nostalgia de que El Hombre del Castillo de Phillip K. Dick sea solo una novela de ciencia ficción.
«Esto es una afición historica y cultural. Nosotros nos hemos decantado por la Segunda Guerra Mundial, pero tienes romanos, napoleónicos, medievales, Primera Guerra Mundial, Segunda Guerra Mundial, Vietnam, Guerra Civil española. Es una manera de acerca la historia de la humanidad a la gente, la historia más violenta, es verdad, pero la historia al fin y al cabo. En ese sentido nosotros somos meramente recreadores que por múltiples motivos intentamos que no se pierda todo eso. A la gente en general le gusta, siente curiosidad simplemente viendo el material o atendiendo a las explicaciones. Siempre hay personas que no lo ven así y creen que es una exaltación de la guerra o a un orden político determinado. Nada mas lejos de la realidad porque, además de que está prohibido por la ley, está mal considerado por los propios recreadores».

https://www.yorokobu.es/jugar-a-la-guer ... ?offset=24

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NotaPublicado: 28 Dic 2019 14:35 
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El libro 'El voluntario' revela nuevos detalles de la historia de Witold Pilecki, el único hombre que entró en el campo de exterminio por su propio pie para recabar información

Fue el único prisionero que entró por su propio pie en el campo de exterminio de Auschwitz, aunque entonces desconocía el horror que iba a encontrarse en su interior. Witold Pilecki, oficial del ejército polaco de 38 años y feroz partisano durante la invasión nazi y soviética de Polonia, acababa de fundar el llamado Tajna Armia Polska (Ejército Secreto Polaco) cuando descubrió la puesta en marcha de una extraña prisión alemana en el antiguo cuartel militar de Oswiecim.

Cuando intentó saber a qué la estaban dedicando las tropas ocupantes, se dio cuenta de que nadie salía de ella para poder contar lo que sucedía en su interior. Para poder informar a sus aliados británicos, Pilecki ideó un plan de infiltración que detalló a sus compañeros de la resistencia. Él mismo se ofreció como voluntario para cumplir una misión en apariencia sencilla: recabar información de la prisión, organizar fugas, motivar a los presos y preparar una insurrección. Si podían matar oficiales nazis durante el transcurso de aquel periodo, tanto mejor.

El periodista inglés Jack Fairweather, ex corresponsal de guerra de The Washington Post, ha indagado en la historia oculta de Witold Pilecki para publicar El voluntario (Ed. Custom House), un libro que ilumina no sólo su trabajo como partisano en los conflictos anteriores a la Segunda Guerra Mundial, como la Gran Guerra o la polaco-soviética de 1919. También su papel como denunciante de las atrocidades nazis tras la contienda y su persecución por las autoridades soviéticas, que terminaron por fusilarlo en 1948. Su cuerpo sigue hoy sin aparecer.
ENTRAR COMO UN JUDÍO

Fairweather ha conseguido acceder a todo el material que Pilecki recopiló en el interior de Auschwitz y reproduce paso a paso sus acciones dentro del campo. De Auschwitz sabemos que la única manera de salir, según sus propios guardias de las SS, era por la chimenea convertido en ceniza, pero para un oficial polaco que no era judío tampoco iba a ser fácil entrar. Por eso cambió su identidad por la de un tal Tomasz Serafinski y se hizo atrapar en medio de una redada alemana en las calles de Varsovia el 19 de septiembre de 1940. Después de que lo torturaran dos días para sacarle información junto con otros 2.000 civiles inocentes, fue enviado a Auschwitz junto a los supervivientes. Ahí le tatuaron el número 4859, le tomaron las fotos que ilustran esta página y empezó su verdadero calvario. No tardó en enfermar, lo que no le impidió comenzar sus primeros contactos con otros presos para tratar de organizar un comando de resistencia en el interior. Lo llamó ZOW, siglas de Zwiazek Organizacji Wojskowych, o sea, Unión clandestina de Organizaciones Militares. Se centró en dos cometidos: trazar un plan para hacerse con el control del campo cuando la resistencia polaca atacara desde el exterior, para lo que había que mantener una moral alta y unos mínimos de entrenamiento, y conseguir información interna para facilitarla a los aliados.

Los miembros del ZOW, que llegó a contar con 1.000 presos, trabajaban en varias zonas del campo, desde los que estaban en las oficinas de las SS y hacían labores administrativas hasta los que formaban parte del equipo del doctor Mengele, autor de terribles experimentos humanos con gemelos o los que metían a los muertos en los hornos crematorios. Todas las actividades de Auschwitz documentadas al detalle y enviadas al exterior gracias a la ayuda valiente de varios civiles polacos que recogen informes lanzados por Pilecki más allá de las alambradas electrificadas del campo.

El que fue perdiendo la moral fue el propio Witold Pilecki, que fue convenciéndose cada día que pasaba jugándose la vida dentro de que ni la resistencia polaca atacaría desde fuera ni los aliados británicos los apoyarían desde el aire. Por esa razón, el 26 de abril de 1943 vuelve a hacer algo extraordinario. Roba la documentación de un alemán del campo y aprovecha un turno de noche en una panadería del campo fuera de la cerca en la que es obligado a trabajar para fugarse en la oscuridad mientras dos de sus colaboradores distraen al guardia.
Pilecki, en una foto con el uniforme polaco.Alamy Stock Photo

Después de su huida, donde pasó varios días oculto en casas de civiles, entró de nuevo en contacto con los miembros de la resistencia polaca y trató de convencerles de los horrores que se viven en el campo de exterminio, además de enviar sus informes a los británicos, que los creyeron "exagerados".

Sin embargo, los partisanos no tenían los medios para poder tomar el campo y descartaron esa idea. A partir de ese momento, según cuenta Jack Fairweather, Witold Pilecki puso toda su fuerza y su talento para seguir combatiendo a los nazis en las ciudades. El 1 de agosto de 1944, la sublevación de Varsovia frente a los ocupantes nazis lo llevó de nuevo a la lucha. Sin revelar su rango, como mero soldado raso, combatió en el batallón Chrobry II entre las calles Towarowa y Panska, en lo que después se conoció como el gran bastión de Varsovia. Durante dos semanas causaron graves trastornos a un ejército alemán que ya se encontraba en retirada frente al rodillo soviético en el este mientras que en el oeste los aliados occidentales ya habían asegurado todas sus cabezas de puente en Normandía. De nuevo, Pilecki salvó la vida, pero pasó el resto de la guerra retenido en los campos de Lambinowice y Murnau, destinados a los prisioneros de guerra.

En septiembre de 1945, ya con el conflicto terminado y Polonia bajo el yugo soviético, recibió un encargo del Gobierno polaco en el exilio, que seguía funcionando en Londres: recolectar información de inteligencia sobre los ocupantes enviados por Moscú. En 1947 comenzó a obtener evidencias de las masacres y ejecuciones extrajudiciales cometidas por los rusos en Polonia durante y después de la guerra, lo que lo puso en el centro del objetivo para el Kremlin. El 8 de mayo de 1947, el servicio de seguridad polaco lo arrestó bajo los siguientes cargos: cruce ilegal de fronteras, uso de documentos falsos, llevar armas, espiar para el general Wadysaw Anders (gobierno de Polonia en el exilio) y preparar un posible asesinato de varios funcionarios del Ministerio de la Seguridad. Lo único que admitió, después de ser torturado, fue que trabajaba para el Gobierno en el exilio.

Fue fusilado el 25 de mayo de 1948. Su cuerpo sigue sin aparecer. Este mismo año el Parlamento Europeo ha pedido que esa fecha sea declarada Día internacional de los héroes de la lucha contra el totalitarismo.
https://www.elmundo.es/internacional/20 ... b4587.html

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NotaPublicado: 02 Ago 2020 18:23 
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75 años del bombardeo en Hiroshima y Nagasaki:
https://lab.elmundo.es/hiroshima/datos-muertos.html

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NotaPublicado: 14 Ago 2020 12:28 
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El sonido de los disparos y los gritos de los civiles eran el pasado. En agosto de 1945, hacía más de dos meses desde que Adolf Hitler había muerto y Alemania se había rendido. Mientras en el Viejo Continente se trataba de reiniciar una vida de paz al margen de la destrucción, a miles de kilómetros al este el combate continuaba.

Cuando comenzó la batalla de Okinawa, en Europa se encontraban a tan solo un mes del final de la guerra. La idea era conquistar aquella isla a tan solo 500 kilómetros de Japón para atestar un golpe mortal que desembocara una derrota nipona. De esta manera, la Armada de los Estados Unidos y sus aliados reunieron una flota compuesta por 330 buques de guerra y 1.139 buques de transporte.

Durante dos semanas los americanos atacaron Okinawa con cargas de artillería hasta 21 veces más potentes que el bombardeo a las defensas nazis en el Día D. 170.000 estadounidenses desembarcaron en las playas de la isla y fue allí mismo, mientras luchaban contra las fuerzas japonesas, cuando conocieron la noticia del final de la guerra en Europa. A ellos les tocaría aguantar hasta el 21 de junio, cuando por fin la isla fue tomada.
Desembarco estadounidense en la isla de Okinawa, el 13 de abril de 1945.

Desembarco estadounidense en la isla de Okinawa, el 13 de abril de 1945. Administración Nacional de Archivos y Registros

Esta cruenta batalla se llevó consigo la vida de alrededor de 20.000 hombres, mientras que las bajas japonesas ascienden hasta los 100.000. Por otro lado, 7.000 japoneses se rindieron, una cantidad insólita hasta aquel momento. Asimismo, Okinawa no era una isla inhabitada. La batalla alcanzó a aproximadamente 40.000 civiles.
Simon Bolivar

Entre todas las bajas que hubo, la muerte del célebre teniente general Simon Bolivar Buckner, Jr. fue una de las más relevantes a nivel simbólico y mediático. Nacido en Kentucky en 1886, era hijo de de Simon Bolivar Buckner (padre), hijo de un general que combatió a favor de los confederados en la Guerra de Secesión.

Siguió los pasos de su padre y se enroló en el Ejército. Tras varias operaciones en Alaska, fue movilizado a Hawái para iniciar los preparativos de la batalla de Okinawa. Allí fue donde un proyectil le alcanzó el pecho.



Las heridas eran demasiado graves y Simon Bolivar Buckner, Jr murió el 18 de junio de 1945, tan solo tres días antes de la victoria final. Su muerte resultó ser la víctima americana de mayor rango a lo largo de la contienda.
Los soviéticos por el norte

Pese a la derrota japonesa en una zona tan crítica como Okinawa, la guerra parecía alargarse. "Era un claro aviso de lo que les esperaba a los americanos si invadían las principales islas japonesas", se explica en el documental La II Guerra Mundial en color. Estados Unidos estimaba que de seguir así, 250.000 vidas americanas más se perderían si Japón no terminaba de rendirse.

Ni siquiera las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, en la que murieron 80.000 y 40.000 personas, retiraron al Imperio japonés de la guerra. No obstante, los enemigos se le incrementaban.
Marineros estadounidenses y soviéticos en Alaska, celebrando la rendición del Imperio del Japón en 1945.

Marineros estadounidenses y soviéticos en Alaska, celebrando la rendición del Imperio del Japón en 1945.

Joseph Stalin había afirmado en 1943 que una vez derrotado el Tercer Reich, Japón sería su objetivo. Así, el 8 de agosto de 1945, la Unión Soviética declaró la guerra a Japón y comenzó la batalla de Manchuria, donde los comunistas invadieron el Estado títere japonés de Manchukuo. Solo entonces, cuando ambas potencias de ideología antagónica amenazaban la supervivencia de Japón, decidieron estos poner fin a la guerra.

El 15 de agosto sucedió lo que debía haber ocurrido meses antes. Aquel día el Océano Pacífico dejó de absorber cadáveres La guerra había terminado también en el Pacífico y la Segunda Guerra Mundial, la última a esta escala, ponía el punto y final que tanto se esperaba. Este 2020 se cumplen 75 años del cese de fuego en el Pacífico.
https://www.elespanol.com/cultura/histo ... 552_0.html

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NotaPublicado: 04 Ene 2021 14:29 
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De forma superficial, la Segunda Guerra Mundial en Europa se podría dividir en dos etapas: en la primera, la Alemania nazi de Adolf Hitler arrasó con todos los territorios a su alcance, Rusia incluida. En la segunda, los soviéticos comenzarían a avanzar poco a poco y a recuperar cada kilómetro conquistado por los alemanes. A medida que la URSS iniciaba su ofensiva, Hitler pudo haber organizado una contraofensiva efectiva para igualar la balanza. Esta contraofensiva debía haber recaído bajo la responsabilidad de Erich von Manstein, considerado uno de los más grandes estrategas militares de la Alemania nazi.

Mucho se ha especulado sobre su posible origen semita, lo cual generó polémica en su momento. Desde muy pequeño fue adoptado por la su tío Georg von Manstein, de quien heredaría su apellido y en una biografía sobre la vida de Erich, el escritor Benoit Lemay explica que su apellido de nacimiento, Lewinski, podría ser una variante del apellido judío Levy con el sufijo polaco añadido. "Su tatarabuelo Lewi podría haber sido un líder rabino en Varsovia", concreta el autor.

De hecho, las SS investigaron el caso de Erich von Manstein en 1944. Tras un informe que buscaba sus posibles orígenes judíos, el dosier no llegó a completarse: "Lo que la SS encontrara en relación con este tema se desconoce". El hecho es que Manstein se convirtió en el mejor estratega del führer e incluso consiguió el reconocimiento militar de sus propios enemigos por sus hazañas en el frente.
Erich von Manstein junto al general Erich Brandenberger fotografiados un día antes del inicio de la Operación Barbarroja.

Erich von Manstein junto al general Erich Brandenberger fotografiados un día antes del inicio de la Operación Barbarroja. Bundesarchiv

Ahora, de la mano de Ediciones Salamina, se publica Manstein y la Tercera Batalla de Járkov, obra de Eberhard Schwarz y donde analiza en profundidad cómo Manstein logró detener el avance soviético en febrero y marzo de 1943 y lanzar un contraataque exitoso con una considerable ganancia de terreno.

Stalingrado

Tras haber participado en el frente occidental, Manstein fue destinado al este para combatir a la Unión Soviética. Su llegada no podría evitar, de todos modos, que el Ejército Rojo saliera victorioso en Stalingrado.

Desde su refugio y lejos de la gélida Rusia, Hitler insistía en resistir a toda costa y no ceder un solo centímetro de terreno ante los soviéticos, mientras que los altos mandos alemanes, aunque obedientes, hubieran preferido maniobrar de distina manera para posteriormente poder lanzar una nueva ofensiva. Tal y como explica Schwarz en su obra, todos los esfuerzos realizados por el mariscal de campo Manstein tras Stalingrado, "si bien evitaron catástrofes concretas, lo único que consiguieron en el fondo fue postergar el final".
Hitler y Manstein en Zaporozhye (1943).

Hitler y Manstein en Zaporozhye (1943). Bundesarchiv

Pese a las desavenencias con el führer, Manstein finalmente pudo frenar el avance soviético y lanzar un contraataque en febrero y marzo de 1943, "dando paso posteriormente a que el Alto Mando alemán elaborase nuevos planes encaminados a recuperar la iniciativa en verano de 1943".

En este sentido, la Wehrmacht alemana se preparó para retomar Járkov, la segunda ciudad más importante de Ucrania. Había caído en manos rusas y Manstein se planteaba reconquistarla "solo si podía hacerse mediante un golpe de mano". De esta forma, gracias a la astucia militar del militar alemán el agotado Ejército Rojo se vio obligado a retirarse de la ciudad y los Panzer ocuparon las principales plazas de Járkov.

La ambición de Manstein fue más allá y tras la reorganización de tropas y el nuevo mapa prometedor de los alemanes, afirmó que el Grupo de Ejércitos Centro debería poder tomar Kursk "sin dificultades".

Durante aquel breve espacio de tiempo, la alegría regresó a Berlín: "Manstein fue de gran importancia psicológica para el Reich". Había conseguido estabilizar el frente. Alemania no estaba perdida en sus manos. Pero, como señala Schwarz, los planes militares de Hitler no iban en la misma dirección.

En definitiva, la victoria fue relativa, puesto que retomaron terrenos que ellos mismos habían perdido varios meses atrás: "A pesar de la victoria, el balance global de las operaciones invernales de 1942 y 1943 fue desolador para los alemanes". El autor especula que la reconquista de Járkov pudo haber sido la última oportunidad de demostrar a los rusos la fuerza alemana y poder así entablar un diálogo que derivara en un nuevo acuerdo entre soviéticos y alemanes.

A partir de aquella última oportunidad, la Wehrmacht encajó una derrota tras otra en el Este. "Con más de dos años de guerra por delante hasta su conclusión, a los alemanes solo les quedó la rendición incondicional", concluye el autor.
Fin de la guerra

El führer no sobreviviría a la guerra a diferencia de Manstein. Pese a haber sido relevado del mando el 30 de marzo de 1944 por discutir con Hitler, tuvo que enfrentarse a los juicios de Núremberg.

Fue sentenciado a 12 años de prisión. Sin embargo, al parecer sus hazañas militares eran admiradas en el extranjero y su fianza fue pagada por un grupo de oficiales británicos y nada más ser puesto en libertad comenzó a trabajar como consejero de la Bundeswehr, reconstruyendo el ejército alemán de la posguerra.

Fallecería el 10 de junio de 1973, siendo uno de los militares que, aún teniendo ascendencia judía, combatió en la guerra con Alemania e incluso se enfrentó a varias de las decisiones de Hitler, desobedeciendo algunas de ellas. Lo que pudiera haber sucedido si se hubiera confiado en él no puede saberse, pero está claro que no habrían tenido un resultado tan desolador como el que tuvieron al final de la guerra.
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La irrupción de Erwin Rommel, apodado El Zorro del Desierto, en África colocó a los británicos y sus aliados contra las cuerdas. Tanto, que Winston Churchill recurrió a estrategias más intrépidas para vencer allí donde las tácticas convencionales no habían tenido éxito. El SAS (Special Air Service) nació con la vocación de aprovechar la enorme distancia en la línea de abastecimiento del Afrika Korps en su ofensiva y se nutrió de algunos de los personajes más extravagantes del Ejército británico para realizar tareas de sabotaje en aeródromos, carreteras, almacenes y puestos avanzados mal defendidos. En estas misiones de alto riesgo, bastaba a veces para infiltrarse en las líneas enemigas con fingir normalidad. Al fin y al cabo, ¿quién podía estar tan loco para meterse en la boca del zorro?

La obsesión compartida de Rommel y Churchill estaba puesta a principios de 1941 en Malta. Durante dos años, el archipiélago italiano soportó el lanzamiento de 3.000 bombas de bombarderos de la Luftwaffe y las fuerzas italianas que, en muchos casos, tenían su base en Bengasi, una ciudad al noreste de Libia. El primer ministro británico sostenía que si caía Malta el dominio del Eje en el Mediterráneo sería absoluto y Egipto no tardaría en caer en manos alemanas. «Sin Malta, el Eje acabará perdiendo el control del norte de África», comentaba, a su vez, Rommel.
Durante dos años, Malta soportó el lanzamiento de 3.000 bombas de aviones de la Luftwaffe que, en muchos casos, tenían su base en Bengasi, una ciudad al noreste de Libia

Incapaces de hacer más por Malta por medios convencionales, Churchill autorizó a David Stirling, comandante del grupo de locos llamado SAS, a que se infiltraran en Bengasi de noche y atacara el puerto con los buques del Eje y los aeródromos desde donde despegaban de forma ininterrumpida aviones hacia Malta. En marzo de ese año, Stirling en persona realizó una primera intentona en las calles de Bengasi, si bien la misión fue abortada porque los botes resultaron defectuosos y el fuerte viento hacía imposible cualquier ataque. Sin embargo, el SAS aprovechó esta primera misión para reconocer el terreno y preparar su siguiente golpe, que, curiosamente, iba a contar con un soldado ilustre a su servicio.
Un joven terco y maleducado, pero valiente

El capitán Randolph Frederick Edward Spencer-Churchill era, como indica su apellido, hijo del primer ministro. Un hijo frustrado por la imponente sombra de su padre; un joven que lo intentó todo para llamar la atención del país y estar, sin éxito, a la altura de su padre. Como narra Ben Macintyre en su libro « Los hombres del SAS» (Crítica), «el joven era terco y maleducado, y a menudo iba muy ebrio. En los momentos de desesperación se echaba a llorar». Sus compañeros le apodaban de forma cruel «Randolph Esperanza y Gloria» y se burlaban de su pompa. Lo cual no quita que el hijo del primer ministro también fuera alguien inteligente, generoso y muy valiente, como demuestra el que cambiara un plácido puesto en el departamento de propaganda para unirse al SAS.
Capitán Randolph Churchill, en una fotografía de juventud

Stirling sintió pronto afecto por Churchill, aunque le irritaba lo mucho que hablaba: «No podía resistir la tentación de comentar cómo debía gestionarse la guerra [...] Pero era valeroso, qué duda cabe». Un valor que no se correspondía con un físico, digamos, poco imponente. En su primer salto en paracaídas dentro del SAS sufrió un fuerte impacto contra el suelo porque, según valoró su amigo Stirling, «estaba demasiado gordo».

El hijo de Winston tuvo que insistir mucho a su comandante para que le permitiera acompañarle a Bengasi, aunque fuera en calidad de «observador oficial», en una segunda operación programada para el 21 de mayo.

Durante cinco días, seis soldados del SAS lograron penetrar cientos de kilómetros sobre las líneas enemigas y superar varios puestos de seguridad del Eje montados en un coche militar alemán que iba produciendo un sonido estridente a su paso. Las ruedas se habían desalineado y el fallo mecánico amanezaba con echar al traste la operación. A las 23.15 horas de ese 21 de mayo, un grupo de soldados italianos apostados en un control de carreteras dio el alto al coche pilotado por David Stirling. Al estridente ruido se sumaba que llevaba las largas puestas, lo que iba en contra de las regulaciones alemanas de circular con la mínima iluminación. Fitzroy Maclean, un antiguo diplomático que se había unido al SAS, saludó al soldado italiano al mando con un fuerte acento extranjero, mientras agarraba de forma silenciosa una llave inglesa para prevenirse de una mala respuesta:

–Oficiales, di stato maggiore. Di fretto. Tenemos prisa.

El soldado italiano dio por válida la explicación de Maclean y levantó la barrera tras aconsejarles que apagaran la luz. Los alemanes pasaban y entraban a diario los controles sin dar más explicación y era mejor no incomodarlos para evitar sus ladridos. La desconfianza entre las tropas de ambos países fue uno de los puntos débiles del Eje en su campaña africana.

Con vía libre hacia Bengasi, el comando se preparó para ejecutar otro de los intrépidos planes de Stirling. Tras su fracaso unos meses antes, ahora la idea consistía en hundir dos barcos grandes a la entrada del puerto, de modo que quedara paralizado el tráfico marítimo aunque solo fuera unos días.
Una entrada estridente en Bengasi

La operación había empezado de forma torcida con la avería del vehículo alemán y por la presencia de un probable espía merodeando el campamento que el comando estableció en el monte Jebel, en las proximidades de Bengasi. Pero empeoró de verdad cuando a uno de los soldados más duros del equipo, un ex boxeador llamado Reg Seekings, le explotó un detonador defectuoso en la mano y Randolph Churchill tuvo que ocupar su sitio, ya no como observador.

La ruidosa entrada en Bengasi del vehículo fue definida por Maclean como si viajaran «en un camión de bomberos haciendo repicar la campana». Al control italiano le tomó el testigo dos coches alemanes alarmados por el ruido, que empezaron a perseguir al comando por las laberínticas calles de la ciudad. «Íbamos a todo trapo, doblando esquinas a dos ruedas y haciendo un ruido que despertaría a un muerto», afirmaría el hijo del primer ministro. Una vez dejaron atrás a sus perseguidores, Stirling ordenó abandonar el vehículo y dejar programada una bomba para que no quedara prueba de su presencia. Una vez terminada la misión, saldrían a pie de Bengasi.
Cooper, el miembro más joven del comando, tuvo que regresar sobre sus pasos y desactivar la bomba del coche, puesto que ya no iba a ser necesario destruirlo

Con las sirenas antiaéreas sonando, los seis soldados avanzaron hacia el puerto y allí se toparon con un policía italiano. Maclean se valió de su perfecto italiano para sonsacar información al agente, quien lejos de alarmarse le contó, en confidencia, que las sirenas aullaban al temor de un ataque aéreo, y no porque pensaran que había infiltrados a pie en la ciudad.

Cooper, el miembro más joven del comando, tuvo que regresar así sobre sus pasos y desactivar la bomba del coche en una operación solo apta para cirujanos artificieros, puesto que ya no iba a ser necesario destruirlo. Mientras parte del grupo escondía el coche en un garaje abandonado, otros traspasaron la valla del puerto y empezaron a inflar uno de los botes. Antes de descubrir que se había pinchado por el camino, el ruido de los fuelles inflando el bote alertó a un vigilantes nocturno del muelle.

–¿Qué están haciendo ahí?

–No es asunto tuyo –respondió Maclean.

Sorprendentemente, el vigilante prefirió no hacer más preguntas temiendo que pudiera estar interrumpiendo una operación de alto secreto de los alemanes. Un golpe cómico en medio de la guerra que derivó pronto en una suerte de camarote de los hermanos Marx. Las idas y venidas del grupo dispersaron a sus miembros por Bengasi y montaron tal barullo de pisadas que llevó a otros centinelas hasta el puerto.

Mientras Stirling aceptaba el fracaso de la operación y buscaba una forma de que escaparan de la ciudad sanos y salvos, un centinela «de aire inquisitivo» de la Somalidandia italiana cerró el paso a Maclean en uno de los trasiegos. En esta ocasión, el antiguo diplomático recurrió a una estrategia algo más elaborada. Imitando a un oficial enfurecido por tantas interrupciones, gritó al italiano toda suerte de incomprensibles insultos hasta que, herido en su orgullo, se hizo a un lado.

Para cuando la presencia del SAS en el puerto congregó a un pequeño ejército de vigilantes, Maclean se decidió a doblar la apuesta. O todo. O nada. Exigió ver al oficial al mando de la seguridad de los muelles y, en su presencia, realizó una larga diatriba:

«Somos oficiales alemanes y hemos venido aquí a evaluar sus medidas de seguridad. Son pésimas. Hemos pasado por delante de un centinela cuatro o cinco veces y no nos ha pedido la tarjeta de seguridad. Si hubiéramos sido ingleses, ni se hubiera enterado»
El coronel David Stirling, fundador del SAS (Special Air Service), con un grupo comando que operaba detrás de las líneas enemigas
El coronel David Stirling, fundador del SAS (Special Air Service), con un grupo comando que operaba detrás de las líneas enemigas - CAMERA PRESS

Al alba, el equipo del SAS decidió retirarse al garaje donde estaba escondido el coche. El talento para la interpretación de Maclean logró salvar al comando y que los soldados italianos terminaran incluso cuadrándose a su paso, pero el objetivo de acercarse a los barcos había resultado un imposible. Más valía no seguir estirando la suerte... Escondidos en un pequeño piso sobre el garaje, que Churchill apodó como el « 10 de Downing Street», pasaron lo que restaba de noche sin más sobresaltos. Para regresar a casa, previo paso por el monte Jebel, debían esperar a que volviera la noche sobre la ciudad y a que nadie les sorprendiera en aquel piso recóndito. Solo cabía esperar.

No obstante, con la llegada del día siguiente los soldados descubrieron que el emplazamiento no tenía nada de escondido. ¡Estaban frente a un cuartel general alemán! De allí «salían y entraban mensajeros en motocicletas y mandos militares con aire ajetreado». A este imprevisto se sumaba que el comando dirigido por Sterling no llevaba comida ni agua dado que no pensaban quedarse en Bengasi más que unas horas. La situación era de máxima tensión.

La verborrea de Churchill y su tendencia a hablar a gritos tampoco ayudó a rebajar los ánimos. Ahogado por la tensión y harto de la palabrería del hijo del primer ministro, David Stirling, vestido con pantalones de pana, jersey de cuello alto y una toalla alrededor del cuello, decidió irse a dar un baño al puerto y, de paso, rastrear posibles objetivos. Su aspecto era muy llamativo y obviamente británico: «Pensamos que no volveríamos a verlo», reconoció el grupo.
Salir con vida del «10 de Downing Street»

A la espera de que regresara el comandante Stirling, si es que lo hacía; el grupo recibió una visita inesperada en el «10 de Downing Street». Un marinero italiano ebrio subió las escaleras para encontrarse frente a frente con cinco soldados británicos apuntándole con sus ametralladoras. «Aterrado por mi aspecto, se cayó de cabeza por los escalones y luego salió corriendo», narró Churchill.

A pesar del temor a que el desconocido avisara a guardias alemanes, ningún soldado apareció en el lugar a excepción de Stirling. Había visto dos torpederos amarrados en el muelle y propuso hacerlos explotar aquella noche. Lo volvió a impedir el coche alemán, que continuó haciendo un ruido endiablado a pesar de todos los arreglos que la noche anterior había procurado uno de los miembros del SAS. «Nada despierta menos interés que un grupo de gente arreglando un coche. Nadie nos dijo una palabra», escribió el hijo del primer ministro para explicar la facilidad que tuvieron para frenarse cada pocos metros en las calles de Bengasi.
Con una presa como el hijo de Churchill, Rommel y el Tercer Reich habrían hecho maravillas

El comando partió de Bengasi esa misma noche, no si antes intentar otro fallido asalto al puerto, más atestado de centinelas que nunca tras la reprimenda de Maclean el día anterior. El control italiano lo superaron con la misma estrategia del día anterior:

–¿Qué militari» –preguntó uno de los vigilantes cuando los británicos se indentificaron.

–Oficiales del Estado Mayor alemán.

–Molto bene.

En Jalo se reunieron con el LRDG (el Grupo de Largo Alcance del Desierto), una unidad capaz de zambullirse por el desierto allí donde los alemanes y los italianos ni se atrevían a pisar. El LRDG estaba a punto de marcharse cuando llegaron al monte a la hora planeada, sí, las seis de la mañana, pero del día siguiente. Stirling y los suyos se contentaron, al fin, con salir con vida de aquella rocambolesca misión y escapar de las zarpas del Zorro del Desierto. Con una presa como el hijo de Churchill, Rommel y el Tercer Reich habrían hecho maravillas, aunque fuera a nivel propagandístico.
David Stirling, fotografía en los años que creó el SAS

La carrera de Randolph Churchill dentro del SAS no sobrevivió mucho tiempo a la operación en Bengasi. Cuatro días después de la misión, Stirling sufrió un accidente de coche camino a El Cairo cuando regresaba de cenar con Churchill, Maclean y, entre otros, el periodista Arthur Merton, conocido por cubrir el descubrimiento de la tumba de Tutankamón. El periodista falleció atrapado bajo el coche y Maclean sufrió varias fracturas. El resto salió por su propio pie, aunque el hijo de Churchill quedó con tres vértebras aplastadas.

Durante su estancia en el hospital, Randolph escribió un informe, con partes algo novelados, para su padre sobre la operación en Bengasi. La clase de historia que al primer ministro le encantaba relatar a modo de batallita a sus invitados en Londres. Claro está, que se cuidó de esconder que había sido un fracaso.

Pero incluso cuando tuvo que abandonar la unidad por la lesión en la espalda, Randolp siguió beneficiando al comando a nivel de relaciones públicas. Sus elogiosas cartas sobre la unidad que dirigía Stirling convenció a su padre de la necesidad que conservarla a pesar de la impopularidad que gozaba entre el alto mando, que apreciaba estas acciones como más propias de piratas que de soldados. Randolph, que había estudiado periodismo, era más de palabras que hechos y contribuyó a acrecentar la fama del SAS.
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Cuando David Stirling vislumbró el SAS (Special Air Service) como una unidad para combatir detrás de las líneas enemigas, comprendió que no podía estar integrada por soldados corrientes. Imbuido por el espíritu de Robin Hood, el padre de las fuerzas especiales modernas formó un grupo de héroes y canallas entre los elementos más cuestionables y cuestionados del Ejército británico en África.

El Destacamento L, llamado así en su origen a pesar de que no había más destacamentos de ese tipo, se valió de los personajes más parias, inestables y incomprendidos del Ejército británico. Un ex alto mando del SAS los definiría como «los despojos de las escuelas públicas y las cárceles», mientras que Lord Haw Haw, el traidor británico que retransmitía por radio los anuncios nazis, los apodó como «los carniceros de Churchill».

Stirling insistió siempre en invitar «a bordo a los que discutían» las órdenes y tenían sus propias ideas. Y tal vez Reg Seekings era el más bocazas y el más dispuesto a discutir por cualquier cosa de los hombres del SAS. Campeón de boxeo amateur, casi ciego de un ojo, irascible y, en definitiva, « un perro malhumorado gruñendo», creía que toda discusión se debía resolver a puñetazos y si el otro se negaba a pelear, lo que ocurría casi siempre a cuenta de sus 90 kilos, su musculación y su famoso gancho de derecha, lo tachaba de cobarde.
Cooper y Seekings, la extraña pareja

Como señala Ben Macintyre en su libro « Los hombres del SAS» (Crítica), la agresividad de Seekings estaba causada, sobre todo, por la insegura personalidad de este soldado que se definía como «un canalla tosco». Su dislexia y su escasa formación motivaban su sentimiento de inferioridad y su afán competitivo. Claro que, una vez superada la fase de competición, Seeking entraba en una fase de feroz lealtad hacia los compañeros que consideraba merecedores de su amistad. Era fiel, valiente y capaz de cometer atrocidades para las cuales otros no tenían estómago. Nunca daba un paso atrás, ni en el cuadrilátero ni en el campo de batalla.
Reg Seekings, fotografía cuando estaba en activo
Reg Seekings, fotografía cuando estaba en activo

Seekings, que había dejado los estudios con 14 años para trabajar en una granja, solventó sin problemas los exigentes entrenamientos del Destacamento L, pero se vio sobrepasado por las pruebas teóricas y la instrucción táctica que también requería Stirling a sus hombres. Caso contrario del de Johnny Cooper, un joven de aspecto aniñado y complexión delgada proveniente de una familia bien. «Nos odiábamos a muerte. Yo era un paleto de pueblo y él, un niño de colegio privado», comentó Seekings en cuanto se topó con Cooper.

Durante un tiempo, Cooper y Seekings se evitaron y la unidad siguió con normalidad sus preparativos para saltar sobre las líneas alemanas e italianas en el norte de África, con el objetivo de sabotear sus comunicaciones, sus carreteras y destruir sus aviones. Sin embargo, tras el desastre que supuso la primera misión, con enormes bajas en la unidad, fue necesario integrar a ambos rivales en el mismo comando de 14 hombres que acometió la segunda incursión en Libia.

Lo peor de todo es que la hostilidad de Seeking hacia aquel niño pijo se había agrandado cuando una noche echó en falta una manta y fue por todo el campamento exigiendo partirle la cara a quien se la hubiera robado. Cansado de los gritos, Cooper le espetó « vete a dormir, $%&ª». Por supuesto, el boxeador montó en cólera: «Levántate capullo. Te voy a partir la cara por bocazas. Me tienes harto».

El resto de compañeros de la unidad evitó la trifulca, si bien la noticia de que iban a formar parte del mismo comando cayó como un peso muerto en la moral de ambos. Durante el trayecto intercambiaron miradas asesinas; luego, al comenzar los disparos, olvidaron la rivalidad... En un ataque escalonado en distintos puntos de la costa a mediados de diciembre de 1941, tres grupos del Destacamento L se infiltraron en las líneas italianas y alemanas en busca de infraestructuras críticas tales como aeródromos o surtidores en un lugar próximo a Sirte. El grupo de Seekings se puso literalmente las botas tras una marcha de 45 kilómetros en dirección a Tamit.
«Él tenía valor. Yo tenía valor. Y congeniamos. Habíamos entrado en combate y al amanecer nos pusimos a hablar de aquella noche, de lo emocionante que había sido»

La operación resultó un éxito y demostró lo que en el plano teórico llevaba predicando Stirling desde que fundó las SAS. Unos pocos hombres podían infiltrarse fácilmente en las bases del Eje y causar un daño desproporcionado con pocos medios. La otra buena noticia que dejó la misión fue la inesperada asociación entre Seekings y Cooper, que se encontraron en la desesperación de la batalla. «Él tenía valor. Yo tenía valor. Y congeniamos. Habíamos entrado en combate y al amanecer nos pusimos a hablar de aquella noche, de lo emocionante que había sido». Seekings y Cooper; Cooper y Seekings… la noche y el día. Seekings era lento, constante y astuto; Cooper era ingenioso y alegre. Una máquina de guerra perfectamente engrasada. A partir de entonces, serían inseparables.
De la gloria africana a las miserias europeas

Tras unos inicios renqueantes, el embrión de las SAS despegó su prestigio en adelante. Cooper y Seekings, ascendidos al rango de sargentos tras encabezar varias misiones de sabotaje, asumieron labores administración y se encargaron del mantenimiento del equipo de la unidad. En África, ambos hermanos de sangre ascendieron juntos y contribuyeron a sentar las bases de lo que es hoy la instrucción de las unidades especiales en los ejércitos occidentales.

Más allá de la administración de la unidad y la instrucción de nuevos reclutas, Cooper y Seekings participaron en algunas de las operaciones más memorables de la campaña contra Rommel, «El Zorro del desierto». Entre ellas, el ataque al aeródromo del Eje en Benina, Bengasi, junto a David Stirling.

En el verano de 1942, los tres integrantes del SAS colocaron una serie de bombas Lewes (un artefacto explosivo de fácil manejo inventado por uno de los oficiales de la unidad) en tres hangares. Cuando ya estaban retirándose, Stirling, en contra de su carácter moderado, propuso hacer una visita de cortesía a un grupo de 20 alemanes que hacía las veces de centinela en una caseta.
Seekings patrullaba por una zona boscosa cuando se topó de frente con un niño de unos 14 años con dos granadas en la mano. Ambos se miraron como si fueran protagonistas de un duelo del Viejo Oeste

La granada que hizo saltar en añicos la caseta alemana inició la serie de explosiones en los hangares, con bombarderos, piezas de aviones y recipientes de combustible ardiendo a las espaldas de este trío salvaje. Los tres estaban escalando una escarpadura en su huida, cuando Stirling sufrió una repentina migraña a causa de la cual se desplomó y tuvo que ser arrastrado « tambaleándose y medio ciego» por Cooper y Seekings. Antes del amanecer fueron recogidos por el LRDG, una unidad especializada en el transporte por el desierto.

Si África había parecido, incluso con sus horrores, una guerra entre caballeros; Europa mostró la peor cara del ser humano. Las cosas cambiaron sustancialmente cuando la unidad fue reconvertida inicialmente en una de asalto especial en su salto a Europa, lo que supuso una cifra desconocida de bajas.

Diezmados y desmoralizados por la brutalidad de la vanguardia, las distintas subdivisiones del SAS fueron posteriormente encargadas de «cruzar las líneas alemanas, dispararles por las espalda para crear una brecha por la cual pudiera pasar el ejército» en su avance hacia el corazón de Europa. Una tarea que encajaba bastante más con la razón de ser de la unidad, pero que les supuso confrontarse con los elementos más fanáticos del ejército nazi, cuando no directamente con niños soldados o con tropas suicidas.

Cierto día, Seekings patrullaba por una zona boscosa cuando se topó de frente con un niño de unos 14 años con dos granadas en la mano. Ambos se miraron como si fueran protagonistas de un duelo del Viejo Oeste, hasta que, poco a poco, el muchacho soltó las granadas y se rindió. Seekings sabría tiempo después por boca de un coronel alemán que durante aquel encuentro un grupo de paracaidistas había estado en todo momento apuntando al británico: «Si hubiera disparado, se habría desatado un combate a muerte».
Jeep utilizado por la SAS en su campaña en Europa
Jeep utilizado por la SAS en su campaña en Europa

Cuenta Ben Macintyre en el mencionado libro que en este periplo por las líneas germanas incluso el siempre brutal Seekings empezó a flaquear debido a estas experiencias con niños y civiles desorientados. Mientras conducía en otra ocasión por una pista de montaña, se vio sorprendido por una hilera de soldados, once miembros de la milicia popular alemana. Retrocedió y se atrincheró en una alcantarilla. Cuando estaban a pocos metros de su escondite vació el cargador de su ametralladora Bren y acabó con todos. Lejos de vanagloriarse de su hazaña, como en los viejos tiempos, el boxeador reconoció que « la matanza fue horrible».
Al borde de la muerte y de la locura

Eso sin olvidar que a nivel físico acumulaba más cicatrices de las que un cuerpo normal puede cargar. En una misión al oeste de Dijón, el británico salvó la vida de milagro. Su comando cayó en una emboscada en una carretera y Seekings quedó gravemente herido con una bala alojada en la base del cráneo a consecuencia de acercarse demasiado a un artillero alemán. Durante el repliegue del herido, reptando y arrastrado por los bosques franceses, creyó estar «flotando en un río subterráneo cuya corriente era cada vez más rápida». Sin dejar de dar órdenes, el boxeador empezó a decir cosas inconexas y se obsesionó con regresar a por su pistola, que al parecer perdió en la refriega.
Fotografía de Johnny Cooper
Fotografía de Johnny Cooper

Cuando intentaron taponar la herida, el británico gritó: «¡El problema es el brazo, no la cabeza, $%&ª!», sin percatarse de que no sentía el brazo precisamente por la gravedad de la lesión en la cabeza. En una operación delirante a manos de un médico de los maquis franceses, descubrieron que el proyectil estaba cerca de la columna vertebral y que intentar retirarlo era más peligroso aún que dejarlo allí. A pesar de todo, el británico pronto estuvo de nuevo en combate y pareció no sufrir estragos por la bala. Aquella sería extraída meses después en un hospital británico.

Las heridas, los fanáticos y el descubrimiento de las atrocidades nazis fueron el precio pagado por ir en vanguardia de los ejércitos aliados. La unidad de Seekings y Cooper fue la primera de las tropas aliadas en entrar en el campo de concentración de Bergen-Belsen, donde solo un mes antes había fallecido Ana Frank, junto a miles y miles de judíos. Ajenos a la llegada de los Aliados, los guardias nazis siguieron maltratando a los prisioneros como si se tratara de un día más en el campo. Cuando un guardia empezó a golpear a un prisionero con la culta de su rifle, Seekings pareció por un momento que iba a desenfundar su pistola y acabar con el guardia. Pero no. El boxeador se contuvo y, acercándose con calma al soldado de las SS, le propinó un puñetazo en la cara con toda su fuerza, que era mucha. Reincorporado el guardia; fue necesario un segundo puñetazo de Seekings para recordarle a él, y a todo el campo, que cualquier que tratara con brutalidad a los judíos a partir de entonces sería castigado.
Una de las unidades del SAS, encabezada por Seekings y Cooper, fue la primera de las tropas aliadas en entrar en el campo de concentración de Bergen-Belsen

Del horror de los campos de concentración pasaron a una breve estancia en Noruega donde prevaleció la monotonía. La guerra había terminado ya para Reg Seekings y sus camaradas, aun cuando tardaron en desmontar la unidad. De vuelta a casa se hizo cargo del pub Rifleman’s Arms de Ely, en Cambridgeshire. Tras nueve años, él y su mujer, Mónica, emigraron a Rodesia para cultivar tabaco. No obstante, durante la guerra civil que vivió este país africano fue inspector de la Police Anti Terrorist Unit de la British South Africa Police (BSAP), formada por el gobierno de minoría blanca. El boxeador regresó a Anglia Oriental poco después de la independencia de Zimbabue.

Por su parte, Johnny Cooper volvió a la vida civil en la empresa de lana de su familia. En 1951, sirvió brevemente en el 22SAS y más tarde en las fuerzas armadas del sultán de Omán. Su última experiencia militar fue de la mano de Stirling para combatir el golpe de Estado en la República de Yemen. Hacia 1966 se retiró definitivamente con el rango de teniente coronel.
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Las campañas militares en Rusia y el este de Europa han supuesto algunos de los capítulos más desastrosos de la historia bélica. El desgaste del ejército persa durante su campaña en Escitia en el año 512 a.C. o la incursión napoleónica en 1812 prueban las dificultades que el invierno ruso y la tenacidad de sus gentes imponen.

La II Guerra Mundial sufrió un cambio cualitativo a partir de 1941 que marcaría el resto de la contienda. La impronta que la Gran Guerra había tenido en la educación de las cancillerías se demostraría inútil a medida que el Tercer Reich fue ensanchando su frente este. Pero también supondría un punto de inflexión en la creación del aparato militar ruso como una superpotencia que cambiaría el rumbo del mundo durante la siguiente mitad del siglo XX.
Un ejército fragmentado

Como señala el historiador militar Earl F. Ziemke en De Stalingrado a Berlí: (HRM Ediciones), "la Unión Soviética no estaba preparada para la guerra como tampoco lo estaba Inglaterra o Estados Unidos". La participación de Moscú en la Guerra Civil española había dado dos grandes lecciones a los mandos castrenses rusos. Por un lado, la inutilidad de las grandes unidades blindadas y, por otro, el uso exclusivo de la aviación como apoyo a las unidades terrestres.

El Ejército Rojo hasta ese momento se encontraba fragmentado. Lenin había desmovilizado las fuerzas militares en un sistema de comisarios, líderes más ideológicos que castrenses bajo el sayo de la ausencia de autoridades y rangos promovida por el régimen. Con el fin de la guerra en Finlandia en 1940, Moscú decidió cambiar su estrategia militar y enfocar su participación en la contienda desde otra perspectiva.

Las dos grandes bazas en el desarrollo militar bolchevique a partir de este momento fueron la inclusión de los modernos tanques T-34, propulsados por diésel y que contaban con un mayor blindaje que sus homólogos alemanes y una mayor velocidad sobre el terreno. Al mismo tiempo, se desarrollaron los lanzacohetes Katyushas, armas fundamentales en la lucha contra los blindados del Reich. Sin embargo, los umbrales de producción se encontraban todavía muy por debajo de la demanda que la guerra requeriría.
Tanques soviéticos T-34

Los Planes Quinquenales cambiaron la faz de la economía rusa pero no su planificación militar. Los sistemas de defensa de las nuevas fronteras no se habían terminado de construir y la Línea Stalin había quedado muy dañada y necesitaba urgentemente de una reforma. Erróneamente, la cúpula militar moscovita pensó que entre los primeros ataques y la movilización habría el suficiente tiempo para organizar una defensa férrea con la que plantar cara al Eje. Sin embargo, se equivocaban.
El error de Hitler

Con el fin de la campaña francesa, el ejército alemán se congratulaba de la acción rápida y eficaz de la guerra blitzkrieg. El rápido avance de los modernos carros de combate Panzer fue determinante en la sofisticación del ejército alemán. A partir del 1941 se formaría el primer ejército Panzer, a pesar del conservadurismo de algunos altos mandos que seguían viendo la contienda desde la perspectiva del conflicto de 1914, desechando la importancia que acabarían teniendo estos vehículos pesados.

Hitler se embarcó durante el verano de 1941 en la invasión de Rusia, la Operación Barbarroja. El führer había asumido el mando militar de las fuerzas nazis en colaboración con el OKW, el Alto Mando de la Wehrmacht. Los preparativos se enmarcaron en la decisión entre dos estrategias de avance, una que abogaba por lanzar una ofensiva contra Moscú y otra que priorizaba un ataque conjunto sobre Leningrado, Kiev y la capital rusa.

Hitler se mostró favorable al tridente de operaciones y consiguió reunir un ejército de más de tres millones de hombres con el apoyo de carros de combate y un pequeño cuerpo de aviación. Ahí radicó el primer error de Hitler, estableciendo un frente tan amplio que llevó al agotamiento de sus propios recursos.



El problema, sin embargo, seguía siendo la aviación. Goering, al mando del ejército del Aire, centraba sus esfuerzos en el frente inglés sobre el Canal de la Mancha. Un cambio en la estrategia alemana supondría un aumento de las suspicacias de los cuerpos de inteligencia aliada, que sabrían de los planes de Hitler. La solución: una campaña de confusos mensajes por radio mientras se movilizaba a las unidades al frente oriental.

De esta forma, se bombardeó a la inteligencia inglesa con consignas y planes de movilización que hicieron creer a los ingleses que el Reich no estaba preparando ninguna movilización en su frente oriental.

La anexión de los ejércitos finlandeses, rumanos y noruegos terminó por conformar la entente de la Operación Barbarroja, que aún debía enfrentarse al problema de la movilización en Rusia, actuando deprisa antes de que cayese el invierno. La Unión Soviética entonces contaba con más de un millón de kilómetros de carreteras de los cuales al menos un millón eran caminos de tierra. Lo mismo ocurría con los escasos 82.000 kilómetros de vías férreas, un problema que agravaba la movilidad de la Wehrmacht y los recursos en el frente.
La pinza roja

El ejército ruso quedó dividió en tres, uno al norte con el mariscal de campo Wilhem Von Leeb al mando, otro al sur con Gerd Von Rundstedt y finalmente uno en el centro con Von Boc a la cabeza. Estos ejércitos debían atacar Leningrado, Moscú y Kiev respectivamente.

El avance fue rápido y triunfal durante los primeros meses. En menos de un año los nazis habían llegado hasta las puertas de Stalingrado y amenazaban sitiando a su vez la ciudad de Leningrado. Sin embargo, la Operación Ciudadela y la consiguiente batalla de Kursk, en 1943, terminarían por sellar el futuro de la campaña rusa.

La tremenda fuerza del Ejército Rojo y el agotamiento entre las filas provocaron un desgaste cada vez mayor en los ejércitos norte y sur. Horrorizados, los nazis vieron cómo las fuerzas soviéticas, en un movimiento de pinza, se preparaba para acorralar a Von Boc y aislarlo del resto. Por primera vez en la contienda, Adolf Hitler permitió la retirada de un ejército alemán, marcando así el principio del fin para la Operación Barbarroja.

Las condiciones extremas y las dificultades sobre el terreno también se unieron a la presencia cada vez mayor de ejércitos partisanos. Grupos de campesinos que combatían con el material militar que iban dejando las columnas de ambos ejércitos, organizando operaciones de sabotaje y debilitando a las tropas nazis. Los partisanos llegaron a reunir hasta 250.000 hombres que actuaron en diversas partes del frente.

A medida que la contienda avanzaba, las suspicacias contra las dotes militares de Hitler fueron en aumento en el ejército. El führer demostraba carecer de instinto militar y se empecinaba en dirigir las operaciones. Sus acertadas decisiones en los primeros dos años de la contienda le costaron muy caros a medida que aumentaba el desgaste de sus tropas en frentes cada vez más amplios y aislados.
Comisarios y generales

Hacia el año 1942, Moscú perdió un 47% del territorio ruso a manos de los ejércitos nazis, una extensión en la que se acumulaba la mayoría de los recursos naturales de la Unión Soviética. Una pérdida a la que se le sumaban los 8 millones de militares que habían muerto en combate y el desplazamiento de grandes grupos de civiles.

El 23 de junio de 1941, Stalin creó la Stavka, el Alto Mando de la Fuerzas Armadas Soviéticas, un órgano que se encargaría durante toda la guerra de la organización militar con el mariscal Semen K. Timoshenko como cabeza de la organización. Con la llegada de este nuevo aparato militar comenzó un proceso de profesionalización militar que alcanzaría su cenit en 1942.

Con la aparición de la Stavka se desmanteló el sistema de comisariado, volviendo al sistema de graduación militar tradicional. Los comisarios dejaron de estar equiparados con los grados castrenses y se limitaron a un puesto de alentamiento moral e ideológica dentro del ejército.
Soldados rusos desfilando por la Plaza Roja



A la vuelta de los mandos únicos se le sumó un sistema de gratificaciones para los mandos que subiesen en el escalafón militar que Earl F. Ziemke señala como "vital" para poder entender este cambio. Los informantes de la inteligencia nazi llegaron a la conclusión de que en 1942 Moscú había alcanzado el entendimiento pleno para la guerra moderna.

Sin embargo, hay un factor clave para poder entender la victoria rusa en el frente oriental. Hacia el final de 1942, los nazis esperaban con ansias la llegada de una nueva quinta a ambos frentes. El agotamiento de quienes entraron a filas entre los 40 y los 50 años en las primeras levas y habían combatido ya en más de una guerra era enorme. Sin embargo, no llegaron al medio millón los hombres que se incorporaron a la Wehrmacht y que provenían de la quinta de 1925. Moscú en cambio incorporó en ese mismo año a un millón y medio de soldados a su Ejército Rojo, supliendo la profesionalización militar por el relevo generacional entre sus filas.
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