La verdad sobre Polonia y el Holocausto
Por Alberto Gómez Trujillo
En mayo de 2012, durante la imposición de una condecoración póstuma al héroe de la resistencia polaca Jan Karski, el presidente Barack Hussein Obama empleó la desafortunada expresión “Campos de la muerte polacos” para referirse a los campos de exterminio construidos y dirigidos por los alemanes en el territorio polaco ocupado durante la Segunda Guerra Mundial.
En los últimos años en los noticiarios, en la prensa escrita, incluso en revistas supuestamente especializadas, se ha venido empleando este término equívoco que es profundamente insultante para los polacos, pues puede llevar a la malas interpretaciones como que fueron los polacos los que construyeron los campos de exterminio, o en su defecto que las instituciones polacas colaboraron de forma activa en el holocausto. Lo que es absolutamente falso, ya que durante el periodo en que éste se produjo todo el territorio Polaco estaba ocupado y administrado por los alemanes.
Por ello recientemente, el Parlamento Polaco aprobó una polémica Ley, posiblemente torpe e inoportuna incluso, que llega a prever condenas para aquellos que afirmen que el Estado Polaco, como tal, tuvo parte activa en el exterminio de los Judios durante la Segunda Guerra Mundial.
Las reacciones en contra no se han hecho esperar. Aunque el actual gobierno polaco cuenta con un amplio respaldo popular dentro de su país (ganó los últimos comicios con una amplia mayoría), es también contestado por la autodenominada minoría progresista debido a su carácter conservador y católico. Por otro lado, su negativa a aplicar ciertas políticas que Bruselas intenta imponer está causando conflictos entre Polonia y las autoridades europeas.
Pero la reacción contra la ley no se ha traducido sólo en una crítica legítima al actual gobierno, sino también en un reavivamiento de infundadas acusaciones contra Polonia por una supuesta colaboración o connivencia con los perpetradores del Holocausto. Desde el estado de Israel, a sectores polacos muy críticos con su gobierno, por lo visto, deseosos de asumir una “Leyenda Negra” contra su país con tal de atacar al gobierno, pasando por medios de comunicación de determinadas orientaciones ideológicas, el lobby judío en Estados Unidos, empeñado en la restitución o compensación por el Estado Polaco de los bienes de los judíos muertos sin herederos en el holocausto, y algunos estudiosos y autores, principalmente Jan T. Gross y Jan Grabowski, se han lanzado a la tarea de afirmar la complicidad polaca en el Holocausto.
Otoño de 1939, bosque de Piasnica Wielka en Pomerania: civiles polacos obligados a cavar sus propias tumbas antes de ser fusilados. Unas 16.000 personas (hombres, mujeres, niños e incluso lactantes) fueron asesinadas durante las operaciones de “despolonización” de Pomerania.
El trabajo más conocido de Jan T. Gross es el libro “Vecinos” que narra la masacre de Jedwadne. Este libro, al que luego nos referiremos, se ha adaptado incluso como obra de teatro. La ecuanimidad de su autor queda retratada en un ensayo de 2015 publicado en el diario alemán “Die Welt” en el que llegó a afirmar que durante la guerra los polacos mataron a más judíos que alemanes. Por su parte el Sr.Grabowski, cuyo trabajo más conocido es “La caza del Judío, traición y asesinato de los judíos en la Polonia ocupada”, hace afirmaciones como que los polacos fueron responsables directos o indirectos (lo que quiera que esto pueda significar) de la muerte de más de 200.000 judíos.
Sorprende, desde luego, la beligerancia de algunos medios, como el diario El País, que ha dedicado varios artículos dedicados al antisemitismo y persecución de los judíos en Polonia durante la Guerra, se escandaliza porque en Polonia se apruebe una ley “para reescribir la historia” pero no muestra ni la más mínima preocupación, e incluso apoya la existencia en España de leyes y proyectos de ley de memoria histórica, tanto a nivel estatal como autonómico, mucho peores que el aprobado en Polonia.
No resulta menos sorprendente analizar la línea editorial de este medio y constatar la gran preocupación que muestra este diario por los judíos muertos hace ya más de 7 décadas en contraposición a la ninguna preocupación que demuestra por los judíos vivos hoy en día, cosa fácilmente comprobable cada vez que trata la actual situación de Palestina e Israel.
Ante estos artículos claramente difamatorios contra Polonia, la actual embajadora de Polonia, la Exma. Sra. Marzenna Adamczyk, ha enviado varias cartas al director, que el diario El País no ha tenido a bien publicar, cartas de historiadores como las del catedrático de historia contemporánea D. Jose Luis Orella, o de los mismos miembros de esta asociación tampoco han sido publicadas.
“Llegada de los judíos a Polonia”, cuadro del pintor polaco Jan Matejko de 1889
Historia de los Judíos en Polonia
Para apoyar las afirmaciones de colaboración de los polacos en el Holocausto, se da a entender (o incluso se afirma sin ningún complejo) que en la Polonia de preguerra había un profundo y generalizado sentimiento antisemita y se alude a los célebres, que no siempre ciertos, Progromos (palabra ucraniana, por cierto, no polaca). Pero para entender las complejas relaciones entre los judíos y los polacos cristianos debemos remontarnos unos siglos en la historia polaca y europea.
Los judíos comenzaron a establecerse en Polonia a partir del siglo X y Polonia fue uno de los países más tolerantes de Europa, convirtiéndose en el hogar de una de las comunidades judías más grandes y vibrantes del mundo. En 1264 “Boleslao V el Casto”, príncipe de la gran Polonia, proclamó el “Estatuto de Kalisz” que garantizaba a todos los judíos la libertad de elección de trabajo, comercio y movimiento. Para los historiadores de la época Polonia se había convertido en algo similar a un “Paraíso Judío”. No debemos olvidar que en este periodo los judíos habían sido expulsados de la mayoría de los países de Europa.
La reforma protestante y el posterior Concilio de Trento provocaron que la tolerancia religiosa disminuyera aún más en toda Europa. Aunque algunos efectos residuales de ésta intolerancia también llegaron a Polonia, podemos afirmar que en este periodo la situación de los judíos en Polonia era absolutamente privilegiada comparada con la de sus correligionarios en el resto de Europa.
Después de la Partición de Polonia en 1795 y la desaparición del país como estado soberano, los judíos fueron víctimas de leyes antisemitas ante todo a causa del creciente antisemitismo del Imperio ruso (los judíos tenían prohibido vivir en San Petersburgo, por ejemplo), pero también del Imperio de los Habsburgo y del Reino de Prusia.
No debemos olvidar que el antisemitismo, por motivos religiosos y económicos, era un fenómeno generalizado en la Europa del momento; ejemplos como el caso Dreifuss en Francia lo atestiguan. Durante el siglo XIX se produjeron varios Progromos contra los judíos, la mayoría en territorio ruso aunque hubo uno en Varsovia y otro en Bialystok donde 100 judíos fueron asesinados. Estos Progromos fueron alentados y promovidos por la Ochraná, la policía secreta zarista.
La constitución polaca de marzo de 1921 otorgaba a los judíos la plena ciudadanía y los mismos derechos que a los polacos cristianos así como la libertad de culto.
Antisemitismo en la Polonia de entreguerras
Al tratar un asunto tan conflictivo hay que comenzar dejando algo bien sentado: en la Europa de aquella época había un antisemitismo generalizado en todos los países, en la misma Francia había disminuido un poco tras la I Guerra Mundial ya que decenas de miles de judíos habían muerto defendiendo a Francia, pero tras la gran depresión comenzó a repuntar nuevamente y la derecha francesa de la época era claramente antisemita.
Conceptualmente también hay que aclarar que una cosa es tener sentimientos antisemitas, es decir prejuicios contra los judíos o poca simpatía hacia ellos, y otra bien distinta u otro nivel es decidir, apoyar o aprobar el exterminio de los judíos.
Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial y los sucesivos conflictos que la siguieron por todo el este de Europa (tales como la Guerra Civil Rusa, la Guerra Polaco-Ucraniana y la Guerra Polaco-Soviética) se produjeron muchos pogromos contra los judíos por todas partes. El hecho de que muchos de los líderes bolcheviques fueran de origen judío y la simpatía de muchos judíos por el régimen bolchevique hizo que los judíos en general fueran percibidos como partidarios de los bolcheviques, con lo que eran comunes los ataques a los judíos por parte de aquellos que se oponían al régimen bolchevique. Se cree que estos pogromos causaron por todo el Imperio ruso más de 250.000 víctimas.
Cuando empezaron a llegar a Occidente noticias sobre pogromos masivos contra judíos que estaban teniendo lugar en Polonia, el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, envió a Polonia una comisión dirigida por el senador Morgenthau para que investigara los acontecimientos. La comisión llegó a la conclusión de que las noticias sobre los pogromos se habían exagerado y que en muchos casos habían sido incluso inventadas. El informe Morgenthau identificó, situó y fechó ocho pogromos (de 37 que se habían denunciado) entre los años 1918 y 1919 en los que habían sido asesinados entre 200 y 300 judíos. Cuatro de ellos debidos a la acción de desertores o a soldados indisciplinados. Ninguno de los pogromos fue consecuencia de ninguna política oficial del gobierno.
La constitución polaca de marzo de 1921 otorgaba a los judíos la plena ciudadanía y los mismos derechos que a los polacos cristianos así como la libertad de culto.
Hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial la población judía en Polonia creció rápidamente, ya que al crecimiento natural se unió la inmigración de judíos que huían de la Unión Soviética y, a partir del ascenso de los nazis al poder, de Alemania. De tal modo que en 1939 Polonia era el país con mayor población judía, en total 3.400.000 judíos vivían en el país y representaban algo más del 10% de su población. Por comparación en toda Europa había 9.500.000, de ellos 2.600.000 en la URSS. Sólo en Varsovia vivían 375.000 judíos, un tercio de la población de la ciudad, más que en toda Francia y el doble que en Holanda.
Debido al nacionalismo polaco y al hecho de que una gran mayoría de los judíos polacos vivían separados de la mayoría católica, la situación de los judíos comenzó a empeorar a partir de la muerte de Pilsudski en 1935. Los judíos no eran vistos por gran parte de la población como auténticos polacos y se desconfiaba de ellos, sin embargo hay que tener en cuenta que el sentimiento de desconfianza era mutuo. Por ejemplo, según el censo de 1931, el 85% de los judíos declaraban el yiddish o el hebreo como su primera lengua, y sólo el 12% se consideraban a la vez judíos y polacos.
Sin embargo, los judíos eran una parte importante de la sociedad polaca, en muchas ciudades poseían la gran mayoría de los comercios, y en 1939 constituían el 56% de todos los médicos de Polonia, el 43% de los profesores, el 22% de los periodistas y el 33% de los abogados.
En 1928 más el 20% de los estudiantes universitarios eran judíos, pero a partir de 1935, el movimiento de ultraderecha “Endecja” comenzó promover que se limitara de forma encubierta el número de estudiantes judíos que podían ingresar en la universidad. También hubo casos de acoso a los estudiantes. Este proceso alcanzó su punto más alto en 1937, cuando se establecieron cuotas en las universidades para igualar el porcentaje de estudiantes judíos al porcentaje poblacional que representaban. También comenzó a discriminárseles para el acceso a ciertos empleos y el funcionariado. Todo esto iba acompañado de violencia física, ya que entre 1935 y 1937 hubo setenta y nueve judíos asesinados y quinientos heridos en incidentes antisemitas. También hubo campañas de boicot a comercios judíos.
Por supuesto estos hechos son escandalosos y reprobables, pero debemos juzgarlos con cierta perspectiva. Por poner un ejemplo, en la España de aquel tiempo, sólo entre los meses de febrero y junio de 1936 hubo 400 asesinatos por motivos políticos, y aún hoy en día en España se proponen cuotas porcentuales para el acceso a distintos puestos y privilegios para distintos colectivos.
Podemos concluir que aunque la situación de los judíos en Polonia antes de la guerra distaba de ser ideal, y ciertamente había sentimientos antisemitas o de muy poca simpatía por los judíos por parte de algunos sectores de la población polaca, pero la situación no puede ni de lejos compararse mínimamente a lo que se estaba viviendo en la Alemania de la época.
Polacos ahorcados en Płaszów el 26 de junio de 1942. Durante la ocupación, los alemanes ejecutaban a unas 400 personas todos los días.
La situación en Polonia durante la guerra
“Los polacos vieron pasivamente, en el mejor de los casos, como exterminaban a sus vecinos judíos ante sus puertas”. Esta injusta afirmación de Jan Grabowski, destila o bien un enorme odio y resentimiento, o bien una enorme ignorancia. Como Jan Grabowski es historiador profesional debemos concluir que por desgracia no lo dice por ignorancia.
Otras personas, supuestamente ilustradas, incluso algunos polacos (ansiosos por fustigarse con una leyenda negra, según parece) afirman categóricamente que “solo murieron los judíos”…
Estas afirmaciones hoy en día, sabiendo lo que sucedió en Polonia durante la guerra, resultan sangrantes. El 23 de agosto, poco antes de la invasión de Polonia, Hitler instruyó en Obersalzberg a altos mandos de la Werhmach diciéndoles: “Nuestra primera prioridad es la destrucción de Polonia, nuestro objetivo más importante, destruir los recursos para la vida en Polonia (…) La piedad y la compasión tiene que eliminarse de vuestras mentes. Por tanto he ordenado a la SD matar sin piedad a hombres, mujeres y niños de origen polaco”.
La población polaca tuvo pocas oportunidades de ver pasivamente el exterminio de nadie, ya que se enfrentaba a su propio exterminio al mismo tiempo. El “General Ost Plan” alemán preveía la eliminación de todas las elites y del 85% de la población polaca y el empleo de los supervivientes como mano de obra analfabeta y esclava.
Cuando se emplea el término “Holocausto” se sobreentiende automáticamente que se está hablando solamente del exterminio de los judíos de Europa, la comunidad judía internacional promueve esto activamente, lo cual es totalmente falso. Si es cierto que constituyeron la gran mayoría de las víctimas, pero con ellos fueron asesinados centenares de miles de polacos, gitanos, testigos de Jehová, prisioneros soviéticos, inválidos, deficientes mentales, homosexuales…
Durante la Segunda Guerra Mundial murieron unos 6 millones de polacos, de ellos 3 millones eran judíos y de los otros 3 millones, 240.000 fueron combatientes caídos en combate, el resto fueron asesinados en “acciones de pacificación” alemanas, represalias, torturas y en los campos de exterminio (se calcula que 200.000 polacos no judíos murieron en los campos, 75.000 en Auschwitz).
En Palmiry fue asesinada la intelectualidad de Varsovia a manos de los alemanes.
Tras invadir Polonia en septiembre de 1939, Alemania y la URSS se repartieron su territorio y se aplicaron inmediatamente a la tarea de destruir la cultura polaca y a la eliminación física de sus élites. En los territorios del oeste anexionados al Reich, se realizó una limpieza étnica que supuso el asesinato de decenas de miles de personas, familias enteras, y la expulsión al territorio del Gobierno General de Polonia de miles de personas a las que les habían arrebatado sus propiedades y medios de vida para dárselos a colonos alemanes, o “volkdeutsche” antiguos ciudadanos polacos de origen alemán. En Palmiry fue asesinada la intelectualidad de Varsovia, miles de personas fueron deportadas a campos de concentración durante la AB Aktion y 60.000 fueron eliminadas.
En la zona ocupada por los soviéticos aproximadamente un millón de polacos, considerados peligrosos por la URSS (funcionarios, veteranos de guerra, oficiales, sacerdotes, intelectuales y sus familias) fueron deportados a gulags en Siberia. Para empeorar las relaciones entre judíos y polacos, en esta zona un amplio porcentaje de la población judía de esta área recibió con simpatía al invasor soviético (un 30% según afirmó el General Sikorski, aunque hay historiadores actuales que dicen que esta cifra es exagerada y la reducen a un 10-20%) e incluso hubo colaboracionismo, ya que muchos patriotas polacos fueron denunciados al NKVD por sus vecinos judíos, de hecho el NKVD llegó a formar una milicia armada judía para perseguir y cazar a los partisanos polacos, los llamados “opaskowcy”.
La dureza y crueldad de la ocupación que se sufrió en Polonia no tuvo parangón en los países ocupados en Europa Occidental.
Niños de Lodz copian la ració de alimentos diaria. Los polacos ocupaban el escalón inmediatamente anterior al de los judíos en el “orden racial nazi”, y el hambre era otro método válido de eliminación. Mientras que la ración diaria de un alemán era de 2.400 calorías, la de un polaco era de 660 y la de un judío de 250.
Los alemanes impusieron unas condiciones de vida atroces. Se impuso el racionamiento, mientras que un alemán tenía derecho a 2400 calorías diarias, un polaco sólo recibía 660 y un judío 250. Esto sólo dejaba la alternativa de acudir al mercado negro, lo que se penaba con la muerte.
La educación, la cultura, el teatro, etc… estaba prohibido a los polacos. Acudir a cualquiera de estas actividades clandestinamente llevaba aparejada la deportación a un campo, cuando menos.
Sólo en Varsovia, durante la ocupación unas 400 personas eran detenidas diariamente en Lapankas (redadas aleatorias). Los detenidos eran llevados a la terrible prisión de Pawiak, donde eran torturados y retenidos como rehenes para ser ejecutados en caso de acciones de la resistencia. Otros eran llevados a los campos como los de Auschwitz o deportados a trabajar en Alemania como esclavos. Muchas jóvenes, muchas de ellas judías, eran forzadas a prostituirse en burdeles militares.
“Łapanka”. Este era el nombre de las detenciones indiscriminadas en la calle. Sólo en Varsovia, entre 1942 y 1944, unas 400 personas eran detenidas diariamente. Casi 40.000 de ellas serían ejecutadas en represalia por acciones de la resistencia.
En Polonia, cada semana durante toda la guerra eran ejecutadas unas 400 personas de media, unas 100 sólo en la ciudad de Varsovia.
El Gobernador General Hans Frank había emitido una instrucción en la que a los soldados alemanes se les eximía de tener que dar explicaciones por a matar a un polaco, hombre mujer o niño.
Aproximadamente 500 pueblos y aldeas polacas fueron destruidos por los alemanes durante la guerra junto con todos sus habitantes.
Ejecución de un sacerdote polaco. La Iglesia Católica fue perseguida con saña por los alemanes. Sus propiedades fueron confiscadas y muchos sacerdotes y obispos serían detenidos, torturados y ejecutados o enviados a campos de trabajo. El 18% del clero polaco fue asesinado, pero en las regiones incorporadas al Reich la proporción alcanzó el 50%.
En resumen, en aquellos momentos en Polonia la supervivencia de todos los polacos estaba amenazada, y nadie podía tener la seguridad de sobrevivir hasta la noche cuando salía de su casa por la mañana.
Sabiendo todo esto… ¿Hasta qué punto puede afirmar una persona razonable que se “contempló con pasividad, en el mejor de los casos, la eliminación de los judíos…”? ¿Cómo habría que juzgar entonces al pueblo alemán, que no estaba perseguido ni amenazado, que había votado mayoritariamente a los nazis en unas elecciones democráticas y que, salvo unas pocas honrosas excepciones, no protestó ni se resistió en ningún momento? Sin embargo, aún se discute si realmente los alemanes en general sabían lo que estaba ocurriendo.
¿Quién puede decir que solo murieron los judíos, como si las únicas víctimas de la barbarie nazi hubieran sido ellos?
El teniente polaco Witold Urbanowicz en Inglaterra junto a su caza Hurricane. Casi el 80% del personal de la Fuerza Aérea Polaca de preguerra logró llegar al Reino Unido. En la Batalla de Inglaterra tomaron parte 147 pilotos polacos, siendo de lejos el mayor contingente de pilotos aliados no británicos.
La dignidad de Polonia
La dignidad de Polonia y la verdad histórica exigen dejar muy claros una serie de puntos. Ya que en Polonia se dieron una serie de hechos, situaciones y actitudes por parte de su gobierno y de buena parte de su población, que si las comparáramos con lo ocurrido en otros muchos países de Europa, no dejarían a éstos en muy buen lugar…
En primer lugar, Polonia no se rindió, sus unidades militares en Polonia fueron destruidas o tuvieron que rendirse, pero el Gobierno se trasladó a Francia y casi cien mil soldados escaparon para seguir combatiendo, y cuando Francia cayó escaparon nuevamente a Inglaterra para continuar la lucha. En Polonia no hubo un armisticio ni una capitulación como en otros países como Bélgica, Francia u Holanda…
Desde Francia primero y desde Inglaterra después el gobierno polaco estaba decidido a seguir la lucha y a través de la delegación en Varsovia dirigía en Polonia un auténtico gobierno clandestino que se oponía a los ocupantes.
Segundo, en Polonia los alemanes no establecieron un gobierno títere ni unas autoridades locales colaboracionistas, no hubo nada parecido a la Francia de Vichy en Polonia, ni un Quisling como en Noruega… Ninguna institución polaca colaboró con los ocupantes alemanes. Contrariamente a lo ocurrido en la mayoría de países europeos, no hubo un gobierno colaboracionista que, a la orden de los nazis, enviara a su policía a detener a los judíos locales para meterlos en trenes y camiones y enviarlos a la muerte… y no hablo de países cualquiera… hablo de países como Francia, Holanda, Bélgica, Noruega… y la lista sigue.
Además, Polonia fue el único país de Europa donde los alemanes no encontraron voluntarios para luchar es sus unidades de voluntarios de las SS. Divisiones enteras se lograron formar en Francia, Holanda, Bélgica, los países Bálticos y Noruega…
Los alemanes ordenaron a los policías polacos volver a sus puestos bajo pena de muerte si rehusaban hacerlo. Entre el 10% y el 20% de los policías fueron asesinados por los alemanes durante la ocupación. Varios policías fueron declarados “Justos entre las Naciones”.
Sin embargo, Jan Grabowski afirma que la “Policía Azul” polaca sí colaboró activamente en el exterminio de los judíos y se refiere a ella como “La letal Policía Azul”. La “Policía Azul” era la policía polaca de preguerra. El 30 de octubre de 1939 los alemanes ordenaron a los policías polacos volver a sus puestos bajo pena de muerte si rehusaban hacerlo. Tras recibir autorización de las autoridades polacas clandestinas, los policías se reintegraron a sus puestos, y aunque los mandos eran alemanes, se calcula que el 50% de los policías colaboraban activamente con la resistencia. Entre el 10% y el 20% de los policías fueron asesinados por los alemanes durante el periodo de ocupación.
Las labores de la policía eran el mantenimiento del orden público, y aunque el historiador judeo-polaco Emmanuel Ringelblum, afirma que participaban en redadas dentro del Gettho de Varsovia, en palizas y extorsiones y en traslados de los judíos a los campos, siendo por tanto responsables de centenares de miles de muertes, otros autores como Raul Hilberg, Gunnar S. Paulsson y Piotrowski afirman que la implicación de la policía polaca en estas acciones fue mínima, mucho menor que la de otras policías en otros países ocupados, y que en muchos casos los policías llegaban a desobedecer las órdenes. De hecho, varios policías fueron declarados “Justos entre las Naciones”.
La policía alemana contó con la ayuda de colaboradores ucranianos y bálticos en Polonia, y tenían la cooperación forzada de la policía judía del gueto.
Resulta dudoso que la policía polaca pudiera colaborar en acciones importantes con los alemanes, ya que eso les hubiera convertido automáticamente en traidores a los ojos del resto de los polacos. Gunnard S. Paulsson afirma: “Hay que tener esto en cuenta, los judíos en Polonia estaban aislados en guetos. Estaban rodeados por la policía alemana con la ayuda de colaboradores ucranianos y bálticos, y tenían la cooperación forzada de la policía judía del gueto, pero muy poca participación de la policía polaca (principalmente en los centros más pequeños). Los traslados a centros de exterminio los llevaban a cabo alemanes, ucranianos y bálticos”.
Como todo en este tema, este es un asunto muy complejo en el que hay que matizar mucho. Debemos ser cautelosos al hablar de colaboración en ciertas situaciones, ya que si se establece un baremo demasiado exigente, como parecen hacer Grabowski y Ringelblum, la aplicación de ese mismo baremo puede llevarnos a considerar otras actitudes similares, como las de los “Juden Rat” o de las policías judías de los distintos guetos, como colaboración con el Holocausto. De hecho, algo así hizo la politóloga judía de origen alemán Hannah Arendt, que llegó a afirmar: “Los alemanes sólo encontraron colaboracionistas en los estratos más marginales de la sociedad polaca, mientras que en el caso de los judíos los encontraron entre las elites”.
Placa en la calle Mordechaja Anielewicza 34, en Varsovia, recordando la liberación de los prisioneros judíos del campo de concentración de Gęsiówka por el Batallón “Zośka” del Armia Krajowa, durante el Levantamiento de Varsovia. Sobre la parte en polaco (izquierda) figura la Kotwica, emblema del Armia Krajowa. Sobre la parte en hebreo figura la Estrella de David. Y sobre la parte en inglés está la flor de lis, emblema del movimiento Scout polaco, del que procedían muchos miembros del citado batallón.
Tercero. El movimiento de resistencia en Polonia fue el mayor y el más activo en Europa contra los ocupantes, a principios de 1944 el AK o “Armia Krajowa” (Ejército Nacional, o del Interior), que englobaba a más del 90% de los resistentes polacos contra los alemanes) contaba con unos 400.000 miembros, lo que resulta una cifra enorme en un país ocupado que contaba con 30 millones de habitantes antes de la guerra. Este movimiento de resistencia era el único en toda la Europa ocupada en contar con una sección, “Żegota”, cuya misión exclusiva era ayudar a los judíos. Tres miembros del alto mando del AK eran judíos: Marceli Handelsman, Jerzy Makowiecki y Ludwik Widerszal.
El Armia Krajowa fue el único movimiento de resistencia que logró liberar un campo de concentración sin el apoyo de las fuerzas regulares. Sucedió el 5 de agosto de 1944 en Varsovia durante el Levantamiento iniciado cuatro días antes por la resistencia polaca. Las fuerzas del AK atacaron el campo de concentración de Gęsiówka, liberando a los 348 judíos confinados en él. Otro ataque similar del AK para liberar a los prisioneros del campo de Pawiak fracasó.
Prisioneros judíos del campo de concentración de Gęsiówka, en Varsovia, junto a insurgentes polacos del Batallón “Zośka” del Armia Krajowa que acababan de liberarles el de agosto de 1944, durante el Levantamiento de Varsovia.
Y la resistencia polaca no solo ayudó a rescatar a los judíos, sino que también les brindó ayuda militar. El movimiento de resistencia judío del Gueto de Varsovia recibió 2 ametralladoras pesadas, 4 ametralladoras ligeras, 21 subfusiles, 50 pistolas y más de 400 granadas de mano del Armia Krajowa. Durante el levantamiento del gueto en la primavera de 1943, el AK apoyó a los rebeldes con ataques contra los alemanes fuera del gueto, con dos intentos de volar sus murallas y también un grupo del AK llegó a luchar en el interior del gettho. En octubre, el AK proporcionó explosivos a los Sonderkommandos que se alzaron sin éxito en el campo de exterminio de Auschwitz.
Estos hechos probados desmienten las acusaciones, que a veces se hacen, de que el A.K. permitió que los judíos del gueto lucharan solos y que la ayuda fue mínima. La ayuda fue pequeña, como pequeños eran los recursos a disposición del Armia Krajowa, recursos que no podía empeñar en su totalidad en una lucha perdida de antemano cuando estaban preparando un gran levantamiento nacional como el que tuvo lugar 14 meses más tarde. Los mismos resistentes del gueto supervivientes reconocieron que su lucha no tenía mayor objetivo que el de morir matando, ya que no había esperanza alguna de victoria.
Prisioneros judíos del campo de concentración de Gęsiówka, en Varsovia, tras su liberación. En la foto aparecen dos miembros del Batallón “Zośka” del Armia Krajowa, uno a la derecha y otro en la ventana. Entre los 348 judíos liberados había polacos, húngaros, rumanos, griegos, franceses, belgas y holandeses.
Cuarto. Polonia era el único país ocupado donde la pena por ser descubierto ayudando a un judío suponía la ejecución inmediata de todos los habitantes del hogar donde se le hubiera ayudado, independientemente de si eran hombres mujeres o niños. Y ayudar a un judío no era sólo esconderle, acciones mucho más inocentes como proporcionarle comida o ropa, o proporcionarle transporte se consideraban ayudar a un judío.
Sin embargo, decenas de miles de polacos se jugaron la vida intentando salvar a judíos. Hay casos paradigmáticos como el de Irena Sendler, que salvó a 2.500 niños judíos del Gueto de Varsovia; no les salvó sola, contó con la ayuda de madres polacas que acogieron a esos niños como hijos propios entre los que ya tenían, arriesgando su vida y la de sus hijos, de monjas y frailes que ocultaron a los niños en los conventos y monasterios, de sacerdotes que falsificaban partidas de bautismo y de defunción para dar identidades nuevas a esos niños… TODOS los implicados se jugaban la vida si eran descubiertos y de hecho unos 30.000 polacos la perdieron, asesinados por los alemanes, acusados de haber ayudado a los judíos.
La enfermera polaca Irena Sendler salvó la vida de más de 2.500 niños judíos. Polonia era el único país ocupado en el que ocultar, alimentar o ayudar a los judíos significaba la ejecución de quien los ayudase y de su familia. Sin embargo, decenas de miles de judíos fueron salvados por polacos que los ocultaron en sus casas, o por sacerdotes que falsificaron partidas de bautismo.
En estudios publicados en el Journal of Holocaust and Genocide Studies, los historiadores Hans G Furth y Richard C. Lukas estimaron en aproximadamente 1.000.000 la cifra de polacos que ayudaron de alguna manera a salvar judíos, otros autores las elevan a 3.000.000 incluso.
Sin embargo, Jan Grabowski minimiza el número de “rescatadores” y afirma que “éstos vivían aterrorizados temerosos de que sus amigos, familiares o vecinos les denunciaran”. Nuevamente, parece olvidar el enorme esfuerzo colectivo que implicaba salvar un judío. Para que un judío sobreviviera en la Polonia ocupada dependía de muchos actos de asistencia y tolerancia, escribe Paulsson. “Casi todos los judíos que fueron rescatados lo fueron por los esfuerzos cooperativos de una docena o más de personas”, como confirma también el historiador judío polaco Szymon Datner. Paulsson señala que durante los seis años de guerra y ocupación, el judío promedio protegido por los polacos tenía tres o cuatro juegos de documentos falsos y se enfrentaba al reconocimiento como judío varias veces. Datner explica también que esconder a un judío podía durar a menudo varios años, lo que aumentaba exponencialmente el riesgo para la familia cristiana involucrada. La escritora judía polaca y sobreviviente del Holocausto Hanna Krall identificó a 45 polacos que ayudaron a protegerla de los nazis y Władysław Szpilman, el músico polaco de origen judío cuyas experiencias durante la guerra fueron narradas en sus memorias “The Pianist” y la película del mismo título, identificó a 30 polacos que le ayudaron a sobrevivir al Holocausto.
El pianista judío polaco Władysław Szpilman, en una foto hecha en su juventud. Su historia fue contada en la película “El pianista” (2002) de Roman Polanski. Szpilman identificó a 30 polacos que le ayudaron a sobrevivir al Holocausto.
Sin embargo, para perderlos a todos hacía falta una sola persona que los delatara a todos. También hay que considerar que cuando un judío escondido era capturado, al ser torturado por los alemanes solía traicionar a todos los que le había ayudado.
Además, el peligro no venía sólo por el lado de los polacos no judíos: testimonios del Holocausto confirman que, atrapado en los guetos, el inframundo judío también se aprovechó de la información privilegiada sobre la situación socioeconómica de sus propios compatriotas para extorsionarles. Los saqueadores judíos sabían mejor que nadie “dónde cavar para obtener objetos de valor”, escribieron Isaiah Trunk y Rubin Katz. Un caso paradigmático, convertido en tabú hoy día, es el del Hotel Saski, donde se alojaban criminales judíos que colaboraban con la Gestapo.
Pero por supuesto que hubo colaboradores y para juzgar en que cuantía al final debemos acudir a los números. Y éstos son meridianamente claros: las estadísticas de la Comisión de Crímenes de Guerra de Israel indican que menos 0,1 % de los polacos étnicos colaboraron con los ocupantes. Si según el último censo de antes de la guerra, en Polonia había 24 millones de polacos étnicos esto significa que menos de 24.000 personas colaboraron con los alemanes, ya fuera por codicia, odio racial, venganza, miedo, etc…, lo cual en las circunstancias extremas de la ocupación en Polonia, durante casi 6 años, resulta una cifra insignificante.
Este cartel impreso en Gran Bretaña durante la guerra explica el organigrama del Estado clandestino de Polonia y su relación con el Gobierno Polaco en el Exilio. Durante la ocupación se creó en Polonia una compleja administración clandestina, dependiente del Gobierno Polaco en el Exilio en Londres, que dirigía todas las actividades de resistencia, sabotaje, información y espionaje contra los alemanes. También dirigía la administración de justicia contra nazis particularmente crueles, colaboracionistas y traidores, así como la educación de la juventud, mantenimiento y salvaguardia de la cultura polaca y la contrapropaganda.
Quinto. El Gobierno Clandestino tenía tribunales que juzgaban y condenaban a los colaboracionistas, y la sentencia era la muerte, también lo era para los que delataban y/o extorsionaban a los judíos ocultos… se dictaron muchas condenas de muerte, algunas se ejecutaron, y otras muchas no ya que ejecutarlas conllevaba riesgos enormes bajo la ocupación salvaje que sufría Polonia.
En mayo de 1943 el General Wladyslaw Sikorski, Primer Ministro Polaco, firmó el siguiente decreto: “Cualquier complicidad directa e indirecta en las acciones criminales alemanas es la ofensa más seria contra Polonia. Cualquier polaco que colabore en sus actos de asesinato, ya sea mediante extorsión, informando sobre judíos, o explotando su terrible situación o participando en actos de expolio, está cometiendo un crimen muy grave contra las leyes de la República Polaca.”
Sexto. Polonia dio héroes como el capitán Witold Pilecki, un oficial polaco que se dejó capturar para ser enviado a Auschwitz para investigar lo que ocurría allí, permaneció allí durante casi dos años, formó un núcleo de resistencia en el campo y tras escapar redactó un informe explicando los horrores que allí sucedían. Poco tiempo después otro héroe, Jan Karski, el “correo del horror”, cumpliendo las órdenes del gobierno polaco, atravesó toda Europa en poder de los alemanes y llegó a Inglaterra con terribles informes sobre los campos de exterminio. Posteriormente el gobierno polaco le envió a Estados Unidos a contar lo que conocía de primera mano. Cuando se entrevistó con Roosevelt en julio de 1943 y le habló de los campos de exterminio, éste no le creyó y le preguntó por la condiciones de los caballos en Polonia.
Ficha de Witold Pilecki como prisionero 4859 del campo de exterminio de Auschwitz. Se dejó detener usando un nombre falso, Tomasz Serafiński, para infiltrarse en el campo e informar sobre lo que allí pasaba. Pasó 949 días allí, y tras fugarse redactó el “Informe W” (Raport Witolda), relatando hechos e informaciones precisas sobre la situación del campo y también una descripción del movimiento de resistencia que él había organizado en su interior.
Sin embargo, todavía hay quien como Grabowski acusa al gobierno polaco de indiferencia ante el destino de los judíos, obviando las acciones de valientes como Pilecki o Karski (hombres a la las órdenes de ese gobierno polaco), y los denodados esfuerzos del Gobierno Polaco en Londres pidiendo a sus aliados británicos y americanos que bombardearan los ferrocarriles que llevaban a los campos… ruegos que cayeron en saco roto…
Y cuando se argumenta en este sentido, todavía hay quien dice que el Gobierno Polaco hizo poco. Es cierto, hizo poco, porque bien poco podía hacer, de hecho tampoco fue capaz de asegurar su propia continuidad, la de las instituciones democráticas, y la libertad de Polonia tras la guerra.
Septimo. En 150 pueblos polacos todos los vecinos judíos fueron salvados por sus vecinos gentiles y muchos pueblos polacos fueron destruidos cuando se descubrió que se estaba ocultando a los judíos. Cuando se quiere dar un ejemplo en contrario aparece siempre un nombre, Jedwadne. Muchos pueblos polacos fueron destruidos cuando se descubrió que se estaba ocultando a los judíos.
Soldados alemanes contemplando una aldea polaca que acababan de incendiar. Muchos pueblos polacos fueron castigados de esta forma por ocultar a sus vecinos judíos.
El pueblo más famoso de Polonia relacionado con el holocausto es Jedwadne. Bueno, Jedwadne y “otros muchos”. De estos “otros muchos” nunca se dicen los nombres más allá de tres o cuatro ni ningún detalle concreto sobre lo ocurrido…
Todo gracias a Jan T. Gross (el que afirmaba que los polacos mataron más judíos que los alemanes) y su “descubrimiento” de la masacre de los judíos de Jedwadne. Decimos “descubrimiento” porque sobre la masacre de Jedwadne ya se sabía mucho antes, pues hay dos investigaciones anteriores, una Polaca del año 49 y una alemana del 67. Sin embargo los estudios de Gross sobre la masacre ya quedaron bastante desacreditados por una investigación llevada a cabo por el IPN en 2003 (hace 15 años, mucho antes de esta supuesta campaña de blanqueamiento de la historia por el actual Gobierno Polaco), que demostraba que las conclusiones de Gross no son válidas, ya que falsea los datos y circunstancias de los hechos para poder presentar la masacre como una acto de barbarie del medio pueblo católico asesinando a la otra mitad judía. Para ello multiplica por 5 el número de muertos, que pasan de los 300-400 reales a 1500 -aunque las fosas no se han podido excavar más que parcialmente, ya que por motivos religiosos Israel se opone, lo excavado en la investigación del IPN en 2003 y el tamaño de las mismas permiten hacer una estimación bastante exacta del número de muertos. Por otro lado, omite que tropas de la gendarmería alemana estaban presentes en el pueblo, así como el Einsatzgruppe Zichenau-Schroettersburg, que eran los únicos armados en el mismo y más que probablemente también los instigadores, ya que intervinieron en sucesos similares en otras aldeas y el sistema fue el mismo. Tampoco dice que por declaraciones de los testigos supervivientes se ha identificado con nombre y apellidos a los cerca de 40 vecinos polacos que participaron en la masacre, y curiosamente, dos de ellos, Jerzy Laudański y Karol Bardoń habían sido colaboradores del NKVD y ahora trataban de congraciarse con los alemanes.
Por tanto, lo que sucedió no fue que medio pueblo asesinó al otro medio, y que los aproximadamente 100 judíos que se salvaron lo hicieron o bien porque les avisaron vecinos no judíos de lo que estaba ocurriendo, o bien porque les ocultaron otros vecinos católicos arriesgando su vida y las de sus familias, como hizo la familia Wyrzykowski, que ocultó a 7 judíos durante 26 meses, gracias a lo cual sobrevivieron. Un detalle: uno de los testimonios de la masacre que emplea Gross es el de Szmuel Wasersztaj, que difícilmente pudo ver nada ya que durante la masacre estaba oculto en el granero de los Wyrzykowski. También se omite que dentro de la fosa se encontraron los restos de una estatua de Lenin, colocada por los soviéticos.
El historiador Norman Davies afirmó que las conclusiones de Gross son profundamente injustas para con los polacos. Otro historiador, de origen judío en este caso, Norman Finkelstein, es menos piadoso y acusa a Gross de sacar provecho del sufrimiento durante el Holocausto.
El héroe polaco Witold Pilecki, fotografiado el 3 de marzo de 1948 ante el tribunal militar que le condenó a muerte. Después de su lucha contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, le acabaron ejecutando los comunistas.
Octavo. Tras la guerra, las autoridades comunistas trataron de desacreditar el movimiento de resistencia polaco: el A.K. fue acusado de antisemitismo e incluso de colaborar con los alemanes en el Holocausto. Muchos de sus miembros fueron condenados bajo estas falsas acusaciones en parodias de juicios, con falsos testimonios y confesiones obtenidas bajo tortura.
Noveno. En ningún país era tan peligroso ayudar a los judíos, sin embargo ningún país tiene tantos Justos entre las Naciones como Polonia, 6.700 en total, y en ninguno hubo tantos judíos que consiguieron salvarse. El historiador Richard C. Lukas, que serían más de 100.000 personas los que realizaron acciones que les harían acreedores a esta distinción.
Conclusiones
En circunstancias extremas sale a relucir la verdadera condición humana. Es cierto que hubo personas que por miedo, envidia, avaricia, antisemitismo u odios personales, colaboraron con los alemanes, que denunciaron a judíos y a miembros de la resistencia, que extorsionaron a los judíos bajo la amenaza de denuncia, que les delataron para apropiarse de sus bienes. ¡Los hubo entre los mismos judíos! Pero eran la minoría como ya ha quedado demostrado.
Una parte considerable de la población polaca, aun sintiendo poca o ninguna simpatía por los judíos permaneció pasiva, tratando de sobrevivir ellos mismos y sus familias, manteniendo una actitud de silencio benevolente hacia los judíos. Pero se calcula que por cada colaboracionista, delator o extorsionador hubo 20 o 30 personas que se jugaron su vida y la de sus familias por ayudar a los judíos.
Nadie niega que hubo hechos totalmente condenables, pero fueron hechos aislados cometidos por individuos aislados, fueron la excepción. La regla, en toda su enormidad, fue exactamente la contraria a lo que algunos, que tratan de convertir lo que fueron excepciones totalmente execrables en un comportamiento generalizado, infieren.
También ha quedado demostrado que las instituciones gubernamentales polacas de la época hicieron cuanto estuvo en su mano para tratar evitar lo que no ellos no podían evitar.
A pesar de sus prejuicios contra los judíos, la escritora polaca Zofia Kossak-Szczucka fundó Żegota, la sección del Armia Krajowa dedicada a salvar a judíos. El AK polaco fue el único movimiento de resistencia de la Segunda Guerra Mundial que tuvo una sección como ésa.
Terminamos con un texto literal de la escritora Zofia Kossak-Szczucka, famosa escritora polaca de la época, católica, de derechas y nacionalista. Era lo que llamaríamos una polaca antisemita, una de esos polacos que consideraba a los judíos enemigos de Polonia. Sin embargo que durante la guerra fundó Żegota y ayudó a Irena Sendler a salvar a los niños judíos del Gueto, por sus actividades fue detenida por los alemanes y deportada a Auschwitz. En 1942 los alemanes comenzaron la liquidación del Gueto de Varsovia, sabiendo el horror que se estaba produciendo, escribió el manifiesto “Protest” del que se distribuyeron 5.000 copias; en él, sin tratar de ocultar o blanquear su opinión sobre los judíos, decía:
“Todos perecerán… Pobres y ricos, viejos, hombres, mujeres, jóvenes y niños, también católicos con el nombre de Jesús y María en los labios, junto con los judíos. Su única culpa es haber nacido en la nación judía, condenados al exterminio por Hitler (…) Inglaterra calla, también América, incluso el influyente judaísmo internacional, tan sensible en sus reacciones ante cualquier transgresión de los derechos de su pueblo, calla. Polonia calla (…) los judíos moribundos están rodeados de una turba de Pilatos lavándose las manos inocentemente (…) aquellos que callan ante el asesinato se convierten en cómplices (…) nuestros sentimientos hacia los judíos no han cambiado, seguimos pensando que son enemigos políticos, económicos e ideológicos de Polonia. Pero esto no exime a los católicos polacos de su deber de oponerse al crimen que se comete en Polonia. Dios nos exige que protestemos. Dios, que prohíbe matar. Nos lo exige nuestra conciencia cristiana. Todo ser humano tiene derecho a ser amado por sus semejantes. La sangre de los indefensos pide venganza al cielo. Aquellos que se oponen a nuestra protesta, no son católicos. (…) No creemos que Polonia se beneficie de las crueldades de los alemanes, al contrario… Sabemos cuán venenoso es el fruto del crimen… Aquellos que no entiendan esto, y que crean que puede construirse un futuro para una Polonia orgullosa y libre aceptando el sufrimiento sus semejantes, ni son católicos, ni son polacos”.
http://www.outono.net/elentir/2018/06/2 ... olocausto/