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NotaPublicado: 06 Sep 2019 14:12 
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Oliver Law podría haber sido una pesadilla para Donald Trump de haber nacido en nuestra época. De Texas pero afroamericano, comunista, sindicalista, y activista social, el tipo luchó en el Batallón Lincoln de voluntarios estadounidense (a favor de la República, claro), durante la Guerra Civil Española. Esta unidad, integrada en las famosas Brigadas Internacionales, estaba formada por soldados blancos, negros y un chino, y sufrió casi 700 bajas en las batallas en las que participó en nuestro país.

Nacido en Texas, (estado que en las elecciones 2016 votó en un 52.6 %s a favor de Donald Trump), como puede leerse en los Abraham Lilcoln Brigade Archives, durante su adolescencia se alistó en el Ejército de los Estados Unidos y entre 1919 y 1925 sirvió como soldado en el 24ª Infantería, una unidad estacionada en la frontera con México y formada exclusivamente por negros.

Tras dejar la vida castrense, Law se trasladó primero a Bluffton, en Indiana, donde trabajó en una planta de cemento, y poco después a Chicago, donde condujo un taxi. Con el inicio de la Depresión, Law acabó entre las largas colas del desempleo. Tras trabajar como estibador, abrió un pequeño restaurante que se fue al garete en no demasiado tiempo.

Law se unió en 1932 al Partido Comunista de EE UU, y sus actividades políticas lo llevaron a frecuentes encontronazos con la Policía de Chicago, en uno de los cuales recibió una brutal paliza. Poco antes de elegir involucrarse en nuestra contienda civil, Law fue arrestado mientras dirigía una manifestación para protestar por la invasión italiana de Etiopía. Poco tiempo después viajó hacia Francia, a bordo del Paris, el 16 de enero de 1937.

En la guerra de España

Las cualidades de liderazgo de Law y su experiencia militar previa fueron muy valoradas. Primero sirvió como jefe de sección de una compañía de ametralladoras. Entonces, el Batallón Lincoln (llamado así por el presidente estadounidense emancipador de los esclavos) fue reorganizado después de los desastrosos enfrentamientos del 27 de febrero de 1937 en el frente del Jarama. Y es que, como comentó a ABC Luis Martínez, estudioso de la Batalla del Jarama y guía de grupos por los restos del campo de batalla: “Al entrar en batalla muchos no habían disparado ni un solo tiro con su fusil. No habían practicado. Tan solo hubo algunos a los que les dejaron disparar un peine (5 cartuchos) para que vieran como se hacía”.

Hay que recordar, por cierto, que la Abraham Lincoln fue una unidad muy peculiar para la época: en ella combatían negros (incluido algún cubano), blancos y un chino codo con codo, y entre su mandos hubo personas de color. Según el historiador californiano Peter Carroll, autor de La Odisea de la brigada Abraham Lincoln: los norteamericanos en la Guerra Civil Española “La Lincoln fue la primera unidad del Ejército norteamericano integrada por soldados de todas las razas. Jamás había ocurrido antes ni ocurriría poco después, en la II Guerra Mundial, donde el Ejército norteamericano seguía siendo segregacionista”. Todo hay que decirlo, lo de “unidad del Ejército norteamericano” quizás sea un poco pasarse.

En 1937, contó El Plural, un coronel estadounidense que visitaba España le había preguntó a Law, tras encontrárselo: “¿No le da vergüenza lucir ese uniforme con galones?”. El líder brigadista no dudó en responderle.

“Yo era artillero en el ejército norteamericano, porque era negro. Aquí, en España, los galones se obtienen por lo que merecemos, no por nuestro color”

También, como publicó la web Long Island al Día , Jimmy Yates, el último de los afroamericanos de la Lincoln, fallecido en 1993, dejó grabada la siguiente frase antes de morir:

“En España fue donde por primera vez, siendo negro, me sentí libre”.

Muerte y controversia

El 6 de julio, el gobierno republicano español lanzó una poderosa ofensiva en un intento de mitigar el cerco sobre Madrid. El general Vicente Rojo envió al Ejército Republicano a Brunete, desafiando el control de las tropas de Franco al oeste de la capital..

El 9 de julio de 1937, el cuarto día de la campaña, Oliver Law fue herido de muerte mientras dirigía un asalto al llamado Cerro del Mosquito . Años después, como recoge The Volunteer circuló el rumor malintencionado de que había sido víctima de algunos de sus propios soldados, descontentos por el alto número de bajas sufridas, que habrían achacado a su mala gestión como estratega. Sin embargo, la mayoría de los historiadores serios consideran esta teoría un bulo.

Fue enterrado al pie del Cerro del Mosquito (Boadilla, Madrid), donde fue abatido Hace ya años, según leemos en La Opinión, se propuso que, cuando viniera Obama, se le hiciera el regalo de levantar en el lugar, a orillas del río Guadarrama, un sencillo monumento dedicado Oliver Law. Aunque la cosa no se hizo, y está como está, igual no es tan mala idea insistir en ello. Incluso poniendo una frase que se pudo leer un tiempo en una tablilla junto al lugar donde reposan sus restos : «aquí yace el comandante Oliver Law, el primer americano negro que mandó a americanos blancos en combate»
https://blogs.publico.es/strambotic/201 ... sta-negro/

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NotaPublicado: 10 Nov 2019 11:01 
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El Polikarpov I-15 con los colores de la bandera republicana en la cola no soportó el incesante ametrallamiento de los Messerschmitt Bf 109 alemanes que lo perseguían y luchaban en el bando franquista de la Guerra Civil. El 12 de julio de 1937, el Chato, como se conocía popularmente este modelo de aeroplano soviético, se desplomó sobre los sembrados de Brunete (Madrid). A partir de ahí, la aventura de su piloto, el mercenario estadounidense Harold E. Dahl, que no murió en el aterrizaje forzoso, terminó convirtiéndose en un culebrón periodístico en EE UU y Reino Unido durante años. Tras ser apresado y condenado a muerte, su esposa, la cantante de vodevil Edith Rogers, lanzó un sorprendente órdago al general Francisco Franco para salvar su vida. Y lo logró.

Ahora, el periodista y político del PP en la Asamblea de Madrid Pedro Corral, autor del libro Con plomo en las alas (Almuzara), pone el broche a una historia que llegó con enorme éxito a Hollywood en 1940 de la mano de Billy Wilder como guionista y dirigida por Mitchell Leisen. Arise, My Love (Adelante mi amor) —con cuatro nominaciones y el Oscar al Mejor argumento— fue protagonizada por Claudette Colbert y Ray Milland. En ella se hacía una versión libre de la historia surgida en la Guerra Civil, vivida en la realidad por Dahl y Rogers.
Primera de las dos cartas enviadas por Dahl a su esposa desde la prisión de Salamanca.
Primera de las dos cartas enviadas por Dahl a su esposa desde la prisión de Salamanca. Pedro Corral

Corral ha encontrado en el Archivo Histórico del Ejército del Aire las dos últimas piezas de este puzle incompleto en el que se mezclaban amor, guerra y dinero: las dos cartas que el piloto mandó a su esposa desde prisión, pero que nunca llegaron a su destino.

Hecho prisionero, Dahl, de 27 años, fue condenado a muerte en consejo de guerra. Antes de su probable fusilamiento, escribió a Rogers desde la Prisión Provisional de Salamanca. Sin embargo, estas misivas nunca salieron de España porque fueron requisadas por las autoridades franquistas y pasaron así a engrosar los anaqueles del Archivo Histórico del Ejército del Aire con el número de expediente 5.508.

Ahora, 82 años después, Corral las ha incluido en su libro y ha imaginado la correspondencia que ambos amantes podían haber mantenido si hubiesen logrado establecer una conversación epistolar sin la censura castrense de por medio: una excusa literaria para recrear el ambiente político, militar y carcelario de aquellos años de plomo.

Edith Rogers era una mujer dotada de una especial intuición. Cuando conoció que su marido había sido condenado a morir, decidió escribir directamente a Franco, suplicando su clemencia. La carta iba acompañada de una sugestiva fotografía suya con un vestido blanco muy escotado. “Se lo jugó todo a una carta. A lo mejor al dictador le hacía gracia aquella foto tan sexi, pero también se lo podía tomar como una ofensa. Era una apuesta al todo o nada. E hizo pleno: la jugada le salió bien y su esposo fue perdonado”, explica Corral.

Dahl fue indultado junto a tres pilotos rusos (Miguel Zaikine, Gregorio Josihianoff y Alejandro Chercasoff), también derribados en Brunete. El franquismo utilizó entonces políticamente la decisión como una herramienta de acercamiento a Estados Unidos y a los aliados —en ese momento cualquier bando podía ganar la guerra— y como muestra de su clemencia.
Fotografía que mandó Rogers al general Franco con la petición de indulto.
Fotografía que mandó Rogers al general Franco con la petición de indulto. Life
Honorarios bélicos

En la primera de las misivas recuperadas por Corral, fechada el 21 de julio de 1937, Dahl muestra un inusitado interés por recibir lo que le había prometido la República por su participación en la guerra. Cobraba en virtud del número de aviones que derribaba (1.000 dólares por aeronave). En la carta le pide a su esposa que no conceda entrevistas a la prensa estadounidense (la historia ya atrapaba a millones de lectores en Estados Unidos y Europa) y que recogiese el dinero acordado, unos 6.500 dólares.
Cartel norteamericano de la película 'Arise My Love' ('Adelante mi amor').
Cartel norteamericano de la película 'Arise My Love' ('Adelante mi amor').

“El motivo para apresurarme es porque creo que la guerra va a terminar pronto [faltaban aún dos años] y debiéramos tener el dinero cuanto antes. Explícales que el dinero nos es muy necesario porque es de lo que dependemos, para mí esto significa una catástrofe debido a que toda América sabrá de mí, bueno, y tardarán mucho tiempo en arreglar toda esta cuestión y probablemente habré perdido mi nacionalidad, en fin todo eso”, dejó escrito el mercenario.

En la segunda carta, del 25 de julio, Dahl se muestra preocupado por la repercusión en España de su detención e insiste en que Rogers debía reclamar los honorarios acordados: “Pienso en lo que estarán diciendo los periódicos de la España nacional, tal vez exagerando, inventando historias, harán lo uno y lo otro”.

“Ya espero”, continúa, “que tengas el dinero. No te preocupes y no te molestes por la correspondencia que te envíen, guárdala para mí, que yo me encargaré de ella cuando te vea, eso es pensando en lo mejor. El motivo de preguntarte por el dinero es porque aquí yo lo necesito bastante. Porque se nos permite comprar alimentos, fruta, dulces, etc. Creo que las autoridades van a volver mañana por la noche para que yo firme la última declaración. Después creo que no faltará nada más que el juicio ante el tribunal. No te preocupes, querida, todo nos ha de salir bien al fin y al cabo. Pero debes insistir en el pago de los 1.850 dólares en el contrato de Valencia, más los 800 dólares de los de antes. Es tan importante recoger todo el dinero porque es todo lo que tenemos en este mundo”. Y concluye: “Hace muy buen día y estoy muy solo sin ti, de buena gana me moría, querida mía”.

Corral ha descubierto que Rogers solo logró que le pagaran 2.000 dólares. A Dahl se le reconocieron únicamente el derribo de un italiano Fiat CR-32 y de un alemán Heinkel-51, a pesar de que había destruido, al menos, cinco aparatos. Sus compañeros le consideraban un excelente piloto de guerra.

Finalmente, en 1940 fue liberado y llegó, entre una gran expectación, a Estados Unidos, donde fue recibido con grandes honores. Se reunió con su esposa en Nueva York, donde los fotógrafos no cesaban de retratarlos para todo tipo de periódicos y revistas.

Sin embargo, la cara de la cantante mostraba en las instantáneas un gesto serio y distante, a diferencia de la de su marido. “Se ve claramente”, señala Corral, “que está punto de decirle a Dahl algo así como: ‘cariño, hay algo que deberías saber y que no te he contado”. Tres años de separación habían sido excesivos para la pareja y Rogers había encontrado otro amor en ese tiempo. Poco después se divorciaron y nadie reclamó las dos cartas que habían quedado en España. Hasta que Pedro Corral las encontró.
https://elpais.com/cultura/2019/10/24/a ... 55595.html

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NotaPublicado: 20 Nov 2020 12:05 
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En la mañana gris del 8 de noviembre de 1936, con las ráfagas de ametralladora sonando ya a varios centenares de metros, entre las cuestas del Parque del Oeste, la Gran Vía estalló en gritos y palmas al contemplar una larga procesión de hombres de acentos extranjeros, uniformes de pana caquis y gorras cuarteleras marrones. Era la primera columna de voluntarios antifascistas extranjeros que había llegado a Madrid, "la primera brigada de lo que se convertiría en el ejército más verdaderamente internacional que el mundo haya visto desde las cruzadas", escribió el periodista neozelandés Geoffrey Cox.

Llegaban en un momento caótico, con la ciudad en manos del general Miaja después de la huida silenciosa del Gobierno republicano a Valencia, y decisivo: las tropas de Franco amenazaban con romper la línea del frente y propinar un golpe decisivo al transcurso de la guerra. Esa versión inicial de la XI Brigada Internacional, comandada por el general austrohúngaro Emilio Kléber, veterano del Ejército Rojo, estaba formada por unos 2.100 soldados cuya principal cualificación era la convicción idealista de que estaban haciendo lo correcto: oponerse al fascismo con las armas. Como sucedería a lo largo de toda la contienda, fueron enviados a la Ciudad Universitaria y a la Casa de Campo como fuerza de choque, a matar o morir.

Ese fue el primer contacto bélico de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil española, el episodio inicial de una historia compleja, épica y plagada de experiencias traumáticas individuales; la unión de unos hombres —y también mujeres—, unos 35.000 en total y procedentes de más de sesenta países, en torno al sacrificio por unos ideales: el antifascismo, que no el comunismo. Sus batallas y peripecias acabarían siendo romantizada por los Hemingway, Malraux, Gellhorn y compañía; unas aventuras que han generado una auténtica avalancha de obras, más de 3.000.
Miembros del Batallón Lincoln, durante el desfile de despedida de las Brigadas Internacionales.

Miembros del Batallón Lincoln, durante el desfile de despedida de las Brigadas Internacionales. Archivo Robert Capa

Pero ninguna tan ambiciosa como la del periodista e historiador británico Giles Tremlett: Las Brigadas Internacionales. Fascismo, libertad y la Guerra Civil española, que acaba de ser publicada por Debate. "La historia completa de las Brigadas que se echaba en falta", en palabras de Paul Preston. Una ambiciosa investigación, escrita con un estilo vibrante y cargada de jugosas anécdotas y testimonios, que ha podido utilizar el archivo de las Brigadas en Moscú de forma ilimitada, y que arroja una panorámica equilibrada y profunda sobre el papel y los entresijos de los voluntarios extranjeros que combatieron a las órdenes de la Segunda República.

"Hay una tendencia de verles o como santos, que no lo fueron, o como diablos estalinistas, que tampoco. 35.000 personas dan para mucho. Es muy interesante hablar de este tema porque según qué audiencia tienes una reacción totalmente opuesta", resume Giles Tremlett, biógrafo de personajes como Catalina de Aragón o Isabel la Católica, en una conversación con este periódico. "¿Eran todos estalinistas? No. ¿Era el 50% de ellos comunistas? Sí. ¿Fue la Komintern muy importante en la organización de las Brigadas? Sí. Tenemos que intentar hacer una interpretación del conjunto que no es fácil".
Discurso de despedida a las Brigadas Internacionales pronunciado por Juan Negrín el 25 de octubre de 1938 en Les Masies, Tarragona.

Discurso de despedida a las Brigadas Internacionales pronunciado por Juan Negrín el 25 de octubre de 1938 en Les Masies, Tarragona. BNE

Fue un ejército en extremo homogéneo, como una suerte de Frente Popular en las trincheras: había izquierdistas de todo tipo, centristas, demócratas conservadores, católicos, protestantes, ateos, judíos practicantes o no, musulmanes e incluso agnósticos. Una auténtica torre de Babel procedente de lugares tan lejanos como Siria, Turquía, Abisinia o Asia: ahí está la aventura del médico chino indonesio Tio Oen Bik. También resulta fascinante la de Oliver Law, el primer negro que estuvo al mando de estadounidenses blancos en combate.

Y toda esa diversidad la narra Tremlett con una lograda maestría y sin perder de vista el drama humano —"murieron uno de cada cinco y creo que es una estimación conservadora", dice— ni dejarse cegar por el idealismo. "El estalinismo puro y duro existió dentro de las Brigadas, pero para mí no las define", incide el historiador, citando los casos de Wilhelm Zaisser, alias general Gómez y fundador de la Stasi, y Erich Mielke, director durante tres décadas de la policía política de la RDA. Entre los brigadistas hubo además cobardes, psicópatas y violadores. "No se han mirado las veces que los propios brigadistas mataban a sus prisioneros. Esto a mí me escandaliza mucho más que su disciplina interna, aunque también es cierto que a ellos, cuando les cogían, les fusilaban sin más porque esa era la norma", añade.
Vencedores, no vencidos

¿Qué novedades ofrecen los documentos de la Komintern a la historia de los voluntarios extranjeros? "Diría que la historia grande no cambia tanto pero hay ciertas cosas que sí", responde Tremlett. "Hay más influencia del Ejército Rojo dentro de las propias filas de las Brigadas de lo que pensábamos. También vemos hasta qué punto los servicios de inteligencia militar de las Brigadas, sobre todo en Barcelona, espían a Orwell y los del POUM". También recoge una nota que revela que Hemingway desempeñó un papel protagonista en una misión tras las líneas enemigas para intentar provocar una rebelión en cierto pueblo que no se menciona. "Era muy fanfarrón, pero no creo que fuera tan fantasioso. Hay alguna verdad en ello", valora el historiador.

Tremlett aborda en su libro un fenómeno bastante desconocido: el hecho de que las Brigadas Internacionales, a pesar de su idílico nombre, estaban integradas en su mayoría por combatientes españoles —de hecho superaban numéricamente a los voluntarios extranjeros—, sobre todo en los batallones de primera línea. "Esto hace falta investigarlo y escribirlo porque no se ha hecho", lamenta. Otros interrogantes que le han quedado por resolver son las identidades de algunos asesores soviéticos, las verdaderas relaciones entre los brigadistas y los mandos superiores del Ejército republicano y descubrir más historias de los guerrilleros que por ejemplo inspiraron parte de la novela Por quien doblan las campanas.
Portada de 'Las Brgadas Internacionales'.

Portada de 'Las Brgadas Internacionales'. Debate

En la introducción también lanza una reflexión llamativa: no está de acuerdo en que se incluya a los brigadistas entre los vencidos. "Hay tres guerras en las que están metidos: la Guerra Civil española, que pierden claramente; la de convencer al mundo de que es inevitable luchar con las armas al fascismo, que es lo que ven ellos en España y la que ganan cuando Hitler invade Polonia; y la tercera es contra el fascismo global: todos pelean en la II Guerra Mundial, que se gana en 1945. De tres ganan dos, los que sobreviven, claro", explica el historiador nacido en Plymouth, Inglaterra, autor también de España ante sus fantasmas.

El libro aterriza con el proyecto en ciernes de la nueva Ley de Memoria Democrática, que en su borrador incluye un artículo por el que se concederá la nacionalidad española a los brigadistas internacionales y a sus descendientes, aunque esto todavía no está claro. Tremlett recuerda que esta medida ya la aprobó el Congreso de los Diputados en 1996. De 286 votos, 284 fueron a favor y los otros dos abstenciones. Hasta el PP apoyó la propuesta. Un consenso que en 2020, espoleado por las tensiones guerracivilistas, sería imposible. Un último reconocimiento, en cualquier caso, del que solo serían testigos los dos últimos brigadistas vivos, los hermanos Almudéver, Josep y Vicent.
https://www.elespanol.com/cultura/histo ... 727_0.html

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NotaPublicado: 15 Sep 2023 09:34 
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A los dos lados del camino, serpenteando entre el bosque de encinas, se abre una línea de piedras amontonadas con el aspecto del clásico muro que delimita dos fincas. Pero un vistazo rápido al suelo arroja una imagen muy diferente: fragmentos de vidrio de diferentes colores, una lata de conservas completamente oxidada, trozos de una caja de munición para un fusil Mauser o una guía de peine de un Mosin-Nagant ruso. Se trata, en realidad, de los vestigios olvidados la Guerra Civil en la provincia de Guadalajara, en el sector del Alto Tajuña.

En esas fortificaciones, en las que aún se vislumbra algún nido de ametralladoras pese a estar colmatadas e invadidas por las malas hierbas, se refugiaron en el invierno de 1937-1938 los integrantes de la 136.ª brigada mixta de la 33.ª División del Ejército Popular de la República. Comandados por el artillero Eduardo Medrano Rivas, veterano de Marruecos y siempre con un cigarro en la boca, fueron en su mayoría reclutas de las quintas movilizadas en Cataluña, jóvenes urbanitas procedentes de las capitales entre los que se contabilizaban un buen puñado de músicos, escritores, pintores y dibujantes.

Estos bisoños soldados habían sido enviados a una de las posiciones tomadas por las fuerzas republicanas en el mes de mayo anterior tras la desbandada del Cuerpo de Tropas voluntarias italianas a raíz de su derrota en la batalla de Guadalajara. Tenían la misión de sustituir a la XI Brigada Internacional, formada por alemanes y austriacos acompañados de un halo de invencibilidad. "Nosotros, en realidad unos críos, íbamos a ocupar las posiciones que ahora abandonaban, prácticamente sin haber disparado un tiro", recordaría el paisajista y soldado Manuel Ricart Serra.


Hoy el silencio en ese lugar conocido como vértice Sierra, un punto estratégico al ser una de las alturas más prominentes de la zona, aunque poco más que una colina en el elevado paisaje de la Alcarria, es sinónimo de tranquilidad y naturaleza. Pero el día que llegaron los reclutas catalanes, agarrotados por la tensión, el miedo, el frío y la oscuridad, las vistas del valle distaban de ser idílicas.

Pisando lo que queda de ese zigzag de trincheras abiertas por los combatientes a base de picar sin descanso la piedra caliza, Luis A. Ruiz Casero, arqueólogo y doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, cuenta que esa misma noche los jóvenes defensores de la República tuvieron su bautismo de fuego. No fue el resultado de un ataque enemigo, sino del pánico nocturno. Alguien dijo distinguir entre las tinieblas un avance franquista que desató un tiroteo contra fantasmas hasta agotar el último cartucho.



"Fue un hecho traumático que contribuyó a crearles una mala reputación, empezaron a ser vistos como un mantra, como una unidad de segunda fila", explica el autor de Sin lustre, sin gloria (Desperta Ferro), una obra que demuestra que todavía quedan muchas cosas sin contar de la Guerra Civil. Ruiz Casero reconstruye en este revelador volumen, en el que se encadenan lugares agrestes y perdidos y dramáticas historias humanas, la verdadera dimensión de los combates en los frentes olvidados de Guadalajara y Toledo. Lejos de esa imagen de zonas en calma, el investigador desentierra una guerra de alta intensidad, aunque precaria y escasa de medios, con un elevadísimo número de bajas: casi 50.000 entre ambos bandos en unos sectores defendidos por unos 93.000 soldados —en torno a un 40% más que lo estimado por estudios previos—.




El del vértice Sierra es uno de los muchos episodios que pueblan las páginas de un ensayo que descubre además a un diestro autor de la llamada nueva historia militar. "Poco después, los mandos catalanes de la División, con un asesor soviético, implantaron una disciplina más fuerte y la moral empezó a subir", continúa. Se fortificó la posición con parapetos, nidos blindados y alambrada de espino, un movimiento fundamental para frenar el avance que al otro lado estaba preparando el general Saliquet, jefe del Ejército sublevado del Centro.

Al mando del coronel Rafael Santa Pau, los franquistas formaron a principios de 1938 una columna de maniobra con unos 4.000 soldados y un fortísimo apoyo artillero. El objetivo era romper las líneas enemigas y avanzar hasta el cauce del Tajuña. El asalto al punto defendido por la 136.ª brigada mixta le correspondió a la I Bandera de la Legión, la fuerza de choque por excelencia del ejército rebelde, que había sido mandada por el propio Franco en las campañas africanas y que participó en la marcha hacia Madrid atravesando Extremadura y Toledo tomando partida en todo tipo de masacres. En ese momento se recuperaban en Guadalajara de las bajas sufridas en Sabiñánigo, en el frente estabilizado de Aragón.


El avance, coordinado con otras unidades, debía iniciarse a las cuatro de la madrugada del 10 de febrero. Aunque parezca una broma, el comandante de la I Bandera de la Legión, que debía abrir el ataque, se encontraba en ese momento de permiso. Con un improvisado líder al frente, el capitán Joaquín Franch Saera, los legionarios avanzaron con poco sigilo por la tierra de nadie y fueron recibidos con una lluvia de disparos. Entonces se cambió de estrategia. "En unas pocas horas cayeron 6.000 proyectiles sobre la línea republicana. En el cerro Pingarrón, en la batalla del Jarama, una de las mayores de la guerra, se dispararon 2.000 menos en el día álgido", detalla el arqueólogo.

A pesar de que algunos soldados republicanos quedaron enterrados en sus posiciones y fueron heridos por la metralla que saltaba en todas direcciones, multiplicada por las esquirlas del terreno rocoso, "un monte insignificante y un puñado de reclutas en los que nadie confiaba" lograron parar a los veteranos del Tercio. Hubo vítores y cantaron la sardana Catalans a l'Alcarria, del compositor y también combatiente de la 33.ª Joaquín Soms. Fue una embarazosa derrota franquista que se saldó con unas 350 bajas. El único éxito de la operación lo cosechó una columna secundaria liderada por el comandante Blas Piñar Arnedo, antiguo defensor del Alcázar y padre del líder de la extrema derecha en la Transición.


"Este combate del vértice Sierra fue la gran victoria para los republicanos después de la batalla de Guadalajara", explica Ruiz Casero. "El general Miaja honró a esta unidad, que hizo un desfile por el centro de Madrid y logró labrarse una reputación de tropa más o menos competente". La memoria material de este choque se esconde ahora entre las encinas de un vértice Sierra que ha perdido hasta su nombre. "Se borró la toponimia del sitio como una forma de olvido consciente de una derrota local, pero humillante. Ahora aparece como cota 1031 o Cerro Alto. También parte del campo de batalla se encuentra bajo las aguas de un pantano construido en los 80", añade.
Memoria material

Pero el pulso por esta posición es tan solo una gota en el mar de operaciones secundarias que se desarrollaron en el frente del centro desde finales del invierno de 1936-1937 y de las que Ruiz Casero da cuenta en su libro, narrado además con pericia literaria.

Por ejemplo, los movimientos organizados por Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor del Ejército republicano, como complemente del gran esfuerzo bélico en Brunete que afectaron al frente de Toledo: el asalto de distracción contra la cuesta de la Reina la víspera de la ofensiva y los ataques guerrilleros contra la línea del Tajo dirigidos por el padre de los Spetsnaz, el soviético Iliá Starinov, que llegaron a paralizar las comunicaciones sublevadas desde sus bases en Extremadura y Andalucía. Uno de los hallazgos del libro, según el autor, es precisamente la actividad de los grupos saboteadores en la retaguardia enemiga del Alto Tajo.
Portada de 'Sin lustre, sin gloria'.


A lo largo de estos dos años se contabilizan media docena de batallas en toda regla y al menos tres auténticas ofensivas que movilizaron carros, aviones y artillería en gran número. Una de estas operaciones de mayor envergadura la lanzó la República en el Alto Tajuña a finales de marzo de 1938, cuando las tropas de Franco buscaban llegar al Mediterráneo. En el sector de Abánades fue donde la operación tuvo más éxito, arrebatando algunos cerros clave a los franquistas.

Precisamente en ese pequeño pueblo, como resultado de la voluntad de sus vecinos por conservar y recordar su historia, se encuentra un pequeño museo con objetos recuperados en excavaciones arqueológicas, cedidos por familiares de combatientes o comprados: proyectiles y granadas de mano que no estallaron, cascos italianos, un cañón de tiro rápido, ponchos de enmascaramiento, una camisa azul de la Falange, bayonetas y hasta un revólver oxidados, latas de leche condensada, cubiertos y platos... Un lugar que merece mucho la pena visitar y que recoge los testimonios materiales de una guerra que casi un siglo después seguimos descubriendo.
https://www.elespanol.com/historia/2023 ... 747_0.html

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NotaPublicado: 19 Oct 2023 08:55 
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Sebastián Taberna cumplía 29 años el 19 de julio de 1936. La resaca de los Sanfermines todavía provocaba latigazos en las cabezas, pero los jóvenes inscritos en el Requeté de Pamplona acudieron puntuales a la concentración en la Plaza del Castillo convocada a las seis de la mañana. Había una sublevación en marcha contra la Segunda República. El panadero y aficionado a la fotografía, alistado en la organización juvenil tradicionalista solo unas semanas antes por motivaciones religiosas —había sido un chaval sin filiación ni militancia política—, se presentó a la cita con sus cuatro hermanos, su Leica y un único rollo de película.

El carrete solo le permitió un reportaje de 14 fotografías, pero inmortalizó los compases iniciales del golpe de Estado en la ciudad, desde la primera concentración de voluntarios hasta el asalto de la sede de Izquierda Republicana por elementos de la Falange. Así empezó la historia de uno de los mejores fotógrafos de la Guerra Civil española. Sus capturas, de un humanismo estremecedor, no tienen nada que envidiar a las de los extranjeros Robert Capa, Gerda Taro o David Seymour, ni al trabajo de los españoles Agustí Centelles, Alfonso Sánchez Portela o Pepe Campúa. La única diferencia es que Sebastián Taberna estaba inédito. Más de 3.600 imágenes referidas al periodo bélico que nunca habían visto la luz.

El tesoro documental —el Archivo Taberna Belzunce asciende a más de 5.500 imágenes en rollos de película conservados en perfectas condiciones— lo ha digitalizado en los últimos años una de las hijas del requeté, María Eugenia, y ahora lo da a conocer el investigador Pablo Larraz Andía en una extraordinaria exposición en el Museo Cerralbo de Madrid titulada Sebastián Taberna: el rostro de la guerra y que se puede ver hasta el 28 de enero. El comisario ya había dado a conocer algunas fotos del pamplonés en La cámara en el macuto (Esfera de los Libros), un volumen de casi un millar de instantáneas sobre la vida diaria y la cotidianidad del conflicto en el bando sublevado.



Pero tras mucho empeño, ahora revela un nuevo fondo fotográfico espectacular sobre la Guerra Civil. "Es un gran hallazgo por calidad y cantidad, pero sobre todo por el punto de vista. No es fotografía propagandística, sino humana. Capta lo que vive como combatiente, lo que ve como reportero y lo que siente como protagonista", destaca Larraz. "Son fotografías que muestran la realidad descarnada de la guerra: aquí no hay gloria, hay miseria". No le hizo falta mostrar destrucción o barbarie, las caras de los niños tienen más fuerza que los daños de un obús.

Ese mismo 19 de julio, ya uniformado, como lo retrató la cámara del reportero local José Galle entre los grupos de requetés que partían hacia Madrid, Sebastián Taberna se subió a un camión, pensando quizá como sus compañeros que se trataba de una campaña relámpago. "Volveremos para la siega", decían los labradores reconvertidos en soldados. Nada más lejos de la realidad. El pamplonés, sin embargo, no se llevó su Leica —había descubierto este extraordinario aparato durante un viaje a una feria de maquinaria en Alemania en 1933—, sino que se la hicieron llegar unos días después.

Integrado en una columna del Tercio del Rey, fue nombrado chófer de enlace e intendencia gracias a su larga experiencia en la conducción por su anterior trabajo como panadero. Y a partir de ahí empezó a registrar la precaria vida de los voluntarios, la escasez de medios, escenas costumbristas o la vida en las trincheras y los campamentos de las tierras de Navarra, Soria, Segovia, Burgos, Guadalajara y Madrid: sus fotos muestran soldados desplumando gallinas para el rancho, misas de campaña, baños de supervivencia en un arroyo, un montón de pies calentándose en una pequeña hoguera, el temor que provoca el vuelo de un avión republicano sobre las posiciones rebeldes... La guerra vista de otra forma menos cruda y sangrienta, pero igual de conmovedora.

"Solo hizo fotografía simulada los primeros días, luego la realidad superó a la ficción", confiesa el comisario. Aunque el propósito de Taberna fuese altruista, reportaje de campaña documental e intimista, sus trabajos no pasaron desapercibidos entre los mandos. Fue obligado a recoger las visitas de algunos oficiales a los frentes, maniobras a campo abierto, desfiles de algún batallón, material capturado al enemigo o heridas supuestamente producidas por "balas explosivas", es decir, munición prohibida.
Imagen de una de las salas de la exposición.



Pero esos temas son anecdóticos en su producción. A él lo que le interesaba era la experiencia de los militares y los civiles, no la propaganda. "Dentro del drama, su hilo conductor es el rostro humano, el del combatiente, el de los civiles, el de los prisioneros...", defiende Larraz. "No sé si será mejor o peor que Robert Capa, pero Sebastián era combatiente y fotógrafo, su psicología era diferente. Estaba en las trincheras y entre las ratas con sus compañeros, y prefiere sacar fotos de los soldados lavándose o limpiando su fusil que de los destrozos provocados por el enemigo".

Además de la calidad de su trabajo —hay imágenes de gran valor histórico sobre la destrucción de la catedral de Sigüenza, donde se habían refugiado los republicanos—, el fotógrafo pamplonés destacó por su meticulosidad. Anotó en una "libreta negra" la relación numerada de sus rollos, indicando fechas, lugares y nombres de los protagonistas. Y montó un taller improvisado, un "laboratorio ambulante", con todo su equipo —balanza de precisión, filtros, termómetro, papel fotográfico, lámpara, cubetas y ampliadora—. Lo guardaba en dos grandes cajas de madera que siempre viajaban con él dentro de su camión Ford.

Así lograba positivar en el mismo frente, y entregar las imágenes, los retratos, un género que cultivó con un resultado extraordinario, a sus compañeros e incluso a la población civil que les acogía. "Esto es algo inaudito, la foto se convierte en una credencial de vida, en un bien excepcional en los frentes", apunta el investigador.

Taberna dedicó varios carretes al estrepitoso fracaso del Corpo di Truppe Volontarie (CTV) enviado por Mussolini en la batalla de Guadalajara, pero también a cómo los requetés navarros destacados en el pueblo de Casas de San Galindo celebraron la festividad de San Fermín de 1937. Ese invierno fue enviado a la frontera hispano francesa para obtener imágenes de la orografía pirenaica ya que la cartografía militar de la zona había quedado en poder del bando republicano. Ese fue el final de la guerra para el pamplonés, alejado de los peligros del frente y de sus compañeros del Tercio del Rey.

¿Por qué han tenido que pasar más de ocho décadas para que este material tan singular, tan vívido e impactante, haya salido a la luz? "Al terminar la guerra, Sebastián no quiso saber nada más, pasó página", resume Pablo Larraz. Eran unos recuerdos traumáticos. "No os podéis siquiera imaginar lo que fue aquello", repetía a sus hijos. Lo paradójico es que decidió conservar todos los negativos, meticulosamente ordenados en cinco cajas de madera, en el desván de la casa familiar. "No destruyó las imágenes porque pensaba que tenían un gran valor, que debían ser publicadas cuando no fuesen usadas con fines propagandísticos", añade el comisario. Ahora al fin este extraordinario tesoro escapa de su olvido.
Objetos expuestos

Aunque el grueso de la exposición del Museo Cerralbo —dependiente del Ministerio de Cultura— son las fotografías de Sebastián Taberna, la muestra se completa con una serie de objetos que acercan todavía más a la experiencia del combatiente. A destacar, la bandera del Requeté de Pamplona que acompañó al Tercio del Rey durante toda la campaña y que conserva dos agujeros de bala, un altar de campaña y otros objetos litúrgicos, la pulsera con placa identificativa o una medalla al Mérito Militar entregada al fotógrafo, así como dos cajas de tabaco compartimentadas en las que guardó los rollos de película.
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El conde Galeazzo Ciano, ministro italiano de Asuntos Exteriores y yerno de Mussolini, desembarcó en el puerto de Santander el 13 de julio de 1939. Acompañado por una nutrida caravana de automóviles, se dirigió por la carretera nacional hacia el término municipal del Valle de Valdebezana (Burgos). Allí, en medio de un paisaje semialpino, se había erigido, con la aprobación de Franco, un exótico cementerio para inhumar los restos de más de 300 soldados fascistas del Corpo Truppe Volontarie (CTV) caídos en la sangrienta batalla del Escudo, un choque decisivo en julio de 1937 que condujo semanas después a la conquista de Santander por los sublevados.

La Pirámide de los Italianos, también conocida como el mausoleo de El Escudo, fue diseñada por un arquitecto, escultor y grabador de origen dálmata llamado Attilio Radic y realizada por un bizarro capellán militar, el fraile Pietro Bergamini di Varza. Concebida como un mausoleo que se reconvertiría en santuario —los cuerpos de los combatientes, enterrados en tumbas excavadas alrededor del edificio escalonado de 20 metros de altura, se exhumaron en los años 70 y se enviaron a la iglesia de San Antonio de Padua, en Zaragoza, o se repatriaron—, su diseño incluyó elementos del futurismo, el fascismo y el racionalismo arquitectónico. Llama la tención su entrada en forma de gran "M", una clara alusión a Mussolini, como otros monumentos italianos de la época.

El mausoleo fascista está hoy en día olvidado y descuidado en medio de la nada, pero su memoria se ha revuelto ante una decisión a priori polémica adoptada por el Gobierno de Castilla y León de PP y Vox: declarar el conjunto Bien de Interés Cultural (BIC) al tratarse de "un monumento único".


"Es un sitio muy especial y de marcado corte fascista porque no sigue la norma de los monumentos a los caídos de la España franquista", señala Miguel Ángel del Arco, profesor titular en la Universidad de Granada. En su obra Cruces de memoria y olvido (Crítica), el historiador analizó los homenajes en piedra que hizo el régimen franquista a sus muertos en la Guerra Civil. Fueron generalmente conjuntos conmemorativos situados en el espacio público —en mitad de las plazas, en la entrada de los pueblos y las ciudades, en medio de grandes avenidas— para ser vistos y que no albergan cuerpos, sino que tenían una forma en la cual la cruz es la absoluta protagonista.


Pero la Pirámide de los Italianos, que refleja además la mirada a la época clásica en la que el fascismo se inspiraba, no casa con esta política memorialística. Del Arco recuerda que en la posguerra fue un sitio recóndito que presenció concentraciones y encuentros de viejos fascistas y de otros que se escondieron en España después de la II Guerra Mundial. Según su opinión, no se debería declarar BIC porque "es un monumento de inspiración y de estética fascista que está muy vinculada a la Guerra Civil y por supuesto a la dictadura franquista".


"Creo que la polémica no es tal", opina por su parte Gutmaro Gómez Bravo, doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid e investigador especializado en la historia social de la violencia en la España contemporánea. "Es un Bien de Interés Cultural y está bien que sea así, siempre y cuando se explique adecuadamente: por qué se hizo, cuándo, quién y lo que representa. Que no sea una cosa que acabe exaltando al fascismo italiano".

Una iniciativa similar reclama Antonio Cazorla, catedrático de Historia Contemporánea de Europa en la Universidad de Trent en Ontario (Canadá) y autor de varios libros de historia social del franquismo como Miedo y progreso (Alianza): "Declararlo BIC y dejarlo así no tiene ningún sentido. Declararlo BIC y musealizarlo, explicando lo que fue, sería otro tema. ¿Lo van a hacer los de Castilla y León? Tengo mis serias dudas. Yo no tengo ningún problema con que se proteja el monumento, que ha sido muy maltratado, pero que se haga algo con él". "Yo tampoco soy partidario de destruirlo completamente ni nada por el estilo", añade Miguel Ángel del Arco. "Una buena idea sería dejarlo tal como está con una buena señalización y una buena musealización".


Nicolás Sesma, que acaba de publicar Ni una, ni grande, ni libre (Crítica), una novedosa radiografía de la dictadura franquista, asegura que habría que resignificar y contextualizar el monumento. "Para empezar, dejar de llamarlo Pirámide de los Italianos. Es la pirámide de los excombatientes del CTV, voluntarios pero también reclutados forzosos, un cuerpo enviado por la dictadura fascista de Mussolini, lo que supone una agresión internacional a la soberanía española, sin respetar además el acuerdo de no-intervención del que formaba parte el Reino de Italia", manifiesta el profesor titular de Historia de España en la Universidad Grenoble Alpes, recordando que también había italianos luchando con el bando republicano, en las Milicias, las Brigadas Internacionales y otros cuerpos.

Una resignificación no es posible, según Xosé Manoel Núñez Seixas, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Santiago de Compostela y experto en la historia cultural de la guerra y la memoria de las dictaduras. "Ahora es un monumento aislado y sin contextualizar, sin que dentro haya restos mortales. El debate en estos casos es derribarlo, dejarlo caer sin intervenir o conservarlo y explicarlo", enuncia. "Yo sería partidario de conservarlo y explicarlo, con un régimen de visitas, incluso con un centro de interpretación de la Guerra Civil a su lado explicando la campaña del norte, la participación de las tropas italianas, la historia del propio monumento y también que fue construido con prisioneros de guerra".
Política consensuada

El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo (Vox), ha justificado este viernes la decisión asegurando que el monumento a la memoria de los soldados italianos que lucharon con Franco es "una belleza singular" y que estaba "amenazada por el sectarismo" de la Ley de Memoria Democrática. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha anunciado que denunciará al Gobierno autonómico por "enaltecimiento del fascismo" y "humillación a las víctimas de la dictadura franquista".

Para Nicolás Sesma el caso presenta dos incoherencias claras: una territorial —hay otros espacios de la comunidad que necesitan protección más urgente pero que no logran ser declarados BIC, como el Cerro de los Moros, el paisaje de Soria que inspiró poesías de Antonio Machado o Bécquer y donde está proyectado un plan urbanístico de 1.300 viviendas— y otra de memoria democrática.
Prisioneros italianos capturados durante la batalla de Trijueque (Guadalajara).



"Hemos visto cómo se derribaba con la piqueta la cúpula de la cárcel de Carabanchel, donde estuvieron recluidos Marcelino Camacho y tantos otros miembros de la oposición a la dictadura. No se declaró BIC y se dijo que no tenía valor patrimonial. Y ahora en cambio se tramita rápidamente el expediente para declarar BIC la Pirámide de los Italianos con justificación de su valor patrimonial. Muy dudoso", valora el historiador.

El temor de Núñez Seixas, autor de Guadiras del lobo (Crítica), un ensayo en el que se pregunta sobre qué hacer con el legado de un dictador tras su muerte o caída, es en quién recaería la responsabilidad a la hora de establecer el régimen de visitas: "Si quien decide sobre eso es una consejería en manos de Vox, el tufo profranquista y apologético de la explicación, de los paneles explicativos, etcétera, podría ser alto. Si lo ponen en manos de profesionales acreditados, estaría bien. Pero temo que eso no lo van a hacer".

Gutmaro Gómez Bravo, autor de Geografía Humana de la represión franquista (Cátedra) ofrece una solución salomónica, pero lógica y necesaria: "Lo que se debería hacer es declarar BIC todo el patrimonio de la Guerra Civil, no solamente este monumento: las cárceles, los documentos, los archivos que hay en Castilla y León y en todo el Estado. Se nota una falta de política pública consensuada en todo esto, y eso es lo preocupante. Lo que hay que hacer es que eso esté explicado y sirva para educar a la gente más joven".
https://www.elespanol.com/historia/2024 ... 689_0.html

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