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NotaPublicado: 18 Jul 2007 00:26 
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Registrado: 18 May 2007 10:24
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El comienzo:

En el año 1281, el entonces emperador de la China Kublai Khan, organizó una poderosa operación militar, con el propósito de invadir y dominar las islas del Japón. Los barcos que la conducían partieron de la costa sur de Corea, con la intención de arribar al punto de la costa japonesa más cercano. La suerte y el tiempo les serían adversos y, en el estrecho de Tsuschima, que se extiende a los largo de casi trescientos kilómetros, una violenta tempestad dispersó a la poderosa flota, destruyendo una gran parte de los barcos e impidiendo así, que se concretara la invasión.

El pueblo japonés, salvado milagrosamente, consideró aquel viento como el signo de un especial favor de los dioses y como consecuencia lo llamaron Kamikaze, es decir "viento divino".

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Hacia Octure de 1944, despues de una impresionante serie de victorias americanas en tierra y en el mar y ya cerca de las Filipinas, los americanos se encontraban a un solo paso del territorio metropolitano de Japón. Quizás en esos momentos, el espiritu de la mayoría de los japoneses había cobrado cuerpo el convencimiento de que sólamente una intervención divina podía salvar su patria de la derrota.

La mayor deficiencia bélica de los nipones, hacia esa época, consistía en la reconocida debilidad de las fuerzas aereas de la marina, que ya habían perdido a un elevado número de aviones y pilotos. Todos los aparatos de los que disponía la aviación naval, como consecuencia, fueron reorganizados en dos flotas aéreas, con bases en las Filipinas y en Formosa al mando de los vicealmirantes Ohnishi y Fukudome.

Onhishi decidió recurrir a nuevas armas y nuevas técnicas de combate, poco ortodoxas pero efectivas. Fue así como pocos días antes del desembarco americano en Leyte, Onhishi convocó a una reunión de mandos y les dijo:

"Como ustedes saben, la situación es grave. Tras las lelgada de la flota americana al golfo de Leyte, el destino del Imperio depende sólo del resultado de la operación Sho, encaminada a rechazar el ataque enemigo en las filipinas. Nuestra I Flota ha cumplido la misión de proteger el avance de la flota del almirante Kurita hacia la zona de desembarco del enenmigo, al mismo tiempo que atacaba a los portaviones americanos. Nosotros debemos tratar de golpear a dichos portaviones y dañarlos de manera de ponerlos fuera de combate".

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Tras una breve pausa; Onhshi continuó: "según mi opinión, existe una sola forma de obtener que nuestras escasas fuerzas aéreas sean eficaces frente al enemigo. Se trata de organizar ataques suicidas con aparatos caza tipo Zero, cada uno de los cuales será cargado con una bomba de 250 kilogramos; después ya en vuelo, deberá elegir una nave enemiga como blanco y precipitarse sobre ella, dañándola y, al mismo tiempo, destruyéndose avión y piloto. ¿Qué piensas ustedes?"

Los jefes consultados por Onshishi permanecieron silenciosos durante algunos segundos. La proposición del vicealmirante era sorprendente. Y aunque ya en oportunidades aisladas, el suicidarse había sido practicado por algunos pilotos, arrojándose contra enemigos; jamás se había previsto la posibilidad de hacer de dichos actos una táctica regular.
Tras breves minutos de discusión se llegó a la conclusión que destruir una nave enemiga mediante un avión cargado con una bomba y pilotado por un hombre era mucho más preciso que lanzar bombas a las distancia, además el piloto tenía la posibilidad de elegir el punto de la nave en que se produciría el impacto.

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Las respuesta no se hizo esperar: el comandante Tanai, de la base de Mabalacat, respondió a Onhishi que aprovaba la idea pero que debía saber antes la opinión de los pilotos. Tras salir a hablar con varios pilotos, unos veintitrés en total, y muy jóvenes aceptaron vívamente emocionados la posibilidad que se les ofrecía de morir por su patria y su emperador, así como de vengar la muerte de tantos de sus compañeros.

Así nacieron los Kamikazes, no tanto por iniciativa del alto mando japonés, sino por decisión de un solo hombre: el vicealmirante Onhishi.

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Comparto esta información escrita a mano de una colección de la 2ª Guerra Mundial que ha llegado a mis manos de los años 60, las imágenes las he encontrado por internet, también tengo quiero escanear fotos directas de la colección. Tengo intención de ir ampliando la información durante los próximos días en caso de que el hilo no sea indebido.

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Última edición por vulk4n el 18 Jul 2007 19:07, editado 1 vez en total

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NotaPublicado: 18 Jul 2007 19:01 
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Registrado: 18 May 2007 10:24
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Morir por la patria

La participación de los pilotos japoneses en las misiones kamikazes fue siempre voluntaria. Sin embargo los pilotos que deseaban tomar parte eran tan nombrosos que los mandos se veian obligados a sortearlos con el objetivo de que algunos de ellos pilotasen los cazas que debían dar protección a los kamikazes y, después, regresar a las bases.

Cada grupo de ataque kamikaze estaba integrado por cinco aviones de los cuales, tres eran suicidas y dos destinados a dar protección a los primeros.

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El objetivo principal de los kamikazes eran los portaviones, pero los pilotos consideraban como objetivos de importancia a los acorazados y grandes cruceros. Aunque no existiendo unidades similares al alcances de sus aparatos, los kamikazes no despreciaban a los transportes militares y naves menores.

La misión de los cazas de escolta, además de dar protección durante el vuelo a los kamikazes, también comprendió la observación directa del ataque y sus consecuencias, con el objetivo de referir en la base las alternativas y los posibles errores o sugestiones destinados a perfeccionar el sistema.

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La selección de pilotos destinados a los cazas tropezaba con dificultades. En efecto todos los hombres deseaban integrar los cuadros de pilotos suicidas y observaban con disgusto la misión de los pilotos de caza destinados a la protección.
El morir por la patria y el venerado emperador, convertiría a los aviadores desaparecidos y según sus creencias en semidioses...Y eso era lo que impulsaba a despreciar totalmente la vida y entregarla a cambio de unas toneladas de hierro retorcido.

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