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Breve cronica de lo que paso en Madrid tal dia como hoy de hace 210 años.Veniamos tres años antes de perder en Trafalgar junto a los franceses contra la escuadra inglesa de Nelson.

https://www.muyhistoria.es/contemporane ... -al-pueblo

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"Una nacion no se pierde porque unos la ataquen,sino porque quienes la aman no la defienden".
Blas de Lezo y Olavarrieta.
Almirante Español que humillo a los Ingleses en la defensa de Cartagena de Indias (1.741).



Armero,siempre te recordaremos!!!.[/b]


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NotaPublicado: 11 Dic 2023 16:37 
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Cinco errores garrafales que provocaron la debacle de Napoleón en España: «Esta maldita guerra me ha perdido»
En su nuevo ensayo, el doctor en Historia Agustín R. Rodríguez González ahonda en los fallos del Sire a la hora de plantear su campaña peninsular
Aciertos y errores históricos de 'Napoleón': «No te cuenta que España fue la tumba del ejército de Bonaparte»


Si algo bueno tenía Napoleón Bonaparte era su capacidad para agachar la 'tête' y reconocer los errores. Durante su último exilio, en el que tuvo tiempo de sobra para darle vueltas a los fallos que había cosechado durante su extensa vida como militar, el Sire admitió que en la península había arrancado, allá por 1808, su pesadilla más atroz. Y así lo escribió en sus memorias: «Esa maldita guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses... Esta maldita guerra me ha perdido».

Los datos le avalan. En 'Napoleón y la locura española', el historiador François Malye sostiene que Bonaparte perdió en los campos de batalla hispanos nada menos que 110.000 hombres. La tercera campaña más sangrienta para su ejército tras la alemana de 1813 –con 254.000– y la rusa –243.000–. Aunque, como siempre, las cifras varían atendiendo al historiador al que se acuda. La triste realidad para el corso es que la 'Grande Armée' se desangró poco a poco durante los doce años que duró el conflicto peninsular. Y los soldados franceses lo sabían, lo sufrían y se quejaron por ello en una serie de pintadas con tiza que todavía perviven en las casas del territorio: «España, fortuna de los generales, tumba de los soldados».

A los altos mandos del ejército francés les sucedía otro tanto. El general Maximilien Sébastien Foy, por ejemplo, equiparó la campaña rusa a la peninsular y dejó escrito que, si Napoleón «hubiese escapado a su ruina» en Waterloo, «lo hubiese encontrado en cualquier otra parte distinta a Bailén o Moscú». Y todo, por culpa de un nuevo sistema de combate, la guerrilla, que convirtió cualquier villa, poblado o bosque en una pesadilla para la 'Grande Armée'. Por desgracia, Bonaparte respondió con toda su ira contra el pueblo, como bien explica Malye: «Pueblo saqueados, quemados, mujeres violadas y poblaciones pasadas por las armas... Cualquier medio era bueno para vengarse del horrible espectáculo que brindaban sus camaradas apresados y torturados».

Y lo peor es que todo ello ha sido pasado por alto por el director Ridley Scott, quien no ha dedicado ni un fotograma –revisen la película, no les engaño– a la llamada 'locura española' de Napoleón. Cosas de un 'biopic' que prefiere centrarse en la relación entre el Sire y Josefina o en las victorias más destacadas del corso. Ya lo explicó a ABC el historiador Ernest Bendriss, autor de 'Eso no estaba en mi libro de historia de Napoleón' (Almuzara): «Es un error que no te cuenten que España fue la tumba del ejército francés». De hecho, en declaraciones a este diario, el autor es partidario también de que fue en la península donde el Sire perdió a los hombres más aguerridos de la Guardia Imperial –se vio obligado a reclutar hombres más bisoños para la campaña de Moscú– y le costó más desvelos.





¿Cuáles fueron los errores de Napoleón en España?, ¿por qué diantres nuestro país se convirtió en la tumba de su ejército? A estas preguntas –amén de otros tantos temas– ha intentado responder el doctor en Historia por la Universidad Complutense Agustín Ramón Rodríguez González en su nuevo ensayo, 'El fin de la armada ilustrada' (Ediciones Tercios Viejos). A lo largo del texto, el experto mantiene que la idea original del corso era «asegurar los principales accesos ultra pirenaicos en País Vasco y Cataluña» y mantener una fuerza de ocupación en Madrid y Barcelona. «Todo lo más, eran de temer algunos disturbios, que serían tajante y duramente aplastados por las tropas imperiales de ocupación», añade. Para él, la conquista no iba a durar más de unos meses.

Pero sus planes no tardaron en fracasar. El primer error de Napoleón, en palabras de Rodríguez, fue entender que su ejército aplastaría todos los conatos de resistencia en un suspiro: «Aunque los ejércitos españoles fueron derrotados en los primeros encuentros formales, como era previsible, los planes napoleónicos encontraron un serio obstáculo con la épica resistencia de ciudades como Zaragoza y Gerona y, en general, con el levantamiento en masa de la población española y con el decisivo fracaso de la invasión de Andalucía». El colmo fue la derrota de Dupont en Bailén. Esta extensa lista alentó la resistencia y permitió el desembarco británico en Portugal. Poco pudieron hacer los galos, que vieron además cómo sus comunicaciones acababan cortadas, para mantener el terreno.

Huelga decir que, para Rodríguez, Napoleón cometió el error de no contar con que los británicos tenía el poder naval. «El desembarco inglés fue hecho posible por su absoluto dominio del mar, junto con el regreso a España del ejército español en Dinamarca», desvela el experto.
Borracho de poder

Con todo, Rodríguez es partidario de que estos primeros errores de bulto se sumaron a otros tantos políticos y militares: «El primero y más evidente fue el de atacar a un aliado fiel, como el reino de España, sin motivo ni necesidad algunos, convirtiéndolo en un enemigo que, al final, resultó fatal para sus ambiciones». Tampoco calculó que se enfrentaba a un pueblo con una fuerte personalidad histórica que, aunque pasaba por un bache provocado por la mala situación de su monarquía, no iba a quedarse quieto ante «la imposición de un nuevo rey, José Bonaparte, y un completo cambio de legislación y administración». Su obsesión por arrebatar el norte peninsular e integrarlo en Francia fue ya el colmo.

Y la lista continúa. A nivel militar, el doctor en Historia sostiene que, borracho de poder tras haber vencido en las batallas de Austerlitz y Gena, no analizó bien el territorio al que enviaba a sus hombres: «Una simple mirada a un mapa hubiera debido bastarle para comprender que la Península Ibérica forma un gran espacio, interrumpido por grandes cadenas montañosas que hacían las comunicaciones interiores largas y dificultosas y convertían las operaciones de grandes ejércitos en mucho más complicadas que en la gran llanura europea». Y no ya solo por los movimientos de tropas, sino por la dificultad para aprovisionar a los ejércitos.

Los cinco errores de Napoleón en España

1-Entender que España caería en pocos meses y pensar que sus gentes no plantearían una defensa a ultranza en determinadas ciudades.

2-Obviar que se enfrentaba a un pueblo con una fuerte personalidad histórica y creer que aceptarían a su hermano como monarca.

3-Pensar que sus hombres podrían vivir de la rapiña y no calcular las dificultades que tendría aprovisionarse en un terreno montañoso.

4-Robar, quemar y destruir poblados españoles, lo que alentó a la guerrilla.

5-Descuidar por completo la importancia del mar. Más, cuando los británicos disponían de la flota más potente de Europa.

Es probable que pensara que sus hombres podrían valerse de la práctica de 'vivir sobre el terreno', un eufemismo que hacía referencia a la rapiña perpetrada en poblados y ciudades, pero eso fue otro error. «Aquella forma de aprovisionarse en cada pueblo por el que pasaba un destacamento suponía un auténtico saqueo de un territorio a menudo pobre y en el límite de la subsistencia», explica Rodríguez. Al final, aquello forjó el mejor caldo de cultivo para la aparición de la guerrilla. Y no era para menos, según el experto: «Los franceses saqueaban cualquier riqueza, incluso en casas particulares; usaban iglesias como cuarteles y cuadras... Eso nos permite entender mejor la masiva resistencia popular a una invasión y un régimen impuesto por la fuerza». Nada que ver con las pretendidas reformas que prometía el corso.
Un error llamado mar

Aunque lo que más le duele a Rodríguez, como buen interesado y experto en el mundo naval, es que Napoleón obviara la importancia de los mares al atacar una península. «Tendría que haber pensado en la dificultad de las vías terrestres para las comunicaciones y el transporte logístico, así como el hecho evidente de que se enfrentaba a un territorio con un muy extenso y variado frente costero». De hecho, tampoco tuvo en cuenta que, para sitiar plazas fuertes especialmente molestas, necesitaba pertrechos como trenes de artillería y municiones; elementos clave que, para arribar de forma rápida a la península, debían ser transportados en buques.

Otro error en este sentido fue obviar que, al avanzar por tierra sin apoyo naval, iba a dejar el flanco costero expuesto a las armadas británica y española para atacar a sus hombres por mar. «Eso le exigió, ante la casi inexistencia de fuerzas navales napoleónicas, el tener que vigilar la costa con fuertes guarniciones y fortificaciones, en detrimento de su misión principal», sostiene el experto. Por último, el corso tampoco tuvo en cuenta que las cadenas montañosas ubicadas cerca del litoral eran el territorio idóneo para que se asentaran las guerrillas, tan molestas para el ejército galo. «Desde Cataluña al Mar de Alborán, y en el Cantábrico, los montes era el refugio ideal para los españoles, por lo que la conjunción de esas flotillas anfibias y de las partidas del interior montañoso podía tener efectos muy graves sobre las guarniciones napoleónicas», completa Rodríguez.

Al final, el mar fue decisivo para asestar el golpe definitivo al pequeño corso. El amplio dominio de las aguas por parte de las escuadras anglo-españolas convirtió en inexpugnables los dos mayores centros de resistencia peninsulares: Cádiz y Lisboa. Desde estos puertos, españoles y británicos tuvieron la capacidad de recibir pertrechos y refuerzos. Y, por si fuera poco, también pudieron planear contraataques contra los flancos y la retaguardia de la 'Grande Armée'. «Todo ello constituyó la base inicial de una contraofensiva que llevó a la victoria», finaliza Rodríguez. Y no le falta razón, de nada le sirvió a Bonaparte acudir en persona al frente y sostener el frente. Para entonces, Europa había entendido, gracias a nuestros antepasados, que los galos no eran invencibles.
https://www.abc.es/historia/cinco-error ... 55-nt.html

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Los dragones de Alcalá: la desconocida historia de los soldados españoles en la Guerra de Independencia
Durante la guerra de la Independencia, los dragones de Alcalá participaron en numerosas batallas y escaramuzas en defensa de la soberanía española.




Los Dragones de Alcalá fue el nombre que se le dio a una compañía de caballería ligera que formaba parte del Regimiento de Farnesio durante la Guerra de la Independencia Española (1808-1814). Este regimiento fue famoso por su valentía y ferocidad en el campo de batalla.

Durante la Guerra de la Independencia, el Regimiento de Farnesio, 6º de Caballería de Línea, se vio involucrado en varios enfrentamientos clave contra las fuerzas francesas. Este Regimiento estaba desplegado en Jerez de la Frontera (Cádiz), con una parte en Portugal, cuando estalló la guerra en 1808.

Dos escuadrones se enfrentaron a los franceses en la batalla del puente de Alcolea en Córdoba, el 7 de junio. Participaron también en las batallas de Arjona y Mengíbar, antes de destacarse en la victoria de Bailén el 19 de julio. Posteriormente, el regimiento combatió en la batalla de Tudela el 23 de noviembre.Tropas Napoleón
Los dragones de Alcalá

Durante la guerra, España se enfrentó valientemente a la invasión napoleónica para reconquistar su soberanía. Los Dragones de Alcalá participaron en numerosas batallas contra las fuerzas francesas.

El nombre “Dragones de Alcalá” probablemente se deba al hecho de que la compañía de caballería ligera del Regimiento de Farnesio, a la que pertenecían, estaba compuesta principalmente por reclutas y voluntarios de Alcalá de Henares, una ciudad cercana a Madrid.

En la terminología militar de la época, la palabra “Dragones” hacía referencia a soldados de caballería ligera armados con sables y pistolas, que se movían rápidamente y realizaban ataques sorpresa. El nombre “Alcalá” se agregó para indicar el origen geográfico de los soldados. Esto era común en la época para distinguir entre diferentes unidades o regimientos.

Este tipo de nombres también servían para fomentar un sentido de identidad y camaradería entre los soldados. Se asociaba con su lugar de origen y así se destacaba su papel en la defensa de su tierra contra las fuerzas invasoras.
La ocupación francesa

La ocupación francesa trajo consigo un régimen de terror y una situación de escasez que afectó gravemente a los habitantes de Alcalá. Los franceses causaron daños significativos en el patrimonio civil y religioso de la ciudad, saqueando conventos, destruyendo retablos y vendiendo propiedades.

Durante la Guerra de la Independencia, la lealtad de los militares a la Corona llevó a aceptar el nuevo gobierno impuesto por José Bonaparte tras la abdicación de Carlos IV y Fernando VII. Sin embargo, la resistencia popular se manifestó en Alcalá de Henares de manera notable.

La ocupación francesa dejó un profundo impacto en Alcalá de Henares, tanto en términos de pérdida material como en la memoria histórica de sus habitantes.Estatua Napoleón
Figuras destacadas

Es difícil identificar a los militares más destacados de “Los Dragones de Alcalá” de manera específica. Esto se debe a que la documentación histórica detallada sobre esta compañía en particular es bastante limitada.

Sin embargo, durante la Guerra de la Independencia Española, hubo varios líderes militares españoles destacados que podrían haber tenido algún tipo de conexión con esta unidad. Algunos de ellos incluyen a:

El general Francisco Espoz y Mina, conocido por su habilidad en la guerra de guerrillas contra las tropas francesas.
El general Luis Lacy, que desempeñó un papel importante en la organización de las fuerzas españolas durante la guerra.
El general Francisco Castaños, que lideró las fuerzas españolas en la famosa Batalla de Bailén, la primera gran derrota de las tropas napoleónicas en la Guerra de la Independencia.

No hay una acción específica de los Dragones de Alcalá que destaque en los registros históricos de manera prominente. Sin embargo, es probable que hayan participado en varias acciones militares importantes como parte del Regimiento de Farnesio.

El Regimiento de Farnesio participó en numerosas batallas y escaramuzas contra las fuerzas francesas. Algunas de las acciones más relevantes incluyen la Batalla de Bailén (1808), la Batalla de Albuera (1811) y la defensa de Cádiz (1810-1812).
Curiosidades de la guerra de la Independencia en España

La guerra de la Independencia en España, que tuvo lugar entre 1808 y 1814, fue un conflicto de gran importancia histórica que enfrentó a las fuerzas españolas contra las tropas francesas de Napoleón Bonaparte. A continuación, te presentamos algunas curiosidades sobre este periodo:

La guerra de la Independencia fue un conflicto de guerrillas, en el que las fuerzas españolas utilizaron tácticas de guerrilla para atacar a los invasores franceses. Este tipo de guerra irregular fue una de las primeras veces que se utilizó en la historia militar de manera tan extensa.
Durante la guerra, surgieron figuras destacadas como el guerrillero Juan Martín Díez, más conocido como «El Empecinado», que lideró numerosas acciones contra los franceses en la región de Castilla.
Uno de los episodios más famosos de la guerra de la Independencia fue el levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid, en el que el pueblo madrileño se enfrentó a las tropas francesas en una revuelta que acabó en un baño de sangre.
La guerra de la Independencia también tuvo repercusiones en América, ya que en 1810 se produjo el inicio de los procesos de independencia en varios países de Latinoamérica, influenciados por los ideales de libertad y autonomía que surgieron en España durante la guerra.
La guerra de la Independencia dejó un saldo de miles de muertos y una profunda crisis económica en España, que tardó décadas en recuperarse. Sin embargo, también fue un periodo de gran agitación política y social que sentó las bases para la posterior configuración del Estado español moderno.
https://okdiario.com/historia/dragones- ... a-12842738

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NotaPublicado: 20 Nov 2024 11:57 
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La batalla con la que Napoleón rindió Madrid: descubren los cadáveres de 38 de sus soldados

En octubre de 1808, Napoleón Bonaparte controlaba toda Europa occidental salvo una notoria excepción: España. El día 13 escribió a su hermano José: "Esta guerra podría terminarse con una sola zambullida si se llevase a cabo una maniobra inteligente, pero para eso yo tendría que estar allí". Era la única manera de revertir los reveses franceses, sobre todo el de Bailén. El 5 de noviembre se encontraba ya en Vitoria, lamentando los problemas logísticos que sufría su ejército. "Estoy bastante bien y espero que todo esto haya terminado pronto", confesó a Josefina antes de partir a la conquista de Madrid.
Tras asumir el mando de las unidades galas situadas en los Pirineos, Napoleón lanzó con presteza una campaña en la que derrotó a los españoles en Espinosa de los Monteros, Gamonal y Tudela. A las 3 de la mañana del 30 de noviembre se encontraba en el puerto de Somosierra, que custodiaba la entrada a la capital. Calentándose al fuego y envuelto en un "soberbio abrigo de pieles" que le había regalado el zar Alejandro, se "veía a punto de embarcarse en un asunto importante, y no podía dormir".
La batalla de esa jornada se saldó con el triunfo de sus 11.000 hombres, que vencieron a las fuerzas españolas, cuyos 7.800 soldados retrocedieron y tuvieron que ceder el puerto y 16 cañones. Una de las escenas más memorables del choque la protagonizaron los lanceros polacos de la Guardia Imperial con una carga montaña arriba para despejar la carretera hacia Madrid. Pero antes de entrar en la ciudad y restablecer la autoridad francesa —"No invado España para poner a un miembro de mi familia en el trono, sino para revolucionarla", presumía el corso—, descansó un par de noches en Buitrago de Lozoya, a unos 80 kilómetros de su objetivo.

Allí, durante unos trabajos de restauración del castillo de los Mendoza, construido entre los siglos XIV y XV, los arqueólogos han documentado cinco fosas comunes con los esqueletos de 38 soldados de la Grande Armée de Napoleón. Los restos humanos, identificados entre los rellenos de la fortaleza, han aparecido acompañados de botones que estos militares llevarían en su uniforme y que indican que pertenecían a los regimientos de infantería de línea 63.º y 94.º del ejército galo, unidades que habían participado en los combates previos a Somosierra y sufrido considerables bajas.
Según ha explicado Juan José Cano Martín, el responsable de la excavación y fundador de la empresa Reno Arqueología, los cuerpos probablemente estén relacionados con la batalla de Somosierra o con alguna escaramuza posterior. Otra hipótesis, aunque de menor peso entre los investigadores, es que sean víctimas de la apresurada retirada francesa en 1813. Las tropas de Napoleón contaron con una guarnición en Buitrago durante todo este tiempo y donde instalaron un hospital militar: se ha conservado documentación que refleja cómo los pueblos del entorno tuvieron que abastecer a los militares y proporcionar mano de obra para labores de fortificación de la plaza.

Los cuerpos, según los análisis arqueológicos y antropológicos, fueron arrojados a las fosas comunes al mismo tiempo —se han encontrado en el mismo nivel de rellenos del castillo— y sin aparente cuidado, reflejo de una coyuntura de tensión bélica. Cano Martín ha explicado a ABC que se trata de soldados jóvenes, con edades comprendidas entre los 25 y 30 años, y con evidencias de muertes violentas: uno de ellos, por ejemplo, fue cercenado por un sablazo lanzado desde arriba.
La ciudad de Madrid se rindió finalmente a Napoleón a las 6 de la mañana del 4 de diciembre de 1808. El emperador permaneció en su cuartel general en un caserón de Chamartín, a las afueras de la ciudad, y solo entró de incógnito una vez para inspeccionar el Palacio Real desde donde iba a gobernar José I. Se sorprendió al ver, tras los sucesos del 2 de mayo, que los españoles habían dejado intacto no solo el edificio, sino también la bodega y el cuadro de Jacques-Louis David que le representaba cruzando los Alpes de manera triunfal.
Se quedó en Madrid hasta el 22 de diciembre, pero ávido de acción emprendió la persecución de una fuerza británica liderada por el general sir John Moore. Poco después del día de Año Nuevo de 1809, en plena ventisca por la sierra de Guadarrama, Napoleón fue alertado de una serie de preocupantes movimientos austriacos que aventuraban el estallido de un nuevo conflicto bélico. Regresó a Francia y le entregó el mando de sus ejércitos al mariscal Nicolas Soult. Nunca más volvería a poner sus pies en suelo peninsular.
https://www.elespanol.com/historia/2024 ... 001_0.html

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NotaPublicado: 08 Dic 2024 13:47 
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La guerrilla española: el pueblo contra Napoleón
Tras la invasión francesa de 1808, muchos españoles, vencidos en el campo de batalla, optaron por continuar la guerra con otros medios, organizando emboscadas, asaltos y sabotajes contra las tropas.


En su campaña de 1809 Napoleón arrasó a un ejército formado por soldados y guerrilla en el paso de Somosierra antes de tomar Madrid y poner a su hermano en el trono.

«Un ejército invisible se extendió sobre casi toda España como una red de la cual no se escapaba ningún soldado francés que se alejara un momento de su columna o guarnición». Un colaborador francés del rey José I recordaba así en sus memorias la que fue la mayor obsesión para los franceses durante su ocupación de España entre 1808 y 1814: un ejército fantasmagórico, que golpeaba rápido, fuerte y por sorpresa; que se enfrentaba insolente a la máquina de guerra más poderosa de su tiempo; que buscaba insidiosamente los puntos débiles de su enemigo, sus descuidos, sus momentos de reposo; que no se permitía ningún respiro hasta conseguir sus objetivos, ni tampoco se lo daba al contrario; que perseveraba, en fin, por hacer de cada palmo de su sagrada tierra la tumba del invasor y de toda España la pesadilla de Francia: el infierno español.



Ese ejército temible estaba formado por grupos más o menos importantes de combatientes que procedían del ejército regular, el clero y la población civil española, principalmente la rural. En 1808, todos ellos, al ver cómo su país caía en manos de Napoleón, y sabiéndose incapaces de derrotar al enemigo con métodos convencionales, apelaron a un tipo de guerra que no era nuevo, pero que alcanzó en ese momento su máximo desarrollo: la llamada guerra de guerrillas. La táctica de la guerrilla se puso en práctica desde los primeros momentos de la invasión francesa, en mayo de 1808.
La biblioteca del emperador

En esos inicios de la guerra, la guerrilla se nutrió principalmente de soldados que habían abandonado sus unidades, incapaces de enfrentarse directamente al gran ejército napoleónico y que, formando partidas, optaron por combatir al enemigo sin estar sujetos a la rígida disciplina del ejército. En esta fase se producirá, por dos veces, la espectacular victoria en el paso del Bruc de los somatenes catalanes –tradicional milicia armada–; la segunda de ellas, con la estimable participación de grupos de soldados españoles evadidos de Barcelona.

El éxito del sistema fue tan clamoroso que la Junta Central publicó un Reglamento de guerrillas (diciembre de 1808) que será seguido de una Instrucción para el Corso terrestre (abril de 1809). Aunque el esfuerzo normativo quedará en papel mojado, el mensaje es claro: «Todos los habitantes de las provincias ocupadas por las tropas francesas están autorizados a armarse hasta con armas prohibidas, para asaltar y despojar siempre a los soldados franceses […] en suma, para hacerles todo el mal y daño que sea posible».
LA pesadilla de los franceses

A finales de 1808, Napoleón entra en España con sus mejores tropas para recuperar el control del país que los franceses habían perdido tras su derrota en Bailén, el 19 de julio de1808. El ejército español trata de detener esta segunda invasión en un marco de guerra convencional, lo que se saldará con la fulgurante victoria francesa. El constante retroceso del ejército regular español culmina con la batalla de Ocaña (noviembre de 1809). Es a partir de entonces cuando la guerrilla se convierte en la principal forma de resistencia de las fuerzas españolas; perdida la esperanza de expulsar a los franceses derrotándolos en campo abierto, el objetivo pasó a ser hostigar al ocupante mediante ataques por sorpresa.

El embajador de Francia en Madrid, conde de Laforest, escibirá en verano de 1810: «Las guerrillas aparecen por todas partes como enjambres y parecen dar muestra de mayor intrepidez conforme transcurre el tiempo». Aun así hay que tener en cuenta que el ejército regular español no desapareció del todo, sino que se recompondrá una y otra vez, mostrando igual perseverancia y testarudez que el pueblo que le inspiraba; el Ejército de Cataluña, de hecho, permaneció activo durante toda la guerra.




El período de auge de la guerrilla termina con la batalla de los Arapiles (julio de 1812). En ese momento, el ejército anglo-portugués, que se había mantenido principalmente agazapado en Portugal, y el incombustible ejército español inician la ofensiva final que acabará por expulsar de España a José I. El Consejo de Regencia publicará en esa misma fecha el Reglamento para las partidas de guerrilla por el que se subordina la actuación de los guerrilleros al mando militar, medida que acabará completándose en 1814 con la disolución e integración de la guerrilla en el ejército regular.

Podríamos definir a las guerrillas como unidades formadas mayoritariamente por combatientes no profesionales que no están sujetos a la rigidez normativa ni a las formas de actuación de los ejércitos regulares. Frente a los códigos y reglamentos que rigen la actuación de las fuerzas convencionales, los guerrilleros apuestan por una guerra irregular, totalmente distinta a las batallas campales de la era napoleónica, una guerra que nunca se da por perdida, a base de pequeñas acciones encaminadas a hacer la vida imposible al enemigo, sobre todo donde se siente más seguro: en su retaguardia.

Los guerrilleros organizaban emboscadas, golpes de mano en las guarniciones enemigas, controlaban los movimientos franceses, capturaban correos y convoyes de aprovisionamiento. Su objetivo era llevar a cabo acciones susceptibles de quebrantar la voluntad del enemigo y disminuir su capacidad combativa. Como señalaba el conde de Mélito, el oficial francés que citábamos al principio, «esta guerra de pequeñas dimensiones nos minaba sordamente. Sólo poseíamos el terreno sobre el que se encontraban nuestros ejércitos, y nuestro poder no se extendía más allá».
Una espiral de barbarie

En la guerra de la Independencia, la actuación de los guerrilleros y las represalias de los franceses crearon una espiral infernal de violencia. La contundencia, ferocidad y falta de compasión con la que se conducían los guerrilleros era sólo comparable a los excesos y el furor desatado por las tropas napoleónicas destinadas en España. Según François Lavaux, suboficial del ejército francés, «teníamos órdenes de arrasar a sangre y fuego cualquier aldea desde la que se nos disparase, sin respetar ni a los niños de cuna... Diariamente, durante seis semanas consecutivas, no hicimos otra cosa que quemar y saquear». Laurent Apollinaire, otro oficial francés, justifica este comportamiento por la crueldad de los españoles: «Si a veces las represalias fueron terribles, preguntad la causa a los guerrilleros, que no mataban sino después de haber martirizado a los prisioneros».

Los españoles, en efecto, emplearon los métodos más brutales en la lucha contra el invasor. Como describe Apollinaire, «nada faltó en sus atrocidades: el fuego, el agua hirviendo, la sierra, el hacha, la cuerda, el puñal, los ganchos; empleaban de todo, excepto aquello que librase de la vida con una muerte rápida». Sin lugar a dudas, algunas de las acciones llevadas a cabo por los guerrilleros distaron mucho de ser gloriosas e hicieron gala de una crueldad totalmente innecesaria.

Burgos fue saqueada y ocupada en noviembre de 1808 por el ejército francés, tras derrotar a las tropas españolas en la cercana llanura de Gamonal. En la

Sébastien Blaze, un farmacéutico del ejército francés que estuvo en España, relata en sus memorias: «Un comisario de guerra que viajaba con su mujer y su pequeño niño, acompañados por una débil escolta, fueron atacados y capturados por una guerrilla. Después de haber violado a esta dama en presencia de su marido, los insensatos, para prolongar la agonía de sus víctimas, las enterraron vivas una delante de la otra, con la cabeza fuera, poniendo en medio de ellas a su hijo destripado».

Trato especial recibían los colaboradores de los franceses. No fue extraño ver apalear hasta la muerte a las mujeres que habían tenido trato con el enemigo. La venganza sobre los traidores fue implacable. Se cuenta que Juan Martín, el Empecinado, se presentó en el lugar en que se celebraba la boda de un tal Rigo, un antiguo conocido que había traicionado la causa «patriota» al aceptar un empleo cerca de José I. Con la amenaza de pasar a cuchillo a todos los invitados, consiguió que se le entregara al «traidor», el cual fue trasladado inmediatamente a Cádiz donde fue decapitado en la plaza pública.


Ciertamente, hubo muchos casos de colaboracionismo, porque a fin de cuentas el pueblo tenía que seguir con sus vidas y tolerar la presencia francesa. Pero hay que reconocer que los guerrilleros tuvieron el apoyo mayoritario de la población rural y, de hecho, ésta fue una de las claves de su efectividad. Otra ventaja indiscutible era el perfecto conocimiento del terreno, que les permitía atacar y desaparecer como fieras en el monte. El coronel francés Lejeune decía que «los guerrilleros se comportaban como lobos hambrientos» y Pérez Galdós escribiría que su principal arma «no es el trabuco ni el fusil; es el terreno».


Cuenca fue varias veces ocupada y saqueada por los franceses a lo largo de la guerra. El Empecinado tenía su base en la zona entre Cuenca y Guadalajara, y tomó la ciudad en mayo de 1812. En la imagen, las Casas Colgadas, sobre la hoz del río Huécar.



Sin embargo, la mayoría de las acciones guerrilleras se diferenciaron poco de las ejecutadas por cualquier unidad regular. Julián Sánchez, el Charro, el guerrillero más famoso de la región salmantina, escribió desde Fuente de San Esteban, en julio de 1809, el siguiente parte de guerra: «Esta mañana hemos encontrado cerca de Tabera, a cinco leguas de Ledesma, un destacamento de 62 caballeros enemigos. Se formaron en batalla nada más vernos; les atacamos enseguida, escapándose únicamente dos; 28 han muerto y los otros 32 han sido hechos prisioneros, así como el comandante y un oficial con 37 caballos. Hemos tenido tan sólo dos soldados heridos».

Lo más sorprendente es que, días antes, el Charro había destrozado con sólo 22 lanceros otro destacamento francés muy superior en número y que no pasaba semana en la que no tuviera algún encuentro con el enemigo. De hecho, Julián Sánchez fue uno de los pocos oficiales españoles bien valorados por Wellington y entró a formar parte de su ejército en 1811 al mando de una brigada de 800 lanceros.


Se considera que, en torno a 1811, pudo haber cerca de 40.000 guerrilleros distribuidos por todo el territorio español. Cataluña, Galicia, Andalucía y Aragón parecen contar con el número más elevado de partidas, si bien todas las áreas rurales estaban infestadas de guerrilleros. La mayoría de los grupos eran poco numerosos, de forma que tan sólo una veintena de guerrillas llegaron a acaparar el 80 por ciento de los efectivos guerrilleros.

Espoz y Mina, apodado el rey de Navarra, llegó a mandar 8.000 hombres en ese territorio, los mismos que el Empecinado en Castilla y algo más que Nebot en el Maestrazgo o Díaz Porlier en Asturias. También cabe señalar que, de las más de 600 guerrillas que contabilizan algunos autores, la mayor parte estaban lideradas por eclesiásticos y militares, aunque sus integrantes eran principalmente campesinos y artesanos.
las razones de la lucha

En cuanto a las motivaciones para sumarse a la guerrilla tampoco existe un único modelo. Muchos eclesiásticos, por ejemplo, tomaron las armas en defensa de la religión que creían ver profanada, además de verse especialmente afectados por el cierre de conventos decretado por José I. Los militares también se unieron a la guerrilla para combatir a un ejército que difícilmente podía ser derrotado en campo abierto. A ello hay que añadir la deserción de no pocos soldados y la arraigada resistencia del pueblo a las levas, sobre todo en algunas regiones de España, donde prefirieron engrosar las filas de los guerrilleros o de cualquier tipo de milicia (somatenes, migueletes, cuerpos francos...) antes que someterse a la rígida disciplina militar.


Otros se hacían guerrilleros para ajustar cuentas con el invasor que les había violentado o, simplemente, como una prolongación de su habitual actividad delictiva como bandoleros o contrabandistas. Pero también subyacía una motivación patriótica determinante en muchos de ellos: la supervivencia de España, tal y como ellos la habían conocido hasta entonces, estaba en peligro porque un ente extranjero quería imponerles, a la fuerza, un rey y un gobierno.

En España, gracias en parte al esfuerzo de la guerrilla, el sueño imperial de Napoleón empezaría a derrumbarse como un castillo de naipes. El mismo Emperador de los Franceses acabaría reconociéndolo en su destierro de Santa Elena: «Esta desgraciada guerra de España ha sido una verdadera peste, la primera causa de las desgracias de Francia… Se indignaron ante la idea de la ofensa, se rebelaron a la vista de la fuerza, todos corrieron a las armas. Los españoles en masa se condujeron como un hombre de honor».
https://historia.nationalgeographic.com ... wtab-es-es

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