Saludos a todos
Artículo de Lorenzo Silva en elmundo.es sobre las glock
Soy una Glock 17 de calibre 9 mm. O una Glock 19, del mismo calibre. La diferencia es que en el primer caso tengo diecisiete disparos en mi cargador y en el segundo quince. Mi seguro es automático, para disparar no hay más que apretar el gatillo; eso sí, con un poco más de fuerza que los gatillos de otras pistolas. Mi armazón es de polímero, en lugar de la metálica típica de otras armas; y aunque mi corredera y mi cañón sí sean de metal, resulto mucho más ligera que mis competidoras.
Por estas razones y algunas más, soy el arma elegida por muchos cuerpos policiales, por muchos usuarios legítimos de armas para autodefensa y por muchos delincuentes que necesitan una herramienta ligera y siempre lista para actuar. Dispararme es más fácil que disparar con otras pistolas más pesadas o aparatosas: estoy bastante bien compensada y en mis versiones más compactas la sensación es sólo un poco más violenta que disparar con una pistola de juguete.
Mi cañón, relativamente corto, impide hacer demasiada puntería a larga distancia, salvo que mi usuario sea un tirador avezado y me conozca mucho. Pero en el corto alcance resulto razonablemente eficaz y lo bastante letal: una bala de calibre 9 mm, si está bien puesta, es más que suficiente para enviar a alguien al otro barrio.
Sí, lo sé, soy un trasto antipático, o por lo menos lo es mi función. Estoy diseñada y preparada para que los humanos se hagan daño unos a otros, pero también soy inocente, en el fondo. Puesta en las manos adecuadas, es decir, en manos de un humano con conciencia y consideración hacia sus semejantes, soy un recurso para resolver situaciones difíciles y, bien usada, sirvo para hacerlo causando el mal menor. Un usuario entrenado, sereno y respetuoso del prójimo, puede utilizarme para neutralizar a un agresor sin necesidad de matarlo. Mi manejabilidad le da margen para sacarme y apuntar con ese propósito.
Ahora bien, esta mañana de diciembre el humano que me empuña, después de robarme de casa de su madre, está muy lejos de hallarse sereno y de ser respetuoso de sus semejantes. En esas condiciones, su entrenamiento, sea éste el que sea, deja de ser un factor positivo para convertirse en una baza temible. Lleva otras dos armas, un rifle y una pistola Sig Sauer: el primero va a serle de utilidad escasa aquí donde entramos, porque es demasiado largo y embarazoso para moverse y apuntar en un espacio cerrado. Y la otra, siendo un arma también eficaz, no tiene la velocidad ni la facilidad de manejo que tengo yo.
Por eso me temo, en cuanto me saca y me percato de sus intenciones, que voy a ser yo quien corra con el grueso de la faena. Pero cuando me percato de quiénes son los objetivos, el horror estremece el metal y el polímero que me componen. Va a usarme para cazar al mayor número posible; son pequeños, son muchos, están asustados e inquietos, pero mi rapidez y ligereza le servirán para ir buscándolos y abatiéndolos a bocajarro. Sólo soy una máquina y no puedo oponerme. En cuanto su dedo haga en mi gatillo la presión prescrita por mi fabricante, dispararé, y la bala hará su trabajo, allí donde él la apunte.
La pregunta, cuando todo acabe, será por qué, en lugar de estar en otras manos, he acabado en las de este muchacho peleado con el mundo, que al contrario que los muchachos peleados con el mundo que hay en la mayoría de los países desarrollados, y que tendrían muy pocas probabilidades de llegar a empuñarme, no ha tenido más que sacarme del armario de su madre, donde aguardo, como en los armarios de tantas otras ma-dres y tantos otros padres, a que alguien me haga servir para lo que no sirvo, ni debería servir, ni quiero servir tampoco. Ésa es la pregunta, señor presidente. No me llore, ahora.
_________________ United We Conquer Gran escena y gran mensaje: https://m.youtube.com/watch?v=ftWtv6-IOwI
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