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El ingeniero militar Mijáil Kaláshnikov, inventor del legendario fusil que lleva su nombre, ya tiene su monumento en Moscú, una estatua tan controvertida, recargada y pomposa como la del príncipe Vladímir (creador de un Estado ruso medieval), que fue inaugurada en noviembre de 2016. Estas dos muestras del nuevo arte oficial con el que está siendo decorada la capital rusa son obra del escultor Salavat Scherbakov.

Kaláshnikov murió en 2013 a los 94 años en la ciudad de Izhevsk, en cuya industria de armamento había trabajado en secreto durante décadas, produciendo y perfeccionando su principal invento, el AK-47, que diseñó en 1947, a partir de su experiencia en la Segunda Guerra Mundial. Este fusil es considerado un modelo de sencillez y eficacia a bajo precio y el arma más producida de toda la historia. Condecorado como héroe de Rusia y héroe del trabajo socialista, Kaláshnikov, hombre modesto y amante de la pesca, obtuvo escaso beneficio material de sus diseños, que hoy son producidos por el consorcio bautizado con su nombre, el cual a su vez se integra en las estructuras estatales de producción y exportación de armas.

El fusil Kaláshnikov es una “marca cultural” de Rusia, según dijo el ministro de cultura, Vladímir Medinski, en la ceremonia de inauguración del monumento, que coincidía con la celebración del Día del Armero. Con este motivo se inauguraba otro monumento a un ingeniero militar en la provincia de Tula, cuna de las armas rusas, donde la mitad de la población está vinculada con la industria bélica.

Con ocasión del Día del Armero, el presidente Vladímir Putin asistió a una sesión de la Comisión Militar Industrial, órgano que se ocupa de la industria de defensa. El jefe del Estado, que la víspera había clausurado las maniobras militares Zapad-17, realizadas conjuntamente con Bielorrusia, subrayó que es “importante asegurar la independencia tecnológica” de las armas rusas respecto a los “componentes extranjeros”. “El desarrollo y producción de modelos de armamento y equipo avanzado, que determinarán la capacidad de combate del Ejército ruso, son una de las prioridades de los centros de diseño, institutos de investigación y empresas de defensa”, dijo Putin, quien subrayó que la producción militar aumentó un 10,7% en 2016 y propuso crear un nuevo modelo de producción e investigación de defensa, que calificó de “tecnópolis”. Desde hace tres años Rusia practica una política de sustitución de importaciones en todas las ramas de su economía, incluida la industria bélica. Antes de fin de año se someterá a aprobación un nuevo programa de armamento hasta 2025, según manifestó el viceprimer ministro, Dmitri Rogozin.

Los fusiles Kaláshnikov se emplean hoy en casi 100 países del mundo, señala una nota de Rosoboronexport (empresa estatal dedicada a la exportación de armas), cuyo director, Alexandr Mijéiev, asistió a la inauguración de la estatua. En 2017, Rosoboronexport firmó siete contratos para suministrar más de 100.000 fusiles y ese año se produjeron más de 15.000 fusiles con licencia, según Mijéiev. El Ejecutivo dijo a Interfax que su empresa está cumpliendo sus planes de suministrar armas por valor de 12.900 millones de dólares (unos 10,7 millones de euros) en 2017 y afirmó que este año se han firmado contratos por valor de otros 7.000 millones de dólares. Según Mijéiev, la cartera de pedidos exportadores efectuados a Rosoboronexport es de 45.000 millones de dólares.

Creado en agosto de 2013, el consorcio Kaláshnikov, al que pertenecen varias fábricas y centros de diseño, produce el 95% de las armas de tiro de Rusia además de municiones.“En los últimos diez años el volumen de exportación de equipo militar (de Rusia) ha aumentado más de dos veces, según el ministro de Industria y Comercio, Denís Mánturov. En el sector de la industria de defensa trabajan más de 2,5 millones de personas, dijo el ministro.

El monumento a Kaláshnikov consiste en una estatua de cinco metros que sostiene un AK-47 en sus brazos y se sitúa sobre un pedestal de cuatro metros. Detrás, figura un globo terrestre y la estatua de un San Jorge clavándole una lanza a una serpiente.

Pocos meses antes de su muerte, Kaláshnikov escribió una carta al patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kiril, en la que preguntaba si tenía responsabilidad por las muertes causadas por su fusil. El jefe de la iglesia ortodoxa le consoló diciéndole que el arma fue fabricada “con buenos fines” y que la responsabilidad por la muerte que hubiera podido causar “no es del inventor, sino de las gentes malvadas que utilizan los logros del progreso técnico contra su prójimo”.

El escultor Scherbakov admitió que muchos habían deseado que la estatua de Kaláshnikov no portara armas, pero él decidió representarlo de modo que mira “a su fusil como si fuera un objeto de arte, por ejemplo como a un violín Stradivarius”. El fusil pasará a la historia como “símbolo de esperanza”, dijo a su vez el jefe de la corporación militar Rostec, Serguéi Chémezov, que exhortó a los jóvenes a imitar el ejemplo de “desinteresada y entregada actitud hacia su trabajo y su patria” que tuvo Kaláshnikov.
https://elpais.com/internacional/2017/0 ... 59734.html

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NotaPublicado: 15 Mar 2018 08:41 
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Cuando Viacheslav Khohriakhov empezó a trabajar en la fábrica se la conocía sólo como “Factoría Mecánica”. Todo lo que ocurría tras las paredes del enorme complejo gris, en la ciudad rusa de Izhevsk, era totalmente secreto. Corría el año 1970, tiempos de la Guerra Fría, y Viacheslav tenía 17 años. Empezó como aprendiz de soldador y terminaría 48 años después como uno de los capataces del área de soldadura. Allí estaba cuando se reveló al mundo que la planta producía, entre otros, los AK-47; quizá los rifles de asalto más populares del mundo. “Era 1990 y la carrera armamentística se había terminado”, cuenta el hombre de pelo cano y corte militar, estrechando un poco los ojos, como haciendo memoria. La Factoría Mecánica se rebautizó primero como Izhmash; más tarde tomaría el nombre del antiguo militar ruso, diseñador de los conocidos fusiles: Corporación Kaláshnikov.
Una historia de Rusia desde la ‘cuna’ del Kaláshnikov

Industrias de la defensa, como la del fabricante del famoso AK-47, dan trabajo a alrededor de 2,5 millones de personas (un 3% de los empleos) en Rusia y son uno de los pilares de su economía. El Gobierno ha tratado durante años con mimo al sector industrial, que aporta un 33% del PIB, y que garantiza más músculo al país, casi un continente de más de 144 millones de habitantes. Músculo que empezó a adelgazar por el impacto del descenso de los precios del gas y el petróleo —materias primas de las que la economía rusa es profundamente dependiente—.

También en parte por el efecto de las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea a raíz del conflicto con Ucrania y la anexión por parte de Rusia de Crimea. Sanciones que no tienen un impacto tan alto en el sector de la manufactura. Y dentro de esta, en la defensa, apunta Siemon T. Wezeman, investigador del Instituto de Investigación para la Paz Internacional de Estocolmo (SIPRI). Y aunque sus cifras han bajado, Rusia sigue siendo el segundo exportador mundial de armas —después de EE UU—, según datos del último informe de esta organización. Con sus ventas a India, China, Azerbaiyán y Kazajistán el sector se mantiene. Y pese a su cercanía y relación, poco efecto real han tenido sobre el mercado el conflicto en Ucrania o en Siria, analiza Wezeman.



Y aunque su producción ha caído un poco por los intentos de diversificación del mercado, la industria armamentística sigue siendo una de las prioridades número uno de Vladímir Putin, que en las últimas semanas ha avisado de la creación de "armas invulnerables". El presidente ruso ha afirmado que el sector registró el año pasado un volumen de pedidos de armas y equipos militares de unos 45.000 millones de euros pese a las "duras condiciones no competitivas en las que tienen que operar las compañías rusas".

Viacheslav sabe que casi cualquiera en el mundo ha escuchado hablar de los fusiles Kaláshnikov. A sus 65 años, jubilado hace casi una década, acaba de volver de su paseo de cada tarde. Sentado a la mesa de su casa a las afueras de Izhevsk, espera que su esposa, Ludmila Khohriakhova, termine de preparar la cena, una espesa sopa de verduras y una ensalada de pepino. La mujer, sonriente, hace bromas a su nieta, Polina, de 13 años, que con su cabello rubio rojizo hace honor al mito de que en la región se da el mayor número de personas pelirrojas del mundo. Ludmila, de 59 años, también trabajó en la fábrica. Primero como soldadora y más tarde en la clínica de la compañía. “Estamos orgullosos de que sea emblema de la ciudad y casi del país”, afirma. No le falta razón. En Izhevsk, de 646.000 habitantes y capital de la República Udmurta, en los Urales occidentales, hay incluso un museo dedicado al ingeniero y sus armas, donde el visitante puede probar un fusil y disparar un par de tiros.


La corporación —que emplea a unas 8.000 personas— tiene un buen puñado de edificios en Izhevsk, un par de ellos con la fachada totalmente inocua. Sin carteles ni letreros. Las fábricas, como toda la industria de la defensa, siguen siendo un entorno casi tan opaco como en los tiempos de Viacheslav y Ludmila. Época en la que no sólo su factoría era secreta sino que toda la región, con grandes reservas metalúrgicas y centrada fundamentalmente en la producción de armas y la industria automotriz, era territorio restringido. Era una zona “de importancia estratégica” apunta el catedrático de Economía Anatoli Osipov. En una de las aulas donde da clase en la Universidad de Agricultura, un campus de edificios color crema y decoración de otra época, el profesor recuerda que los extranjeros tenían vetado el acceso.


El de la defensa ha sido un sector clave en la región de Izhevsk, donde el fabricante de los AK-47 no es la única empresa armamentística. Tampoco es la única que ha optado por diversificar su producción para adaptarse a los tiempos y salvar los momentos difíciles. La corporación Kaláshnikov fabrica ahora también motocicletas, drones y otro tipo de equipamiento. En la zona de Udmurtia, donde se registra un 5,2% de desempleo (un 5,5% de media en Rusia) hay al menos una decena más de factorías del mismo sector, apunta el catedrático. Sin embargo, Osipov recalca que aunque ha perdido mucho, es la industria automotriz junto al sector servicios —y una cada vez más pujante industria agrícola, espoleada por buscar productos que sustituyan a los vetados por las sanciones— la que tiene más peso en la región: un 25%.


De hecho, el sector motor, en caída casi constante desde el año 2012, está viviendo un repunte en toda Rusia, explica el catedrático, experto también en la cultura y la lengua de la región: la udmurta. En el primer semestre de 2017, la producción de coches aumentó casi un 20% y las ventas más de un 12%, según datos de la Asociación de Fabricantes de Vehículos rusa. También la economía del país, tras años de recesión, ha vuelto a un crecimiento modesto —un 1,5%— pese a la necesidad de reformas estructurales que tiene pendiente afrontar casi desde la caída de la URSS. “Hay que encontrar un punto adecuado entre producir con un plan, como en esa época, y hacerlo según el mercado”, dice Osipov.

Del mercado, de la oferta y la demanda también habla Anastasia, estudiante de Ingeniería y Construcción en la Universidad Politécnica de Izhevsk. Cuenta que eligió precisamente una carrera técnica con la intención de trabajar en la industria. “Es uno de los sectores más seguros. Hay muchas oportunidades y más que va a haber”, afirma. Un argumento similar al de Dmitri Fichora, de 30 años. En una de las pausas de su trabajo en la factoría Autozavod, que fabrica varios modelos de los míticos coches rusos Lada, el hombre alto y rubio explica que la mejora en la salud del sector del automóvil ha permitido subir un poco los salarios. Fichora, de origen ucranio, llegó a Izhevsk hace tres años desde Donetsk, en la región del Donbás, zona en pleno conflicto entre tropas leales a Kiev y los separatistas del este de Ucrania, apoyados por Rusia. Allí trabajaba en una de las minas. Ahora se ha reciclado en soldador y después de especializarse ha pasado a ganar unos 55.000 rublos al mes (unos 770 euros, por encima de los 400 del salario medio de la región). “Buscaba estabilidad y la industria es uno de los sectores más estables”, afirma.


Es un mantra también para Viacheslav y Ludmila, partidarios fieles del presidente Vladimir Putin, que se enfrenta este domingo a la reelección que le dará otros seis años de mandato. Quizá la situación económica, que sí le ayudó en la anterior elección (en 2012) no ha soplado a su favor en los últimos años, pero muchos rusos le consideran el único candidato real. Como este matrimonio de udmurtos. Y en tiempos revueltos, cuando Rusia vive sus peores relaciones con la Unión Europea desde la Guerra Fría y con crecientes tensiones con Estados Unidos, la estabilidad y la seguridad son importantes, dice Ludmila: “Yo solo pido que no haya otra guerra”.
https://elpais.com/internacional/2018/0 ... 26328.html

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NotaPublicado: 01 Dic 2019 12:25 
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A lo largo de los siglos, los conflictos bélicos han forjado una estirpe de armas cuya sola presencia nos traslada a épocas y formas de entender la guerra: los griegos invadieron Persia con las largas picas de las falanges, los romanos dominaron el mediterráneo cargando con el escudo rectangular y el pilum. Las guerras medievales se libraron con espadas y cimitarras que tuvieron nombre propio y simbolizaron las causas de quienes las empuñaban, mientras que en Waterloo fueron cañones y mosquetes los que tronaron para dibujar Europa. Un sangriento linaje al que los conflictos del siglo XX añadieron un nuevo miembro: el AK-47. De entre todas las armas blandidas en la era de las guerras mundiales, ninguna ha alcanzado la fama de este humilde y fiero fusil de asalto fabricado en la estepa rusa, ejemplo viviente de lo mucho que ha evolucionado la técnica del ser humano ,y lo poco que lo han hecho sus intenciones.

Con solo mostrar su perfil cualquiera puede reconocerlo, con el cargador en forma aplatanada y el tubo para la salida de gases sobre el fusil cuya presencia tanta sorpresa mostró al darse a conocer. Con el tiempo se ha convertido en un ideograma de la muerte en casi todos los rincones del planeta. Su facilidad de manejo lo ha extendido como un virus que causa muertes en bodas en Pakistán, reemplaza a lanzas y viejas carabinas en enfrentamientos tribales y permite convertir una clase de primaria en un batallón mortífero en las guerras de África. Cuando se cumplen 100 años del nacimiento de su creador, Mijaíl Kalashnikov (fallecido el 2013 a los 94 años) el AK-47 se enseñorea dominando desfiles militares, combates callejeros, videos terroristas, matanzas indiscriminadas y cualquier otra situación, legal o ilegal donde alguno de los participantes considere necesaria la presencia de la muerte indiscriminada. “Me siento orgulloso de mi invento”, dijo el propio Kalashnikov en el 2002, “pero me entristece que lo utilicen terroristas. Habría preferido inventar una máquina que la gente pudiera utilizar y sirviera para ayudar a los granjeros en su trabajo -por ejemplo, un cortacésped”.

En Vietnam el Kalashnikov se convirtió en emblema global del antiimperialismo

Aunque detrás de la creación del AK-47 estaba la poderosa maquinaria militar rusa, fue el joven sargento Mijaíl Kalashnikov quien se llevó la fama tras ganar en 1947, a los 27 años, el concurso para surtir al ejército Rojo de los nuevos fusiles de asalto que habían aparecido durante la Segunda Guerra Mundial, como el Sturmgewher 44 alemán, considerado su antecesor. Las palabras Avtomat Kalashnikova (automática de Kalashnikov) se esconden detrás de las siglas que dan nombre al fusil, junto con el 47 en referencia al año en que se aprobó su producción (que no comenzó hasta 1949). Resulta irónico que su creador se enrolara en el Ejército Rojo para limpiar su pasado como kulak, la clase de campesinos acomodados que sufrió las purgas de Stalin, y que en el caso de la familia Kalashnikov les llevó a perder las propiedades mientras dos de los hermanos de Mijaíl acababan en la cárcel.

El AK-47 fue seleccionado tras demostrar sus cualidades disparando en condiciones de frío extremo, bajo la lluvia o después de ser arrastrado por el barro. Se trataba (y se trata) de un arma fácil de desmontar y limpiar al estar formada por tan solo 8 piezas que, a diferencia del resto de fusiles, no encajan perfectamente entre sí, lo que permite expulsar la suciedad del interior aprovechando la fuerza generada por sus propios disparos. Más corto y manejable que los fusiles de la Segunda Guerra Mundial como el M-1 Garand de EE.UU. o el Mauser alemán, el Kalashnikov se mostró además sólido y resistente a la oxidación, y aunque no era el más preciso ni el de menor retroceso, ofrecía una s encillez de manejo que se tornaba letal cuando se ponía en modo automático, permitiendo incluso a los niños disparar cada minuto 600 balas de 7,62 milímetros. Es la muerte democratizada.


Fue la política de producción y distribución en masa de la URSS, desarrollada durante la paranoia belicista que dominó Guerra Fría, la que lo catapultó hasta convertirse en el arma más extendida del planeta. Su producción comenzó en la fábrica Izhmash, en Izhvesk, la misma que fundió los cañones con que Rusia derrotó a Napoleón en 1812. Al poco de entrar en servicio, la URSS unificó entorno al AK-47 la fusilería de toda su infantería, facilitando la producción en masa, un objetivo también buscado por los países de la OTAN, que sin embargo fracasaron por peleas internas. Ya en los años 50, Moscú autorizó la fabricación del AK-47 en los países del pacto de Varsovia, a la vez que comenzaba su distribución entre los aliados, como el Egipto de Naser, con el objetivo de establecer una suerte de diplomacia armamentística que a la vez fomentaba la dependencia militar hacia la madre patria del socialismo.

El siguiente “agraciado” fue China, que estrenó su propio modelo en 1956, el que será conocido como AK-56, mientras Corea del Norte inició la fabricación pocos años después. La lista de países que fabrican el Kalashnikov y sus derivados ha ido creciendo y extendiéndose por el globo: la antigua Yugoslavia, Cuba, Iraq, e incluso Venezuela, que tiene previsto iniciar el año próximo su producción tras la adquisición por parte de Hugo Chávez de 100.000 fusiles a Rusia en el 2009. Y aún deben añadirse las imitaciones: el Rk-62 finés, el Vektor sudafricano o el Galil fabricado por Israel tras experimentar en sus propias carnes los efectos del AK-47 en la guerra de los 6 días de 1967. Según datos de Amnistía Internacional, actualmente existen entre 70 y 100 millones de fusiles Kalashnikov en circulación, uno por cada 100 habitantes del planeta, aunque otras fuentes aumentan esta cifra por encima de los 150 millones.

La llegada masiva de AK-47 a Pakistán originó la cultura del Kalashnikov

Aunque su creador siempre insistió en que había creado el AK-47 con el fin de defender a Rusia de nuevas invasiones como la de la Alemania nazi, la realidad impuso al invento funciones más prosaicas, como la que llevó a cabo en su bautizo de fuego durante la revolución húngara de 1956. Sin embargo, fue en las guerras por la descolonización donde mejor se dio a conocer como arma franca de los aliados de Moscú, particularmente en Vietnam, donde el Kalashnikov alcanzó la categoría de mito con la inestimable ayuda de EE.UU. La todopoderosa potencia nuclear contaba con todo tipo de armas de enorme poder destructivo, pero había infravalorado la importancia de contar con una respuesta efectiva para la nueva amenaza que empuñaba el Vietcong. En la selva vietnamita, el ejército más poderoso del mundo comprobó cómo un puñado de campesinos que jamás habían empuñado un arma les hacía frente con efectos devastadores, mientras sus propias armas ni siquiera disparaban.

El ejército estadounidense había dotado a sus soldados con el M-16, un fusil de asalto que debía ser la respuesta al AK-47, pero que fracasó rotundamente. Fabricado a toda prisa como respuesta al arma de origen ruso, el M-16 adquirió pronto entre los soldados del tío Sam fama de ineficaz: pese a contar con un mayor poder mortífero que su rival, el M-16 no resistió las inclemencias de la selva asiática, oxidándose rápidamente y encasquillándose con facilidad. Las primeras quejas de los soldados fueron silenciadas, pero pronto la noticia llegó a la opinión pública, que alzó la voz contra un Gobierno al que acusaban de mandar a sus hijos a la guerra con armamento de mala calidad. Mientras, muchos soldados robaban los AK-47 de sus enemigos muertos, hasta el punto de que se tuvo que prohibir oficialmente esta práctica, pues el característico sonido del Kalashnikov al disparar podía confudir a los soldados, haciéndoles creer que se acercaba el enemigo.

Vietnam convirtió al AK-47 en un símbolo de la lucha contra el imperialismo, tanto en Oriente Medio como en África y Latinoamérica, una bandera que años después recogería el yihadismo, alzando el fusil en su guerra contra Occidente y mostrándolo en sus vídeos, como hizo Osama bin Laden al reivindicar el atentado contra las torres gemelas. Un emblema que recogió el Estado Islámico, cuyos líderes siempre han encontrado un hueco para el Kalashnikov en la escenografía de sus apariciones.

Las tornas cambiarían para la URSS en 1979, en la guerra de Afganistán, donde Moscú contempló con estupor cómo su arma pródiga se volvía en su contra. El conflicto con el se quería apuntalar a los aliados comunstas en Kabul provocó la reacción de EE.UU., que apostó por inundar el país de AK-47 para apoyar a los rebeldes afganos, entonces llamados muyaidines (más tarde pasaron a ser talibanes) sin inmmiscuirse oficialmente en la guerra. Desde el inicio del conflicto un flujo de AK-47 cruzó la frontera afgana desde Pakistán y la China comunista (igualmente interesada en debilitar a su aliado socialista) multiplicando el poder de la oposición al régimen comunista.

Los filmes de Rambo y las canciones de rap lo introdujeron en la cultura popular

Refugiándose en las montañas, los muyaidines iniciaron una efectiva guerra de guerrillas en la que se incautaron de más armamento soviético. De resultas de aquello el país se inundó de armas automáticas, una epidemia que se extendió al vecino Pakistán, dando origen a la cultura del Kalashnikov: la preeminencia del fusil en la vida cotidiana de las regiones fronterizas, donde su abundancia hundió los precios propagándola incluso como objeto de mera ostentación, anclado al territorio por su bajo precio y su legendaria durabilidad. Mientras otras armas tienen una determinada esperanza de vida, el Kalashnikov parece inmortal. En la invasión a Afganistán de EE.UU, en el 2004, se incautaron AK-47 con décadas de antigüedad, algunos fabricados en 1954, un año después de la muerte de Stalin. Las guerras pasan, pero el Kalashnikov se queda para seguir matando.

Con la caída de la Unión Soviética los arsenales acumulados durante la Guerra Fría se pusieron a la venta al mejor postor, bajando los precios y abriendo el mercado a decenas de nuevos participantes sin importar cuáles fueran sus intenciones: desde guerrillas islamistas hasta la mafia napolitana, el Kalashnikov se convirtió en el fusil por excelencia de las organizaciones armadas paraestatales, la Coca-cola del mundo bélico, traspasando todas las fronteras hasta convertirse en referente incluso de su principal rival. Símbolo de la guerra anticolonial en Asia y África, venerado en centroamérica por su papel en la lucha contra el imperialismo norteamericano, penetró en los años 80 en la cultura de su Némesis: EE.UU. Durante la presidencia del rabiosamente anticomunista Ronald Reagan, el AK-47 llegó a todos los hogares de norteamérica de la mano de John Rambo, mientras la Asociación Nacional del Rifle se rendía a sus virtudes e invitaba a su inventor a dar giras por el país donde era tratado como una estrella.
Reverso del billete cubano de 10 pesos, con decenas de AK-47 empuñados al aire
Reverso del billete cubano de 10 pesos, con decenas de AK-47 empuñados al aire (LV)

La imagen del fusil pronto se propagó más allá de los aficionados a las armas, convirtiéndose en un icono reconocible por el gran público, que tanto lo admiraba por su leyenda como lo temía cuando su nombre aparecía ligado a alguna matanza, como la llevada a cabo el pasado agosto por Patrick Crucius, quien armado con un AK-47 acabó con la vida de 20 personas en una iglesia de El paso, Texas. La aparición del Kalashnikov en las calles de las ciudades en manos de bandas de delincuentes propició su adopción por parte de las bandas de rap y hip hop, que incluyeron el arma en sus canciones convertida en símbolo de poder y masculinidad. Artistas como Dr dre, Ice Cube, Tupac Shakur o Eminem lo mencionaron en sus canciones, y se fotografiaron junto a él.

Sin importar las matanzas, atentados y guerras que carga a sus espaldas en su larga vida, el Kalashnikov continúa siendo un frívolo producto de consumo. Basta con hacer una búsqueda en la red para encontrar docenas de productos, desde joyas hasta ropa o vodka, asociados al nombre y la imagen de un fusil que, lejos del mundo rico, continúa utilizándose en decenas conflictos 70 años después de su aparición.
https://www.lavanguardia.com/internacio ... etnam.html

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El oficial al mando del servicio de armamento de artillería y cohetes del Distrito Militar Central de Rusia, el teniente coronel Mikhail Kuzin, dijo el 8 de julio que las unidades combinadas de armas y reconocimiento dentro de su distrito han recibido "6,000 fusiles de asalto AK-74M con los kits de actualización Obves". .

El teniente coronel Kuzin dijo que "el kit de modernización universal para los rifles de asalto Kalashnikov permite aumentar la efectividad de las armas una vez y media a 300 metros según el criterio de 'tasa de destrucción', ya sea de día o de noche y en diferentes climas ".

Dijo que los rifles de asalto mejorados emitidos a las unidades de reconocimiento serán suministrados con "un accesorio universal para fuego suprimido".

Los kits de actualización de Obves están designados oficialmente como KM-AK, que significa 'komplekt modernizatsii - avtomata Kalshnikova' o 'kit de actualización - fusil de asalto Kalashnikov'.

Los kits KM-AK Obves incluyen muchas de las características que se introdujeron con los rifles de la serie AK-200. El AK-200 representa un mayor desarrollo de la serie AK-100 y fue inicialmente designado como el AK-100M ('M' para modernizar). Se renombró como la serie AK-200 en 2018. La mayoría de las mejoras introducidas en la serie AK-200 se relacionan con la ergonomía.

El KM-AK incluye la combinación de supresor y compensador de flash de múltiples ranuras de la serie AK-200 (asignado un código de índice GRAU de 6Ch63.13), guardamanos, placa selectora de fuego operable con el dedo índice, culata telescópica plegable del lado izquierdo y moldeado con el dedo empuñadura de pistola: los últimos tres elementos también se utilizan en las series de rifles de asalto AK-12 y AK-15. Además, se suministran una nueva eslinga y un agarre delantero vertical con los kits.

El guardamanos está hecho de dos piezas. La pieza superior, que se ajusta sobre la cubierta del pistón de gas, está hecha de aluminio y tiene cinco ranuras de ventilación alargadas a cada lado.
https://www.janes.com/article/89938/6-0 ... ict-troops

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La "Maanpuolustuskoulutusyhdistys" (Asociación Nacional de Entrenamiento en la Defensa de Finlandia) la cual es una organización voluntaria que ofrece formación sobre seguridad y protección a todos los residentes finlandeses mayores de 15 años y formación militar complementaria para todos los ciudadanos finlandeses mayores de 18 años a adquirido el fusil de asalto MPK en calibre 7,62x39 mm fabricado por Dasan Machineries de Corea del Sur y es muy similar a los rifles de asalto RK62 y RK95 utilizados por las Fuerzas de Defensa de Finlandia, sin embargo, el fusil MPK es solo semiautomático.
El fusil con patrón AK de Corea del Sur es semiautomático , presenta una cubierta del receptor superior modificada que se asemeja a la del RK62 y RK95, así como una empuñadura de pistola estilo MagPul y una culata ajustable de estilo M4. También cuenta con una empuñadura de estilo AKM con rieles y un dispositivo de boca de estilo AKM.
Con estos nuevos fusiles, la asociación dice que las habilidades de tiro se pueden desarrollar y mantener mejor que antes, ya que ahora todo el entrenamiento se puede impartir en todos los distritos en la misma plataforma de rifle, y con una gran interoperabilidad y compatibilidad con armas y municiones de las FAS:
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NotaPublicado: 25 Mar 2025 16:46 
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Historia secreta del arma más mortífera jamás creada: "Es el mal de nuestro tiempo y está tan extendida como los móviles"

Bautizado con el apellido de su inventor soviético, el Kaláshnikov es el arma que más vidas ha arrancado. De las guerras africanas a las bandas del narco en el Estrecho, el AK47 se adapta a cualquier conflicto: cuesta 40 dólares y pueden dispararlo hasta los niños




"Yo no soy responsable de nada. No he matado a nadie, no tengo pesadillas por la noche. Después de que los traidores renegaran de todo lo que éramos, de nuestro pasado, de nuestra gloriosa historia, resulta fácil decir: ‘Si en el mundo hay –¿cuántos hay?– cien, doscientos, trescientos millones de ejemplares del arma que tú, Mijaíl Timoféyevich, inventaste, y si cada una de esas armas ha matado aunque sólo fuera a una persona, entonces tú eres el mayor asesino de la historia. Más que Hitler’".

Quien así se lamenta en primera persona de su mala e injusta fama es el propio Mijaíl Kaláshnikov (1919-2013), el hijo de unos humildes campesinos cosacos del Kubán, auténtico homo sovieticus y creador en los compases finales de la Segunda Guerra Mundial del arma más mortífera jamás conocida: el AK47 (acrónimo de Avtomat Kaláshnikov, modelo 1947). La declaración del viejo soldado e inventor es una idealización basada en sus propias declaraciones y en documentos reales que recoge un libro hipnótico y terrible: Kaláshnikov. De Vietnam a Gaza: la historia de un siglo cruel encarnada en un arma (Deusto), del legendario corresponsal de guerra italiano, y actual periodista de La Stampa, Domenico Quirico (Asti, 1951).

"Este no es un libro sobre un arma: este es un libro sobre el Mal", escribe Quirico al principio de su libro y repite cuando conversamos con él por videoconferencia. "He contado muchas contiendas bélicas desde los años 80, desde la guerra civil de Mozambique; todas las he vivido en primera persona. Y el objeto que siempre he encontrado en todas esas guerras, tribales, fanáticas, entre naciones, ha sido el Kaláshnikov. Comenzó como un arma de liberación en Vietnam, Angola o Mozambique. Luego se convirtió en el arma de los genocidas, de las limpiezas étnicas, como en la guerra de la ex Yugoslavia. Después, en el arma de los combatientes de Darfur y de las múltiples guerras africanas. Luego pasó a ser el arma de los yihadistas, del califato. Bin Laden siempre se fotografiaba con un AK47. Y más tarde se convirtió en el arma del gran crimen organizado, de los capos que desafían al Estado en Colombia o México. Todo se debe a sus características: es un arma extremadamente eficiente que siempre funciona y cuesta poco. En los 90 compré un Kaláshnikov en Mogadiscio por 30 o 40 dólares. Aún hoy se pueden comprar en muchos lugares de África o del mundo por 100 dólares".

"El Ak47 devuelve la violencia a su naturaleza primigenia. No hay justificaciones. Yo te mato y tú me ves mientras te mato"

Cuando le preguntamos al curtido corresponsal de guerra cuánto nos costaría y cuán difícil sería salir hoy mismo a la calle y comprar un AK-47, responde con una sonrisa trágica que sería extremadamente fácil. En Europa, donde lo usan bandas criminales de España, Francia o Italia, por unos 400 euros puedes comprar un arma perfectamente funcional en el mercado negro. Tiene capacidad para 32 balas, y cada proyectil cuesta 0,25 euros. Se trata de un arma accesible para cualquiera y, sobre todo, puede ser utilizada por personas que no están particularmente entrenadas. No es casualidad que se haya convertido en el rifle predilecto de los ejércitos de niños en África, porque un niño de 7 u 8 años, que no es especialmente fuerte o robusto, puede aprender a usarlo en cinco minutos. Y como no tiene retroceso –no desestabiliza al disparar–, ese niño puede matar a 32 personas con la misma facilidad que un adulto. "Si hay un símbolo del mal en nuestro tiempo, es precisamente este", recalca Quirico. "Y, por desgracia, creo que es uno de los objetos más extendidos en el mundo, casi tanto como el móvil. Seguro que más que los ordenadores. Por su bajo costo pero también porque en demasiados lugares del mundo poseerlo o no marca la diferencia entre sobrevivir o ser eliminado".


¿Cómo influyó la vida de Kaláshnikov, su origen humilde y su relación con el régimen soviético en la creación de un arma con un impacto global tan devastador? El libro defiende que una herramienta tan mortífera solo podía nacer en la URSS porque, en cierta medida, refleja lo que fue la URSS: una superpotencia con una tecnología de muy bajo nivel, extremadamente bajo, pero que al mismo tiempo producía armas muy sofisticadas. Allí era más fácil fabricar un tanque o un rifle que un frigorífico o una lavadora. Esa es una de las razones por las que el régimen logró sostenerse tanto tiempo. "Por eso intenté situar la vida de Kaláshnikov dentro del relato de algunos de los lugares clave de su tiempo. Tuvo una vida muy larga, nació en 1919 y murió en 2013, en plena era de Putin, una historia que atraviesa toda la trayectoria de la URSS: desde la revolución hasta el estalinismo, pasando por Brézhnev, la decadencia soviética, Yeltsin y finalmente Putin. Nunca como en su biografía ha podido verse reflejada la esencia misma de la relación entre los rusos y el poder", explica Quirico.

"No sabemos ni cuántos se han fabricado, pero sí que ha matado más que las bombas de Hiroshima y Nagasaki juntas"

El poder y la vida de los rusos están profundamente entrelazados. Quizás no lo consideramos lo suficiente en nuestros días, sobre todo después de la caída de la Unión, pero para ellos siempre fue un vínculo cotidiano y desesperado con algo poderoso, violento, implacable y feroz, al margen de su naturaleza ideológica. Un poder que, en cualquier momento, si te cruzas en su camino, puede aplastarte como a una hormiga. Y el AK47, defiende el periodista, es un perfecto ejemplo de esta capacidad cotidiana de los rusos para sobrevivir, también desde un punto de vista psicológico.

Hijo de una familia de kulaks, Kaláshnikov sufrió las deportaciones estalinistas al interior de Kazajistán. Tuvo hermanos que murieron en esa tragedia y un padre que, de alguna manera, fue aniquilado por la dureza de la vida en aquellas condiciones. Pero, a pesar de todo, se convirtió en un ejemplar ciudadano soviético. Adoraba el inmenso poder de la URSS y siempre declaró estar feliz por haber contribuido a él.

No era ingeniero, ni técnico, ni nada por el estilo; simplemente tenía una extraordinaria habilidad manual que el Ejército Rojo notó cuando era soldado en la Segunda Guerra Mundial. "Su historia es la de la relación con el poder, que para él no fue trágica en sí misma, pero lo obligaba a adecuar su biografía a los límites que no podía superar, porque sabía que desafiar al poder podía costarle la vida. Por eso, en su funeral, Putin estaba presente. En Rusia, al igual que en la URSS y también en la época del régimen zarista, el poder nunca ha cambiado realmente. Ser disidente en Rusia exige una valentía que roza el suicidio".

¿De verdad no se arrepintió nunca Kalashnikov de su creación, ni un instante de su vida oscureció su razón un destello de compasión por sus víctimas? "Jamás", responde Quirico. "De hecho, el libro comienza con una frase suya, porque me tomé la libertad de hacer que fuera él mismo quien narrara su historia. Nunca se arrepintió de su creación. El Kaláshnikov ha matado y sigue matando a más seres humanos que cualquier otra arma. Hoy en día se usa desde Ucrania hasta las guerras en Siria o África. Se han fabricado millones de unidades, ni siquiera se sabe cuántas. Probablemente sea el arma que más vidas humanas ha cobrado en la historia, seguro que más que las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Kaláshnikov siempre decía lo mismo: ‘Yo no soy responsable de nada’".

"Hiciste lo que un buen ruso y un buen creyente debía hacer", respondió Cirilo, líder ortodoxo, cuando Kaláshnikov le transmitió sus dudas

Sin embargo, el libro relata cómo al final de su vida, cuando sabía que su encuentro con la muerte estaba cerca, Mijail Kaláshnikov escribió una carta a Cirilo, el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, a quien algunos llaman "el capellán de Putin". Esa carta nunca se hizo pública, pero conocemos la respuesta de Cirilo, que sí fue difundida. En ella, el patriarca le tranquilizaba: "No, no debes sentirte culpable. Hiciste lo que un buen ruso y un buen creyente debía hacer. Eres inocente, no te preocupes". Nunca sabremos si esa respuesta le bastó al viejo soldado.

Estamos ante un dilema que también enfrentaron otros inventores de armas. Alfred Nobel, por ejemplo, pasó la segunda mitad de su vida intentando redimirse por haber creado la dinamita, que se convirtió en un instrumento de muerte masiva. Destinó su fortuna a ayudar a quienes hacían lo contrario que él, es decir, a quienes ayudaban a las personas a vivir mejor y a sobrevivir. Los premios que llevan su nombre dan fe de ello. Incluso Oppenheimer, el creador de la bomba atómica, aunque no sabemos hasta qué punto se arrepintió, también sintió el peso de esa responsabilidad.
Arma reaccionaria

La historia del Kaláshnikov muestra la complejidad de su carga simbólica como arma revolucionaria pero también reaccionaria. ¿Cómo se explica esta dualidad en su uso a lo largo de la historia? "Debemos tener en cuenta que el AK-47 puede utilizarse de muchas maneras y en muchas direcciones: para defenderse, para matar, para atacar. Y precisamente esta versatilidad lo ha convertido en un arma que ha atravesado la historia, incluso la del tercer milenio en el que vivimos, porque podía ser utilizada por cualquiera y con fines muy distintos", dice Quirico. "Hay una relación particular entre el Kaláshnikov y el acto de matar. En las batallas de la Ilíada o en las guerras antiguas, con espadas, lanzas y flechas, los combatientes se veían, se miraban a los ojos. En cambio, en la guerra moderna, a menudo quien mata no ve a su víctima y matar se ha convertido en un acto industrial. El avión lanza bombas, pero el piloto nunca verá lo que sucede debajo. El cañón dispara a 40 km de distancia. El dron es manejado por alguien que a miles de kilómetros del lugar donde explotarán los edificios o morirán las personas. Pero con el Kaláshnikov, hay una relación visual entre el asesino y la víctima, porque es eficaz hasta unos 800 metros, pero sigue siendo un arma que se usa cara a cara, en las trincheras o incluso en matanzas como las de Srebrenica. Ves a quien matas, lo miras a los ojos. El Kaláshnikov devuelve la violencia a su naturaleza primigenia. No hay justificaciones. No hay hipocresía. Yo te mato y tú me ves mientras te mato. Con el Kaláshnikov, hay un asesinato individual, inmediato. Es algo verdaderamente aterrador: yo sé que te estoy matando y tú sabes que te estoy matando".

Quizás el único mecanismo de asesinato aún más extremo de los tiempos recientes fue el genocidio de Ruanda, donde los verdugos ejercieron el asesinato uno a uno, con machetes, cuchillos, barras de hierro… Quirico ha cubierto numerosos conflictos y, sin duda, ninguno le ha impactado tanto como el genocidio ruandés que no recoge en su libro. "Aquello fue algo inexplicable. Alguien dio una orden: ‘Vayan, maten a todos los tutsis, porque si no, ellos nos matarán a nosotros’. Y personas absolutamente normales –no escuadrones de la muerte, ni militares, ni milicianos, sino maestros o campesinos–cogieron un machete o cualquier otra arma y fueron a matar, uno por uno, a sus vecinos, a quien vivía en la cabaña al lado, al compañero de toda la vida. Y así ochocientas mil veces. Aquello cambió mi vida. En aquel momento comprendí que entre mi trabajo, que, en esencia, es contar las cosas, y el destino, la condición humana de otras personas que viven en un determinado lugar y en una determinada situación, existe una relación de responsabilidad directa. Es decir, si yo cuento la responsabilidad moral del periodismo y por eso sigue siendo necesario y valioso en un mundo convulso".
https://www.elmundo.es/la-lectura/2025/ ... b4589.html

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