Cecilio Andrade escribió:
Las diferentes posibilidades requieren disparos de muy distinta realización.
Por ejemplo, el combate urbano puede darnos la posibilidad de un disparo a distancia intermedia contra un blanco inmóvil, para inmediatamente pasar a uno más o menos fácil a la carrera, y por último, en la fase final del asalto, disparar a distancias de tiro instintivo o de combate.
Por la contra, en el combate en montaña, podemos estar seguros de que vamos a realizar muchos disparos lejanos, y en cualquier caso no muy cortos.
Está claro que cada cual cree que su técnica es la mejor forma de disparar.
Para los que como yo pensamos en la máxima:
“UN DISPARO UNA BAJA”, y cuanto más lejos mejor... ¡es la única forma de disparar!
La práctica, madre de toda experiencia.
Muchos tiradores lo son más de “boquilla” que de dedicación. El echo de tirar de vez en cuando, cuando a la unidad le toca tiro, el vacilar de haber vaciado “equis”cargadores o cartuchos, el ser capaz de meter más puntos repartidos por todo un blanco, el ser capaz de repetir nociones teóricas de tiro más o menos reales, el exigir su realización aún en contra de las posibilidades de su alumno, el pensar que esas técnicas están muy bien para los demás pero yo tengo mi teoría propia, no es dedicación. Por el contrario, preocuparse, atender, aprender y, sobre todo, practicar, esa es la verdadera dedicación.
Se debe practicar todo, absolutamente todo, el movimiento del disparador, a respirar, a montar, a colocar la cruz sobre el blanco correctamente, a colocar el fusil siempre y metódicamente igual (el echo de que este un poco inclinado no es tan importante como el que siempre corrijamos con la misma inclinación en el arma), a calcular caída y deriva del proyectil, etc etc etc ...
El disparador.
El dominio del disparador, no por obvio resulta más o mejor atendido. Todos hemos oído hasta la saciedad lo de no pegar gatillazos o dedazos, y lo de que el disparo debe sorprendernos. Aún así no he visto a casi nadie (salvo “descerebrados” como yo quizá), practicando en seco hasta ser plenamente conscientes del momento en el que se produce el disparo o “desenganche”. Es decir, saber en todo momento en que punto del recorrido está el disparador, conocer de antemano lo que se va a producir, y cuando.
El buen tirador debe practicar constante y metódicamente la presión de su disparador, hasta que ello se convierta en un acto reflejo, inconsciente y eficaz; como caminar por ejemplo.
No creo que sea necesario insistir en lo importante que este aspecto resulta para un buen tiro a larga distancia, donde la menor desviación producida por un mal control producirá un error de varios centímetros.
La posición del arma.
Sabemos de siempre y sobre todo de las continuas y repetidas teóricas de tiro, que la trayectoria de la bala es ascendente, saliendo por debajo de la línea óptica de la mira para cortarla hacia arriba y caer por debajo después.
Vista desde atrás esta ascensión y caída se efectúa sobre una línea vertical que une los dos centros, el del ánima y el de la mira.
De esta forma, si disparamos con el rifle un poco girado hacia la derecha, por ejemplo, la línea vertical también quedaría inclinada hacia ese lado y la ascensión de la bala haría lo mismo. El impacto iría a la derecha. Si el visor está correctamente regulado para el arma en posición vertical, iría más a la derecha aún, desviación que aumentaría con la distancia.
Algunas ópticas para francotiradores o para bench-rest poseen un nivel para poder corregir esta situación.
De todas formas la mejor solución es practicar hasta que el arma esté siempre en la misma posición de forma instintiva.
Caida del disparo.
Cada calibre tiene una trayectoria ideal que conocemos, más o menos, de antemano; unas veces porque nos lo dicen las tablas balísticas y otras por la experiencia directa de su uso.
No es ninguna pérdida de tiempo el leer y el formar una base documental sobre todo lo referente al tiro, y en este caso sobre el comportamiento de nuestra munición, para tomar conciencia de sus posibilidades y limitaciones, ya que esto es justamente lo difícil de apreciar exclusivamente con la práctica. Pero, si vamos a realizar disparos largos lo mejor es juntar el conocimiento empírico con el teórico.
Pensemos en un .308 Winchester D46 de la casa Lapua. Por comportamiento es un cartucho regular tirando a pésimo para el tiro del francotirador militar, ya que está pensado para el tiro de precisión deportiva hasta 300 m.
Bien, posee una punta de 185 grains (12.0 g.), velocidad inicial de 760 m/s. y un coeficiente balístico de .286. Realmente son unas cifras razonables.
Con este cartucho, y regulada nuestra óptica para dar al centro exacto de nuestro blanco a 200 m., se nos caerá 30.6 cm. a 300 m., y 68.7 cm a 400 m. Etc.
Con esto en mente veamos algo más.
El símbolo “x” que tienen los visores telescópicos indica los aumentos de tamaño de la imagen, esto es, en un visor de 4x veremos la imagen exactamente cuatro veces más grande que a simple vista. Es decir “acercada” tanto como sería necesario para verla cuatro veces más grande. Pero todo se verá más grande, no solo el blanco, incluso el movimiento de “no parar” el arma se vera magnificado. De esta forma si lo que hacemos es levantar la cruz un poco por encima del blanco para compensar la caída, “ese poco” tiende a ser disparatado debido a la magnificación de los aumentos, y lo que vemos “como un poco” en el ocular, será un par de metros en la realidad. Fallaremos por encima.
Con un blanco de medio metro, y una cuadrícula de 1.5 cm, pondremos copias de este a las distintas distancias que consideremos necesarias, 100, 200, 300, 350, 500, 600 m. ... El tamaño del blanco corresponde a la superficie de un tórax humano en su zona letal al 100%, por lo menos en un tórax normal.
¡OH! ¡Sorpresa! A 500 m, algo tan grande como un pecho humano, es imposible de divisar (con lo cual se esfumarán rápidamente las pretensiones de los “grandes tiradores”), pero superada la momentánea desilusión procederemos a practicar con rigor y dedicación el tiro a esas distancias.
De esta forma, además, aprenderemos a calcular distancias y a tener una clara noción de cuanto es la caída de nuestra munición a esas distancias.
Cuando ya el tiro sea real haremos tres cosas bien distintas, las dos mejores es corregir con las posibilidades que me da mi óptica, si ello no es posible, por desconocimiento propio de la materia o por imposibilidad táctica, actuaremos de la siguiente forma.
¡¡No puedo corregir con el visor, no tengo tiempo!!
Tenemos un objetivo enemigo a una distancia que hemos calculado en 350 m. El objetivo apenas estará unos segundos en nuestro retículo. Sabemos que la bala caerá 39.5 cm., también sabemos que la superficie que nos ofrece este incauto es de 30 cm. Como la caída prevista son los 39.5 cm., si apuntamos al centro del blanco el disparo dará 24.5 cm. por debajo del mismo. Si apuntamos con el centro de nuestra cruz en el borde superior de la cabeza de nuestro blanco, el disparo aún así irá 9.5 cm. por debajo.
Para dar en el centro de la superficie vital, que está 15 cm. por debajo del borde superior, debemos apuntar 24.5 cm. por encima. Como esos 24.5 cm. es un poco más de la mitad de lo que mide allí su superficie, “sacamos” la cruz más o menos medio blanco por encima del ocular. Más fácil, imaginamos que encima de nuestro blanco hay otro igual, y disparamos al centro e este. El impacto se producirá a 10.5 cm. de la parte inferior del blanco.
Así se puede hacer.
Solo necesitamos práctica.
Mucha práctica.
Conclusión.
El uso de las posibilidades de la óptica, de la cruz del visor; el cálculo de caídas y derivas por viento, por humedad, por ángulo de situación, por altura respecto al mar, por ángulo de incidencia de la luz, por temperatura, por tipo, clase y/o modelo de munición; disparar a blancos estáticos o en movimiento; en fin, las cientos de cuestiones y casos del tiro de precisión de un francotirador, necesitarían, realmente, libros enteros.
Sólo la práctica disciplinada, metódica y exigente, y nuestra experiencia nos ayudará a intentar dominar todos estos factores.
Si le puedes ver... le puedes dar.
Solo necesitas una cosa ... práctica continua y real.
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