Los tres ciudadanos españoles presos en Santo Tomé y Príncipe, acusados de estar implicados en un intento de golpe de Estado, aseguran que estaban montando una empresa de seguridad privada y que eso explica que hubieran adquirido armamento y uniformes, según fuentes diplomáticas. Los tres españoles, cuya identidad no ha trascendido, fueron detenidos a principios de agosto junto a dos nacionales de Santo Tomé, un exministro y un exmilitar.
La supuesta intentona golpista está rodeada de un manto de opacidad y sospechas. El Gobierno de Santo Tomé y Príncipe (un archipiélago de 1.000 kilómetros cuadrados y 200.000 habitantes en el Golfo de Guinea) anunció el pasado día 3 la detención de cinco personas, tres españolas, “que actuaban en el país como mercenarios”, y dos santotomenses, acusados todos ellos de participar en una “operación terrorista para subvertir el orden constitucional”.
Según la nota oficial, el grupo planeaba “el secuestro del presidente de la República [Evaristo Carvalho] y del presidente de la Asamblea Nacional; y la eliminación física del primer ministro [Patrice Trovoada]”. Este último aseguró que el objetivo de los terroristas eran los representantes de las instituciones del Estado y pidió el apoyo de Interpol y de los Gobiernos de Portugal y España para continuar la investigación del caso.
Un país en precampaña electoral
La inestabilidad que vive Santo Tomé y Príncipe no es ajena a las elecciones generales que celebrará el país el próximo 7 de octubre, en las que el primer ministro Trovoada aspira a la reelección. Una de las decisiones más importantes de su primer mandato la adoptó en 2016, cuando rompió relaciones con Taiwán y se asoció con China, cuyo ministro de Exteriores visitó el archipiélago africano en enero pasado. El desembarco de capital chino coincide con el interés de las compañías petroleras por explotar las bolsas de crudo detectadas en aguas del Golfo de Guinea.
A los tres españoles se les incautó, según las autoridades locales, “material bélico, ordenadores, cuchillos de monte, granadas, gafas de visión nocturna y uniformes extranjeros con distintivos nacionales”. Respecto a los dos santotomenses, se trata de Albertino Francisco, ministro de Juventud y Deporte en el Gobierno de Gabriel Costa (2012-14), y de un antiguo miembro del llamado Batallón de los Búfalos, una unidad de élite al servicio de la Sudáfrica del apartheid que combatió en la guerra de Angola.
España carece de Embajada en Santo Tomé y Príncipe, pero ha ofrecido asistencia a los detenidos a través de su cónsul honoraria en el país, María Teresa Mendizábal, y de la Embajada portuguesa. También ha realizado gestiones la representación diplomática en Libreville (Gabón), según la Oficina de Información Diplomática (OID).
Fuentes diplomáticas aseguran que los españoles niegan todos los cargos y aseguran ser profesionales de la seguridad privada cuyo objetivo era montar una empresa de dicho sector en el país, lo que explicaría la adquisición de armamento y uniformes. Para poner en marcha este proyecto habrían sido inviatados por el ministro del Interior del Gobierno de Costa, pero no por el actual.
Esta es la segunda intentona golpista que las autoridades de Santo Tomé y Príncipe denuncian en pocas semanas. El pasado 21 de junio fueron detenidos el exministro de Agricultura y diputado opositor Gaudencio Costa y el sargento del Ejército Ajax Managuem “por tentativa de subversión el orden constitucional”.
Para irritación del Gobierno, el juez los puso en libertad, alegando falta de pruebas para mantenerlos encarcelados. Esta vez, un juez decidió el pasado día 9 enviar a prisión provisional a los cinco detenidos, aunque después de que varios de sus colegas se inhibieran, lo que medios locales atribuyen a la tensión entre el Ejecutivo y el poder judicial.
Una de las secuelas del caso ha sido la destitución del jefe de la guardia presidencial, Lepoldo Fernandez, más conocido como Rambo. de cuya unidad procederían supuestamente las armas incautadas al grupo.
https://elpais.com/politica/2018/08/17/ ... 69763.htmlEl plan consistía en matar al primer ministro. Después irían a por el presidente de la República y el del Parlamento, a los que pretendían secuestrar. Pero algo falló y el golpe de Estado previsto se vino abajo como un castillo de naipes. Hasta aquí la versión oficial resumida de lo ocurrido en Santo Tomé, el país más pequeño de África después de las Seychelles. Tres españoles -ex militares a los que acusaron de «mercenarios»- fueron detenidos y encarcelados por formar parte de una «operación terrorista para subvertir el orden constitucional», es decir, por participar en un intento de golpe de Estado.
Los tres, dijo el Gobierno de Patrice Trovoada, cayeron con todo su arsenal. En el momento de su arresto, que se produjo el 3 de agosto, según la versión oficial, les fueron requisadas diversas armas de guerra, entre otras, fusiles de asalto AK-47, munición, granadas, gafas de visión nocturna, bayonetas, machetes... Desde entonces, Marco, Orlando y José Manuel permanecen encerrados en la prisión central de Santo Tomé, la única del país, un lugar infame, sobrepoblado de presos.
«Los tres están bien, sí, he ido a verlos a la prisión, no puedo decir más». Piiiiiii. La orden impuesta por el Ministerio de Asuntos Exteriores español es el silencio. Y la cónsul de España en Santo Tomé, la cumple a rajatabla. Al otro lado del teléfono, a 4.579 kilómetros de distancia, en medio del océano Atlántico, María Teresa Mendizábal despacha las preguntas de Crónica colgando el teléfono. Como si la supuesta intentona golpista que le atribuyen a los tres españoles en este archipiélago del Golfo de Guinea, antaño mercado de esclavos, fuera cosa menor. El propio Ministerio de Exteriores, en sus recomendaciones de viaje, califica Santo Tomé como un lugar «tranquilo». Donde «el viajero no corre riegos particulares». Y ello a pesar de que éste es el segundo intento de golpe en 30 días. El pasado 21 de junio ya fueron detenidos, acusados de otra tentativa similar, el ex ministro y diputado opositor Gaudencio Costa (Alfa II en la trama) y el francotirador Ajax Managem (Alfa I), sargento del ejército, que, a diferencia de los españoles -incomunicados en celdas sin ventanas ni ventilación-, quedaron inmediatamente en libertad provisional, a la espera de juicio.
De izquierda a derecha, el asturiano Marco en la cubierta de un atunero, el ex legionario Jose Manuel, de San Fernando, Cádiz, y el riojano Orlando, el jefe del grupo que los reclutó. CRÓNICA
Por las viejas calles de Santo Tomé, isla del cacao donde los negros cantaron y bailaron sin parar cuando la abolición de la esclavitud, en 1875, no se ha visto ahora ninguna sangre correr. De los cinco presuntos cabecillas del complot detenidos, dos eran civiles tomenses: el ex ministro Albertino Francisco, el que ofreció el trabajo a los españoles, y un supuesto miembro del batallón de los Búfalos, unidad de élite de la Sudáfrica del apartheid que se formó para combatir a enemigos del régimen en las antiguas colonias portuguesas. Los otros tres eran los veteranos ex militares españoles. Dos habían pertenecido al grupo que recuperó la isla de Perejil, y el tercero, a la Legión.
Los tres blancos habían llegado el 29 de julio a Santo Tomé en un avión de la TAP, la línea aérea de bandera de Portugal. Y el único material bélico propio con el que aterrizaron, según afirma a Crónica una fuente próxima, eran unos chalecos antibalas. «Las armas de las que habla el Gobierno no eran suyas. Se las colocaron. Fue una trampa», sostiene alguien que estuvo en contacto directo con los españoles hasta poco antes de que fueran encerrados en la prisión central. Un recinto que, según informes del departamento de EEUU, se encuentra casi al límite de su capacidad. Unas instalaciones con «ventilación insuficiente y altas temperaturas» donde los presos preventivos comparten espacio con criminales convictos y en la que no existe una segregación entre los mayores y menores de edad allí encarcelados.
¿Qué pasó realmente en la pequeña isla del Golfo de Guinea? ¿Fue todo un montaje para reforzar la posición del Gobierno, con mayoría del partido Acción Democrática Independiente, ante las próximas elecciones generales? ¿Y las armas? ¿Eran en realidad de los españoles, como pregonaron las autoridades de Santo Tomé? ¿A qué habían ido? ¿Quiénes son? ¿Para quién o quiénes trabajaban? ¿Fueron de verdad detenidos el 3 de agosto, como asegura el Gobierno tomense? ¿O es más cierto que los esposaron en el hotel cuando estaban en chanclas y usando sus redes sociales un día después?
Empecemos por el final.
Los tres detenidos no han podido ver la luz desde que fueron encarcelados. Las celdas de esta cárcel no tienen ventanas ni ventilación y están totalmente incomunicados.
Los tres juntos salieron de España el 29 de julio con rumbo a Santo Tomé. Viajaron en un avión de la TAP. Pocos días más tarde, el 4 de agosto -y no el 3, como aseguraron las autoridades tomenses- fueron detenidos en el hotel mientras uno intercambiaba mensajes de WhatsApp con un amigo y otro estaba en su Facebook.
Las armas, presuntamente de su propiedad, aparecieron más tarde. Es imposible, relata un ex agente de Inteligencia español, que ellos pudieran introducirlas en el país con los controles aduaneros. Encima sólo portaban como de costumbre sus chalecos antibalas.
Lo que en verdad les había llevado a Santo Tomé, lugar que ya conocían, sería la oferta del ex ministro de Juventud y Deporte, Albertino Francisco, para que le dieran protección como guardaespaldas a él y a otros políticos opositores al Gobierno de Patrice Trovoada, con vista a la campaña electoral inminente que conducirá a las elecciones generales del 7 de octubre.
Enrique, nombre ficticio de un ex espía que ha trabajado en el continente africano y que conoce bien el mundo de los mercenarios, sostiene que a los tres españoles los «han cogido como cabezas de turco» de un golpe, según él, que «no existió».
Los tres estaban sin trabajo y, según fuentes cercanas a los detenidos, la oferta para que hicieran de guardaespaldas en Santo Tomé le había llegado directamente a Orlando, el que llevaba la voz cantante del trío. Llegaron a Santo Tomé prácticamente con lo puesto. «Esto que ha pasado tiene toda la pinta de una encerrona. Les han colgado el marrón», sostiene la misma fuente.
Fueron detenidos un día después de la fecha indicada por el gobierno de Santo Tomé. Y en su hotel
Crónica se ha puesto en contacto con la Oficina de Información Diplomática (OID) en Madrid. Nos atiende al teléfono el funcionario de guardia del departamento, Felipe Formariz.
-¿De qué se les acusa en el plano jurídico a los españoles?
-Eso no se lo puedo decir, violaría la ley de protección de datos.
-¿No cree que, al tratarse de ciudadanos españoles, Exteriores debería dar más explicaciones sobre un asunto tan grave?
-Tenemos que ser discretos. Lo siento. Les estamos ofreciendo asistencia consular...
-¿En qué consiste?
-Nuestra cónsul los visita y les prestamos toda la ayuda.
Le ha llevado calcetines y matamosquitos. La comida es mala, pero no se les puede llevar nada del exterior por riesgo de envenenamiento. Tampoco se les ha permitido salir de las celdas desde que fueron detenidos. En cuanto a la asistencia jurídica, las familias de los tres presos han contratado un mismo despacho de abogados en el país. El propio letrado de oficio que les asistía se lo había recomendado. El precio: 20.000 euros.
-¿Están en contacto con las familias? -seguimos preguntando.
-Sí, tenemos contacto. Les informamos de todas las gestiones.
El bufete tomense ha presentado un recurso firmado por los tres encarcelados para poder hablar con sus familias, que denuncian la lentitud, el hermetismo y el silencio mediático en torno a lo ocurrido mientras se les ha tildado de «mercenarios» cuando iban a trabajar como escoltas. Y también esperan una respuesta contundente y mayor apoyo por parte del Ministerio de Exteriores. El juicio está previsto que se celebre en unos 15 días.
-¿Cómo van las gestiones que dicen estar realizando? ¿En qué consisten? -insistimos al portavoz de la OID.
-No puedo decirle nada más.
Antes de convertirse en soldados de fortuna, los ex militares -Orlando, jefe del grupo, Marco y José Manuel- se habían curtido con los más duros. En la Legión y en el GOE III, con sedes en Valencia y Alicante. Los pocos que consiguen entrar en este Grupo de Operaciones Especiales únicamente intervienen en misiones de alto riesgo. Algo parecido a los temidos SEAL estadounidenses que saltaron a la fama por dar caza a Bin Laden. Fueron precisamente los del GOE III los que estuvieron desplegados en Bosnia, cuando la guerra de los Balcanes, Iraq y Afganistán, y quienes a su vez, tras ser tomada por tropas de Marruecos, lograron recuperar para España la isla de Perejil (17 de julio de 2002). «Los que pasan por alguno de estos Grupos se convierten en máquinas de guerra, son muy precisos y sigilosos, por eso llevan en su escudo la figura de un murciélago, rápidos y letales como los alados negros...», asiente un veterano capitán que prefiere mantenerse en el anonimato. «El que fue goe no olvida. Siempre será un goe». Y así fue.
"Se suele cobrar a partir de los 10.000 euros mensuales", dice un mercenario que ha estado en África
Ya en la otra vida, la civil, los tres antiguos militares seguirían poniendo en práctica lo aprendido. Los tres venían del Ejército. Se foguearon en unidades de élite. Y los tres abandonaron la vida militar para dedicarse a la seguridad privada. Dieron protección a atuneros frente a los piratas somalíes. Cruzaron mares y se enfrentaron a piratas. Les guardaron las espaldas a políticos y espías...
Orlando Pérez López, natural de Arnedo (La Rioja), es el muñidor del trío. Perteneció al GOE de Alicante. Luego pasó por Segur Ibérica. Está casado, y durante varios años fue el delegado en España de UCP Group, una empresa inglesa de seguridad privada especializada también en labores de adiestramiento. Orlando se ocupó de la parte médica en los cursos de escolta que se hacen en España. «Se incorporó un compañero a la empresa y tuvieron desavenencias», nos explican para señalar cómo fueron esos roces profesionales el motivo por el que pidió el finiquito a UCP hace menos de dos años. Ya conocía, de su tiempo en los atuneros con la empresa Segur Ibérica a los otros dos españoles que convocó para configurar un equipo que velara por la seguridad del ex ministro de Santo Tomé.
Alias 'popeye'
El primer elegido fue Marco José Martínez Méndez, alias Popeye. Asturiano de Vegadeo, un pequeño pueblo que linda con Galicia y que no llega a los 4.000 habitantes. Marco nació en uno de esos eneros de galernas en el Cantábrico, hace 36 años. Casado y padre de 3 hijos (dos niños y una niña), Méndez destacaba por su cuerpo rocoso y ágil, condiciones que le abrirían las puertas de la primera división gallega de rugby como jugador del Club de Rugby Ferrol. Años antes (desde 2002 a 2005) se había enrolado en la Armada española, en cuyo colegio de huérfanos había estudiado COU. «Físicamente era un portento, no muy alto, rondará el 1,75, pero noble, buen compañero», recuerda el presidente del Club Rugby Ferrol, Cristóbal Dobarro, donde Marco ha jugado seis temporadas. «Él no es de ésos, qué va... Marco es un tipo duro, recio, pero de ahí a lo que se cuenta de él... No me lo creo».
Al terminar su aprendizaje en la Armada, en 2007, Méndez logró que lo admitieran en uno de los grupos de élite del Ejército de Tierra, el de Operaciones Especiales, GOE III, con sede en Valencia. Durante los tres años que permaneció en esta unidad de élite (2007 a 2010), el asturiano de la cabeza rapada, barba larga y mirada fría y cuerpo tatuado, estuvo involucrado en distintas operaciones internacionales. En Líbano (2009) realizó misiones de inteligencia y contrainteligencia, dando protección a agentes españoles del CNI y a personalidades de la ONU y del Gobierno de Zapatero.
Tras abandonar el Ejército, estuvo un tiempo trabajando para Swat Security Systems, una empresa internacional de seguridad privada con sedes en Mozambique, Panamá, Grecia y Singapur, que presta servicios de consultoría, inteligencia y vigilancia. Luego recaló en Segur Ibérica. La empresa -que ya no existe- prestaba servicios de vigilancia y acción rápida para frenar los ataques de piratas a los atuneros españoles en el Índico. Ocho meses en un barco y una enorme preparación y fortaleza mental. A Marco lo recuerdan como muy impulsivo. «Saltaba a la primera. Es muy de acción y muy de grupo, vive mucho lo de la seguridad».
Tras el ERE de Segur Ibérica se quedó en paro. Sacó el acceso a la Universidad y el título de director de seguridad en A Coruña, mientras planeaba opositar a policía local. En julio estuvo a punto de aceptar un empleo de guardabosques en Galicia. Pero la oferta de su compañero Orlando para ir a Santo Tomé de guardaespaldas le pareció más jugosa. Un trabajo fácil, pensaría él, con el que ganaría un buen dinero.
«A veces no cobras porque te matan, que también pasa». Agustín es un mercenario de los que han visto mucha sangre. No le preocupa demasiado contar sus experiencias a cambio de mantener su anonimato. Ha trabajado en medio mundo, especialmente en el continente africano. Un oficio ciertamente peligroso, aunque Agustín matiza: «En los conflictos armados los que menos mueren son los militares».
-¿Cuánto se gana?
-Se suele cobrar semanalmente, pero digamos que a partir de 10.000 euros mensuales.
En su mayoría se trata de ex militares que, por diversas razones, inquietudes profesionales o aspiraciones económicas, ofrecen su fearless y sus dedos rápidos a quien pueda pagarlos. Añade Agustín que los mercenarios españoles están muy bien valorados por lo espartanos que son. «Me refiero a que están acostumbrados a luchar con medios precarios, sin una gran tecnología detrás ni apoyo de mulas mecánicas, por citar algo. Recuerdo que en una misión yo era el arma del equipo y llevaba una moderna Minimí -ametralladora ligera de origen Belga- cara y eficaz, pero pija: había que mantenerla muy limpia y emplear balas blindadas americanas si no querías abrasar el cañón. Tras tomar un par de pueblos la munición escaseaba y tuve que hacerme con otra ametralladora que le arrebaté al enemigo, que era casi de la II Guerra Mundial pero a cambio tenía por delante toda la munición que quisiera. África es así. Aprovechas lo que tienes y no esperas que nada caiga del cielo».
Las familias han pedido apoyo y una respuesta contundente del ministerio de exteriores
Para rematar nos habla del lado oscuro de los soldados de fortuna (mercenarios): «Algunos no cobran por sus servicios, ésos son los peores». Se agrupan en pequeños equipos autofinanciados y van allá donde ven un conflicto entre dos facciones para negociar apoyos. El beneficio no es otro que el pillaje. Son unos auténticos piratas de tierra firme.También hay muchos adictos a la adrenalina, entre otras cosas, que son rechazados por las empresas serias porque no pasan el perfil psicológico. Lo que realmente les gusta es matar, y los conflictos armados les valen de excusa.
Para Orlando, el jefe del trío de españoles, el contrapeso perfecto para cerrar el equipo de Santo Tomé fue José Manuel López Jiménez, el legía del grupo. Un gaditano de San Fernando (Cádiz) de 49 años recién cumplidos. Está divorciado y tiene dos hijos mayores. Fue cabo de la Legión, en la que entró con 17 años. Lo dejó por la seguridad privada. Para hacerlo, salió de Melilla y atravesó la Península: en verano de 2002 comenzó a trabajar como escolta en el País Vasco. La primera espalda que le tocó guardar de la violencia de ETA fue la del delegado de El País en Euskadi, el periodista Ander Landaburu.
En el País Vasco pasó una década trabajando para empresarios del Grupo Delfi y políticos en ayuntamientos como el de Vitoria e Iruña de Oca (Álava). Luego recaló en los atuneros, hasta el ERE. Su último trabajo fue como guardaespaldas de un millonario ruso, en Marbella. Según allegados suyos. es «muy buena gente». Para los expertos que lo conocen, «sin duda es la persona en la que confiarías tu seguridad. Es un lujo trabajar con él. No se mete en jaleos y lo suyo lo hace muy bien». Por eso en el sector «no cuadra lo del golpe de Estado. Con José Manuel, no, imposible».
Mientras se cubren los pies con los calcetines de la cónsul y se protegen de los mosquitos en espera de juicio, seguro que Marco el popeye, el legía José y el jefe Orlando maldicen su viaje a Santo Tomé y Príncipe, dos puntos verdes en la inmensidad del Atlántico, el lugar más próximo a la posición 0º 0º, donde no sólo convergen los puntos cardinales. También las creencias y la magia se confunden con la realidad. O a la inversa. Ellos fueron buscando fortuna y se dieron de bruces con el mayor de los infortunios... De golpe.
La inventona: un golpe imaginario
DAVID R. VIDAL
A veces la necesidad económica tiende puentes a la imprudencia. Los tres españoles encarcelados se las veían muy felices aspirando a un trabajo bien remunerado en Santo Tomé: escoltar a un antiguo ministro (Albertino) de cara a las elecciones de octubre. Y es que no se fiaba un pelo de sus compatriotas.
Estos tres mercenarios llegaron con visado de turista para una estancia de días, sin tiempo no ya para iniciarse en cualquier tarea, sino que ni siquiera tuvieron opción a cambiar sus chanclas por una indumentaria más marcial antes de ser arrestados. Conocer las auténticas motivaciones del Gobierno respecto a estas intentonas golpistas -o inventonas, según se mire- no es difícil. Santo Tomé tiene larga tradición. Apenas un mes antes se produjo otro supuesto intento donde también fue protagonista un antiguo ministro -Gaudencio- y un par de soldados. O sea, una operación de tres personas. El suceso involucraba a un asesor francés del que nunca se supo. Tal vez el Gobierno visualizó un déjà vu y sobrerreaccionó al ver que la oposición contrataba a militares. Esta vez el pelotón golpista ya sumaba a cinco: éxito asegurado...
A veces, a ciertos países con regímenes democráticos cuestionables no les viene nada mal una asonada militar -en tentativa- que les permita hacer limpieza entre las filas de la oposición o para obtener ventajas políticas que no logran por métodos más convencionales. Un Erdogan. Si finalmente la testaruda realidad no resulta propicia y la anhelada tentativa no acontece, siempre queda el recurso a la inventiva donde, es sine qua non, se precisa de unos pardillos sobre los que cargar las tintas y a quienes presentar de trofeo ante la sociedad santotomense. Nada vende mejor que la publicitada detención de unos siniestros mercenarios extranjeros...
Sería esperable que la justicia desmontase rápido la versión oficial, donde es incierto hasta el momento de la detención, por no hablar de la dudosa procedencia de unas armas que poco antes estaban en poder de afines al Gobierno. A los golpistas de junio se les dejó en libertad a la espera de juicio. Sin embargo, es de temer que esta vez la justicia no haga acto de presencia hasta... después de las elecciones.
España debería ejercer una adecuada presión diplomática para proteger a sus ciudadanos. Albertino y su acólito, entrullados en la misma operación, siempre podrán negociar su libertad a cambio de algo, pero los blancos no van a tener tanta suerte.
David Vidal trabajó para el CNI durante una década, tejiendo una red de informadores en 16 países de África
http://www.elmundo.es/cronica/2018/08/1 ... b4575.html