Miguel Ángel Ballesteros Martín
Coronel Jefe del departamento de Estrategia de la Escuela Superior de las FAS
Emboscada a agentes del CNI en Irak
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«Nos han atacado, Alfonso está muerto y José Carlos, herido»
«De todos pueden sentirse orgullosos sus hijos, porque ellos eran de los mejores y se comportaron hasta el final como lo que eran. Un modelo de entrega al servicio y de generosidad humana». Éste es el relato de sus últimas horas.
El día 29 de noviembre morían siete miembros del Centro Nacional de Inteligencia en un atentado terrorista al sur de Bagdad. Todos ellos habían ido voluntarios y sabían que era una misión compleja y de alto riesgo. Casi todos tenían experiencia en operaciones similares. ¿Qué les impulsó a estos hombres a dejar a sus familias en España para ir a una misión de estas características? La respuesta a esta pregunta sólo podría darla cada uno de ellos y, probablemente, aparte de sus motivaciones profesionales, en sus corazones latía el mismo aliento que impulsa a tantos y tantos jóvenes a colaborar con ONG´s en zonas del mundo poco privilegiadas. En todo caso, en el comportamiento durante la última media hora de su vida podría estar la respuesta.Cuando se habla de los miembros del CNI, pensamos en los agentes secretos, evocando imágenes cinematográficas que poco se parecen a la realidad. Sin embargo, ante esta lamentable noticia nos hemos preguntado: ¿Qué hacían allí? ¿A qué se dedicaban realmente? ¿A quién beneficiaba su trabajo?
Detectar las amenazas
En las operaciones militares, sean de paz o de guerra, es imprescindible tener la información previa suficiente como para tener una correcta valoración de la amenaza y decidir los mecanismos de seguridad y tomar las decisiones que garanticen la protección de nuestras tropas. Mientras que en la guerra el enemigo es un ejército convencional, en las misiones de mantenimiento de la paz y, especialmente, en las de estabilización, como ocurre en Irak, las tropas deben estar preparadas para enfrentarse a un enemigo más sutil, que se diluye entre la población y cuyas acciones ofensivas son pura vesania terrorista.
El trabajo de los agentes del CNI es detectar las posibles células enemigas con la colaboración de la población civil, pero, además, procurar conocer los sentimientos de la población, sus principales necesidades, identificar a los auténticos líderes de la zona y generar confianza entre los iraquíes influyentes. Buena prueba de la calidad de su trabajo son las palabras que uno de los máximos líderes chiítas en Diwaniya dijo recientemente refiriéndose a uno de los agentes asesinados, con el que había mantenido una buena relación: «Era el mejor embajador que podía haber mandado España».
Cuatro de los agentes que murieron el día 29 estaban desempeñando esta misión y los otros cuatro estaban tomando contacto con la zona, preparándose para hacer el relevo a comienzos del 2004. Se trataba de una estancia de pocos días para conocer la realidad de la zona donde iban a trabajar. El viaje formaba parte de un periodo de formación que se realiza en España, dado lo arriesgado y complejo de la misión.
Completar la preparación específica
Una vez terminado el viaje debían regresar España hasta completar el programa de preparación específica para realizar un relevo en las mejores condiciones. No hay mejores maestros que los que en cada momento desempeñan la misión real sobre el terreno.
El trabajo en zona se desarrolla por equipos de forma compartimentada en áreas de responsabilidad, sin horas libres, ni días de descanso, con dedicación permanente a su cometido y siempre procurando adaptarse al pulso vital del país y de la gente con la que se relacionan. El día 29 de noviembre, dos de esos equipos debían acompañar a su futuro relevo a Bagdad para acreditarse ante las autoridades y reconocer las zonas donde se encuentran las diferentes sedes de organismos iraquíes y de la comunidad internacional.
Juntos por seguridad
¿Por qué iban dos vehículos juntos? Fueron razones de seguridad lo que les impulsó a ir juntos, en dos coches, a Bagdad, para apoyarse mutuamente ante un ataque o ante un problema mecánico. La decisión la tomaron el viernes 28 a última hora de la noche. El sábado madrugaron, se juntaron en un punto acordado y viajaron juntos a Bagdad donde, después de mantener las reuniones previstas con miembros de la comunidad internacional, comieron en casa de un funcionario español y emprendieron viaje de regreso a sus zonas de trabajo por la carretera denominada Ruta Jackson, ya que la autopista estaba cortada al tráfico civil, por estar reservada por el Mando de la Coalición para el aprovisionamiento logístico.
Al salir de Bagdad, como si tuviera una premonición, el agente que conducía uno de los coches todoterreno les advirtió a sus compañeros de vehículo: «Poneos el cinturón de seguridad porque si tengo que dar un volantazo para evadirnos, más vale que estéis bien agarrados al asiento».
Era experto en conducción operativa y sabía como realizar maniobras de evasión, previstas para caso de atentados, como cuando se viaja con personalidades. Desgraciadamente fue uno de los primeros en ser alcanzado mortalmente y no tuvo oportunidad de aplicar sus habilidades.
Primeros disparos
Los dos coches circulaban separados unas decenas de metros cuando, al aproximarse a la localidad de Latifiya, un coche de gran potencia -a juzgar por la velocidad que desarrollaba- comenzó a disparar desde atrás contra el segundo vehículo, cuyo conductor, al darse cuenta, aceleró para evadirse y avisar al otro vehículo, al que adelantó. El coche de los terroristas, mucho más potente, pronto alcanzó al segundo coche y, disparando con varios «Kalashnikov», mataron en el acto a su conductor e hirieron de gravedad al agente que viajaba detrás de él. El coche, con las ruedas destrozadas por los disparos y sin control, se detuvo. A continuación, el coche de los terroristas siguió acelerando para dar alcance al todoterreno más adelantado que se había distanciado y, disparando desde atrás y desde la izquierda, alcanzó mortalmente al conductor e hirió de gravedad al compañero del asiento situado detrás.
El vehículo, sin control, se salió de la carretera, deteniéndose en una suave hondonada, mientras el coche de los terroristas que lo había rebasado se paraba en el arcén, unos metros más adelante, y seguía disparando sobre el vehículo del CNI.
Reagruparse
Los agentes que no estaban heridos saltaron del vehículo y respondieron al fuego con sus armas. Mientras, los dos ocupantes ilesos del vehículo que se había quedado más retrasado, colocaron el cadáver del conductor en el asiento trasero junto al herido y, con las ruedas pinchadas, condujeron el coche para reagruparse hasta las cercanías donde estaba el otro vehículo. Los terroristas, al observar la aproximación de este vehículo, dejaron de disparar y reanudaron su marcha perdiéndose en la carretera que se introduce en Latifiya. Uno de los agentes, Carlos, intenta pedir ayuda con su teléfono vía satélite a Bagdad y a Diwaniya. Al no conseguirlo, llama a su oficial responsable en Madrid y le dice: «Nos han atacado. Alfonso está muerto y José Carlos está herido. Llama a Bagdad o a la Brigada y que nos manden un helicóptero». En ese momento, la comunicación se cortó.
A los 5 minutos, Carlos, como titular más caracterizado del grupo superviviente, vuelve a llamar a su jefe en Madrid y le informa de los dos fallecidos y dos heridos. Cuando éste le pide sus coordenadas, se oyen disparos y vuelve a cortarse la comunicación, que ya no se volvería a reanudar. Estaban siendo tiroteados desde unas casas próximas.
Tiroteo
Los cuatro agentes que no estaban heridos tenían dos opciones: tratar de ponerse a salvo, huyendo en dirección contraria a los terroristas, o tratar de repeler el ataque defendiendo a sus compañeros heridos. Nadie tuvo que dar ninguna orden. Carlos se parapetó cerca de su vehículo y comenzó a disparar. Su ejemplo fue seguido por sus compañeros de forma inmediata, colocándose junto al otro coche y respondiendo a sus atacantes con sus pistolas ametralladoras en un combate desigual frente a terroristas con fusiles ametralladores protegidos por las casas. En un momento determinado, en pleno tiroteo, Pepe, responsable de uno de los equipos de relevo, le dice a José Manuel: «Me han dado»; tenía un disparo en su brazo izquierdo, pero siguió disparando. José Manuel también sintió el quemazón de un disparo en su axila poco antes de que su arma se encasquillara sin que pudiera seguir disparando. Es entonces cuando Pepe le pide sus cargadores y le da la orden de que vaya a buscar ayuda. Sería, a la postre y después de no poca suerte, el único que se salve, gracias a la intervención de un personaje influyente entre los iraquíes, que le dio un beso en la mejilla en señal de amistad, calmando a la muchedumbre que, en actitud hostil, parecía querer lincharlo y, posteriormente, tuvo la protección de una patrulla de policía iraquí, que no pudo hacer nada por el resto de los españoles.
Hasta la última bala
El ataque duró apenas 30 minutos, hasta que los agentes españoles dispararon su última bala. Su actitud ante la muerte, influida probablemente por su formación militar, fue un acto de generosidad, entregando su vida por no dejar abandonado al compañero herido.
Su trabajo era fundamental para la seguridad de nuestras tropas y ellos lo sabían. Cuando se presentaron voluntarios a esta misión, no lo hicieron para morir, pero sí lo hicieron para entregar lo mejor de sí mismos. Eran generosos y solidarios, como tantos otros jóvenes en España que, bien como civiles o como militares, marchan allende nuestras fronteras para tratar de ayudar a construir un mundo más justo y más estable. Sus ganas de servir a la sociedad y su inquietud profesional les empujó a ir a Irak.
Conscientes de su trabajo.
Ellos, como técnicos del Estado en temas de información, no tenían ideología política, no sabemos si estaban a favor o en contra de la intervención en Irak. Eso poco importaba. Ellos sabían lo importante que era su trabajo para el éxito de la misión, para la seguridad de nuestras tropas y también para conseguir información relevante que fundamente las decisiones gubernamentales.
La sociedad española es una sociedad solidaria y generosa. Ellos elevaron esa generosidad y solidaridad al grado sumo: unos, sin más oportunidad que morir en el acto de aquel implacable ataque terrorista, otros, heridos, muriendo arropados por la protección y el arrojo de sus compañeros, todos entregando su vida. De todos pueden sentirse orgullosos sus hijos, porque ellos eran de los mejores y se comportaron hasta el final como lo que eran: un modelo de entrega al servicio y de generosidad humana.
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Soldados de elite y veteranos agentes del CNI.
Los agentes del CNI asesinados eran personas maduras, veteranos miembros del CNI y en su formación, además de la específica recibida en el servicio secreto, destacaba, en algunos casos, la de operaciones especiales y paracaidismo o en otros el combate nocturno. La mayoría tenía más de una condecoración militar.
Según los datos del CNI, los dos más jóvenes tenían 36 años y, el mayor, 49. En su carrera militar procedían de Infantería o Caballería a excepción del sargento primero Luis Ignacio Zenón que venía del Ejército del Aire. Cuatro de ellos llevaban más de diez años en el CNI y, el que menos, cinco. El comandante José Ramón Merino Olivera, con 49 años, era el mayor. Llevaba trece años en el CNI y hasta poco antes de incorporarse a Irak había estado en Kosovo. Desde su ingreso en el CNI había trabajado en el campo del contraterrorismo. Tenía los cursos de mando de unidades paracaidistas, combate nocturno y carros de combate.
Alberto Martínez González tenía cuarenta y cinco años. Comandante de Caballería y con cursos de carros de combate, probablemente era uno de los que mejor conocía Irak. Con once años en el CNI, estuvo en Bagdad hasta poco antes del comienzo de la guerra. Regresó al final de ella para facilitar el despliegue de la Brigada «Plus Ultra». Aunque un año más joven, el brigada de Caballería José Lucas Egea llevaba trece años en el CNI. Era instructor de ametralladoras.
También llevaba trece años en el CNI el brigada de Infantería ligera Alfonso Vega Calvo. De 41 años, tenía el título de mando de unidades paracaidistas y el de unidades de operaciones especiales. Llegó a Bosnia en 2002, donde permaneció hasta principios de este año.
El sargento especialista del Ejército del Aire Luis Ignacio Zanón Tarazona era uno de los dos más jovenes: 36 años. Llevaba nueve años en el CNI y había desarrollado misiones en otros países en circunstancias difíciles o de peligro. Había estado destinado en Macedonia y Kosovo. Tenía el curso de controlador aéreo.
De 36 años era también el comandante de Infantería Carlos Baró Ollero. Llevaba en el CNI cinco años. Había llegado a Irak tras acabar la guerra y tenía una amplia formación operativa. Además del curso de carros de combate, poseía el de cazador paracaidista y operaciones especiales
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