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NotaPublicado: 02 Jun 2008 07:01 
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Dados hechos recientes y que sin duda dan que hablar, la piratería es considerada delito, por tanto creo conveniente dedicarla un hilo en este foro. (de ser considerado inadecuado, no habrá problemas en eliminarlo).

Un poco de cultura al respecto:

Citar:
La voz pirata viene del griego πειρα, -ας (peira), que significa «prueba»; a su vez viene del verbo πειραω (peiraoo), que significa «esforzarse», «tratar de», «intentar la fortuna en las aventuras».

Este término califica a las acciones llevadas a cabo por personas en embarcaciones y, desde mediados del siglo XX, en aviones, para retener por la fuerza a las tripulaciones y pasajeros, así como a los propios transportes. Esta definición es dada por organismos como la ONU o la Real Academia de la Lengua.[3] Sin embargo varios autores expertos en piratería, como el alemán Wolfram ZuMondfeld, amplían la piratería a aquellos ataques realizados desde el mar contra buques y posiciones en tierra para robar o conquistar, pero sin hacerlo en nombre de ningún estado, al menos oficialmente. Los términos filibustero y bucanero, más específicos, están relacionados con la piratería en el Mar Caribe.


Antigüedad

Las zonas de mayor actividad de los piratas coincidían con las de mayor tráfico de mercancías y de personas. La primeras referencias históricas sobre la piratería datan del siglo V a. C., en la llamada Costa de los piratas, en el Golfo Pérsico. Su actividad se mantuvo durante toda la Antigüedad. Otras zonas afectadas fueron el Mar Mediterráneo y el Mar de China.


-Grecia y Egipto:
Aunque los datos no son muy abundantes, por los mitos sabemos que los griegos clásicos fueron buenos piratas. Uno de los más famosos fue Jasón, quien guió a los Argonautas hasta La Cólquida en busca del Vellocino de oro lo que, aunque no entre en la definición española de piratería, para algunos es, sin ningún género de dudas, un acto de piratería (Personas que vienen por mar para robar).[1]

También Ulises u Odiseo, según las traducciones griega o latina, realizó varios actos de piratería en su regreso a Ítaca, como narra Homero en la Odisea.

Con estos dos ejemplos podemos ver una constante que se repetirá a lo largo de los siglos. Los piratas son, en muchas ocasiones, considerados héroes nacionales en sus países; pese a practicar lo que en tierra se llamaría robo y secuestro. Especialmente en una sociedad como la griega donde el oficio de las armas era reconocido y estimado, un motivo que llevaba a glorificar, en lugar de denostar, actos como el citado de Jasón. Debe tenerse en cuenta que el oficio de mercenario, si bien es verdad que es llevado a cabo en tierra, no tenía connotaciones negativas como las tiene actualmente[4] .

Uno de los piratas griegos más famosos de los que sí se tienen referencias fue Plutarco de Samos, quien en el siglo VI a. C. saqueó toda Asia Menor en diferentes expediciones y llegó a reunir más de 100 barcos.[5]

También los egipcios consideraban piratas a los Pueblos del Mar porque la principal expedición contra ellos llegó por esta vía. Sin embargo muchos otros autores no comparten esta clasificación porque los Pueblos del Mar sólo fueron marineros en el último momento de su historia.[1]


-Roma:
En el Mediterráneo, en la época final de la República, los piratas llegaron a convertirse en un peligro, desde sus bases primero al sur de Asia Menor en las montañosas costas de Cilicia y más tarde por todo el Mediterráneo, puesto que impedían el comercio e interrumpían las líneas de suministro de Roma.

A diferencia de siglos posteriores, los piratas de la Antigüedad no buscaban tanto joyas y metales preciosos como personas. Las sociedades de aquella época solían ser en su mayoría esclavistas y la captura de personas para ser vendidas como esclavos resultaba una práctica altamente lucrativa.[5] Pero también se buscaban piedras preciosas, metales preciosos, esencias, telas, sal, tintes, vino y otros tipos de mercancías que solían transportarse en los barcos mercantes, caso de los fenicios.

Uno de los casos más conocidos de piratería contra las líneas de navegación lo protagonizó Julio César, que llegó a ser prisionero de los piratas cilicios (75 a. C.). Plutarco en Vidas paralelas cuenta que el jefe cilicio estimaba el rescate en 20 talentos de oro a lo que el joven Cesar le espetó: «¿Veinte? Si conocieras tu negocio sabrías que valgo por lo menos 50». El cautiverio duró 38 días, en los cuales el rehén amenazó a sus captores con crucificarlos. Finalmente el rescate se pagó y el futuro cónsul de Roma fue liberado; pero no estaba afectado por lo que hoy llamaríamos el Síndrome de Estocolmo; pues cuando recobró la libertad organizó una expedición, pagada con su propio dinero, durante la que apresó a sus captores y los crucificó a todos.

La piratería, sobre todo la perpetrada por piratas cilicios alcanzó niveles preocupantes para Roma hacia el final de la República. En el 67 a. C., el senado romano nombró a Pompeyo procónsul de los mares, lo que significaba que se le otorgó el mando supremo del Mare Nostrum (el Mar Mediterráneo) y de sus costas hasta 75 km mar adentro. Se le concedieron todos los ejércitos que se encontrasen a las costas del Mediterráneo, contando así con unos 150.000 efectivos, así como el derecho de tomar del tesoro la cantidad que necesitase. Finalmente, también se le proveyó con una flota bien pertrechada. En diversas operaciones eliminó en cuarenta días a todos los piratas de Sicilia e Italia y, tras el asedio y toma de Coracesion, a los piratas de Cilicia, acabando así, en cuarenta y nueve días, con los piratas de la zona oriental del Mediterráneo. También debe apuntarse que dichos piratas sólo presentaron la resistencia imprescindible para poder solicitar una rendición honrosa.

Sin embargo, fue un romano el que cerró ese periodo de paz naval y se convirtió en uno de los grandes piratas de este pueblo, pero en lucha contra sus propios ciudadanos. Sexto Pompeyo se levantó contra Roma hacia el 30 a. C. y comenzó a realizar acciones que le permitieron reunir riquezas suficiente con las que armar una flota propia. Con esta escuadra logró tomar las islas de Sicilia y Cerdeña hasta que Octavio Augusto lanzó contra él una flota que le derrotó y le obligó a navegar hasta el Mediterráneo Oriental para pedir refugio a Marco Antonio. Este, aún no enemistado con Octavio, lo ejecutó y envió su cabeza al segundo triunvirato de Roma.


La Edad Media

Siguiendo la división historiográfica clásica podemos dividir a la Edad Media en Alta y Baja. En la primera, los piratas protagonistas fueron los vikingos y los árabes; en la segunda, el centro de atención se desplaza más hacia el Mediterráneo Oriental y la creciente expansión del Islam.


-Los vikingos:
Aunque este pueblo permaneció sumido en luchas internas durante varios siglos, en 793 realizan el primer ataque en la costa norte de Inglaterra y dos años después en Irlanda.

Desde esa fecha hasta poco después del año 1000 los pueblos del norte realizaron todo tipo de incursiones en el mar del Norte, el Cantábrico y el Mediterráneo (tanto oriental como occidental). El radio que alcanzaban sus excursiones fue aumentando progresivamente; según crecían sus conocimientos de la costa y los ríos navegables. Así, entre otras acciones, podemos reseñar:

793 primer ataque en las Islas Británicas.
795 primer ataque a Irlanda.
820 Ataque a los actuales Países Bajos.
834 Ataque por los ríos Sena y Loira.
840 Ataque a la península ibérica.
No existe una postura unánime entre los historiadores de la razón que llevó a algunos hombres del norte, no a todos, a ir de saqueos (vikingo viene a significar «el que va a saquear», o también «el que merodea por las costas»)[cita requerida]. Los vikingos no solían vincular sus acciones a otros ideales que no fueran el conseguir riquezas, esclavos o tierras donde asentarse, ni tampoco solicitaban algún tipo de permiso a una autoridad mayor que justificara sus acciones, como sería posteriormente el caso de los franceses e ingleses con sus patentes de corso. No obstante la formación de grandes partidas para realizar ataques costeros, al menos coincide cuando en Escandinavia la población comenzó a organizarse en reinos más o menos extensos y consolidados.

Las expediciones vikingas solían formarlas decenas o cientos de buques navegando y atacando juntos; en contraposición con otras anteriores y sobre todo las posteriores en el Caribe, donde lo frecuente eran ataques de pocos barcos o incluso uno sólo. Debe tenerse en cuenta que un drakkar vikingo podía transportar unos 32 o 35 hombres, como lo atestigua el Barco de Oseberg encontrado en la granja Oseberg de Vestfold, Noruega en 1903.[7]

Un ejemplo de estas expediciones lo tenemos en las crónicas sobre la primera incursión normanda a la península Ibérica en el 840. Un número indeterminado de naves bordearon la costa asturleonesa hasta llegar a la actual Torre de Hércules (su gran tamaño debió de parecerles importante) y saquearon la pequeña aldea emplazada a sus pies. Ordoño I tuvo noticias de la expedición y llevó a su ejército hasta los varegos, a quienes derrotó recuperando buena parte del botín y apresando o hundiendo entre sesenta y setenta de sus naves, lo que quizá no constituía ni la mitad de la fuerza desplazada por la expedición; como demuestra el hecho de que siguieron su campaña de saqueos. En Lisboa los cronistas hablan de una escuadra compuesta por 53 bajeles.[8]

Los vikingos supieron unir a sus grandes dotes marineras la sorpresa y la no poca ferocidad con el uso de la espada. Sin embargo, este pueblo goza de cierta leyenda rosa en lo que a sus dotes militares respecta. Se tiene la idea de que eran los más terribles guerreros europeos o mundiales de la época, siempre dispuestos a luchar hasta la muerte con la esperanza de sentarse a la mesa en el banquete de Odín, tras haber tenido el privilegio de morir con la espada en la mano. Frente esta leyenda la historia muestra hechos donde se ve que, como cualquier pirata, atacaban aquello que creían poder conquistar y en muchas ocasiones huían o se rendían. Un ejemplo lo aporta su primera incursión en Al-Ándalus; donde tomaron Cádiz y subieron de nuevo por el Guadalquivir, saquearon minuciosamente Sevilla desde la que lanzaron avanzadillas a pie. Sin embargo, cuando Abd Rahman II salió con sus hombres y tras algunas batallas los vikingos vieron que no podían con la fuerza andalusí aquellos huyeron, abandonando Sevilla y a muchos rezagados, quienes se rindieron a las fuerzas del emir y terminaron, o bien criando caballos y haciendo queso, o bien con el viejo castigo para la piratería: ahorcados, en este caso de las palmeras de Tablada.[8] La horca para los buitres del mar sería posteriormente casi institucionalizado por los captores de piratas y también por artistas en sus obras, como el poeta español José de Espronceda lo inmortalizaría en obras como la Canción del pirata con sus versos

Y al mismo que me condena
Colgaré de una entena
Quizá en su propio navío.

Tampoco es cierto que aquellos hábiles marineros vencieran la mayoría de las veces. Si se sabe que arrasaron París y York o que se adentraron tierra a dentro y capturaron al rey de Navarra, García Íñigo, en el asedio de Pamplona en el 858, por ejemplo. Pero, como ya se ha indicado, Abdel Ramán II les infringió una seria derrota, como meses antes Ramiro I en la misma acometida y también su hijo, Ordoño I, que marchó contra la segunda expedición por tierras hispanas. Más contundente fue el conde Gonzalo Sancho, quien terminó con toda la flota de Gunrod de Noruega (Gunderedo, en español); el conde Sancho capturó y pasó a cuchillo a toda la tripulación y su rey.[8] Pero quizá la derrota más contundente la infringió Harold Godwinson, heredero del trono inglés tras la muerte sin descendencia de Eduardo el Confesor; aquel defendió sus derechos frente al pretendiente noruego Harald Hardrade y su flota de 300 naves (más de 10.000 hombres) en la Batalla del puente Stamford en 1066, donde cayó el propio monarca pirata.[7]

Los vikingos muestran otra constante en la piratería. Pese a ser considerada siempre una profesión de hombres (con prohibición expresa en algunos casos de embarcar mujeres) las féminas siempre han participado y dirigido expediciones, navíos y flotas. Así numerosas naves normandas eran comandadas y tripuladas en su totalidad por mujeres. Es el caso de Rusla de Noruega, hija del rey Rieg y hermana de Tesandus que fue desposeído de su trono por el rey Omund de Dinamarca. La muchacha primero armó un barco y con el tiempo se hizo con una flota entera, con la que atacó todas las naves danesas que pudo, para vengarse de la afrenta realizada a su hermano. En contra de lo que se podría pensar fue Tesandus quien la capturó, tras el naufragio de su drakkar, y la sujetó por su trenzas mientras sus hombres la mataban con los remos (el rey Omund había conseguido atraer bien al príncipe hacia su causa después de adoptarlo).[1]

No se sabe con certeza la causa o causas que terminaron con los ataques vikingos. Algunos autores opinan que la aceptación de la fe cristiana hacia el año 1000 por la mayoría de ellos, los atenuó en su deseo de atacar a sus correligionarios. También se apunta a que las incursiones sólo constituían una moda y que terminaron cuando ya no fueron novedad. De cualquier modo los reinos nórdicos deseaban cada vez más abrirse al resto de Europa y comerciar con ellos en lugar de invadirlos. Como ejemplo está el caso del rey castellano Alfonso X El Sabio que casó a su hermano Fernando con la princesa Cristina de Noruega el 31 de marzo de 1252; porque dicho matrimonio era conveniente tanto para Alfonso X como para Haakon IV.[9]


-El Índico medieval:
Si nos atenemos a la distancia de sus rutas, los árabes fueron los mejores navegantes de su época. Ya en el siglo IX fueron capaces de abrir la mayor ruta comercial conocida entre la península Arábiga y China, muy por encima de las travesías vikingas por Europa.

La expediciones árabes buscaban tres cosas: materias primas que pudieran luego trabajar o vender, productos de Oriente para negociar y esclavos que vender. Aunque también otros o esos mismo árabes atacaban barcos para apoderarse de su mercancía. La zona más peligrosa era, continuó siendo, el estrecho de Malaca donde los buitres del mar campaban a sus anchas. No debemos pensar que los ataques piratas eran perpetrados sólo por árabes, también participaban en ellos personas de las islas y penínsulas índicas.

Guardando algunos parecidos con los griegos, sin ser el mismo caso, las singladuras árabes han llegado a la cultura universal a través de cuentos algo mitológicos, especialmente por las aventuras de Simbad el marino. Para el escritor Jordi Esteva en esos cuentos y relatos están plasmados todas las regiones visitadas por los árabes en sus travesías, bien es verdad que mitificadas con relatos de monstruos gigantescos. Así en el siglo IX bajeles de Yemen y la actual Arabia Saudita habían abierto rutas por Persia, India y China en Asia y toda la costa este africana incluido las costas de Madagascar. En este último continente crearon uno de los sultanatos más importante, pero no el único, en Zanzibar, desde el que se canalizaba buena parte del oro, maderas valiosas, pieles exóticas y marfil exportado por el Gran Zimbabwe ya desde tiempo de los fenicios.

Debido a que los africanos no disponían de muchos productos elaborados las principales acciones de piratería consistían en la captura de esclavos para ser llevados a la península Arábiga, los otros productos también se rapiñaban, pero era más corriente la compra a los nativos. Debe tenerse en cuenta que África, por sus enfermedades como la malaria, fue un continente casi vedado a los no africanos. Pero esta actuación pirata de toma de esclavos por la fuerza fue progresivamente sustituida por la compra a negreros africanos. Esta conducta fue una práctica muy común y muy sangrante para los reinos del África Negra, comenzando el debilitamiento de sus estructuras que posteriormente aprovecharían los europeos. Fueron estas actuaciones de los piratas/negreros árabes lo que contribuyó a expandir el Islam en África. Debido a que las leyes islámicas no permiten la esclavitud entre musulmanes, muchos africanos se convirtieron a esa religión para salvaguardar su libertad.


-El Mediterráneo:
La situación vivida por los pueblos europeos occidentales tras la caída del Imperio Romano hace que la navegación marítima se reduzca antes de la formación del Imperio Carolingio y tras su caída en todo lo que es el Mediterráneo Occidental, pero sin detenerse. En la parte oriental de este mar la comunicación continua y con ella la actividad pirata.

Autores como Wolfram ZuMondfeld incluyen a Roger de Flor, caballero y aventurero de origen ítalo-catalán, entre los no muchos piratas documentados de la época en esa parte del mundo. La inclusión de Roger de Flor se debe a su carrera naval antes de comandar a los almogávares y entrar al servicio del rey de Sicilia.[1]

En 1291 Roger de Flor marchó a la última cruzada y pronto se reveló como un gran marino. Una de sus famosas acciones fue la evacuación con su flota de toda la nobleza de San Juan de Acre; ya sea por haber pedido rescate, haber subastado los puestos o porque la aristocracia franca utilizó sus influencias para lograr una plaza. Con sus naves llenas de adinerados nobles logró llevarlos a Marsella sanos y salvos.

Durante los 20 años siguientes luchó al servicio del rey Federico II de Sicilia hasta que fue reclutado por el emperador de Bizancio Andrónico II y mandó a los almogáraves en sus victoriosas batallas contra los turcos. Saqueó Quíos y se estableció en Gallípolos hasta ser llamado y asesinado por el Emperador con 300 de sus hombres durante un banquete en su honor. Esto hizo explotar en sus hombres la famosa Venganza catalana al aterrador grito de «Desperta Ferro».

Pese a todo, el gran poder corsario de este mar aún estaba formándose y emergiendo en Asia Menor. La progresiva expansión del Islam, primero por los árabes en todo el Norte de África y después de los turcos en las costas asiáticas, iba a traer toda una serie de señoríos y sultanatos que rápidamente adquirirían fuerza y tamaño, hasta llegar a convertirse en un peligro sin igual para los reinos cristianos de Italia, España y en menor medida las órdenes militares que gobernaban en islas como Chipre, Rodas y Malta. Debe tenerse en cuenta que los árabes y también los berberiscos consideraban una forma de Guerra santa la piratería contra los infieles (véase más adelante).


-Los vitalianos:
La piratería europea a finales de la Edad Media la protagonizaron los ya expuestos berberiscos en el Mediterráneo, que comenzaban a crecer en importancia, y los vitalianos en el mar del Norte.[1]

Las ciudades del mar Báltico y algunas de la parte oriental del mar del Norte comenzaron a unirse comercialmente hacia el año 1200 para regular primero y controlar después el comercio por esa zona. Con el tiempo se terminó formando una cofradía de ciudades portuarias llamada la Liga Hanseática comúnmente conocida como Hansa, a la que terminaron perteneciendo la práctica totalidad de las urbes bálticas constituyendo un auténtico monopolio.

Como la inmensa mayoría de los monopolios la Hansa comenzó a obtener beneficios rápidamente y a convertirse en un coloso comercial. Desgraciadamente para ellos era un coloso desunido, pues cuando algunos piratas atacaron barcos de Bremen y acudieron a la ciudad de Wismar para revender la mercancía los comerciantes (miembros asimismo de la Liga), no dudaron en comprar lo que les ofrecían a tan buen precio, aun conociendo sobradamente su procedencia y las artes utilizadas para conseguirla.

Esta experiencia no fue más que una larga lista de ellas que llegó a enfrentar a unas ciudades contra otras e incluso a pagar y financiar ejércitos católicos con dinero protestante para atacar a otros protestantes. En uno de estos asedios ciudades como Wismar hablaron con los piratas para lograr ser abastecidas y les extendieron patentes de corso. Estos valiente navegantes cruzaban por la noche o incluso por el día las líneas de buques enemigos llevando armas, información y sobre todo alimentos, que en una derivación del latín (victualia) se diría vituallas y de esta nuevamente derivó al nombre vitaliano («el que lleva los alimentos», en traducción libre).[1]

Los vitalianos resultaron muy útiles en muchas de estas contiendas y la ciudad de Estocolmo no hubiera resistido tanto como resistió frente a las tropas de Margarita I de Dinamarca de no haber sido por estos navegantes.

Esta idea de valerosos corsarios que arriesgaban sus barcos y sus vidas para mantener con vida a la población de las ciudades fue progresivamente degenerando con el tiempo cuando sus actividades volvieron a la simple piratería.

Como sería después en el Caribe, los vitalianos acostumbraban a repartir el botín obtenido en partes iguales y formar algo parecido a una sociedad sin clases. De ahí que también se les llame Likendeeler («igualitarios»).

Su influencia fue grande durante la Baja Edad Media en la Europa del Norte y lograron varios actos destacados en los actuales Países Bajos, Alemania e incluso Francia. A la cabeza de este grupo se puso una especie de triunvirato formado por Gödehe Michelsen (también conocido por Gödeke Michels o Gö Michael), Wigbad (también llamado Wigbold o Wikbald) y Claus Stötebecker (Storzenbecher para los alemanes). La comunidad se estableció primero en Visby y Gotland y allí prosperaron y crecieron hasta convertirse en una especie de estado permanente, a pesar de perder numerosas naves y hombres frente a las fuerzas de la Liga.

Tres grandes acciones se realizaron contra los vitalianos. La primera la llevó a cabo la Orden Teutónica; Konrad von Jungigen dirigió a 5.000 caballeros teutones en 80 naves contra los vitalianos, acabando con aquel «paraíso báltico», matando a muchos en los combates y decapitando a otros. Pero algunos lograron escapar, entre ellos los tres dirigentes, que buscaron refugio en los señoríos de Kennon ten Brooke, en las costas de Frisia. Este aristócrata estaba enfrentado con la mayoría de sus vecinos y aceptó de buen grado la entrada de aquellos piratas, que podían hostigar a sus enemigos.

La segunda expedición contra la hermandad vitaliana se llevó a cabo en 1400 por los capitanes hamburgueses Albrecht Schreye y Johannes Nanne que atacaron a los vitalianos en la desembocadura del Ems, matando a 80 y decapitando a otros 36. Al año siguiente Nilolaus Shoche atacó la desembocadura del Weser terminando con 73 de aquellos piratas.

La suerte seguía en contra de los vitalianos, Jungigen empezó a cambiar su actitud hostil contra sus vecinos y se reunió en Hamburgo con varios dignatarios, donde manifestó su deseo de apartarse de aquellos individuos. Entonces muchos de estos piratas se retiraron a Noruega, pero Stötebecker decidió quedarse y seguir atacando naves entre las islas de Helgoland y Neuwerk, pero sus días estaban contados.

El jefe de la escuadra hanseática Simon de Utrecht disponía de una de las mejores naves que habían surcado aquellas aguas hasta entonces, la Bunte Kuh, y junto a otras Carabelas de la paz, como se las llamaba a las naves contra los piratas bálticos, emprendió varias acciones contra Stötebecker y sus hombres.

En las más exitosa camufló a sus naves como embarcaciones mercantes y logró engañar al pirata, siempre muy precavido. Este a su vez atacó la escuadra por la vanguardia y la retaguardia; pero cuando se dieron cuenta de que se enfrentaban a las potentes Carabelas de la paz era ya tarde. Cayeron 70 piratas, entre ellos Stötebecker. Los otros dos compañeros del alemán lograron escapar, pero fueron capturados en la siguiente salida de la nave Bunte Kuh. Pero, como en tantos otros casos, la imagen del pirata Stötebecker ha quedado en la cultura popular alemana como una especie de héroe regional, conservándose en los museos la copa que utilizaba para beber, un cañón de su barco, o siendo nombrado socio póstumo de algunas asociaciones y clubs alemanes.

La captura de los demás piratas vitalianos se produjo en 1433, en las aguas del Mar Báltico y Mar de Norte. En aquella ocasión fue el aristócrata frisón Edzart Zirksena quien firmó definitivamente la paz con Hamburgo, permitiendo que Simon de Utrecht saliera nuevamente con sus naves y terminara con los últimos reductos de la piratería báltica. El capitán Sibeth Papinga y sus hombres fueron capturados y decapitados, terminando así con el problema pirata.


Edad Moderna

Tres acontecimientos relacionados marcan la piratería tras la Caída de Constantinopla hasta la Revolución Francesa:

-El descubrimiento de América por parte de España.
-La exclusión de Inglaterra, Francia y más tarde Países Bajos tras el reparto de todas esas tierras entre España y Portugal por el Tratado de Tordesillas (bendecido por bula papal).
-Las inmensas riquezas halladas en el Nuevo Mundo.
-Una cuarta circunstancia no tan unida a las anteriores la constituyó el creciente poderío musulmán, especialmente turco, en todo el Mediterráneo.


-Los corsarios berberiscos:
Desde muy antiguo como se atestigua en la campaña llevada a cabo por Julio César contra los piratas y organizadamente desde el siglo XIV, el mar Mediterráneo conoció las numerosas incursiones de piratas y corsarios turcos y berberiscos que atacaban las naves y costas europeas en medio del conflicto entre el Cristianismo y el Islam que culminó con la conquista cristiana de Granada y la turca de Constantinopla, Chipre y Creta.

Los berberiscos contaban con los importantes puertos de Tánger, Peñón de Vélez de la Gomera, Sargel, Mazalquivir y los bien defendidos en Túnez y Argelia, incluso Trípoli, desde los que atacar cualquier punto del sur europeo y refugiarse con rapidez llevando los rehenes por los que se pedía rescate.

Debe tenerse en cuenta que la piratería a naves cristianas era considerada por los berberiscos una forma de Guerra Santa y por tanto noble y ejemplarizante.

Desde estas fortalezas los berberiscos atacaban los puertos del sur de la península Ibérica, el archipiélago de las Baleares, Sicilia y el sur de la península Itálica. Tanto es así que el cronista Sadobal escribió: «Diferentes corrían las cosas en el agua: porque de África salían tantos corsarios que no se podía navegar ni vivir en las costas de España».[12]

Puede sorprender que un peligro tan grande durara tantos siglos, especialmente sabiendo que aquellos puertos no eran partes de un estado centralizado (el poder de los sultanes era nominal) y el tribalismo predominaba en la región, dividiendo las fuerzas frente a un ataque de Europa. Autores como Ramiro Feijoó puntualizan que aquella región tenía un escaso o nulo valor económico para las monarquías de Zaragoza o Valladolid. Sin embargo la situación cambió con la firma de la Paz de Lyon en 1504 y los ataques berberiscos a Elche, Málaga y Alicante en 1505.

Los especialistas consideran un error pensar que la península Ibérica sufría muchos más ataques que la Itálica. Sin embargo la primera contaba con el conocimiento de la lengua, las costas y las costumbres de los Andaluzis que habían abandonado la Península con la Reconquista. Muchos de ellos se convirtieron en guías, lenguas, aladides, leventes o incluso capitanes[12] y, ya en tierra, contaban con la connivencia de los otros andaluzis que reclamaban, e incluso varios musulmanes actuales siguen reclamando, aquella tierra invadida como suya. De esta manera las viejas incursiones medievales como la cabalgada o la algarada vuelven a practicarse desde el mar.

En los primeros años del siglo aparece un personaje que, apoyado por los gobernantes otomanos y bereberes se dedicó a atacar numerosas naves europeas, principalmente españolas e italianas: era Aruch Barbarroja. Este corsario llegó incluso a recibir de manos del rey de Túnez, en 1510, el gobierno de la isla de Jerba, desde donde siguió organizando sus pillajes y ataques, como la conquista de la ciudad de Mahón en 1535. Tras su muerte, su hermano Jeireddín, de quien heredó el apodo de Barbarroja, llegó a empequeñecer la leyenda de Aruch. Tanto es así que el Abate de Brantone, en su libro sobre la Orden de Malta, escribió de él: «Ni siquiera tuvo igual entre los conquistadores del griego y romano. Cualquier país estaría orgulloso de poder contarlo entre sus hijos».[1]

La mayor parte de las naves berberiscas consistían en galeras de poca altura, propulsadas por remos. Los remos eran bogados por muchos esclavos no musulmanes, algunos raptados de países europeos y otros comprados del África Subsahariana. La galera generalmente tenía un solo mástil con la vela cuadrilátera.

Las acciones berberiscas fueron aumentando en número y osadía llegando a tomar posesiones en Ibiza, Mallorca y en la propia España continental con ataques en Almuñécar o Valencia.[13] Bien es verdad que muchas de estas acciones culminaban con éxito gracias a la cooperación que los argelinos y tunecinos obtenían de los moriscos, hasta que fueron expulsados por Felipe III. La Leyenda negra dice que por motivos religiosos; pero una de las principales causas estriba en lo que llamaríamos hoy traición.[13]

Pese a ser el Atlántico el principal foco de atención de los Austrias las acciones en el Mediterráneo, nunca se descuidaron. Actualmente toda la costa mediterránea española está jalonada por torres de vigilancia (donde una siempre divisa otras dos) y torres de guardia para defender las costas (un ejemplo es Oropesa del Mar, en Castellón). Estos piratas dieron origen a una frase que ha perdurado desde entonces «No hay moros en la costa». Lo mismo que las acciones de la que hoy llamaríamos, sociedad civil, para aliviar el sufrimiento de los cautivos y sus familias con la fundación de la orden de los Mercedarios dedicados únicamente a reunir rescates.

Pero no se debe caer en la idea de que los reyes españoles se limitaban a desplegar una estrategia defensiva. Las operaciones que culminaron con la toma de Túnez y la de Argel por Carlos V y Juan de Austria, incluso la misma Batalla de Lepanto por este último estratega, fueron los principales y más grandes intentos de combatir esta piratería que suponía todo un martirio para España y otras naciones europeas.

El apogeo de la piratería berberisca llegó en el siglo XVII. Gracias en parte a las innovaciones de diseño naval introducidas por el renegado cristiano Simon Danser, los corsarios norteafricanos extendieron sus ataques prácticamente por todo el litoral del Atlántico Norte. De esta época datan ataques tan al norte como en Galicia, las islas Feroe e incluso Islandia. Es posible que incluso alguno de estos barcos hubiese alcanzado las costas de Groenlandia de forma puntual. En el siglo XVIII la práctica, lejos de decrecer, se mantuvo e incluso aumentó en algunos momentos gracias a la disminución del dominio marítimo español sobre el Mediterráneo occidental con la pérdida de Orán y Mers-el-Kebir durante la Guerra de Sucesión Española de 1700–1714.

Las acciones de los piratas berberiscos no remitirían hasta comienzos del siglo XIX, cuando países como Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos cesaron de pagar tributos a los reyes berberiscos y comenzaron a realizar campañas de castigo contra la base pirata en Argel. Ésta vio destruída gran parte de su flota en 1816, y en 1830 cayó ante las fuerzas francesas, que la usarían como punto de partida para crear la colonia de Argelia a lo largo del siglo siguiente. La presión internacional y la decisión del Imperio Otomano de acabar con esta práctica, llevaron al fin de la piratería en Marruecos, Túnez y Tripolitania en los años siguientes.


-Los corsarios cristianos:
Los corsarios cristianos también atacaban los navíos musulmanes bajo las órdenes de los reyes cristianos. Desde las posesiones españolas de Italia solían reclutar militares para ejercer de corsos en el mar Egeo y el Norte de África. Los navíos españoles, al mando de veteranos de las guerras imperiales de los Austrias, operaban unas veces por su cuenta dando caza a los bajeles musulmanes, y otras se agrupaban para asaltar y saquear ciudades e islas. El más conocido de estos corsarios es Alonso de Contreras, que además dejó en su autobiografía (Vida del capitán Contreras) un relato pormenorizado de las luchas que vivió entre 1597 y 1630.


Los franceses descubren el oro de las Indias [editar]Como se ha indicado anteriormente, todas las naciones europeas quedaron fuera del reparto de tierras y comercio con las colonias americanas; este sólo lo podía realizar la Casa de Contratación con sede en Sevilla.

Pese a que durante muchos años los monarcas hispanos trataron de mantener en secreto lo descubierto en América, en 1521 piratas franceses a las órdenes de Juan Florin lograron capturar parte del famoso Tesoro de Moctezuma abriendo toda una nueva vía para asaltos y abordajes en busca de fabulosos botines. Tanto es así que al cabo de San Vicente los españoles comenzaron a llamarlo El cabo de las Sorpresas.[13]

Sin embargo, los españoles aprendieron pronto a defenderse de los piratas franceses, más tarde ingleses, y comenzaron la construcción de los impresionantes galeones. Mucho más armados que los navíos piratas y preparados para frustrar el abordaje con una descarga de sus enormes piezas de artillería.

Ante éstos, los corsarios galos y algunos pocos españoles enrolados con ellos probaron a cruzar el Océano y asentarse en las islas del Caribe donde pudieran atacar pequeños barcos y poblaciones indefensas. Es el caso de Diego Ingenios y Jacques de Sore que sitiaron Nueva Cádiz y llegaron a capturar a su gobernador, Francisco Velázquez. También es el caso de la ciudad hondureña de Trujillo que fue saqueada y arrasada por los piratas en varias ocasiones pese a los refuerzos enviados (sorprende que con tantos ataques siga existiendo en la actualidad).


-El corso inglés:
Más tarde surge como nuevo pirata la figura del corsario inglés, una clase social sui géneris, especializada en el robo marítimo, en el saqueo de ciudades, de puertos y de mercancías. Los corsarios disfrutaban de lo que se llama patente de corso, es decir «licencia para robar y saquear», con la autoridad explícita del rey u otro gobernante. Esta patente era privilegio de Inglaterra y Francia que tenían a sus corsarios institucionalizados y cuya actividad se convierte en lícita en tiempos de guerra. De esta manera los piratas clásicos se van haciendo corsarios, que es una postura más cómoda pues actúan siempre dentro de un orden legitimado y bajo la protección de la ley.

La percepción de los corsarios depende obviamente del observador: para los atacados son simplemente piratas, o mercenarios sin escrúpulos, mientras que para sus connacionales son patriotas e incluso héroes. En Inglaterra, la piratería se convirtió en un negocio legítimo. Fue Enrique VIII el primer monarca que expidió las patentes de corso. Más adelante, la reina Isabel I se convertiría, por este medio, en «empresaria marítima», otorgando las patentes a cambio de parte del botín conseguido.

También debe tenerse en cuenta que estos corsarios muchas veces eran comerciantes que vendían productos muy necesarios para los colonos y compraban a buen precio los artículos que estos debían vender exclusivamente a la Casa de Contratación. Por lo tanto, en muchas ocasiones, la presencia permanente de piratas en el casi despoblado Caribe insular era bien vista, e incluso necesaria, tanto para los habitantes como para las élites españolas residentes en América.[13] Es el caso de John Hawkins que vendió esclavos traídos desde África y compró especies a mucho mejor precio que el pagado desde Sevilla.[1]

En 1709, 110 corsarios al mando de Woodes Rogers y Stephen Courtney (el famoso William Dampierre "el pirata literario", que ya había estado en Guayaquil integraba también el grupo), entran en Guayaquil y se presentan como "negreros", y al ver el miedo dibujado en el rostro del corregidor, Jerónimo de Boza y Solís, no sólo exigieron 40,000 pesos de rescate por dos rehenes que se llevaron, sino que se entregaron al pillaje durante cinco días, llegando a acumular 60,000 pesos en joyas y dinero a más de una enorme cantidad de víveres y objetos.

En algunos casos después de expirada la licencia o acabada la guerra, los corsarios vuelven a actividades privadas como ricos burgueses que incluso son condecorados. En Inglaterra existen monumentos levantados a algunos corsarios, considerados como héroes. El más famoso de los corsarios del siglo XVI es, sin duda, Francis Drake, insigne almirante, honrado por su reina en agradecimiento a los servicios prestados y elevado a la categoría de sir. Sobrino de otro pirata, también ennoblecido por la reina, sir John Hawkins, juntos asaltaron Veracruz en 1568, cuando aún carecía de fortificaciones. Drake tiene en su haber el más cuantioso botín recordado en la historia: dos buques españoles que transportaban oro y plata americanos, desde Nombre de Dios, lo que le supuso que Isabel I lo armara caballero.

Sin embargo, no todos los corsarios consiguen el título de caballero. Algunos de ellos, una vez acabado el conflicto que propició la expedición de su patente, continúan su actividad convertidos en simples piratas.

El siglo XVI será un siglo de fomento entre los corsarios y piratas, del asalto y captura de los galeones españoles y el apresamiento de sus hombres. En Dover se llega a pagar 100 £ en pública subasta por hidalgo capturado.

Surge también una actividad nueva: los piratas o corsarios se hacen negreros y se apoderan en África de humanos para vender y esclavizar. Figura del esclavista británico más sobresaliente de este momento es el ya citado John Hawkins que pobló de negros africanos toda el área del Caribe.


-La piratería en el Caribe español:
La Ruta de las Indias, que seguían las embarcaciones españolas, cruzaba el océano Atlántico rumbo a Cuba o a La Española. De estas islas partían dos rutas hacia el continente: a Veracruz y a Cartagena de Indias.

Durante los primeros siglos del dominio español en América, piratas que intentaban, y en muchos casos lograban, robar valiosos cargamentos de oro y otras mercancías procedentes del Nuevo Mundo abundaron en el Mar Caribe, el que presentaba un lugar ideal para la actividad por su abundancia de islas en las que los piratas podían refugiarse. Hay que tener en cuenta que los Reyes Católicos en 1495 permitieron a todos sus súbditos a tripular naves a las recién descubiertas Indias; lo que hizo que muchas embarcaciones se lanzaran al Atlántico sin la debida preparación, siendo fácil presa para los lobos del mar.[14]

Probablemente, el primer pirata del Caribe fuese un español, un tal Bernardino de Talavera. Tal como lo relata Cesáreo Fernandez Duro:

[...] es de decir que un tal Bernardino Talavera, hombre vividor, amigo de regalo, acosado por los acreedores que tenía en la Isabela, se apoderó de una de las naves surtas en el puerto, en compañía de 70 compañeros de su especie, y se arrojó a probar fortuna. Tuvo el contratiempo de que le echaran mano en Jamaica (1511) y le condujeran a la Española, donde por sus delitos fue justiciado.


Armada Española
Felipe II, para evitar el ataque de los piratas a los navíos españoles, ordenó que ningún barco hiciera la Ruta de las Indias sin protección. Para ello optó por la formación de convoyes en los que las carabelas y las naos eran escoltadas por los poderosos galeones y carracas llamado Sistema de flotas y galeones. Este sistema constituyó un gran éxito si nos atenemos a la proporción de flotas fletadas (más de cuatrocientas) frente al de flotas atrapadas (dos) que da un porcentaje de capturas de un 0,5% y ninguna de estas dos se debió a la acción de los piratas o corsarios; sino a la de Marinas de guerra pertinentemente armadas.[14]

En cualquier caso, en el siglo XVII el trópico de la América hispana se convirtió en el escenario donde actuaban a destajo los lobos del mar, a menudo amparados por los grandes países de Occidente (principalmente Inglaterra, Francia y Holanda).

Como se ha indicado, se llamó corsarios a los que actuaban por cuenta de sus reyes, quedándose con parte del botín. Por su lado, los simples aventureros y ladrones fueron conocidos con el nombre genérico de bucaneros, pues sus tripulaciones se nutrían de habitantes de las islas que preparaban y vendían carne al bucán, es decir ahumada. Sembraron el terror y la desolación en las poblaciones situadas en el Golfo de México y en el Caribe. Veracruz, Cuba, Santo Domingo, Cartagena de Indias, Panamá y Nicaragua fueron los lugares más castigados, víctimas de saqueos, asaltos y asesinatos.

Resaltan las figuras de Henry Morgan, El Olonés (de nombre Jean David Françoise de Nau), el holandés Laurens de Graff, Lorencillo, (llamado así por su corta estatura; otros hacen referencia a él como Lorent Jácome), todos ellos piratas sin escrúpulos. Los peores asaltos que se recuerda fueron: Maracaibo por El Olonés, Veracruz por Lorencillo y Puerto Bello por Morgan. En estos lugares azotados y desprotegidos no contaban con ninguna defensa por parte del Imperio español de ultramar.

Pero esta situación fue cambiando a medida que las colonias iban aumentando en población y la metrópoli fue invirtiendo en la flota, defensas y guarniciones. De esta forma, a finales del siglo XVI los principales piratas y corsarios habían muerto o estaban prisioneros:

Richard Grenville fue derrotado y muerto en 1591 en las Azores.
Thomas Cavendish fracasa en una expedición y fallece en África.
David Middelton fracasa también en las Azores.
George Clifford perdió 14 de sus 28 naves salidas de Plymouth en la Operación Raleigh en 1595; entre ellos cayeron John Hawkins y Francis Drake.
El historiador británico J. B. Black lo expresó en una frase con tintes nostálgicos: «Los formidables escuadrones de corsarios, que antaño asolaron el Caribe, habían desaparecido».


-La decadencia de la piratería caribeña:
El desastre de la Armada Invencible produjo en España y en especial en Castilla una sensación de pánico ante la indefensión frente a un posible contraataque de Inglaterra y las Provincias Unidas lo que llevó a los procuradores a atender las demandas de Felipe II que solicitó y obtuvo 8 millones de ducados para nuevas naves y fortificaciones. Este nuevo impuesto fue conocido como Los millones y resultó terrible para los españoles en general y los castellanos en particular, especialmente para las clases más humildes, pero la cantidad fue abonada con creces.

Al año siguiente de la Armada Invencible, los ingleses atacaron Galicia, cosechando una terrible derrota. Al mismo tiempo las fortificaciones en América, como la inexpugnable Cartagena de Indias, fueron reforzadas por los mejores arquitectos del Imperio (como Juan de Herrera) poniéndole la tarea mucho más difícil a los piratas.

El bucanero representa la degradación de la idea romántica del pirata. En el siglo XVII aparece una serie de aventureros que llenan las costas americanas y que van en busca de fortuna. Son mercaderes y negreros, bandidos y contrabandistas. Navegan por iniciativa propia pero con dispensa pública de sus gobiernos respectivos. Se dedican casi exclusivamente al saqueo de las riquezas obtenidas por los españoles, para su propio provecho. A estos nuevos piratas, en España, se les llama herejes luteranos por sus actividades que se consideran no sólo ilegales sino violadoras de la fe católica. Tenían su cuartel general en las colonias de Barbados y Jamaica. Esta llegó a ser la isla más rica y fuera de la ley del mundo. Los piratas se adueñaron de esas costas por espacio de 200 años.

Algunos autores, películas y obras literarias consideran que la piratería fue un factor decisivo en la decadencia del Imperio español. Así Gonzalo Torrente Ballester, en su novela Crónica del rey pasmado, pone en boca de un personaje que la única preocupación para que la Flota de Indias llegara entera a Cádiz era que los corsarios ingleses no llegaran primero.[17] Sin embargo esa opinión no es unánime y muchos autores cosideran que «la piratería tuvo muy poca influencia en la marcha del Imperio».

Wolfram ZuMandfel opina que la causa del empobrecimiento la tuvo la opresión económica creada por de monopolio de comercio con la metrópoli, monopolio ostentado por la Casa de Contratación. A esto ZuManfel une la limitada capacidad productiva de España, que no podía atender todas las demandas de utensilios, herramientas, enseres y demás mercancías demandados por unas colonias que la superaban en mucho en extensión y población.
Germán Vázquez Chamorro hace hincapié en que muchos de los más famosos piratas (como Anne Bone o Mary Read) realmente atacaban barcos pesqueros o chalupas de escasa o nulo valor para la corona española.[18]
Este mismo autor, comentando el libro de Lucena Salmoral Piratas, corsarios y filibusteros, indica que la piratería descendía con las firmas de tratados de paz, que hacían menos necesarios a los buitres del mar. Así pasaban de los honrosos corsarios a filibusteros y finalmente a viles piratas a los que persiguieron y castigaron sin piedad en los siglos XVII y XVIII, cuando ya no eran necesarios.
Mariano González-Arnao hace ver que la posibilidad de que un barco pirata con 20 ó 30 hombres pudiera capturar un galeón con 168 arcabuceros (más artilleros y marineros) sólo se puede dar en obras de ficción.
J. B. Black se une a estos puntos de vista de la siguiente manera:
En las guerras entre España e Inglaterra, únicamente el ataque a las naves sueltas tuvo algún éxito. Las Flotas del Tesoro triunfaron por su perfecta organización y porque los españoles tenían un perfecto servicio de información. Admitamos que, aparte de las presas menores, los marinos ingleses sólo en una ocasión pudieron interceptar o apresar una de aquellas codiciadas Flotas.

En opinión de estos historiadores el empobrecimiento causado por los bandidos del mar, pese a tener puntos de verdad, es más una deformación fruto de la literatura y la filmografía.

En la Isla de la Tortuga (frente a las costas de Haití, rodeada de islotes, lo que hace que, a veces, sea mencionada en plural como Las Tortugas), los bucaneros tuvieron una base internacional durante los siglos XVII y XVIII. Formaban una asociación llamada La Cofradía de los Hermanos de la Costa. No se conoce el preciso origen de esta cofradía pero se sabe que llego a elaborar una constitución que regiría sus vidas, se presume que era transmitida por tradición oral, ya que no se han encontrado registros escritos al respecto. El espíritu libertario de esta hermandad se modeló necesariamente en las propias características de las vidas que habían llevado sus componentes: proscritos, forajidos y a los tipos más crueles que se presentasen, gente por lo general perseguida, atormentada y desarraigada, formularon leyes que fomentaban la libertad de su propia sociedad. Los nombres más conocidos de esta época son los de Agrammont, Pierre Legrand, Henry Morgan, El Olonés, Rock el Brasileño, el Capitán Roberts, Low y Lewis. Muchos colonos insatisfechos con el provecho que sacaban a sus tierras y deseosos de enriquecerse con rapidez, se les unieron en sus hazañas.


La primera ley de la hermandad dictaba: -"Ni prejuicios de nacionalidad ni de religión". En este punto la coincidencia es general. Convivían perfectamente católicos con protestantes e ingleses con franceses. Se privilegia la individualidad como materia de crítica. Las guerras europeas y sus odios no llegan a la Isla de la Tortuga. No hay pasíses, hay hermanos, pero cabe destacar; que habían diferencias lingüísticas que separaban a algunos grupos.


La segunda ley indíca que: -"No existe la propiedad individual." Entendiéndose por esto la propiedad de un determinado terreno. Quiere decir que, la isla es de todos y para todos, cabe destacar que los barcos de la cofradía tampoco tenían un propietario fíjo.


La tercera ley indíca: - "La Cofradía no tiene injerencia en la libertad de cada cual." Quiere decir que no habría impuestos ni imposiciones de trabajos forzados ni código penal. Cualquier problema entre hermanos debía solucionarse solamente entre ellos. La participación en travesías es completamente voluntaria y no existirá obligación alguna cuando llege la hora de componer tripulaciones o armar un ejército.


La cuarta ley: -"Si un cófrade abandona la sociedad jamás será perseguido." Esta ley permitía libertad absoluta para abandonar la cofradía en cuanto su intergrante lo decidiera o volver a entrar si lo quería.


La quinta ley de la cofradía: - "No se admíten mujeres." Esta ley solo se aplicaba a la restricción de mujeres blancas en la isla, ya que representaban un tipo de propiedad individual, esta ley evitaba que se formaran formas de vida estables que pusieran en peligro la libertad adquirida. Solo se admitían mujeres negras y esclavas, ya que las esclavas no eran consideradas personas que pudiesen "apresar" a un hombre en tareas indignas para un hermano.

Lo más curioso de esta constitución es la total ausencia de deberes. La Cofradía solo teme a la omnipotencia, la dictadura, la tiranía. Los nuevos integrantes eran bienvenidos, ya que esta sociedad se hacía más fuerte cuanto más numerosa.

Hubo un pirata con vocación de escritor, llamado Alexander Olivier Exquemelin, que ha dejado un verdadero tesoro histórico en su obra Los piratas de América o Bucaneros de América". Describe a los piratas, la geografía por donde se movían, la historia de muchos de ellos, sociedad, costumbres y recompensas.

Otro tipo de bandidos del mar fueron los filibusteros, especialistas tanto en el robo y pillaje de barcos españoles como en introducir mercancías de contrabando, sobre todo en Cuba y en las islas cercanas. No hay unanimidad respecto al origen de la palabra. Unos la derivan del inglés free booter, merodeadores del mar. Otros afirman que puede venir del nombre de los buques ligeros fabricados en la zona de Las Tortugas, muy veloces por su proa afilada, por lo que eran llamadas fly-boats y a los que los españoles llamaban filibotes. Existe una tercera versión, más inverosímil, que sostiene que pudo surgir de una hermandad pirata fundada en las Tortugas, la hermandad de los hijos de los botes o filiboat. En cualquier caso, se trataba de tipos sin escrúpulos como sus anteriores colegas, pero tenían costumbres distintas, pues esta nueva especie liquidaba rápidamente el botín conseguido para empezar de nuevo la aventura del pillaje. Tenían a gala un lema: «Contamos con el día en que vivimos y nunca con el que habremos de vivir». Belice fue un importante refugio filibustero durante el siglo XVII. Aunque pertenecía a la Capitanía de Guatemala, al estar su costa resguardada por arrecifes y de difícil acceso a través del continente, los filibusteros encontraron fácil acomodo allí.

A partir del año 1697, parte de la piratería se trasladó a América del Norte y parte al continente asiático, al mar Rojo y costa de Malabar, con su base de operaciones en la isla de Madagascar. En Asia, el nuevo escenario es el mar de la India. El corso británico vuelve a tomar la patente y surgen figuras como Avery y Kidd. En el Extremo Oriente persiste la actividad de piratas portugueses, holandeses y británicos y sus andanzas visitan los mares de la India, China, Japón, Malasia y Borneo.

En toda esta selva de piratería hay un personaje insólito que representa el auténtico romanticismo pirata. El Capitán Misson, de nacionalidad francesa, era un idealista, preocupado por la justicia, por construir un Estado utópico en alguna isla del Océano Índico. Se ha dicho de él que es un equivalente al Quijote, en el mundo de la piratería. Sus biógrafos cuentan que siempre repartía el botín equitativamente entre su gente y que dejaba en libertad al capitán de la nave apresada. Misson aparece solo en la obra de Charles Johnson, cuyo cuento de Misson no conviene con los datos disponibles; por eso, la mayoría de los historiadores de la piratería consideran a Misson un mito.


Edad Contemporánea
El fenómeno de la piratería ya estaba muy disminuido a medida que los estados podían fletar armadas nacionales sin recurrir a los corsarios. Al mismo tiempo la progresiva organización y fortificación de las colonias y colonización de nuevas tierras como África cierra las posibilidades a los buitres del mar de atacar posiciones en tierra.

Sin embargo la piratería continúa existiendo.


-Siglo XIX: Las aguas del Pacífico Sur
Durante el dominio de la Corona Española en América estaba prohibido a las colonias comerciar con los países externos. Algunos barcos contrabandistas sufrieron actos corsarios, como las embarcaciones que dirigió desde Chiloé el gobernador Antonio Quintanilla entre los años 1817 y 1864, en especial los acometidos del bergantín General Quintanilla que se hicieron tristemente célebres, al igual que los de El Griego.


-Siglo XIX:
Estados Unidos, tierra de piratas [editar]A partir de 1850 los piratas son aún más acosados con la ayuda de adelantos técnicos y militares. Los ladrones del mar se ven impotentes, sobre todo ante el avance de los medios de comunicación y el aumento en el calibre y la precisión de las organizaciones defensivas.

En la América hispana se mezclan los idealistas, contrabandistas, mercenarios y negreros y luchan al lado de los independentistas que quieren liberarse de la Corona española. Actúan desde Florida, donde los filibusteros estadounidenses acosan los barcos españoles. Los historiadores ven en este proceder un antecedente para la guerra de Cuba.

A mediados del siglo XIX una nueva ideología se une a las anteriores compartidas en mayor o menor medida por los piratas. Es la Doctrina del destino manifiesto invocado por el gobierno estadounidense. Siguiendo esta doctrina, y teniendo en cuenta que la práctica totalidad de la superficie continental estaba dominada y anexionada, América Central era el próximo objetivo de los norteamericanos y el modelo era el Estado de Texas.

El caso tejano consistió en invadir el territorio, proclamarlo independiente, vencer a México (incluido el capítulo de Batalla de El Álamo profusamente mitificado por los estadounidenses) y, una vez obtenida la plena soberanía, unirlo a Estados Unidos. Este resumen parece un maquiavélico plan bastante premeditado y en cierto modo lo era.

Siguiendo el éxito anterior, Estados Unidos pretendía crear un imperio tropical, especialmente en los estados del Sur, que formaría los efímeros Estados Confederados de América. A este fin se prestaron hombres de mar como John Quitman o Narciso López, de origen venezolano, que planearon invadir Cuba, proclamarla independiente de España y unirse a la emergente potencia mundial.

Persona como los citados volvieron a poner en uso el viejo término de filibustero sin ninguna connotación peyorativa en aquella época.

Quizá el más famoso de todos aquellos filibusteros, pese a su corta vida, sea William Walker quien realizó tres expediciones para tomar distintas partes de América Central.

En la primera de aquellas incursiones y a sus 28 años tomó La Paz, capital de la península de California en 1853 con 45 hombres y proclamó la República de la Baja California. Poco después la uniría a la recién creada República de Sonora proclamándose él como presidente. El ejército mexicano lo derrotó y cruzó a Estados Unidos por la frontera. Fue juzgado y en el jurado se puede apreciar la influencia de la Doctrina del Destino Manifiesto pues sólo tardaron un minuto en decidir que era inocente de haber provocado una guerra ilegal.

En 1855 se lanza a la conquista de Nicaragua con sus 58 Inmortales, 170 nicaragüenses y 100 norteamericanos. Vence al ejército nicaragüense el 1 de septiembre, pero en esta ocasión se muestra más prudente y nombra como presidente a Patricio Rivas. Pero el resultado no dista mucho del anterior, Nicaragua es invadida por 2.500 hombres de Costa Rica, Walker es derrotado en Santa Rosa (Costa Rica), Rivas y San Juan del Norte (Nicaragua). En 1857, Walker y su ejército filibustero son finalmente derrotados por la coalición de los ejércitos centroamericanos, dirigidos por el supremo comandante José Joaquín Mora Porras, hermano del presidente costarricense Juan Rafael Mora Porras. En noviembre vuelve a ser juzgado en Estados Unidos y se vuelve a apreciar la creencia estadounidense de estar en su derecho de querer anexionar esas tierras, pues Walker es nuevamente absuelto.

En su tercera expedición a Honduras en 1860 no tiene tanta suerte y es capturado por Nowel Salman de la Marina Real Británica. Fue juzgado en Honduras y fusilado ese mismo año.

Pese a ser acogido como un héroe en los estados del Sur, Walker actualmente es un olvidado en Estados Unidos, no así en Centroamérica donde las guerras contra él pueden ser, como indica Juan A. Sánchez Giménez, el equivalente a las Guerras de la Independencia del resto de ex-colonias españolas que los pueblos de América Central no vivieron.


-Piratería en los siglos XX y XXI:Durante el siglo XX la piratería, ejercida de forma sistemática, está concentrada a reductos del Tercer Mundo. Los países que, se estima, albergan más piratas son Somalia, Indonesia y Malasia.

En el siglo XXI los ataques piratas se realizan con apoyo del GPS y se dedican a robar las cámaras digitales y otros objetos de valor a los turistas.[19] Su zona de actuación siguen siendo las mismas zonas que el siglo XX (sureste asiático, el Cuerno de África principalmente) donde los estados no tienen verdadera jurisdicción y, a veces, ni siquiera el poder para controlar a sus fuerzas, ya sean de seguridad o armadas.

A final del siglo XX ocurrieron algunos casos de pesca ilegal de barcos cubanos en el área del Canal de Yucatán, lo que ocasionó que las autoridades marítimas mexicanas los detuvieran y según se dice, siguen incurriendo en sus actividades, ya que trocan el producto de su captura con diversos artículos que no pueden adquirir en su país [cita requerida].

Para barcos de gran tonelaje los actos llamados de piratería son muy escasos en el Atlántico y buena parte del Pacífico. Se pueden citar:

Entre 1994 y 1995 Canadá y España mantuvieron una disputa, llamada guerra del fletán, cuando la marina de guerra del primer país atrapó y remolcó a uno de sus puertos a un pesquero de altura español cuando faenaba en aguas internacionales. El gobierno canadiense acusó a los pescadores españoles de expoliar el caladero de fletán negro. España consideró este apresamiento como un acto de piratería, a lo que respondió con el envío de dos fragatas de la Armada. Por su parte Canadá amenazó con considerarlo un acto de guerra y unos pescadores ingleses capturaron otro pesquero español e izaron en él la bandera canadiense.
En 1995 varios barcos españoles apresaron un pesquero francés por faenar con redes ilegales de un kilometraje superior al permitido. Como en el caso anterior Francia lo calificó como un acto de piratería.
En cambio la piratería es un problema casi endémico en las aguas del sureste asiático. Para luchar contra ella Japón y otras naciones de la zona realizan maniobras para entrenar a sus fuerzas en la lucha contra la piratería y el rescate de embarcaciones, como la llevada a cabo a principios de febrero de 2007.[21]

Sin embargo el protagonismo de la piratería del siglo XX y XXI ha pasado de la marítima a la aérea.


-Literatura y piratería

La isla del tesoro, Robert Louis Stevenson.
Capitán Blood, Rafael Sabatini.
Sandokán, Emilio Salgari.
En costas extrañas. Tim Powers. (Piratas del Caribe y Monkey Island están basados en este libro)
Canción del pirata, José de Espronceda.
El libro de los piratas, Howard Pyle.
Vampiratas, Una ola de terror, Justin Somper.

-Piratas célebres

Mary Read
Jeireddín Barbarroja
Roger de Flor
Barbanegra
Francis Drake
John Oxenham
Thomas Cavendish
John Hawkins
Richard Hawkins
Olivier de Norh
Laurens de Graff
Henry Morgan
El Olonés
John Clipperton
Jack el Calicó (Jack Rackham)
Bartholomew Roberts
Lope de Aguirre
Benito Soto Aboal
Victor Barbazán
Bernardo de Talavera
Jacob Clerk, apodado L'Hermite («el Ermitaño»)
William Walker
Willian Dampier
Roberto Cofresí
Hendrick Brouwer
Samuel Bellamy
Edward England
Louis Michel Aury
Enrique Bucardo
Bartholomew Sharpe
Thomas Tew
Wodes Rogers
Mateo Mainery

-De ficción
Jack Sparrow
Capitán Barbossa
Sandokán
Capitán Garfio
Capitán Blood
Guybrush Threepwood
John Silver El Largo
Monkey D. Luffy
Rackham el Rojo
Emilio Di Roccanera (El corsario negro)

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NotaPublicado: 02 Jun 2008 16:06 
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Un buen comienzo de post Tearguardian :grin:

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Una noticia que creo que dará que decir:

Soy de un pueblo marinero y por ello tengo amistades en la Mar. Pues bien, hace unos dias hablando con un amigo (que saldrá ahora a bonitos) le dije cachondeando que no se fuese muy lejos haber si le iban a asaltar los piratas...

Estuvimos comentando el tema y me dijo que en Somalia y zonas afines los barcos españoles han tomado como "medida de seguridad" navegar bajo bandera francesa, es decir, que están hizando una bandera francesa en lugar de la suya propia con el fin de tener "un poco mas de seguridad"...esto me quemó mucho, tener que llevar una bandera extranjera porque tu gobierno no tenga los "huevos" para hacer lo que tenía que haber hecho...

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Hola a todos.
Tearguardian, yo me consuelo pensando que lo que se tenía que haber hecho, se hizo.
Que trasciendan o no los detalles es lo que menos me importa.
Si no fué así....estamos "apañaos".
Saludo a todos y especialmente a los "masters".
Bye.

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"...En cuanto a la ofensa que los políticos hacen a los que murieron, les recuerdo un dístico elegiaco del Atica dedicado a un héroe: <<Dejó su juventud en el combate para no permitir que en su vejez fuera ultrajado. Derramen lágrimas sobre la tumba de los cobardes que murieron sin gloria por alguna enfermedad>> "


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NotaPublicado: 16 Jun 2008 21:53 
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Os dejo un gráfico interactivo sobre el secuestro del pesquero español en Somalia

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