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 Asunto: Re: ETA
NotaPublicado: 16 Abr 2018 11:15 
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Ocurrió hace 50 años en la localidad guipuzcoana de Villabona. Hay momentos en los que una persona, sin saberlo, se enfrenta a su existencia. En el caso de Fermín Garcés Hualde, además, asumía el devenir de un país. Presenció el primer crimen mortal de ETA. La víctima, el guardia civil José Antonio Pardines. Fermín, entonces camionero, no lo dudó. Se precipitó sobre los dos asesinos -Iñaki Sarasketa y Txabi Etxebarrieta- y agarró a uno de ellos por la solapa: "¡Quietos, asesinos, quietos ahí!".

Los etarras, manchada su alma tras arrancar la vida a otro hombre, le encañonaron con su pistola. Consiguieron escapar, pero el valor del camionero fue crucial para dar con los criminales. "Estoy vivo de milagro", sostiene hoy el protagonista de esta historia, en unos recuerdos intactos al paso del tiempo.


-"¡Es que lo estoy viendo!".

Fermín Garcés, a sus 86 años, viste tricornio, orgulloso uniforme de guardia civil -"¡Cada día me va más grande!"- y un caminar saltarín. Sonríe hasta con los ojos cuando habla de los buenos tiempos, de los años que ha pasado en el Instituto Armado; vocación tardía, descubierta al enfrentarse a aquellos asesinos. Se estremece cuando la memoria le lleva al 7 de junio de 1968, fecha de la que pronto se cumplirán 50 años y que arrancan estas líneas.

Entrevista al guardia civil Fermín Garcés Jorge Barreno

¿Qué era ETA por entonces? Difícil que nadie lo supiera. Apenas habían perpetrado algunos sabotajes y sus manos aún no estaban llenas de sangre. Aquellas siglas, como para la mayoría, no le decían nada a Fermín. Bastante tenía con sacar adelante una familia.

Fermín Garcés estaba curtido en la escasez. "Para comer o beber hacía falta sacrificio", recuerda de su infancia. Valtierra (Navarra, 2.600 habitantes en esas fechas) acogió sus primeros pasos. Nació en el seno de una familia trabajadora: campos, rebaños, una tienda familiar. Pobres remiendos para llegar a fin de mes. Su padre, enfermo de cáncer, murió cuando él tenía 12 años.

"Toma, Fermín. Coge la bicicleta y vete a cobrar", le decía su madre. Con una lista de adeudados de su tienda, el niño recorría el pueblo para reunir unas perrillas que nunca eran suficientes. Tercero de seis hermanos, enseguida empezó a trabajar. No le quedaba otra, lo mismo que a la mayoría de sus vecinos. Más campo, más rebaños, más tienda familiar.
Fermín Garcés nació en la localidad navarra de Valtierra.

Fermín Garcés nació en la localidad navarra de Valtierra.

Pasaron los años y Fermín asentó los cimientos de su vida. Se casó, tuvo dos hijos -Ángel Mari y Carmen Pilar- y buscó prosperidad en el sector de los transportes. Su hermano mayor, Julián, le enseñó a conducir. Pronto encontró trabajo en la empresa Mina, con sede en Pamplona.

Esos recuerdos son los de la sonrisa con los ojos, imprescindibles para comprender qué ocurrió aquel 7 de junio de 1968.
"¡Quietos, asesinos!"

Jornada clara en un veranillo que se vestía de manga corta. No hacía frío, ni calor. No era un día soleado, tampoco excesivamente nublado. La fatalidad, lobo con piel de cordero, se cubrió de aparente apatía para sacudir con fuerza. Fermín Garcés, hoy en una cafetería del barrio madrileño de Tetuán -donde reside-, recita de carrerilla aquellos acontecimientos.

"Viajaba con mi camión desde Francia, con un cargamento de maíz rumbo a Alcorcón (Madrid). Era un camión viejo, un Pegasus verde de tres ejes. Tan viejo que sólo podía viajar al atardecer o de noche para que no se calentase demasiado el motor. Al llegar a San Sebastián nos desviaron por Villabona. Había obras en la carretera y unos guardias civiles dirigían el tráfico. ¡Cagoen...! Yo llevaba dos toneladas de más de maíz de las permitidas para sacar más beneficio de aquel viaje. ¡Me daba miedo que me parasen y lo viesen!".

El camionero se encontró con un guardia civil, Félix de Diego, que controlaba el acceso al tramo de la N-I en obras. Le permitió pasar sin mayores contratiempos. Fermín mantuvo la respiración, inquieto por la sobrecarga de su camión, y prosiguió su camino. Al cabo de un kilómetro se encontró un segundo control del Instituto Armado, tan rudimentario como el primero. Era el guardia civil José Antonio Pardines, que había cruzado su moto para dar el alto a los vehículos.
Ilustración de Juan luis Folgado publicado en el libro `Historia de un desafío´ (Editorial Península) del encuentro entre los etarras y Pardines en Villabona.

Ilustración de Juan luis Folgado publicado en el libro `Historia de un desafío´ (Editorial Península) del encuentro entre los etarras y Pardines en Villabona.

"Estábamos a la altura de una yesería. Pardines estaba mirando el motor de un Coupé 850 blanco. El coche tenía unas matrículas que no eran las suyas, aunque yo eso no lo sabía. De repente... ¡PUM! -Garcés se estremece en la butaca de la cafetería, rostro serio y mirada turbada-. Pensé que había sido el ballestín de mi camión. Al mirar, vi a aquellos dos -Sarasketa y Etxebarrieta- que le disparaban otras cuatro veces en el suelo".

Sarasketa, en una entrevista publicada en El Mundo, relató cómo fue el encuentro con Pardines. Según él, el guardia civil pidió la documentación del coche al advertir algo extraño en sus matrículas. Los etarras salieron del coche mientras el agente comprobaba la numeración del motor. "Algo no coincide", dijo. Etxebarrieta sacó la pistola y le descerrajó los disparos. "[Etxebarrieta] había tomado centraminas y quizá eso influyó".

Esa es la versión de Sarasketa, claro. Porque los informes policiales detallan que la víctima recibió el impacto de las balas de dos pistolas diferentes, de un calibre que encajaban con las armas de los dos etarras. Así lo detalla el libro Historia de un desafío (editado por Península).
Las pistolas de Etxebarrieta y Sarasketa. Foto de la Guardia Civil, incluida en el proyecto `Historia de un desafío´(Editorial Península).

Las pistolas de Etxebarrieta y Sarasketa. Foto de la Guardia Civil, incluida en el proyecto `Historia de un desafío´(Editorial Península).

Volvamos a Fermín. Se abalanzó al exterior de su camión. Ahora no es capaz de entender de dónde sacó el valor para echarse a correr sobre aquellos asesinos. Salvó la distancia que había hasta los asesinos y agarró a Sarasketa del hombro: "¡Quietos, asesinos, quietos aquí".

"¿Y qué podría haber hecho si se hubiesen quedado ahí?", recuerda ahora el camionero. Los etarras respondieron con una amenaza mortal. "Me apuntaron con un arma como un demonio de grande". Echaron abajo la moto de Pardines y escaparon a bordo de su vehículo.

Fermín se retuerce: "Parece que le esté viendo ahora [a Pardines]... ¡Uf! Lo siento mucho, me pongo malo. Echaba sangre por la boca... ¡Lo mataron por nada! ¡Él no había hecho daño a nadie!".
El guardia civil Pardines, muerto en el suceso de Villabona. Fotografía incluida en el proyecto `Historia de un desafío´(Editorial Península).

El guardia civil Pardines, muerto en el suceso de Villabona. Fotografía incluida en el proyecto `Historia de un desafío´(Editorial Península).
La persecución

El camionero no se quedó parado. Se fue hasta su camión y vio que, tras él, se agolpaba una decena de vehículos, llegados en el transcurso de los acontecimientos. "Mira, vete un kilómetro allí que hay un guardia civil de servicio y dile que han matado a su compañero", le dijo al primero. "¡Vamos a seguir al coche que se acaba de ir para ver las matrículas! O al menos a llamar al puesto de la Guardia Civil más cercano".

No sabían que estaban persiguiendo a miembros de ETA. Al poco alcanzaron una empresa papelera y Fermín se bajó del coche. Entró en las oficinas y pidió un teléfono: "¡Tengo que hablar con la Guardia Civil!". El portero le pasó el aparato. Al otro lado sonaba la voz de un agente destinado en el puesto de Tolosa: "Mire -dijo Fermín-, soy camionero y han matado a uno de sus compañeros. Eran dos chicos jóvenes y se han ido en dirección a Tolosa".

Los acontecimientos se precipitaron en ese momento. Sarasketa y Etxebarrieta se refugiaron en casa de un cómplice en Tolosa, de nombre Eduardo Osa. Su obsesión pasaba por salir del municipio: la Guardia Civil debía de pisarles los talones y no tardarían en descubrir su vehículo semiabandonado junto al restaurante Benta Haundi.
La moto de Pardines después de su asesinato. Fotografía incluida en el proyecto `Historia de un desafío´(Editorial Península).

La moto de Pardines después de su asesinato. Fotografía incluida en el proyecto `Historia de un desafío´(Editorial Península).

Los dos asesinos y su cómplice salieron escopeteados a bordo de un Seat de color limón. Al poco los interceptó una patrulla de la Guardia Civil. Los agentes les dieron el alto e inmediatamente los identificaron como los criminales que habían matado a Pardines.

La balanza cayó de un lado en cuestión de décimas de segundo. Uno de los guardias civiles desenfundó rápido y disparó a Etxebarrieta, quien también desenfundaba su pistola, presto a matar. El etarra cayó malherido. Sarasketa se echó al monte vaciando su cargador contra los agentes, aunque no impactó sobre ellos. El colaborador, Eduardo Osa, fue detenido.

Sarasketa alcanzó otra localidad cercana, Régil, en su precipitada huida. Pidió ayuda al cura del pueblo, que le dio cobijo en la iglesia. Allí pasó la noche. A la mañana siguiente fue descubierto por el sacristán y los vecinos acudieron alarmados. También la Guardia Civil, que lo capturó.
Fermín identifica al asesino

¿Qué fue de Fermín Garcés? Un compañero se llevó su camión a Pamplona. Él también fue hasta allí a bordo de un camión al que la Guardia Civil dio el alto. Un trayecto tenso, puesto que el conductor del vehículo lamentaba las noticias que corrían como la pólvora. No por la muerte de Pardines, sino por la de Etxebarrieta, que no había sobrevivido a las heridas.
Fermín Garcés cumplirá 87 años el próximo 7 de julio.

Fermín Garcés cumplirá 87 años el próximo 7 de julio. Jorge Barreno

Fermín guardó silencio hasta alcanzar la capital navarra, donde ya no pudo contenerse más: "¿Pues sabes quién soy yo? El camionero que se enfrentó a los de la ETA". "¡Pues si lo sé no te cojo!", respondió su compañero de viaje.

A los tres días, Fermín fue requerido por la Guardia Civil. En dependencias del Instituto Armado en el País Vasco identificó, entre varios sospechosos, a Iñaki Sarasketa. Tras un consejo sumarísimo, el etarra fue condenado a cadena perpetua. En 1977, con la amnistía general, quedó en libertad.
Entrada en la Guardia Civil

Fermín Garcés había sobrevivido a unos acontecimientos que le podían haber costado la vida: "¡Vivo de milagro!". "Llevé el camión cargado de maíz a Alcorcón pasados unos días", recuerda. Al poco recibió una llamada. Antonio Cores Fernández de Cañete, director de la Guardia Civil, quería reunirse con él.

"Me ofreció un camión nuevo y una recompensa, pero yo le pedí trabajo de guardia civil". Fermín había encontrado su vocación y se encontró con las puertas abiertas: "¡Esto está hecho! Así estamos más tranquilos, de que estés cerca".

"Mi vida en el Cuerpo… donde quiera que iba decían: '¡Este es el de la ETA! Hombre, encantado de conocerte'. Estuve destinado en el cuartel de Príncipe de Vergara (Madrid) como mecánico. También hacía mis guardias. Era muy feliz, aunque sufría mucho cada vez que había un atentado y mataban a un compañero. Como el día de la bomba de República Dominicana [14 de julio de 1986, 12 guardias civiles muertos]. Estaba regando las plantas del taller cuando... ¡Bumba! Fuimos allí y... qué horror. Una pesadilla".

Fermín lo siente en lo más profundo, ahora en un parque de Tetuán. Viste el verde por dentro y por fuera. Mantiene el porte castrense, se enfunda el tricornio y tira el bastón a un lado para las fotografías.
Fermín Garcés, en un parque en el madrileño barrio de Tetuán.

Fermín Garcés, en un parque en el madrileño barrio de Tetuán. Jorge Barreno

-Oiga, ¿y eso qué tiene en el uniforme, qué es?

-La Cruz del Mérito con distintivo rojo.

Distinción orgullosa ante grandes proezas.
Su mayor satisfacción

Aquellos acontecimientos fueron el aldabonazo a una historia cruel, en la que el terrorismo secuestró a una sociedad temerosa de sus zarpazos. Más de 800 muertos. Secuestros. Extorsión. La serpiente de ETA fagocitaba todo a su paso. El entorno de la banda adjetivó la historia de Etxebarrieta y Sarasketa hasta los altares heroicos. Auténticos gudaris, a su entender.

La Guardia Civil, apenas sin medios para hacer frente al terrorismo en 1968, terminaría siendo punta de lanza contra los asesinos; hombres y mujeres que pagaron con sus vidas la lucha contra ETA. Un recorrido en el que Fermín Garcés se convirtió en uno de sus estandartes.

-Esa Cruz del Mérito será uno de sus mayores orgullos, ¿verdad?

-Sí... Bueno, no. Mi mayor satisfacción es que mi nieta, Irene, haya entrado también en la Guardia Civil. Y mis otros dos nietos también están en la academia.

Con su acento navarro, Fermín se despide: "Gracias, majo". Sonríe con los ojos, recoge su bastón, y se marcha con su historia a cuestas. La historia de su vida, pero también la del principio y del fin de ETA.


https://www.elespanol.com/espana/201804 ... 264_0.html

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 Asunto: Re: ETA
NotaPublicado: 19 Abr 2018 11:14 
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La organización terrorista ETA anunciará su disolución el primer fin de semana de mayo en un acto que se celebrará en el País Vasco francés, según han confirmado fuentes abertzales. La banda lleva meses trabajando en la declaración de desaparición que estaba prevista entre finales de mayo y la primera quincena de junio, tal como adelantó EL PAÍS.

ETA dará así por finalizado el debate interno que había abierto entre su militancia para acordar y hacer pública su desaparición el cierre definitivo al considerar que su "función y ciclo" habían terminado, según comunicó la propia organización en un comunicado difundido el pasado 22 de febrero. "El final del ciclo resulta cada vez más evidente y, como consecuencia de las decisiones tomadas, ya se ha producido en gran parte. El final de la estrategia político-militar marcó el comienzo del final del ciclo de la organización", decía ETA en aquel escrito. Durante las últimas fechas, la dirección de la banda terrorista ha tratado de lograr el amparo internacional para anunciar su final definitivo.


La banda ha delegado la tarea de la disolución en el GIC (Grupo Internacional de Contacto), que coordina el abogado surafricano, Brian Currin, y en la que participan, entre otros, el ex secretario general de Interpol, Raymond Kendall, y el profesor israelí y asesor en los acuerdos de Camp David, Alberto Specktorowski. Es el mismo grupo que participó en la preparación de la Declaración de Aiete, previa al cese definitivo del terrorismo de ETA de octubre de 2011.

El presidente del Foro Social, Agus Hernán, próximo al GIC, ya adelantó a este diario que el objetivo de la cobertura internacional es "fortalecer la credibilidad" de la declaración de desaparición de ETA.

El pasado día 8 el líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi, ya anunció en Bayona (Francia) con motivo del primer aniversario del desarme de ETA, que la organización terrorista daría "nuevos pasos" en las próximas semanas y meses.

En el acto del primer fin de semana de mayo participarán agentes políticos y sociales, y personalidades internacionales.

Los detalles de dicho anuncio se darán a conocer este lunes en una rueda de prensa en la que participarán miembros del Grupo Internacional de Contacto (GIC) del abogado sudafricano Brian Currin, de Bake Bidea y del Foro Social, según ha informado la televisión autonómica vasca, ETB.
https://politica.elpais.com/politica/20 ... 03008.html

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 Asunto: Re: ETA
NotaPublicado: 25 Abr 2018 17:17 
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La organización terrorista ETA ha realizado una entrega de armas a las autoridades francesas en Bayona, según fuentes de la lucha antiterrorista. Esta entrega se produce días después de que los mediadores de la banda terrorista anunciaran un acto para el próximo 4 de mayo en la localidad francesa de Cambo para la "paz definitiva".

Fuentes de la lucha antiterrorista han explicado a este periódico que la organización ha seguido el mismo criterio para esta concesión utilizado hace semanas para entregar una granada cuando el grupo de mediadores, denominados artesanos por la paz, dieron a la Fiscalía francesa las coordenadas de donde se encontraba exactamente el material.

El material analizado por la policía francesa asciende a 24 armas cortas, munición diversa de 9 mm y 38 SP, cordón detonante de 20 metros, unos 500 detonadores electrónicos, dos temporizadores, 200 placas de matrículas y material para el robo de vehículos.

ETA está realizando estas entregas impelida por agentes internacionales unos días antes del acto para su anunciada disolución. Estas armas son aquellas que aún se conservaban de sus militantes y que la banda terrorista no pudo entregar en el acto del mes de abril de 2017 en Bayona.
http://www.elmundo.es/espana/2018/04/25 ... b464f.html

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 Asunto: Re: ETA
NotaPublicado: 15 Jun 2018 12:13 
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La primera vez que mataron a su padre, Pablo tenía 17 años y un examen de Física. El 21 de junio del año 1993, dieciséis minutos después de las ocho de la mañana, la banda terrorista ETA hizo estallar un Opel Corsa en la glorieta López de Hoyos de Madrid. El coche iba cargado con 40 kilos de amonal y explotó al paso de un minibús del Ejército del Aire en el que viajaba el teniente coronel Juan Romero Álvarez y otros seis militares. Cuando Pablo llegó a casa, entre uniformes y nubes de ducados, su madre le dijo que papá ya no estaba. Se lo contó con el carácter con el que se contaban esas cosas en los años de plomo y luego se tragó el dolor como quien se bebe un zumo de tomate que te dura casi 20 años.

Cuando su padre iba a morir por segunda vez, Pablo Romero trabajaba en este periódico. El 21 de junio del año 2013, justo veinte años después, publicó un artículo en portada de EL MUNDO titulado 'El folio 825'. "Conocer la verdad de lo que sucedió aquel día maldito es para mí la mejor medicina para una herida que probablemente no sanará nunca", escribió. Apenas tres semanas antes de que prescribiera el asesinato de su padre y espoleado por un desafortunado comentario en la redacción, Pablo se había plantado con un boli y una libreta en la cuarta planta de la Audiencia Nacional, delante de ocho tomos y casi 2.000 folios, y buceó a contrarreloj por el polvo del sumario de aquel atentado hasta que en la página número 825 encontró el alias de un etarra que le permitió reabrir uno de tantos casos sin resolver en el historial de ETA. El suyo. Dicen que hay al menos otros 370. "De momento, he conseguido que la causa no muera, he comprado algo de tiempo. Ya es algo", escribía justo dos décadas después de la primera muerte de su padre.

Han pasado otros cinco años desde entonces. Pablo Romero se fue primero de EL MUNDO y se fue de todas partes después para meterse en una película a lo Jason Bourne basada en hechos reales sin otra obsesión que averiguar qué pasó la mañana de su examen de Física. Quién mató a su padre y por qué nunca se juzgó aquel atentado. La respuesta se encuentra en un podcast que ha lanzado Pablo en cinco capítulos. Las tres muertes de mi padre se llama.

Me sorprende que se aplique legislación antiterrorista contra tuiteros o cantantes y cuando uno intenta investigar un atentado todo se coja con papel de fumar

¿Por qué esperaste hasta el último minuto para investigar el asesinato?
Porque durante 20 años me dediqué a vivir y a tener esta historia guardada en el cuarto de atrás de la cabeza. Alguna vez te preguntas qué pasó, pero no se lo preguntas a nadie, te lo preguntas a ti mismo, es algo muy íntimo. Tenía cosas que hacer: estudiar, trabajar, vivir... No me dedicaba a ser víctima. Hasta que un día alguien dijo una barbaridad que me hizo caer en la cuenta de que se cumplían 20 años del atentado. Levanté el teléfono y llamé a la Audiencia Nacional.

Descolgó el juez Grande-Marlaska, hoy ministro del Interior. Lo que vino después no responde a ningún plan. Dice Pablo que empezó a investigar igual que empezó a correr Forrest Gump. "Ya que estoy en la Audiencia, me leo el sumario. Ya que he encontrado una pista, se lo digo al juez a ver qué pasa. Ya que el juez me hace caso, tendré que seguir. Y ya que, ya que, ya que... me he encontrado cinco años investigando en las cloacas de este país".

¿Y qué has encontrado allí?
Muchísimo miedo y muchísima desidia. Mucho qué hay de lo mío. Todo el mundo va a lo suyo y hay muy poca vocación de servicio público, sobre todo entre la gente con más responsabilidad, que sólo está pendiente de ascender y de colgarse sus medallitas. Responsables policiales, judiciales, políticos... De uno y otro color. Uno y otro año. Da igual la legislatura. Se pasa por encima de los errores y nadie se atreve a ver qué se está haciendo mal y a hurgar en ello. Nos mienten sistemáticamente y los periodistas lo compramos.
¿Cuál ha sido tu mayor decepción?
Lo que más me ha decepcionado es el plano judicial. Me llama la atención que se aplique legislación antiterrorista contra tuiteros o por una letra de una canción por mala que sea y, sin embargo, cuando uno intenta investigar el asesinato de siete personas en una masacre terrorista se coja todo con papel de fumar. Que te digan que no hay nada cuando tú sabes que sí lo hay. Es un síntoma de una enfermedad que está en los huesos del Estado, la desidia. Y no es una cuestión de ETA. Pasa con el GAL, los Grapo, el yihadismo, las cunetas del franquismo... No reabras las cosas que dan dolor de cabeza.

El dolor de cabeza empieza con una llamada anónima al periódico. Un tal Andrés, que seguramente no se llama Andrés, en nombre de una fundación que seguramente no existe, contactó con Pablo después de su primer artículo desde una cabina en cualquier parte. "Pensaba que era un loco, un tipo que llama un 24 de diciembre al periódico con una voz rarísima. Me dijo que me iba a ayudar pero colgó sin decirme cómo ni cuándo. Tres meses después me llamó a mi móvil y quedamos. Me obligó a comprar una tarjeta prepago y un día a la semana nos podíamos llamar. Sólo decíamos fecha y hora y ya sabíamos dónde vernos".

Hay una enfermedad que está en los huesos del Estado, la desidia. Se pasa por encima de los errores y nadie se atreve a hurgar para evitar los dolores de cabeza

Andrés le puso sobre la pista del comando Madrid de ETA, cuya desarticulación se frustró por un supuesto error policial durante la negociación del Gobierno con la banda terrorista en 1992, meses antes del atentado. Pablo empezó a tirar del hilo, corriendo como corría Forrest, sin tener ni la más remota idea de dónde se escondía la meta. Siguió publicando y soltando cebos entre líneas por si alguien recibía el mensaje oculto. Primero llegó un sobre anónimo al buzón de su casa, luego un policía retirado dispuesto a echarle una mano, una testigo desaparecida, un segundo coche la mañana del atentado, un confidente del CNI que le soplaba qué días tenía el teléfono intervenido, un café con un "seductor" llamado Rafael Vera, pruebas que ya no existen, papeles que se han borrado, decenas de trenes y aviones al Norte. Siempre solo. "Solo se va más rápido. Como no sabía hacerlo, quería hacerlo solo. No quería dar explicaciones a nadie y que nadie me cuestionara. También necesitaba discreción".

A mediados de 2014 Pablo Romero se citó con tres etarras de la llamada vía Nanclares, el proyecto de reinserción de los etarras arrepentidos. Uno de ellos era Iñaki Rekarte: "La lógica que se vive aquí es la lógica de la guerra. Yo no he matado, ha matado ETA", le contó. "Te decían: tú mata lo que puedas, matad todo lo que podáis". Otro era Jesús García Corporales, alias El Gitanillo, uno de los asesinos de su padre. Entonces Pablo no lo sabía todavía. "Ni sentí ni padecí. No sé si hubiera sido distinto de haberlo sabido. Hablar con los etarras sólo me sirvió para constatar que no me iba a servir de nada, para constatar que todos los terroristas son unos descerebrados. Seguramente yo habría hecho lo mismo que hizo él: mentir. No esperaba que confesara que había matado a mi padre. Y tampoco busco que lo encierren ahora y tiren la llave al mar, ojo. Yo no soy un justiciero, ni un héroe. Sólo quiero saber la verdad".

Durante estos cinco años, ¿cuántas veces te has preguntado a ti mismo 'qué narices estoy haciendo'?
Pocas veces. Alguna... Sobre todo cuando me afectó a la cabeza, cogí una baja por depresión, perdí 22 kilos en dos meses y le vi los ojos a la muerte. Mi pareja y mis amigos han sufrido esto y te planteas cosas, pero no podía dejarlo. Conforme he ido descubriendo cosas, he ido hurgando en mi propia vida. Tenía que coser una herida y me la cose saber la verdad, no los homenajes. No sé qué hubiera pasado si no me hubiera metido en esto. Igual estaría tan feliz y contento viviendo en la inopia.
¿Te han hecho sentir una mosca cojonera?
Permanentemente, pero eso me divierte. Recuerdo a Ángel Yuste, aún secretario general de Instituciones Penitenciarias, decirme de pésimas maneras que dejase de investigar el caso de mi padre, que no enmendase la plana a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. A gritos.

Cinco años después del folio 825 y 25 años después del atentado, Pablo ha recopilado pruebas sobre los tres etarras que pudieron matar a su padre y sigue buscando a la testigo que identificó a dos de los asesinos comprando quesos en El Corte Inglés a principios del 93, cuando Madrid estaba empapelada con caretos de terroristas en busca y captura. Les siguió por el Paseo de la Castellana y anotó la matrícula de su coche, el mismo que estalló el 21 de junio en la capital horas después del atentado. Nunca nadie tomó declaración a aquella testigo después de los hechos.

Toda la investigación de Pablo está incorporada al sumario 17/94.

Esto es como un cáncer. Si pasas del cáncer, te acaba matando y si le haces frente, la quimio es durísima

¿Imaginaste hace cinco años llegar hasta aquí?
Me lo dicen hace cinco años y no me lo creo. Han pasado cosas muy raras, pero he conseguido lo que quería. Las pruebas que yo he investigado están incorporadas al sumario y ya no se van a destruir. Sé en qué estantería y en qué tomo están, que es lo que no pasaba hasta ahora. Yo he hecho el trabajo que otros no hicieron. Lo que pase ahora ya no me corresponde.
Dices en tu podcast que esta no es una historia de buenos y malos.
Es que eso es de un simplismo aterrador. Me ofende. Aquí los malos son unos hijos de $%&ª pero los buenos no son tan buenos.
¿Qué ha sido lo mejor de este proceso?
Nada.
¿Y lo peor?
Todo lo demás... Esto es como un cáncer. Lo tienes dentro. Si pasas del cáncer, te acaba matando y si le haces frente, la quimio es durísima. Yo no saco nada bueno de esto. Qué más quisiera yo que no haber tenido que pasar por esto, pero yo no elegí que mataran a mi padre.

'Las tres muertes de mi padre'

"El Comando Madrid de ETA mató a mi padre en un atentado en 1993. Durante 20 años no hice nada por saber la verdad. Ahora, y tras una larguísima investigación, sé que hay mucho más de lo que me contaron. Esta es la historia". Así arrancan los cinco capítulos del podcast 'Las tres muertes de mi padre', que Pablo Romero ha lanzado junto a Cuonda para narrar su investigación en primera persona. El primero se estrenó el pasado 24 de mayo y el último se podrá escuchar a partir del próximo 21 de junio, cuando se cumplan 25 años del atentado.

http://www.elmundo.es

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 Asunto: Re: ETA
NotaPublicado: 14 Oct 2018 18:54 
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Fue Mikel Antza, líder de ETA desde 1993 hasta que fue detenido en 2004, quien hizo comprender a los policías que tenían en su poder una mina sin explotar. En 2010, al final del juicio en París que acabaría con una condena de 20 años, Antza se levantó para hacer una última petición. Exigía al estado francés que le devolviera lo que él llamó “los archivos históricos de la organización”, un conjunto de documentos desde primeros de los 70 guardados en un zulo que cuentan la historia de la banda por dentro. Hay incluso grabaciones de reuniones de la cúpula y de mensajes de líderes históricos como Argala, Txomin Iturbe, Azkoiti. “Es la historia de ETA contada por sus protagonistas. Es un tesoro de valor incalculable”, sentenció.

Como era de esperar, la justicia francesa no le hizo ni caso. Decidió no entregarlos a ETA, sino a España, para que sean las víctimas, y no los terroristas, quienes escriban esta historia. Años después de ese juicio, a partir de 2014, Francia y España empezaron un largo trámite para entregar esos archivos y otros muchos documentos, además de unas 300 armas, a la policía y justicia españolas, en una operación inédita. La semana pasada, Pedro Sánchez y Edouard Philippe, primer ministro francés, culminaron de forma simbólica esa entrega con un acto en La Moncloa. En realidad, desde febrero, ese material está en España y 50 expertos en la lucha antiterrorista y en conservación de archivos están clasificando la enorme documentación, que llenó dos camiones enteros que hicieron el viaje París-Madrid escoltados por guardias civiles.

El material tiene un enorme valor histórico, documental. Pero también jurídico. Ya ha logrado reabrir un caso, el del asesinato del funcionario de prisiones Máximo Casado en 2000, con una bomba lapa. Y se espera que lo haga con muchos más. Hay 376 asesinatos de ETA sin un condenado. Entre los papeles entregados por Francia apareció un manuscrito con una “cantada”, esto es una especie de autocrítica de un atentado que hacían los autores cuando algo salía mal o eran detenidos. Contaban qué falló, como eran los policías que les detuvieron, quiénes pudieron delatar al comando. “Era una manera de mejorar como organización y de transmitir a los siguientes terroristas los conocimientos. Siempre lo hacían. Hemos encontrado muchas cosas que demuestran ese intento de enseñar a los siguientes, hasta fotos en polaroid sobre cómo fabricar zulos con mecanismos hidráulicos”, explica Jesús Rueda, que coordina todo el proyecto de la recuperación de este enorme archivo de ETA desde el ministerio del Interior bajo la supervisión de la fiscalía de la Audiencia Nacional. La cantada del atentado de Máximo Casado fue analizada por calígrafos. Y ahora hay un nuevo imputado, José Ignacio Guridi Lasa, ya condenado por otros asesinatos pero que nunca confesó este. Su letra coincide con la que hay en la descripción con detalle del atentado.

Solo en papel hay 40.000 documentos. En soporte informático son cientos de terabytes. Y muchos de ellos encriptados. “Nos va a llevar años. No queremos generar expectativas infundadas en las víctimas, no se van a esclarecer todos los crímenes. Pero se va a hacer un gran esfuerzo durante años para verlo todo. Solo con un caso resuelto ya ha valido la pena”, señala Rueda. En una reunión la semana pasada con un grupo de víctimas, la fiscalía explicó que con esta nueva documentación de ETA se han abierto 10 procedimientos nuevos, tres de ellos por análisis caligráfico. Ocho de ellos ya están judicializados, según explica Florencio Domínguez, director del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, en Vitoria, y una especie de enciclopedia viva de la lucha contra ETA, que guarda en su cabeza los datos del terror durante todos los años que se dedicó a investigarlo y contarlo como periodista.

Domínguez está ansioso por conocer el contenido de las 200 cintas de cassette y las actas históricas que se encontraron en 2004 en un zulo muy bien escondido bajo la vivienda de un matrimonio residente en Saint Pierre d’Irube. La policía lo denominó Txori (pajarito) porque así se apodaba Martha Alcalde, la dueña de esa casa que durante años ocultó bajo sus cimientos el tesoro de la banda. Con un sistema hidráulico, por un pasadizo en forma de L, se accedía a una sala llena de estanterías con toda la documentación de la historia de ETA. Pero en 2004, cuando la encontró la policía, nadie le hizo caso a ese archivo. “Cuando ETA mataba la prioridad era detener terroristas y evitar atentados. Esto eran documentos históricos, sin mucho valor policial inmediato. Se fueron dejando para más adelante y al final nadie los ha mirado hasta ahora. Tenemos que tener mucho cuidado con las cintas para poder escucharlas, hay que ver su estado de conservación”, explica Rueda. Varias de estas cassettes están marcadas con las siglas BT, correspondientes al Biltzar Ttipia, el Comité Ejecutivo de ETA. Escuchar las reuniones de la cúpula de una banda terrorista es algo que pocos podían siquiera imaginar. En otras cintas, marcadas por ETA con los nombres de José Lipperheide y Prado de Carvajal, los investigadores esperan encontrar los interrogatorios a estos dos conocidos secuestrados de la banda, que organizaba una especie de juicio sumarísimo en los zulos donde los retenía.

ETA siempre tuvo un espíritu funcionarial, burocrático, de documentarlo todo. “Se han encontrado 69 fichas de militantes. Eso nunca lo habíamos visto. Cuando entraban en ETA tenían que contar sus habilidades, cómo recibía su familia su decisión de entrar en la organización, todo. Y están ahí”, explica Domínguez. Cuando la policía lo analice y extraiga todo el partido judicial que se pueda para esclarecer crímenes, la documentación más valiosa acabará precisamente en el centro que dirige, que tiene reservado el enorme edificio del Banco de España en Vitoria.

Rueda y Domínguez coinciden. Quienes más agradecerán estos documentos de la burocracia del terror son las víctimas. “En el centro memorial recibimos muchas peticiones de víctimas que solo quieren saber. Aunque los delitos estén prescritos y son conscientes de que no van a lograr reabrir los casos, para ellas conocer las circunstancias en que se asesinó a su familiar, tener algún documento, les produce una gran satisfacción. Con esta enorme documentación podremos dar esas satisfacciones. Esto no lo habíamos visto nunca en España porque los servicios centrales de ETA siempre estuvieron en Francia”, cuenta Domínguez. “La batalla contra ETA es cada día menos policial y cada vez más de historia y de relato. Con estos documentos podremos contar esta historia desde el lado de las víctimas”, resume Rueda. El palacio de Vitoria espera para contar la historia de ETA con documentación de la banda pero narrada por los representantes de sus víctimas, algo también inédito, como casi todo lo que rodea a la historia más dolorosa de la España moderna.
https://elpais.com/politica/2018/10/13/ ... 75869.html

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 Asunto: Re: ETA
NotaPublicado: 14 Oct 2018 21:09 
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Detenido en Barajas el etarra Tontxu, acusado de matar a dos mandos del Ejército y herir a varios agentes


Luis Miguel Ipiña Doña tenía en vigor una Orden Internacional de Detención por enaltecimiento del terrorismo, aunque sus delitos de sangre han prescrito

PATRICIA ORTEGA DOLZ
Madrid 10 OCT 2018 - 21:26 CEST

La Policía Nacional, con la colaboración de Interpol, detuvo ayer en Barajas al etarra Luis Miguel Ipiña Doña, Tontxu, acusado de asesinar a dos altos mandos del Ejército en 1979 y 1980 y de herir a varios guardias civiles colocando bombas en sus coches. Tontxu, de 67 años y huido a México en 1980, tenía una Orden Internacional de Detención (OID) por un delito de enaltecimiento del terrorismo. Sus crímenes de sangre han prescrito. Los agentes de la Comisaría General de Información que le detuvieron al llegar de Colombia, le requisaron sus tarjetas de visita: se presentaba como “taxista y escritor”. El juez Manuel García Castellón le dejó en libertad tras prestar declaración.

Tontxu regresó a Francia en 1982 con la intención de reingresar en la banda terrorista. Entonces lo hizo con nacionalidad falsa, como Roberto Varea Sáinz, aunque fue detenido y logró fugarse de nuevo. Ha permanecido huido desde entonces.

Ahora pretendía entrar en España en un vuelo procedente de Bogotá (Colombia) con un pasaporte de México, donde se nacionalizó en 1987 y donde ha vivido en distintas ciudades, según fuentes de la lucha antiterrorista. Sobre él pesa una Orden Europea de Detención y Entrega cursada en marzo de 2015 por el Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional por un presunto delito de enaltecimiento del terrorismo, según las mismas fuentes.

Taxista y escritor en México

El arrestado, que viajaba con su verdadera identidad porque supuestamente sus delitos de sangre han prescrito, llevaba unas tarjetas de visita a su nombre en las que se presentaba como "taxista y escritor" en México. Supuestamente, viajaba en un vuelo procedente de Colombia para evitar pasar por Estados Unidos, según fuentes próximas a la investigación.

La operación la han desarrollado agentes de la Comisaría General de Información en colaboración con Interpol, en un ejemplo más de cooperación policial internacional en la lucha contra el terrorismo y contra la impunidad de los miembros de ETA que se encuentran huidos fuera de las fronteras españolas. Con este son 33 los fugados detenidos por la Policía Nacional por pertenecer a ETA desde que declaró el alto el fuego "permanente y general" en 2011.

Un sangriento historial

En su historial policial consta que Tontxu formaba parte del comando Otxobi, junto a José María Zubiarre Portugal, Ángel Castrillo Alcalde (alias El Gordo), Ignacio Orueta Pardavila (Alias Loidi) y Jose Miguel Galdos Oronoz (Alias Historias).

Fuentes de la lucha antiterrorista aseguran que realizó su cursillo militar en Francia en 1977, tras ser captado para formar parte de la organización terrorista por José María Pagoaga Gallastegui, Peixoto. Es precisamente en diciembre de ese año cuando "coloca un artefacto debajo de los dormitorios del cuartel de la Guardia Civil del Puerto de Pasajes que no explosionó", señalan las mismas fuentes. Meses más tarde, en febrero de 1978, participó presuntamente en la colocación de otro artefacto explosivo "en el vehículo de un capitán de la Guardia Civil retirado, Manuel Villa Rodríguez, ocasionándole heridas graves.Y es en marzo cuando pone una bomba en el Parque Móvil de San Sebastián (Guipúzcoa), su ciudad natal, junto a Zubiaurre, "causando heridas a 14 personas y ocasionando daños materiales de consideración", según las mismas fuentes.

En mayo de 1978 coloca otra bomba en el vehículo del industrial Luis Nájera Garmendía, con otros cuatro miembros del comando. Pero fueron sorprendidos por el empresario y huyeron y se escondieron en un piso de Oyarzun, propiedad de Ana María Merino Torralba, vivienda que les había proporcionado Francisco Esquibel Echeverría, Frescu.

El 21 de octubre de ese mismo año colocaron otro artefacto en un vehículo de un teniente de la Guardia Civil de Renteria (Guipúzcoa) y un mes mas tarde, intentaron colocar otro, pero fracasaron porque "el agente se dio cuenta de la bomba ubicada bajo su vehículo y no llegó a explosionar". En noviembre de ese año provocó heridas de suma gravedad al guardia civil Malpica Aguilera mediante la colocación de un artefacto explosivo en el vehículo de su propiedad. El agente perdió una pierna.

En enero de 1979 asesinó al comandante José María Herrera Hernández, miembro del Ejército en el barrio de Amara en San Sebastián (Guipúzcoa). Y en marzo de ese año participa en la explosión de la sucursal de Credit Lyonnaise, en la avenida de España de San Sebastián (Guipúzcoa), que quedó totalmente destruida.

El 16 de abril de ese mismo años, intentó asesinar a Gerardo Gomez Chaos, que resultó herido de gravedad. En esa ocasión intervinieron los cuatro miembros del comando. Días más tarde, el 21, trató de asesinar a un panadero de Renteria (Guipúzcoa), causándole heridas graves.

El 20 de febrero de 1980, asesinó al coronel del Ejército, Eugenio Sarasibar González de Durana, jefe del economato militar de San Sebastián (Guipúzcoa). Ese mismo mes huyó a México, donde entró en calidad de turista el 27 de diciembre.


https://elpais.com/politica/2018/10/10/ ... 45241.html


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 Asunto: Re: ETA
NotaPublicado: 15 Jul 2019 15:27 
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"Mi madre igual desarticula un comando que te hace la mejor tortilla de patatas"

Los hijos, los compañeros, los jefes, las mujeres... Una de las agentes que más etarras ha cazado en los últimos 30 años desvela el otro lado de los policías de Información

15/07/2019 05:00

Inés cumple ahora 30 años en la Policía Nacional. Es fuerte, alegre y decidida. Tiene principios firmes y ganas de acción. La práctica totalidad de estas tres décadas las ha pasado en la Comisaría General de Información, donde trabajan esos hombres y mujeres abnegados que se emplean a destajo en acabar con los enemigos más complejos de la sociedad y del estado, los terroristas. Muchos de ellos gastan años de sus vidas en interminables vigilancias que sirven para captar unos pocos datos, en llevar a cabo peligrosos seguimientos con el fin de averiguar sus guaridas, en ejercer como agentes dobles para de averiguar cómo piensan, en escuchar sus conversaciones para establecer conexiones.

El caso de esta heroína sin rostro no es una excepción. Inés abre por primera vez su corazón, que no su identidad -porque este no es su verdadero nombre-, a los ciudadanos a los que protege. Con el permiso de sus superiores, como no podía ser de otra manera -la lealtad, ante todo-, explica que lo suyo es vocacional. Incluso vital. Su abuela enviudó joven, por lo que su madre tuvo que echarse a la espalda a toda la familia. Era maestra, pero ganaba más como costurera. "Era muy buena diseñadora; formó a una de sus hermanas, que trabajó como composturera para Christian Dior y Óscar de la Renta; mi tía adaptaba los delicados vestidos que éstos creaban a cada clienta", recuerda.

"Luego mi madre se casó con mi padre, pero éste murió a los 47 años de una trombosis cerebral, con lo que nuevamente ella se encontró con que tenía que volver a sacar a su familia sola", cuenta Inés, que por aquel entonces tenía 14 años y una hermana de 11. La situación le hizo sentir la responsabilidad en sus propias carnes. "Traté de ser lo menos gravosa posible para mi madre, que nos enseñó a ser autosuficientes y esto significa esfuerzo y valores", asegura la funcionaria, que no olvidará nunca una de las frases que pronunció su progenitora. "Te corvertirás en la persona que quieras ser", le repetía de vez en cuando.

"Daba clases particulares, cuidaba niños, pintaba el gimnasio... Así me pagué el carné de conducir, la academia o el gym", relata Inés, que tiene buenos recuerdos de esta última instalación. "Ahí conocí a varios policías, que contaban anécdotas de lo que vivían de servicio; para mí eran superhéroes, buenas personas que dedicaban su tiempo al servicio de los demás", rememora la mujer, que decidió entrar en el cuerpo precisamente por ese modelo de gente.

"A mi madre le dio mucho miedo cuando le dije que quería ser policía", afirma. Pero lo tenía muy claro. Con 20 años, aprobó las oposiciones. Los jefes la seleccionaron ya en la misma Escuela de Ávila para ir a Información, el destino con mayúsculas. "Siempre me he preguntado por qué se fijaron en mí entre 800 personas; supongo que vieron a alguien con muchas ganas, dispuesta a todo, extrovertida... Y la verdad que yo era una entusiasta", se autocalifica Inés, que tras los tres meses de prácticas se marchó directa al País Vasco, donde comenzó la mayor aventura de su vida. "Descubrí paisajes maravillosos, gente cordial, muy abierta, con ganas de agradar; me cautivó la tierra", valora hoy. A los dos meses, en septiembre de 1991, la Comisaría General se la trajo de vuelta a Madrid, pero a un equipo que subía constantemente al norte. Se incorporó a un grupo de vigilancias y seguimientos conformado por diez personas -siete mujeres y tres hombres- que viajaban periódicamente a Navarra y al País Vasco, entre otros lugares, tras el rastro de etarras.

En aquella época, era inusual que los equipos estuvieran compuestos por tantas chicas. Era un mundo de hombres. Sin embargo, en ese momento alguien quiso apostar por ellas. Y fue un acierto, entiende la propia Inés. "Pasábamos desapercibidas, podíamos acceder a sitios donde los compañeros llamaban mucho la atención; éramos jóvenes, por lo que alternar en un bar, entrar en una herriko o vigilar los movimientos de un coche eran tareas más sencillas para nosotras, que no levantábamos sospechas", sostiene. "Los etarras jamás hubieran imaginado entonces que dos mujeres les seguían en mitad de la noche", añade.

De hecho, según cuenta, una vez se les rompió el embrague del coche en el que viajaban ella y otra compañera en medio de un seguimiento por el monte. "Nos quedamos tiradas y fueron precisamente aquellos a quienes vigilábamos los que nos ayudaron; nos llevaron a su casa, nos ofrecieron un bocadillo y hasta nos pidieron el teléfono antes de irnos; claro, éramos unas chicas de veintipocos, solas... qué van a hacer", revela.

Unas vividoras contra ETA

Casi siempre, cuando subían a Euskadi, se hacían pasar por gente muy diversa. "Yo he sido enfermera, profesora, estudiante de periodismo y hasta catadora de vinos de una bodega", asegura Inés, que admite aun así que la tapadera de universitaria ha sido la más socorrida. "Vivíamos en un piso en San Sebastián y dábamos la imagen de estar estudiando, de que nuestro papá nos pagaba todo y de que éramos unas vividoras", recuerda. "En ocasiones, llegamos a estar las siete del grupo juntas en el mismo dispositivo", cuenta con el orgullo que siempre le sale cuando menciona a sus compañeras. En una ocasión, destaca a modo de anécdota, "el padre de una de ellas subió a ver a su hija y, antes de acceder al piso, se cruzó con una vecina que le paró para echarle un sermón". "Menos estudiar, estas niñas hacen de todo; menudos horarios; además, entran y salen chicos a diario", le dijo la señora, un comentario que Inés recupera con una sonrisa y los ojos muy abiertos. Admite, sin embargo, que no es el único chascarrillo que ha vivido en este sentido.

"Mi madre vivía en un barrio de las afueras de Madrid y un día un vecino la paró y le dijo que me había visto en una zona muy mala de la ciudad; en concreto, en la zona de las putas haciendo una esquina", rememora la funcionaria, que acto seguido deja claro por qué estaba allí. "Yo hacía una vigilancia, en realidad", apunta la agente antiterrorista, que por aquella época se movió por toda España tras los malos. Acudió, por ejemplo, a los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 para evitar que los abertzales utilizaran el evento internacional para hacer propaganda.

Ella y otra compañera siguieron a varios activistas durante días hasta la mismísima puerta del estadio de la ciudad condal, donde pretendían exhibir pancartas contra España. "Entramos sin arma por los controles habituales, como dos espectadoras más; nos sentamos una a la izquierda y otra a la derecha del que iba a llevar a cabo las acciones reivindicativas y, cuando éste se puso en pie para sacar el cartel, se lo quitamos como si fuéramos unas aficionadas más; que esto es España y tal, dijimos; nadie se imaginó siquiera que fuéramos policías; era fundamental que no nos destaparan", relata la funcionaria satisfecha de que su escondida labor impidiera cualquier símbolo de protesta que empañara los juegos. Nadie se enteró siquiera de que había habido un intento de alterar el orden público.

En paralelo a esta actuación, Inés y su grupo hacían seguimientos a miembros de ETA que actuaban por todo el país. Era la época en la que adquirió especial protagonismo el denominado comando Ekaitz, que se atentó y asesinó por la zona del Levante entre 1991 y 1992. José Luis Urrusolo Sistiaga, Idoia López Riaño 'la Tigresa' o Idoia Martínez García 'Alba' eran algunos de sus componentes.

Todos ellos estuvieron detrás del asesinato en Valencia del directivo de Ferrovial Edmundo Casñ Pérez-Serrano en marzo de 1991, de la explosión de un coche bomba en el cuartel de la Guardia Civil de Torremolinos al mes siguiente, del asesinato en Madrid de los tedax de la Policía Nacional Andrés Muñoz Pérez y Valentín Martín Sánchez en junio de 1991, de la matanza de los policías locales de Muchamiel José Luis Jiménez Vargas y Víctor Manuel Puerta Viera y de un operario municipal de la misma localidad tres meses más tarde, de la muerte en Barcelona de los policías Javier Delgado González-Navarro y José Antonio Garrido Martínez en diciembre de ese mismo año o del asesinato del cabo de la Guardia Civil Enrique Martínez Hernández también en la ciudad condal en marzo de 1992.

La información recabada por el equipo de Inés sirvió para poner entre rejas a no pocos terroristas. Ella y sus compañeros apuntaban todos sus movimientos, con quién se veían, dónde y cuándo, con quién hablaban, quiénes eran sus proveedores, quiénes daban las órdenes, dónde planificaban cometer sus actuaciones. Todo servía para poder elaborar el plan adecuado, el que luego acabaría con los etarras engrilletados. "Nosotras no solíamos detener, generalmente era el GEO, porque era gente que llevaba pistolas hasta en los tobillos", recuerda aún con mucho respeto la entonces joven policía, que tras las Olimpiadas fue destinada a un grupo que centrado en vigilar etarras establecidos en Guipúzcoa y Francia. "Fue lo más duro", juzga hoy. "Nada más llegar, empezó a haber altercados; un compañero salió volando por una bomba, no murió porque el explosivo se retardó; hubo muchos atentados sin muerte, pero para mí era un baño de realidad", explica.

Mi reflejo en los escaparates

"Comencé a tomar muchas precauciones, aunque intenté que todas ellas interfirieran lo menos posible en mi rutina, que no me cortaran la vida; miraba siempre debajo del coche, hacía dos veces cada rotonda para detectar si me seguían, miraba el reflejo de los escaparates", asegura Inés, que siempre se queda con lo positivo y destaca la buena sintonía que tenía con sus compañeros de equipo. Sobre todo, con las chicas. "Había una gran complicidad con todas ellas, con una mirada nos decíamos todo", cuenta la funcionaria, que menciona cómo, una vez, durante una vigilancia, se percató de que los terroristas podían tener contramedidas.

"Teníamos compañeros de apoyo que, cuando pasábamos cerca de ellos, nos decían mediante señas si había gente detrás de nosotros; un gesto fue suficiente para alertarnos", relata la agente de la lucha antiterrorista, que por supuesto no contaba entonces con los medios que hay ahora para hacer el mismo trabajo. No había dispositivos electrónicos, ni móviles, ni siquiera era posible sacar un walkie talkie sin levantar sospechas. "Una mirada, un pequeño movimiento, un pestañeo, un mover la mano de una determinada manera eran suficientes para saber que yo tenía que continuar siguiendo a uno de los malos y que mi compañera se encargaba del otro", explica.

Fue en ese contexto, en febrero de 1993, cuando agentes de la Policía Nacional en colaboración con las autoridades francesas desmantelaron la principal fábrica de armas y explosivos de ETA en la localidad gala de Bidart. La operación permitió intervinir toneladas de material explosivo y cientos de metralletas, pistolas y morteros en el sótano de una casa situada a apenas un kilómetro del sitio donde un año antes había sido detenida la cúpula de ETA. En el subsuelo de la vivienda, los terroristas habían levantado un laboratorio, un taller e incluso una galería de tiro para que los miembros de la banda practicaran.

Fue un golpe importante contra la organización, porque además la Policía descubrió mucha documentación relevante que sirvió para desmantelar posteriores comandos y descubrir zulos. Sin embargo, lo que Inés no se quita aún de la cabeza es el tirotero que los etarras perpetraron contra un policía que trabajaba en la oficina del DNI en diciembre de ese año. "Estábamos al lado y escuchamos los disparos, salimos corriendo, tratamos de cercarles por la que consideramos que era la única vía de escape, fuimos unos por un lado y otros por otro, pero no dimos con ellos, fue frustrante; los tuvimos tan cerca...", cuenta con rabia la funcionaria, que sabía perfectamente que los asesinos formaban parte del comando Donosti, el mismo que ella vigilaba.

Inés ve a sus compañeros como hermanos, pero por supuesto éstos no eran su única familia. Se quedó embarazada precisamente aquel 1993. "Estuve viajando y trabajando en operativos hasta el quinto mes, que fue cuando me enteré de que esperaba un niño", asegura con naturalidad. En cuanto fue consciente de que llevaba un bebé dentro, se lo contó a sus jefes, que le pidieron que dejara de viajar y que se cuidara. Ella se resistió, porque se sentía bien, pero finalmente accedió y asumió con resignación una tarea de oficina. Estaba cómoda con su despacho y su ordenador, pero no satisfecha. Por eso, cuando su pequeño cumplió dos años, volvió a llamar a la puerta del despacho de su superior. "Yo soy operativa, quiero volver a viajar, eso quiero", le trasladó con seguridad impropia de su edad.

Fue entonces cuando pasó a engrosar el equipo de vigilancias y seguimientos que apoyaba a los policías que investigaban todo el entramado financiero de la banda terrorista. Se trataba de la pata más firme de ETA, la que tenía más arraigo social, la más difícil de desmantelar, que de hecho requirió de una finura jurídica por parte de la Audiencia Nacional, de la Fiscalía y de asociaciones de víctimas que ejercían la acusación particular -como Dignidad y Justicia- hasta el momento nunca vista. Las fuezas de seguridad consiguieron desmantelar la trama de las herriko tabernas, de Saki y hasta del aparato de propaganda que tenía su punta de lanza en el entonces diario Egin, que cerró finalmente gracias al trabajo policial.

Inés volvió en aquella época a trabajar con otra mujer de compañera, aunque ahora el equipo sí estaba conformado por mayoría de hombres. "Si había algo más complicado, nosotras nos encargábamos", sentencia con rostro de satisfacción. "Mi pareja laboral casi siempre ha sido mujer y la verdad es que todas han sido geniales", apunta con el orgullo anteriormente descrito. "Los de los hoteles nos regalaban bombones, querían ligar con nosotras, por la mañana nos preguntaban que dónde habíamos ido hasta tan tarde y les respondíamos que habíamos salido de fiesta, que habíamos estado toda la noche dándolo todo", sonríe antes de señalar que aun así el trabajo no era sencillo. Los malos tomaban muchas medidas de seguridad y en no pocas ocasiones ha estado a punto de que le pillen. "Se daban la vuelta de golpe para ver si alguien les seguía y cosas así", concreta Inés, que sin embargo, como siempre, prefiere quedarse con la botella medio llena.

"Lo bueno es que siempre hacían las mismas cosas y, en cuanto se las cogías, estaban perdidos; era mejor, por ejemplo, dejarles espacio y retomarles en otro punto", revela la funcionaria, que confiesa haber aprendido mucho dedicándose a estas tareas. "Puedes conocer muy bien a alguien cuando te conviertes en su sombra; eres capaz de saber, por sus gestos matutinos, si va a tener un buen día, por ejemplo", destaca.

Pero Inés tenía que compatibilizar esta ilusionante aunque dura labor profesional con su vida familiar, un punto en el que con su inseparable sencillez vuelve a romper estereotipos. "Me perdí fiestas del cole, cumpleaños, comuniones y hasta navidades; tuvo sarampión y mamá no le curó las heridas, pero nunca le ha faltado nada", admite con responsable tristeza pero también con la firmeza de quien se sabe la mejor madre del mundo.

"Mi hijo siempre ha estado cuidado, aunque hubiera épocas en las que no me viera durante dos semanas; mi familia me ha ayudado mucho en esto y hoy él es una buena persona, no tiene traumas, es un buen estudiante", describe. "Alguna vez ha pensado en ser policía, pero finalmente lo ha desechado; yo le he dicho que esto es vocacional y que, si está dispuesto, yo le apoyaré; si se lo vuelve a plantear, se lo volveré a repetir, porque sí estoy convencida de que el lema de la escuela es cierto, la Policía es dignidad, dedicación, servicio y entrega", precisa la funcionaria, que ablanda su corazón al hablar de la relación personal entre ella y su hijo. "Vivimos situaciones de mucha complicidad juntos", asegura.

"¿Ya, mamá? Si, hijo, ahora"

Antes de coger el coche, recuerda, los dos jugaban siempre al mismo 'juego'. "Mi hijo me preguntaba '¿ya, mamá?' Sí, le contestaba yo. Entonces, él tiraba las llaves al suelo, yo me agachaba a por ellas, miraba si había algún artefacto y luego me levantaba", describe con espontaneidad. "Él jamás contó nada de esto a nadie, ni siquiera decía que yo era policía", asevera con más satisfacción si cabe que cuando menciona a sus compañeras.

"Yo hice amistad con madres del cole, pero éstas no supieron que yo era del cuerpo hasta dos años después, y aun así pensaban que me dedicaba a expedir el DNI; él siempre guardó el secreto; veía dispositivos, walkie talkies, etc., pero aquello formaba parte de su intimidad y nunca lo reveló", cuenta con el mismo orgullo con el que menciona una de las frases que de vez en cuando dice su hijo. "Mi madre tan pronto está desmantelando un comando terrorista como te hace la mejor tortilla de patatas del mundo", le dice el joven con cariño en esa intimidad madre hijo. "Y es que es verdad que me sale muy buena", descubre con una gran sonrisa.

Pero no siempre ha sido fácil la conciliación. Cuando su hijo cumplió seis años, Inés se separó de su marido, uno de aquellos policías a los que conoció en el gimnasio antes de entrar en la academia. Él se fue por su lado y ella y el niño por el suyo. Ahí volvió a hablar con sus jefes. De nuevo no tenía disponibilidad para viajar. Volvió al trabajo analítico, se preparó las oposiciones para ascender, alcanzó la categoría de oficial, primero, y de subinspectora, después, se sacó un título de educación social en la UNED y, cuando su hijo alcanzó una edad en la que ya no requería tanta atención, decidió volver a las andadas.

Su experiencia en investigación sobre financiación del terrorismo le llevó a caer en un equipo que se dedicaba a rastrear las fuentes económicas de las organizaciones. "Esto es el futuro, si los terroristas no tienen dinero, acabamos con ellos, no tienen popsibilidades de hacer el mal sin dinero", asegura ilusionada. "Somos un grupo muy valioso para la Comisaría General de Información", subraya en un momento de su vida diferente a aquel en el que se hacía pasar por estudiante alocada.

"He vivido la vida que quería vivir", resume. "Es una vida normal, de verdad, la vida de un policía más; algunos hemos decidido tener hijos, otros no, pero no es más interesante que las vidas de otros compañeros", sostiene con humildad Inés, que sí quiere dejar claro que "un policía no es nada sin su equipo". Ayer, cuenta en relación al pasado 18 de junio, cuando participó en una operación que culminó con la detención de 10 yihadistas, "empezamos a las cuatro de la mañana, con lo que a las ocho ya estaba exhausta, como mis compañeros". "Sin embargo, dos de ellos, que terminaron su parte antes, se presentaron en mi zona para ayudarme; 'cómo te vamos a dejar sola', me dijeron", cuenta con la alegría de quien tiene dos familias. "Jamás he aprendido a coser, siempre me he pegado los botones con Loctite, pero me he convertido en la persona que quería ser", sentencia.

https://www.elconfidencial.com/espana/2 ... l_2096010/


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 Asunto: Re: ETA
NotaPublicado: 26 Dic 2019 10:52 
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En el período que va de 1975 a 1982, el más crítico para la recién estrenada democracia española por el cruce del terrorismo de ETA, en su momento más álgido, con otras violencias, el Estado llegó a perder el control del orden y de los aparatos policiales. Lo afirma Luis Castells, catedrático de Historia de la Universidad del País Vasco, en La paz y la libertad en peligro. ETA y las violencias en Euskadi 1975-1982, un texto incluido en el libro Nunca hubo dos bandos, de la editorial Comares, de inminente publicación. El texto aborda una etapa dramática, escasamente analizada, en la que el sistema de poder, sostiene el profesor, “vivió un colapso, pues el Estado no podía controlar el ejercicio de la violencia por otros, no era el único depositario de la violencia ni podía asegurar la vida ni el orden ciudadano”.

En ese período, los llamados años de plomo, ETA asesinó a 363 personas, más de la tercera parte de los crímenes que cometería en toda su historia. Pero en esa etapa existió, además, otra violencia, la encarnada por los restos del franquismo, si bien de mucha menor entidad y nula base social, aunque con una coincidencia con la de ETA: su afán desestabilizador de la naciente democracia, afirma Castells. Esos restos del franquismo estaban incrustados en las Fuerzas de Orden Público y actuaron hacia fuera, como grupos incontrolados, y hacia dentro, contra el Gobierno de UCD, según informes de los sucesivos gobiernos civiles del País Vasco.

El historiador incide en un aspecto poco tratado: el nivel de gravedad que alcanzó la crisis de orden público. “Si la Transición política fue difícil, la policial aún lo fue más”, señala. Y cita al entonces ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, que presenta un panorama “desolador” sobre “la carencia de disciplina y autoridad, con unos mandos que actuaban según sus criterios y otros que no conseguían hacer valer su jerarquía, además de actos de indisciplina no sofocados”.

Castells relata varios “hechos gravísimos” que reflejaron, sostiene, el descontrol del Gobierno sobre las fuerzas de seguridad y la ruptura de la cadena de mando. Por ejemplo, la irrupción, el 13 de julio de 1978, de una compañía de la Policía Armada en Rentería (Gipuzkoa), “con una actuación vandálica que se prolongó durante 40 minutos, agrediendo a los transeúntes, destruyendo las cristaleras de los comercios y robando objetos, todo ello a plena luz del día”. El gobernador civil, Antonio Oyarzábal, admitió que no pudo controlar las fuerzas. También trató, en vano, de que el Gobierno sancionara a los policías rebeldes.

Otro dictamen oficial señala que el gobernador civil de Navarra, Ignacio Llano, perdió el control policial durante los sanfermines de 1978. El comandante Ávila, militante de Fuerza Nueva, “desobedeció y actuó por su cuenta” al ordenar a una unidad de la Policía Armada a su mando cargar en la plaza de toros de Pamplona y continuar en la ciudad, con un muerto en los disturbios.

Menos conocido fue el motín en el acuartelamiento de Basauri (Bizkaia), el 13 y 14 de octubre de 1978, tras el asesinato de dos policías armados por parte de ETA. Desde el final del franquismo eran frecuentes los insultos a las autoridades en los funerales. Pero en Basauri fueron zarandeados el general inspector jefe del cuerpo, Timón de Lara, y el gobernador civil, Alberto Salazar-Simpson. Ambos, así como el director de Seguridad, Mariano Nicolás, y varios mandos militares permanecieron encerrados durante cuatro horas por los amotinados, según Castells. En ese caso sí hubo sanciones. Unos 25 policías armados fueron expulsados del cuerpo.

El gobernador civil de Gipuzkoa señala que se encontraba en “una peligrosa batalla, con tres frentes" : ETA, el Gobierno central “con una óptica desenfocada del problema vasco” y las Fuerzas de Orden Público, “acosadas y con complejo de culpabilidad tras tantos abusos cometidos en la época de Franco”. Entre 1967 y 1975 hubo cuatro estados de excepción en Euskadi; decenas de muertos en manifestaciones y actuaciones incontroladas de grupos parapoliciales. Castells sostiene que las fuerzas de seguridad salieron del franquismo sin depurarse, con una falta de adecuación a la democracia, nula preparación para afrontar la ofensiva terrorista de ETA, falta de medios y una deficiente estrategia de mando. Como consecuencia, eran víctimas del rechazo social mientras sufrían la etapa de mayor capacidad mortífera de ETA. Llegaron a registrarse 30 suicidios de miembros de los cuerpos policiales en tres años.

El teniente coronel Antonio Tejero y el capitán Jesús Muñecas, protagonistas después del frustrado golpe del 23-F, vivieron parte de esa etapa en Euskadi. Castells cree que un estímulo para su participación en el 23-F fue el caso Arregi, el etarra muerto al ser torturado por la policía en enero de 1981. El entonces ministro del Interior, Juan José Rosón, destituyó a varios mandos, lo que originó una rebelión policial que tuvo que atajar el ministro de Defensa, Manuel Gutiérrez-Mellado. Con la llegada de Rosón, el Gobierno empezó a recuperar el control policial. Las actuaciones parapoliciales bajaron drásticamente y las insubordinaciones, sancionadas sistemáticamente, decayeron.

Castells resalta cómo ambas violencias, la de ETA y la parapolicial, fueron asimétricas y siguieron evoluciones inversas. El contraterrorismo ilegítimo fue reactivo, carecía de apoyo social y decayó hasta desaparecer en los años ochenta. El terrorismo etarra no solo fue mucho más mortífero y se alargó hasta 2011. Además, respondió a un proyecto político totalitario, con una fuerte identidad étnica y notable apoyo social. Hubo varias violencias, pero no dos bandos, concluye Castells.

https://elpais.com/politica/2019/12/24/ ... 60730.html

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