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Autor:  Munifex [ 18 Dic 2017 13:45 ]
Asunto:  Re: Noticias internacionales

“Alistair habría cumplido 17 años en enero. Estaría a punto de convertirse en adulto. A punto de acabar el instituto. Pero se le arrebató la posibilidad de tomar decisiones en su vida porque un hombre decidió llevar un arma encima”.

David Grimason perdió a su hijo en 2003. Alistair tenía sólo dos años y dormía en su cochecito cuando fue alcanzado por una bala perdida en un café de Foca, un pequeño pueblo cerca de Izmir. “Comenzó una pelea en otra mesa y un hombre empezó a disparar de manera casi aleatoria”, explica David. En ese momento, Alistair estaba en Turquía con su madre, Özlem, visitando a sus abuelos, mientras David había vuelto a su casa en Escocia. “Aún estábamos haciéndonos a la idea de ser padres”, dice con la voz entrecortada al recordarlo.

Entre enero y septiembre de 2017 más de 1.500 personas murieron por arma de fuego en Turquía según la Fundación Esperanza, la principal organización turca en contra de la tenencia de armas. La fundación calcula que hay cerca de 25 millones de armas en el país, de las que al menos el 85% no tienen licencia. Lo que es aún más preocupante es que los números muestran un incremento de más del 3% en el uso de armas de fuego en comparación al año anterior.

Los datos son extraídos de las noticias publicadas en medios locales, por lo que la metodología ha sido cuestionada por el gobierno. Sin embargo, el ministerio de Interior hizo recientemente público un comunicado en el que reconoce que más del 87% de las armas incautadas en eventos relacionados con violencia por arma de fuego no tenían licencia.


Todo lo que puede perder Gustavo González tras su separación Todo lo que puede perder Gustavo González tras su separación Elena Bustamante El colaborador de 'Sálvame' anunció esta semana que se separaba de su mujer, Toñi, con quien está casado en bienes gananciales.

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“No sabía el alcance del problema por aquel entonces. Es algo en lo que no te paras a pensar cuando vienes del Reino Unido, donde los crímenes cometidos con armas de fuego no son muy comunes y la gente raramente tiene armas”, dice David.

Después de la muerte de Alistair, David y su entonces mujer, Özlem, empezaron a investigar y se dieron cuenta de que era necesario que algo cambiase. David se convirtió en activista, abogando por un mayor control de la tenencia de armas. “Puede que nuestra rabia fuera el origen”, repite David en distintos momentos de nuestra conversación, como intentando justificarse. “Quizá hacer campaña fue algo en lo que centrarnos durante nuestro duelo. Sólo espero que haya cambiado algo”, dice. “Estoy seguro de que cambió algo”, se apresura a corregir.

La familia inició una petición para reformar las leyes en 2003. “Por entonces no era tan fácil, no podías hacerlo online, así que fuimos recogiendo firmas en un trozo de papel y las presentamos al parlamento”, cuenta. Durante el proceso se dieron cuenta de que prácticamente todo el mundo en Turquía se había visto afectado por la violencia por arma de fuego. “Todo el mundo parecía tener su propia historia”, dice.

“Recuerdo una historia que sucedió alrededor de la muerte de Alistair. Un profesor de primaria estaba haciendo cola para cobrar su boleto de lotería, y el dependiente tardó en atenderle porque estaba ocupado con otra persona. El profesor le pegó un tiro, simplemente porque no quería esperar. Es una historia que se me quedó en la cabeza. No porque el hombre llevase un arma encima, sino porque era profesor de primaria”, explica.

David fue testigo de una historia similar cuando visitaba el Gran Bazar, en Estambul, junto a un equipo de la BBC. Dos propietarios se enzarzaron en una pelea sobre quién tenía el turno en el baño. “Una persona murió. Una pelea por ir al baño… ¿y alguien muere?”, se pregunta todavía David, implicando lo ridículo de la situación.

Un caso que recientemente ha obtenido bastante cobertura en la prensa local es el asesinato de una joven de 17 años a manos de su acosador. El hombre, de 22 años, había comprado el rifle por internet según la policía. Cerca del 60% de las mujeres asesinadas en Turquía mueren por arma de fuego.

La venta de armas online en Turquía es un secreto a voces, a pesar de que las leyes han cambiado recientemente. Durante la investigación para este reportaje, EL ESPAÑOL habló con varios dependientes de tiendas de armas, quienes aseguraron que ya no es posible comprar un arma online. Los recientes cambios en la ley implican sanciones de 100 euros por cada rifle vendido online. Sin embargo, todavía es posible comprar por internet pistolas de aire comprimido y otras armas del ámbito de los rifles de caza.

Pero, ¿por qué está incrementando el número de armas cada año en Turquía? Algunos dicen que es un factor cultural, mientas que otros argumentan que es por una cuestión de seguridad. BSSAH, un grupo defensor de la tenencia de armas con base en Ankara, cree que “es un derecho natural de los turcos estar armados”. Refik Isik, representante de la organización, asegura que ir armado es parte de la cultura turca.

“Establecimos nuestro país con las armas. Liberamos nuestras tierras con las armas. Estamos preparados para proteger a nuestros seres queridos, nuestro país, nuestra tierra y nuestra libertad porque estamos armados”, dice. El grupo defiende la reducción del precio de las licencias y la agilización de los trámites. Al ser preguntado por el número de muertos a causa de la violencia por arma de fuego, Refik puntualiza. “En el 90% de los crímenes por arma de fuego en Turquía el arma era ilegal. Cuando dices ‘violencia por arma de fuego en Turquía’, deberías decir que es ilegal, porque los ciudadanos que cumplen la ley y sus armas con licencia no son parte de la violencia”, aclara.

“Para mí las armas no significan protección. Para mí las armas significan caos y muerte. Cuantas más armas hay, más muertes hay”, dice David. “Creo que es importante cambiar la idea generalizada de que es ‘masculino’ llevar un arma”, dice sobre Turquía.

La Fundación Esperanza cree que informar y concienciar sobre la situación es la clave para moldear la opinión pública sobre el tema. “Concienciar sobre la ciudadanía, la violencia y el desarme individual”, explica un representante de la organización. “Necesitamos educar a los más jóvenes. La educación es siempre la respuesta”, dice David. “Pero también son necesarias leyes más estrictas”, añade. Habla con pasión. Su papel como activista por un mayor control de la posesión de armas le cogió por sorpresa, pero dice que fue algo natural después de la muerte de su hijo.

El mes pasado, el partido republicano CHP presentó una enmienda a la ley 2521, que regula la tenencia de armas, exigiendo multas de entre 20 mil y 200 mil liras (entre 4 y 40 mil euros) por venta de armas ilegales, después de que un informe independiente mostrase que en los últimos diez años más de 15,600 personas murieron en Turquía por arma de fuego.

Aunque por ahora no hay novedades sobre la propuesta, el gobierno turco está de acuerdo en algunas restricciones. Según la prensa local, Mustafa Baloglu, el portavoz de la comisión de asuntos internos del parlamento, exigió un mayor escrutinio durante el proceso de la obtención de licencia de armas.

Tras la muerte de la joven de 17 años asesinada con un rifle comprado online, Belma Satir, la directora del Comité de Peticiones del parlamento turco, y miembro del islamista AKP, dijo a la agencia de noticias estatal Anadolu que la actual multa de 500 liras (unos 100 euros) no era suficiente. En su opinión es necesario imponer penas de cárcel o presentar cargos criminales.

La Fundación Esperanza está de acuerdo. “Queremos que la gente encuentre dificultades cuando intente tener acceso a un arma, de manera que la violencia pueda reducirse. Es necesario hacer cambios en la ley”, aseguran.

David es también muy crítico con la prensa. Cuenta que los sucesos que incluyen violencia por arma de fuego nunca llegan a los titulares. “Recuerdo que tenías que ir a la tercera página para encontrar noticias sobre tiroteos”, dice. Con una media de 18 personas heridas por arma de fuego al día, el público ya no se sorprende con este tipo de eventos.

Sobre el caso de la muerte de Alistair sí se publicó extensivamente tanto en Turquía como en Reino Unido. “Decidimos mantener el caso en los medios para destacar el tema. Fue duro. Muy duro. Pero sabíamos que la atención mediática era importante”, recuerda. Y todavía lo es.
https://www.elespanol.com/

Autor:  Munifex [ 13 Jun 2018 12:54 ]
Asunto:  Re: Noticias internacionales

Desoyendo todas las advertencias de la ONU, las ONG e incluso su aliado EE UU, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU) han lanzado este miércoles su anunciado asalto a Hodeida, el principal punto de acceso de la ayuda humanitaria a Yemen y el mayor puerto en manos de los rebeldes Huthi. La operación, anunciada formalmente por el Gobierno yemení en el exilio, se inició a medianoche tras vencer el ultimátum que este había dado al grupo que le arrebató el poder en 2014 y al que la coalición árabe acusa de ser un peón de Irán. Tanto la ONU como la UE estiman que la ofensiva mina las posibilidades de un entendimiento.

“La liberación del puerto de Hodeida es un punto de inflexión en nuestra lucha para recuperar Yemen de las milicias que lo secuestraron al servicio de intereses extranjeros”, afirma el comunicado difundido por el Gobierno de Abdrabbo Mansur Hadi. Significativamente, el presidente yemení internacionalmente reconocido había llegado la víspera a Abu Dhabi, la capital de EAU, que es el principal respaldo de Arabia Saudí en la campaña militar que lanzó contra los Huthi hace tres años.

Aunque la coalición árabe montada por Riad logró expulsar a los rebeldes del sur de Yemen, el grupo (una milicia surgida de la marginación de la minoría zaydí durante la dictadura de Saleh) se mantiene en el poder en Saná y el presidente Hadi ni siquiera ha podido regresar al país. Arabia Saudí y sus aliados acusan a los Huthi de estar usando el puerto de Hodeida para abastecerse de misiles iraníes, algo que ellos niegan. Inspectores de la ONU se encargan de controlar los barcos con el fin de impedirlo. El asalto, que se viene preparando desde el pasado mayo, tiene como objetivo declarado acabar con ese contrabando.


Sin embargo, numerosos observadores sospechan que en realidad se trata de rodear por completo el enclave noroccidental en el que se han hecho fuertes los Huthi para cortarles el abastecimiento, asfixiarlos económicamente y forzar su rendición.

“Esta ofensiva militar va a echar por tierra toda posibilidad de un acuerdo de paz”, advierte la embajadora de la UE para Yemen, la española Antonia Calvo, en un intercambio de mensajes con EL PAÍS. Calvo subraya el riesgo de víctimas civiles de la operación que se desarrolla en una zona densamente poblada. “La ONU estima que pueden producirse 250.000 muertos, eso es la mitad de los que ha causado la guerra de Siria”, señala con evidente preocupación. Analistas yemeníes temen que Hodeida se convierta “la Alepo de Yemen”.

El nuevo enviado de la ONU para Yemen, Martin Griffith, ha hecho un último esfuerzo de mediación entre los rebeldes y los dos pilares de la coalición árabe, Arabia Saudí y EAU. Hasta que el pasado domingo las autoridades emiratíes le dieron 48 horas para que convenciera a los Huthi de retirarse del puerto.

Situada a 150 kilómetros al oeste de Saná, la ciudad de Hodeida, con 400.000 habitantes y otros 200.000 en sus alrededores, alberga el principal puerto yemení del mar Rojo (y el segundo mayor del país tras el de Adén, bajo control emiratí). Ya antes de la guerra, ese fondeadero era la entrada para el 70% de las importaciones, en un país que importa el 90% de sus alimentos. Desde entonces, se ha convertido no solo en la primera fuente de ingresos para los Huthi que lo controlan, sino en la única vía de acceso de la ayuda humanitaria para los dos tercios de la población que viven en el territorio bajo su férula.

“Es probable que la batalla por Hodeida se prolongue y deje a millones de yemeníes sin comida, combustible y otros suministros vitales. La lucha desalentará en lugar de facilitar un regreso a la mesa de negociaciones. Yemen se hundirá aún más en lo que ya es la peor crisis humanitaria del mundo”, alertaba la semana pasada un informe del International Crisis Group.

A este respecto, 14 ONG han dirigido una carta abierta al presidente francés, Emmanuel Macron, para que posponga la conferencia humanitaria para Yemen prevista para el próximo día 27 de junio y que cuenta con la copresidencia de Arabia Saudí.
https://elpais.com/internacional/2018/0 ... 01570.html

Autor:  Munifex [ 14 Jul 2018 14:28 ]
Asunto:  Re: Noticias internacionales

“¿Refugiados?. Eso era antes, ahora ya no. Bueno, a veces se ve gente caminando, pero puede que no sean refugiados”. Barbara Auer regenta una típica casa de comidas al pie de la frontera invisible que divide Baviera de la vecina Austria. Aquí, un mensaje de móvil que anuncia el cambio operador es apenas la única evidencia de que se acaba un país y empieza otro. “En esta zona vivimos bien, no hay grandes problemas”, explica la posadera. A su alrededor, un inmenso bosque, con un río y un carril bici que nutre de cicloturistas la casa de comidas.

La percepción de Auer no es una excepción. Un recorrido en coche a lo largo de la frontera permite comprobar la placidez que se respira en este rincón de Europa, convertido sin embargo en el epicentro de un terremoto político que ha hecho tambalearse al Gobierno de Berlín. De la emergencia humanitaria y logística de hace tres años, cuando decenas de miles de refugiados se agolparon en esta frontera, no queda ni rastro. Las llegadas han caído en picado y en lo que va de año son apenas unas 4.600 personas las que han cruzado ilegalmente y a la mitad de ellas se les impidió la entrada, según datos policiales. El contraste entre el discurso alarmista que resuena en el Bundestag en Berlín y la realidad bávara es abismal.
La tradición como terapia

La variedad de trajes regionales bávaros que vende Dagmar Eiberger es espectacular. Los hay clásicos con escote infinito, bordados con brillo y sobrios con alzacuello de terciopelo. Hileras de Dirndl, como se llaman los trajes escotados dan paso otras tantas de Lederhosen, los típicos pantalones cortos de cuero tradicionales en Baviera para los hombres. Se venden como churros, porque la tradición está de moda. “La gente compra mucho más que hace diez años, sobre todo los jóvenes”, informa Eiberger.

La dependienta cuenta que cada vez más gente se casa vestida con los trajes típicos y que a menudo, las empresas organizan eventos corporativos temáticos en los que la Heimat ocupa un lugar central. Heimat es un término de difícil traducción, pero que se ha vuelto omnipresente en el vocabulario político alemán. Es un concepto a medio camino entre patria, hogar y comunidad, muy manoseado en los últimos tiempos y que hace alusión a la identidad y el sentido de pertenencia a un grupo nacional,. Y es también un concepto clave, para entender el poderío que durante décadas ha disfrutado la CSU en Baviera y que ahora se resiste a perder. El ministerio de Interior y Patria bávaro es de hecho el precedente del nuevo ministerio que dirige Seehofer en Berlín con el mismo nombre.

Los esfuerzos de los conservadores bávaros por exaltar y monopolizar las tradiciones son evidentes. Según una nueva regulación del Gobierno de Múnich, desde junio, todos los edificios públicos deben tener una cruz colgada en la pared “como símbolo de la identidad bávara”. El politólogo Werner Weidenfeld explica que “los partidos tradicionales no han sabido ofrecer una interpretación de los cambios que sufre la sociedad. Recurrir a la patria, es un intento de conectar con los electores desencantados. Durante mucho tiempo, la CSU ha sido capaz de transmitir ese sentimiento de sentirse orgulloso de ser bávaro, de que nuestra identidad es especial, pero cada vez son menos capaces de monopolizar esa conexión”.

Poco importa. Las brasas xenófobas arden todavía atizadas por la pujante extrema derecha y amenazan con incendiar la política bávara y de rebote la alemana. Es ahora cuando Horst Seehofer, líder de la CSU, el hegemónico partido bávaro y ministro de Interior en Berlín considera la situación insostenible. Ha amenazado incluso con sellar esta frontera y dinamitar la libre circulación de Schengen si la canciller Merkel no logra frenar la llegada de demandantes de asilo. El desembarco en Alemania de 1,5 millones de refugiados desde 2015 y lo que consideran un viraje al centro de la CSU de Merkel, junto al ascenso de los extremistas de Alternativa por Alemania, ha desatado un intenso nerviosismo en la CSU.

El próximo 14 octubre habrá elecciones regionales en Baviera y por primera vez desde los sesenta, salvo un breve paréntesis, la extrema derecha antiinmigración ha puesto en peligro la mayoría absoluta de la CSU. Por eso, Baviera se ha convertido en una suerte de laboratorio de las derechas, donde la CSU busca su sitio. Si dirigentes como Alexander Dobrint reclaman una “revolución conservadora”, otros exigen fidelidad a sus principios socialcristianos. La búsqueda de identidad política que persigue a la socialdemocracia europea desde hace años, toca ahora de lleno a los partidos conservadores. Por su flanco derecho empujan con fuerza los populismos y les roban un terreno electoral que aquí en Baviera han dado por sentado durante décadas.

La élite del partido conservador bávaro, abanderada por Seehofer y el primer ministro regional, Markus Söder, trata de emular con una retórica de línea dura las posiciones más extremistas. Pero las encuestas reflejan que su estrategia no funciona y que puestos a elegir entre un extremismo novedoso y uno impostado, mejor el original. Un reciente sondeo de Forsa indica, además, que muchos bávaros consideran a la CSU su principal problema (39%) frente a los que consideran los refugiados una prioridad (30%). Sobre el terreno, el endurecimiento de la retórica provoca perplejidad y desconexión, también en las filas de la CSU.

“La realidad es que no tenemos problemas. Son problemas importados de Berlín”, asegura Christian Moser, alcalde de la CSU en Deggendorf, a unos 50 kilómetros de la frontera. Por esta localidad de 35.000 habitantes y rodeada de pastos verdes y casas con balcones de madera atiborrados de geranios, han pasado desde 2015 hasta 90.000 demandantes de asilo, pero hoy solo quedan 360, la mayoría de Sierra Leona y Azerbaiyán.

En este distrito, la ultraderecha, Alternativa por Alemania, Afd, obtuvo casi el 20% de los votos en las generales del pasado septiembre. “Crean problemas ficticios para los que no ofrecen soluciones. No es verdad que haya subido la criminalidad ni que violen a las mujeres. Nos va bien, somos una ciudad próspera. Aquí no hay grandes problemas. Hay quien protesta porque faltan papeleras o porque hay demasiadas malas hierbas en el cementerio, pero poco más”, se explaya el alcalde. Con un 2,4% de desempleo, este distrito es solo un ejemplo más de la prosperidad bávara. “Hace falta mano de obra, que vengan trabajadores españoles”, pide.

Histeria política

Ante la histeria política ambiental, Moser dice tener claro cuál es el lugar que le corresponde a la CSU, un partido que hasta ahora ha sido hegemónico. “Tenemos que estar donde hemos estado siempre, en el centro-derecha”, dice este alcalde de 41 años. De poner trabas a la libre circulación como quiere Seehofer, no quiere ni oír hablar.

La falta de conexión entre la realidad y “el teatro político que hemos visto en Berlín en los últimos meses”, obedece sobre todo “a una guerra de poder dentro de la CSU”, según Werner Weidenfeld, director del Instituto de ciencia política de la universidad Ludwig-Maximilians de Múnich. “Seehofer está de salida y quiere pasar a la historia. Sabe que parte del éxito de la CSU durante décadas radica en vender que es Baviera es un Land especial, no solo por su riqueza, sino también por ser capaz de decir al Gobierno de Berlín lo que tiene que hacer”.

Mientras la gresca interna ocupa a los partidos tradicionales, la fábrica de propaganda populista produce a todo gas. Y lo cierto es que ha logrado inyectar toneladas de ira en un amplio sector de la población, que percibe a los refugiados como una amenaza.

Cae la noche y Kuno Späth apura una jarra de cerveza en un bar del centro. Es uno de esos ciudadanos cabreados que dedica horas a leer en la web los llamados hechos alternativos que, dice, la prensa oficial oculta. Su discurso es un calco al de los líderes locales de Afd. “Estamos hartos. Cada vez se ve a más gente negra en la ciudad con móviles nuevos, mientras nosotros trabajamos y les financiamos. Atacan a nuestras mujeres”, dice Späth, comercial en una maderera, que está convencido de que Alternativa por Alemania va a arrasar en octubre.

“Hay que cerrar las fronteras y cada país debe controlar su inmigración”, sostiene Späth. En esta frontera perviven aún tres controles en las autovías, instalados en un linde de 815 kilómetros, a raíz de la crisis de 2015. Su efecto es sin embargo muy limitado ya que se pueden sortear con evidente facilidad utilizando las carretas secundarias. En los controles, un par de policías paran aleatoriamente algún vehículo. Por lo demás, el tráfico de camiones que cruzan Europa es muy denso y da un idea de los estragos económicos que podrían causar medidas como las que plantea Seehofer, para expulsar desde la frontera a refugiados que hayan solicitado asilo en otro país de la Unión Europea. “Seehofer y Merkel juegan al poli bueno y al poli malo. No se lo cree nadie. Afd se ha convertido en un partido mainstream que representa lo que la CSU era en los noventa”, piensa Späth.

A las puertas del centro de refugiados de Deggendorf, las preocupaciones son bien distintas. Jeiran Dadashova, una joven arquitecta recién licenciada de Bakú muestra en su móvil sus últimas creaciones como interiorista. Es una de los 360 demandantes de asilo que los de Afd rechazan y a los que les molesta ver pasear por sus impolutas calles. Dadashova dice que nunca pensó que tendría que huir de su país, pero ahora tiene claro que no puede volver. “Estoy esperando que decidan sobre mi ((petición de)) asilo. Si no me lo dan, no sé qué va a ser de mi vida”. La arquitecta se despide porque llega tarde a las clases de alemán que imparte un grupo de voluntarios. Forman parte de los millones de alemanes que todavía creen en la “cultura de la bienvenida” que en 2015 llenó los andenes de emocionantes aplausos y que hoy son el blanco de las burlas de los extremistas.
https://elpais.com/internacional/2018/0 ... 09245.html

Autor:  Munifex [ 09 Sep 2018 09:11 ]
Asunto:  Re: Noticias internacionales

¿Qué ha cambiado en el mundo de hoy para recurrir a una fórmula abolida hace 20 años en la mayor parte de nuestros países vecinos? ¿Las amenazas actuales, basadas en el terrorismo o la ciberguerra, requieren más soldados? ¿La pertenencia a la OTAN y su política de apoyo mutuo en caso de ataque no es suficiente garantía de seguridad? ¿Es un país de recluta obligatoria más cohesionado que otro con un ejército profesional? ¿Es más atractivo para un político actual anunciar recortes en Defensa o prometer un regreso al servicio militar obligatorio? ¿Se trata de una medida militar o simplemente de control social?

Todas estas preguntas eran impensables hace unos meses, pero algunos discursos están comenzando a cristalizar: la mili vuelve a estar de moda. Primero fue Suecia, que decidió recuperar el servicio militar el año pasado. Después le ha tocado a Marruecos, que anunció por sorpresa el regreso a la vieja recluta obligatoria para todos los jóvenes, incluidas las mujeres. En Francia, Emmanuel Macron abrió el melón este mismo año con una propuesta arriesgada: un servicio militar de un mes de duración para mayores de 16 años. En Alemania, el partido de la canciller Merkel (la misma que lo suprimió en 2011) pidió también su reinstauración con el apoyo de otros partidos. En Italia, el ministro del Interior, Matteo Salvini, propuso algo parecido a los jóvenes italianos "para recordar a sus hijos que además de derechos, también hay deberes.

Hace aproximadamente 20 años, en la mayor parte de los países de nuestro entorno, se suprimió el último hilo entre la corresponsabilidad civil y militar de la Defensa. Hoy es sólo cosa de los uniformados pero, ¿cuáles son las razones para proponer esta vuelta a algo que formaba parte del pasado, que es más caro y que, según todos los expertos, resulta inefectivo?

Para ver lo que ha cambiado Europa desde hace dos décadas hasta hoy sólo hay que darse un paseo por el contexto geopolítico. En el mundo actual, la OTAN suscita dudas sobre su compromiso. El gran protector de Occidente, Estados Unidos, bajo el mandato del presidente Donald Trump, ya no se percibe como un aliado. Reino Unido, uno de los ejércitos más poderosos del mundo, ha dado un portazo a Bruselas y los países del Este, conocidos como el Grupo de Visegrado, siguen avanzando en una política nacionalpopulista de fronteras cerradas y libertades cada vez más restringidas.

Alemania, el país con más músculo económico de la UE no va a liderar militarmente a Europa por su pasado. Y Vladimir Putin ya ha demostrado que es un nostálgico del Imperio Soviético y pretende reinstaurar su influencia. Moscú ha llegado a decir: "La etapa actual las relaciones entre Rusia y la OTAN se hallan en la crisis más profunda desde los tiempos de la Guerra Fría".

Según afirma el analista y coronel del Ejército de Tierra Pedro Baños, "la vuelta a la mili hay que interpretarla de diferente manera según el país que la proponga. Por ejemplo, para Francia o Alemania, se trata de una medida mucho más social que militar. Hay una parte de la sociedad en estos países que está marginada y ese servicio obligatorio pretende integrar a estas personas en una idea de pertenencia al Estado", dice Baños, que aclara: "Es una política parecida a la que ya existe en Francia: el servicio para los jóvenes nacidos en ultramar, que lo que pretende es conseguir una mayor cohesión nacional".

Otra razón para el regreso de la mili es el nacionalismo creciente en Europa. Para la analista del Instituto Elcano Ilke Toygür, el servicio militar no deja de ser "una herramienta nacionalista en un momento en el que las tensiones entre países comienzan a subir en paralelo a la desconfianza general. Para evitarlo, la Unión Europea debería coordinarse en política exterior con una política militar común en vez de profundizar en nacionalismos que la debilitan en su idea", afirma Toygür.

Según afirma Baños, esta idea del servicio militar, en su componente de cohesión nacional, "también busca atacar a los nacionalismos periféricos con los destinos fuera de tu comunidad y con las amistades que, al cabo de un tiempo, se forjan entre los reclutas de unas zonas y otras".

En el caso de Francia, con la obligatoriedad de cumplir el servicio para los hombres y las mujeres en edad adolescente, además supone la posibilidad de introducir una educación en la igualdad total de sexos. "En Noruega, por ejemplo, donde chicos y chicas forman parte por igual del ejército, hasta comparten las mismas duchas", asegura Baños.

Para este coronel, el servicio militar obligatorio tiene poco que ofrecer desde el plano de la defensa: en los conflictos actuales, tener un ejército numéricamente grande, formado por las viejas academias castrenses, no garantiza ni una buena defensa ni un ataque efectivo. Si así fuera países como Corea del Norte, Turquía o Egipto serían los más poderosos, pero en una época de robotización y tecnificación de la guerra es más importante la inversión en ordenadores que en soldados.

Para Tüygur, que pone el ejemplo de Turquía, "la mili siempre ha sido una manera de integrar el mundo rural con el Estado, darle una oportunidad a gente que no sabía leer de poder hacerlo. El problema es que esos ejércitos tan grandes, al final, cuestan mucho dinero. Y Turquía, por ejemplo, comenzó a aceptar el pago de una cantidad económica a cambio de no hacer el servicio militar, lo que beneficiaba a los ricos. Ahora se ha aprobado una ley por la cual todo el mundo, al menos, debe estar 21 días en la mili turca pague lo que pague".

A veces, esta política acaba afectando a varios países de alrededor: que Turquía tenga uno de los mayores ejércitos del mundo lleva a Grecia, su viejo enemigo, a mantener un servicio militar obligatorio y una Armada enorme para su tamaño y su población.

Pero al margen de los servicios militares como coartada de cohesión nacional, hay otros países que sí lo han reinstaurado para mantener un control sobre la población juvenil, sometida al desempleo o la marginación: es el caso de Marruecos, un país en el que florecen las revueltas en zonas como el Rif y en el que los adolescentes se sienten cada vez más lejos del Estado. En otros lugares de África, como Eritrea, la mili no tiene una duración definida. Si el recluta no tiene dinero para sobornar a sus oficiales, perderá su juventud en un cuartel esperando una licenciatura que nunca llega.

En cuanto a las razones puramente militares para mantener la mili, Baños asegura que "el mejor ejemplo es el de Noruega, donde sí hablamos de una necesidad de Defensa más que social, porque con el servicio voluntario no se conseguían cubrir las plazas mínimas estipuladas", lo que lo convierte en un ejemplo parecido a Suecia, donde el ejército profesional no ha terminado de cuajar por la ausencia de efectivos.

En la actualidad hay seis países de la Unión Europea que mantienen la base de su defensa con ese sistema obligatorio: Austria, Grecia, Dinamarca, Suecia, Chipre, Estonia y Finlandia. Tres de ellos o hacen frontera con Rusia (Estonia y Finlandia) o están muy cerca (Suecia). Desde la guerra de Ucrania y la ocupación militar de la península de Crimea por el Kremlin, la ilusión de la seguridad ha desaparecido. El camuflaje había pasado de las trincheras a las pasarelas de la moda, pero van a tener que volver a los cuarteles.
http://www.elmundo.es/internacional/201 ... b4597.html

Autor:  Munifex [ 14 Mar 2019 10:56 ]
Asunto:  Re: Noticias internacionales

Incluso el número del año parecía el preludio de grandes cambios en el mundo. En 1999 Polonia, el país cuya capital daba nombre al Pacto de Varsovia, se pasaba al bando contrario y firmaba su adhesión a la OTAN. En Washington, los representantes de este país, junto a los de Hungría y la recién creada República Checa, cambiaban con sus firmas el centro de gravedad de la política europea.

La Secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, nacida en Praga, describió el momento como histórico. Aquel 9 de marzo de 1999 marcaba el resultado de las negociaciones de Bill Clinton con Lech Walesa (que ya había dejado la presidencia), Václav Havel y un joven Víktor Orbán, finiquitando la influencia militar rusa en Europa Central.

El ministro de Exteriores polaco, que había viajado desde Varsovia con un póster de solidaridad inspirado en el de la película Solo ante el peligro en su maleta, bromeaba sobre los jirones del Telón de Acero y en el ambiente flotaba una mezcla de optimismo y preocupación por la reacción de Boris Yeltsin, presidente de la Federación de Rusia.

Moscú había intentado sin éxito crear con sus antiguos socios una "nueva alianza paneuropea" y, tras comprobar cómo la nueva frontera de la OTAN se desplazaba cientos de kilómetros al este, no dudaría en recurrir a la fuerza cuando países como Georgia o Ucrania intentaran acercarse a la órbita de Washington.

En una tensa conversación telefónica mantenida en marzo de 1998 entre la Casa Blanca y el Kremlin, Yeltsin concluyó la llamada diciendo que “a partir de ahora, mi pueblo tendrá una mala actitud hacia la OTAN y hacia América (…) tenemos delante un muy, muy difícil camino de contactos, si es que acaso llegan a ser posibles”.

Más tarde, tras consumarse la ampliación de la OTAN, Boris Nikolayevich Yeltsin acusó a Clinton de "plantar la semilla de la desconfianza" y de iniciar "una paz fría". Dimitiría seis meses después.

Actualmente, con la Alianza Atlántica preparando los fastos de su 70 aniversario, Rusia y Polonia siguen mirándose con desconfianza. El gobierno polaco es uno de los más fervorosamente "atlantistas" de todos los europeos y basa su política de defensa en dos conceptos: Estados Unidos es el principal aliado y Rusia es el mayor enemigo.

Donald Trump en su visita a Polonia junto con su homónimo, Andrzej Duda.

Donald Trump en su visita a Polonia junto con su homónimo, Andrzej Duda. Gobierno de Polonia

La calurosa bienvenida de que gozó Donald Trump en su visita a Varsovia el verano pasado convirtió a la ciudad en una alfombra roja para “el amigo americano” que iba a, decían los diarios del día siguiente, “hacer Polonia grande otra vez”. Unas semanas después, el Presidente polaco, Andrzej Duda, proponía en plena rueda de prensa, instalar una base norteamericana permanente en suelo polaco que, por qué no, podría llamarse “Fort Trump”, dijo mientras el aludido presidente levantaba una ceja.

Con el paso del tiempo parece claro que el gobierno polaco tendrá que esperar varios años antes de que se construya -si es que llega a hacerse- el fuerte, y es probable que, llegado el momento, el presidente norteamericano sea ya otro y el gobierno polaco también. Con lo cual está por ver si se mantendrían el nombre propuesto y la generosa oferta de Varsovia de aportar inversiones millonarias.
Más inversión en defensa

Polonia es una de las pocas naciones de la OTAN que gastan al menos un 2% de su PIB en defensa como pide Trump, que llama “escaqueados” a los países que “no pagan lo que cuesta” la protección de Estados Unidos. Evidencias históricas aparte, la principal razón que esgrime Polonia para implicar a la OTAN en la defensa de sus fronteras es el enclave ruso de Kaliningrado.

Se trata de una cuña de territorio ruso encajada en la costa norte de Polonia que supone el enclave ruso más occidental en Europa. Durante la Guerra Fría, 600.000 de los 1,2 millones de habitantes de aquel lugar eran soldados. Este territorio, cuya capital está a solo 380 km de Varsovia, fue testigo cercano hace cuatro meses de las mayores maniobras militares de la historia de la OTAN en el Báltico, donde participaron 20.000 soldados.

Los países bálticos detectan y denuncian rutinariamente invasiones de sus espacios aéreos por parte de aviones rusos y la región es considerada un punto caliente. Además, los enfrentamientos armados en Ucrania y la anexión rusa de Crimea son vistos en Varsovia como una prueba palpable de que el oso ruso sigue dando zarpazos.

Varsovia acaba de comprar un sistema de misiles norteamericano, año tras año incrementa su presupuesto de Defensa, planea incrementar su ejército en 100.000 efectivos y ha reactivado las asociaciones paramilitares para jóvenes. En las calles polacas proliferan las tiendas de parafernalia militar, airsoft y supervivencia, y en las escuelas se pueden ver pósters animando a los estudiantes a convertirse en militares profesionales.

Polonia gasta en Defensa casi tanto como España, a pesar de tener un PIB de menos de la mitad, y el gobierno nacionalista del PiS (partido Ley y Justicia) cultiva una retórica beligerante que habla de una Polonia permanentemente amenazada por Moscú.

Por otro lado, el águila blanca del escudo polaco parece dirigir su mirada más allá del Atlántico en cuanto a política de seguridad, hasta el punto de que algunos analistas ven en Varsovia un “caballo de Troya” de Trump en Europa, un país que sigue aplicadamente los dictados de la política exterior norteamericana en vez de implicarse en un plan de defensa común europeo.
Diálogo entre Washington y Moscú

La OTAN fue creada durante la Guerra Fría, en unos años en que Polonia era el único país al este de Berlín donde había tiendas “PEWEX”, establecimientos que vendían artículos importados de EEUU y donde solo se podía pagar en dólares. Cerca de la entrada de estas tiendas solían moverse cambistas de dudoso aspecto que cambiaban zlotys polacos por los crujientes billetes verdes con la efigie de George Washington.

Décadas después, el mundo no es el mismo y Polonia es precisamente uno de los países que más ha cambiado: en el mismo salón del Palacio Presidencial donde se firmó la creación del Pacto de Varsovia se han celebrado cumbres de la OTAN.

La documentación de la época revela que Bill Clinton encontró en Boris Yeltsin a un interlocutor dispuesto a creer lo que oía, en vez de interpretar lo que veía que estaba ocurriendo: “La expansión de la OTAN no es antirrusa”, le dijo en 1994. “No quiero que creas que me levanto cada mañana pensando en cómo puedo hacer a los países del Pacto de Varsovia parte de la OTAN”.

En una época tan convulsa como la que siguió a la disolución de la URSS, el líder ruso llegó incluso a considerar una integración rusa en la OTAN. La ampliación de la OTAN, trasladó a los mapas el triunfo occidental en la Guerra Fría y la década de los 90 se recuerda en Rusia como un viacrucis de humillaciones en la escena internacional.
Las tensiones continúan

El año pasado el gobierno polaco firmó la compra del sistema de misiles Patriot, el más caro en la historia de este país (más de 4.000 millones de euros). El Presidente Duda lo calificó como “un momento histórico, extraordinario, que introducirá a Polonia en una nueva era de tecnología punta”.

En el mismo mes, Putin anunció que Rusia poseía un sistema de misiles capaz de alcanzar casi cualquier lugar de la Tierra y esquivar el escudo antimisiles de EEUU. Cuando se canceló en 2009 el plan norteamericano de usar Polonia como parte de su plataforma de misiles nucleares de corto alcance, muchos ciudadanos respiraron aliviados.

Las encuestas mostraban el apoyo de un tercio escaso de la población a un plan que, como advertía el general ruso Anatoly Nogovitsyn, exponía a este país “a un ataque con el ciento por cien de probabilidad”. Uno de los blancos de ese hipotético ataque sería, ciertamente, la capital donde nació el Pacto de Varsovia.
https://www.elespanol.com/mundo/2019031 ... 47_16.html

Autor:  Munifex [ 19 Feb 2020 17:24 ]
Asunto:  Re: Noticias internacionales

Un gran helicóptero de transporte de tropas de la época soviética. Vuela bajo, casi a nivel del suelo, con el morro hacia abajo para evitar el radar ruso. Y después de dos horas, después de sobrevolar un paisaje de llanuras, lagos congelados y pueblos en ruinas que emergían gradualmente de la noche, llegamos a Mariúpol.

Fue allí donde el Estado Mayor ucraniano organizó nuestra primera reunión, en el Cuartel General de la Guardia Naval, con los comandantes que llevan cinco años enfrentándose a los separatistas prorrusos en el Dombás. Pero no esperé a su reunión informativa.

Casi ni me hicieron falta las imágenes de satélite donde se veían los tres buques rusos que, desafiando al derecho internacional, bloqueaban el paso entre el Mar de Azov y el Mar Negro para ver cómo estaban las cosas. El mercado de pescado en el centro de la ciudad, casi vacío... Las tiendas de la avenida Lenin, desabastecidas... Los enormes altos hornos de la fábrica Azovstal funcionan a medio gas y desprenden nubes de humo negro, sucio, pero sorprendentemente escaso... Es una de las ciudades más grandes de Ucrania. Antes de esta guerra, proporcionaba casi el 10 % del PIB del país. Pero los separatistas, al no poder someterla, la han bloqueado y, con su asedio, hacen que se ahogue.
BHL conversa con algunos de los soldados del frente ucraniano

BHL conversa con algunos de los soldados del frente ucraniano BHL/Twitter

Shyrokyne, a 11 kilómetros más al este, era la estación balnearia de Mariúpol. De los 2.000 residentes que tenía, hoy en día solo hay una pareja de expropietarios de hoteles que han ido, bajo la protección de una patrulla de la Guardia Nacional, a poner flores en la tumba de su padre, al que enterraron el año pasado, apresuradamente, en el jardín familiar.
Caminar 60 km bajo la nieve con uniformes nazis: la “ruta turística” más friki de Europa
Miguel Ángel GayoUna organización húngara financiada por el Gobierno de Viktor Orbán conmemora la fraternidad húngaro-alemana de la 2ª Guerra con una peculiar marcha por la nieve.

Y de las elegantes casas de las calles Shapotika y Pushkin, solo quedan montones de escombros similares a los que se ven en Irak y en Siria por culpa de las bombas del Dáesh. "Shyrokyne", insiste Martha Shturma, la joven teniente que hará de intérprete a lo largo de todo el reportaje, "era un lugar de veraneo de lo más normal", recuerda. No hay más que caminar por el paseo marítimo, donde las aguas se han vuelto grises, para darse cuenta de que no tiene importancia estratégica. O esta iglesia, con el techo derruido, esta clínica en la que solo quedan los pilares de hormigón, esta escuela que fue reducida a escombros con armamento pesado y donde encontramos, como después de un terremoto, una pizarra rota, cuadernos medio quemados y una mochila que se ha salvado de milagro.

Estamos en pleno 2020, en Ucrania. Pero hay que imaginarse un ejército de vándalos que, incapaz de tomar un punto estratégico, se ensaña con una zona de recreo

Al ver todo esto, no cabe otra que decir que los separatistas han destruido todos estos sitios por placer. ¿La rabia de haber tenido que recorrer, durante meses, las puertas de Mariúpol? ¿La venganza urbicida de la soldadesca que, antes de retirarse, optó por quemarlo todo a su paso? ¿La sádica alegría de ver a los últimos habitantes huir, como Maxime y Tatiana, el matrimonio que ha vuelto esta mañana, bajo fuego de enfilada...? Estamos en pleno 2020, en Ucrania. Pero hay que imaginarse un ejército de vándalos que, incapaz de tomar un punto estratégico, se ensaña con una zona de recreo.

Pero la guerra aún no ha terminado. Y veré las pruebas a 30 kilómetros más al norte, en Novotroitsk, donde se ha posicionado el 10.º Batallón de la Brigada de Asalto de Montaña. Tardamos una hora en llegar, vamos por carreteruchas después de salir de la autopista; íbamos en una ambulancia blindada (medio de mentira, medio de verdad), con cruces rojas, para llegar a los puestos de avanzada. Y nos enteramos de que justo esta mañana, a las 7.15 a.m, han asesinado a un soldado y otro ha resultado herido.

Pasamos la mañana allí, con el general Viktor Ganushchak y una unidad de fuerzas especiales, recorremos una red interminable de trincheras, son como un laberinto, como las calles de una ciudad enterrada. Algunas son muy profundas, como túneles, con tablas y troncos. Otras están expuestas, escondidas detrás de una cortina de falsa hiedra gris, y solo te protegen si te agachas.
Alerta permanente

Cada 50 metros, un hombre vigila, a veces en una casamata con una estufa de carbón que hace que le escuezan los ojos; otras, detrás de una especie de aspillera forrada de paja vieja. El general está orgulloso de enseñarme esta línea tan bien formada de disciplinados centinelas que no se dejarán abatir nunca más, como sucedió durante las ofensivas relámpago de 2014 y 2015.

No me atrevo a decirle que, ante estos hombres que viven en perpetuo estado de alerta, con los ojos hinchados por el insomnio, a los que solo se releva cada seis meses y que, a fuerza de hacer su ronda por las entrañas de la tierra, ya no saben dónde están, tengo la impresión de que esto es un Verdún suspendido, congelado y terriblemente arcaico...

Krasnohorivka, a unos pocos kilómetros más al norte, está muy cerca de Donetsk, la capital de la autoproclamada República del mismo nombre. De hecho, es justo aquí donde abatieron a esos dos hombres que mencionábamos antes. Pasamos por Marienka, que se ha librado de los combates. Vamos a la iglesia del pueblo, intacta en lo alto de sus escaleras de piedra, cuyos fieles creen que los bulbos de oro de su cúpula los protegieron de los bombardeos. Hacemos los últimos kilómetros espaciando los vehículos de nuestra pequeña comitiva porque el enemigo está a unos pocos cientos de metros, nada más.

Jeudi, dans ⁦⁦@ParisMatch⁩ , la suite de ma série : « Ces guerres où se joue notre destin ». Cette fois, la guerre oubliée du #Donbass, à l’est de l’#Ukraine, dont j’ai parcouru les 400 kilomètres de la ligne de front. Ici, l’Europe affronte #Poutine et son impérialisme. pic.twitter.com/JI2pkzkOiT
— Bernard-Henri Lévy (@BHL) February 11, 2020

Maxime Marchenko, el capitán del pelotón, dice “el adversario”. Nunca los oiré ni a él ni a sus homólogos decir “los separatistas” o “los prorrusos”. La causa se sobreentiende. Los que disparan son rusos, no prorrusos. “Mira”, me dice, señalando los restos de un misil Grad. Solo el Kremlin tiene armas de ese tipo.

“Y mira esto también…”. Subimos al séptimo piso de un edificio administrativo transformado en el cuartel general de la campaña, rematado por una torre de vigilancia. Allí, con prismáticos, a través de la rendija de la parte superior del muro, hecho de sacos de arena, podemos divisar los suburbios de Donetsk, esa inmensa ciudad que durante mucho tiempo se llamó Stalino y que, con sus edificios de hormigón, sus fábricas en el centro de la ciudad, sus montones de escombros y los cadáveres de metal de su aeropuerto destruido, parece, desde la distancia, un Parque Jurásico del sovietismo. Y luego, en primer plano, un convoy que detiene los tanques de Gvozdika como los que se veían en la segunda guerra de Chechenia y que, de hecho, resulta difícil imaginar que puedan provenir de cualquier otro lugar que no sean los arsenales de Moscú...
Ejército de ciudadanos


En la zona de Myroliubovka estamos aún más al norte, pero más lejos del frente. Y nos encontramos con un campo de tiro donde vemos posicionados tres cañones. “A modo de advertencia”, se apresura a decir el comandante de la plaza cuando vemos a unos 20 jóvenes artilleros ucranianos trabajando junto a los cañones.

Pero no puede evitar añadir (y resumo): “Miren estos monstruos de acero; miren a estos hombres hábiles que cargan y descargan la bestia calcular el ángulo de los misiles, retroceder, recargar, maniobrar; somos un ejército cívico; obedecemos las órdenes de nuestro comandante en jefe, el presidente Zelenski; y lo hacemos con honor, a diferencia de nuestro adversario, porque respetamos el alto el fuego previsto en los Acuerdos de Minsk; pero les diré una cosa, dejen que cambie la estrategia, dejen que el Estado Mayor decida una contraofensiva y nos ordene liberar los territorios perdidos de Lugansk y Donetsk, y entonces Europa verá que este ejército de ciudadanos es una fuerza de primera y capaz de poner fin de una vez a esta guerra”.

No puedo evitar pensar en ese batallón que vi hace cinco años, en los días de Poroshenko, en los suburbios de Kramatorsk, que acababan de ser destruidos por un bombardeo. Me pareció inerme. Muy vulnerable. Recuerdo a esos soldados con la palidez de la muerte en sus rostros, tan exhaustos que se dormían de pie, apoyados en la pared de la sala donde el presidente había improvisado una reunión de emergencia con sus comandantes —uno de ellos con muletas, haciendo equilibrios—.

Menudo camino hasta llegar a la imagen que tengo hoy ante mí: ¡una Ucrania en pie y que se levanta sobre los hombros de decenas de miles de soldados!

Pisky, aún más al norte del país, pero también cerca de Donetsk, está completamente destruido, bombardeado. Tuvimos que entrar caminando, siguiendo a la patrulla que vino a recogernos. No queda ni un edificio en pie.

Pabellones en ruinas cuyas ventanas, ahora ciegas, han sido tapiadas con tablones. Calles con aire de páramo donde la hierba muerta compite con la nieve fresca. No queda agua. No hay postes de electricidad o alcantarillas. De los pocos miles de almas que había en el pueblo antes de que sucediese toda esta catástrofe, solo quedarán tres familias escondidas en sus sótanos.
Anatoly Nosvof frente a su casa arrasa en la ciudad de Pisky, en una imagen tomada en 2014

Anatoly Nosvof frente a su casa arrasa en la ciudad de Pisky, en una imagen tomada en 2014 Reuters

¡El cabecilla de la patrulla lleva semanas sin ver a nadie! ¡Y tal vez —exclamó riendo y fingiendo contar con los dedos— no queda nadie vivo en este paisaje del fin del mundo salvo él mismo; los francotiradores rusos infiltrados que, apenas cae la noche, disparan con infrarrojos; y sus escasas decenas de hombres, enterrados, con sus ametralladoras, ¡en la tierra y el hielo!

Pero en verdad hasta ellos seguirán siendo invisibles a nuestros ojos. Incluso él, el comandante que tiene tanto humor negro, nos parece que está atrapado en la irrealidad del lugar. Incluso Martha, la intérprete, tiene por primera vez un hilo de voz, un poco ahogada, cuyo eco parece vibrar, más tiempo del habitual, en el aire frío. Se oyen los ruidos del halcón a lo lejos. Nos encontramos con un perro flaco lamiendo el borde de un pozo de piedra. Otro, tirado sobre un montón de basura, con las patas tiesas. Pisky es un pueblo fantasma. Los hombres y los animales parecen espectros. Nada me aterroriza más que este paisaje destripado y sin vida, donde uno camina en medio de sombras pálidas y entumecidas.

Pisky es un pueblo fantasma. Los hombres y los animales parecen espectros. Nada me aterroriza más que este paisaje destripado y sin vida


No sé qué me pasa. Sobre todo, porque en esta guerra, que ya se ha cobrado 13.000 vidas, a las que se añaden una media de diez nuevas víctimas cada semana a pesar del alto al fuego oficial, un muerto se diluye entre los demás. Pero me he despertado esta mañana con un deseo irrefrenable de saber más sobre el fallecido y el herido de Krasnohorivka de anteayer, a las 7:15 de la mañana, antes de que llegáramos. Así que nos dirigimos al hospital de campaña de Pokrovsk, donde fueron trasladados.

El primero, Yevhen Shchurenko, está en la morgue, le volaron la cabeza, va vestido con un uniforme nuevo, tiene aire de mártir. El segundo está en una sala común con cinco víctimas más de los tiroteos de la semana, civiles y militares. Hay un adolescente en la cama de enfrente, gimiendo en silencio, como si tratara de racionarse el dolor. Otro, extrañamente alterado, con la saliva teñida de sangre, el médico jefe dice que un cañonazo lo ha vuelto loco. En cuanto al herido al que hemos venido a visitar, al principio no dice palabra.

Tiene la mirada febril y ausente de aquellos a los que ya no les importa nada salvo sentir algo menos de dolor. Luego cambia de opinión. Y, apoyado en un lateral de la cama, aparta con cuidado la sábana para mostrar sus vendajes en el abdomen y el muslo. Con un hilillo de voz, aunque con firmeza, nos cuenta dos cosas. La primera, cómo lo alcanzó la metralla justo cuando, después de las faenas matutinas, se metió en la trinchera para llegar a su puesto. La segunda, que confió demasiado en las patrullas europeas que se dice que están en la zona para garantizar el alto el fuego...

Recuerdo entonces que esa misma mañana, dos horas más tarde, vimos llegar dos coches blancos de la OSCE, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, a eso de las 10:30, cuando estábamos a punto de volver a la ambulancia, no muy lejos del lugar del tiroteo... Y recuerdo el comentario burlón de un oficial diciendo que estos “payasos”, que aparecían por allí como si fueran carabinieri, tendrían que haber estado en la zona desde el amanecer... ¿Acaso hay relación entre ambos hechos? ¿Entre el retraso y este drama? ¿Acaso estoy aquí para comprobarlo? Puede que sí.
BHL en una reunión con soldados de la autoproclamada república del Donetsk.

BHL en una reunión con soldados de la autoproclamada república del Donetsk.

Stanytsia Luganska es el puesto más septentrional de la línea del frente. Y es el último de los puntos de paso que los beligerantes han establecido para los ucranianos de ambos bandos. Formalmente, es un corredor cortado en dos por una valla de acero y controlado, en cada extremo, por una especie de aduana, separatista en el este, lealista en el oeste. Pero hay un detalle que llama mi atención. Casi no hay nadie a estas horas que quiera cruzar a la zona separatista.

Mientras que, en la dirección contraria, hay interminables filas de babushkas con bolsas de la compra, ancianos menudos empujados en sillas de ruedas o jóvenes que llevan desde antes del amanecer haciendo cola. Y, cuando pregunto, me dicen: Ucrania, que considera a los habitantes de Lugansk y Donetsk rehenes de los separatistas y de Putin, sigue reconociendo sus derechos y, por lo tanto, pagando sus pensiones. Las repúblicas separatistas, por otro lado, se consideran administraciones de humo, por lo que estos miles de personas pobres tienen que sacar su dinero de los cajeros automáticos de los bancos de la Ucrania leal.
El paraíso verde de Putin

Además, el paraíso verde de Putin se parece bastante a la imagen de Parque Jurásico que vi desde la torre de vigilancia de Krasnohorivka; las tiendas están vacías y esta gente tendrá que gastar el poco dinero que tiene para comprar las provisiones del mes que cubran sus necesidades básicas en la Ucrania libre... Apenas puedo entender, a decir verdad, cómo no deciden, de una vez por todas, ahorrarse estos estresantes viajes de ida y vuelta y establecerse en el lado correcto. Y se me ocurre que puede haber, en la aceptación de este calvario semanal, la versión putinizada de la antigua servidumbre voluntaria soviética. Pero, en esta guerra, preguntarnos quién es rehén de quién es un interrogante que ya no tenemos derecho a plantearnos cuando hemos visto estas columnas de migrantes del interior para quienes las puertas de su prisión “separatista” se abren en una hora y un día concretos…


En Zolote, muy cerca de Lugansk, volvemos a ver trincheras. Más precarias que en Novotroitske, con sencillas tablas hundidas en la tierra negra. Pero son más impresionantes por esos grandes perros que parecen vigilar las entradas como Cerberos a las puertas del infierno de la guerra. Y sobre todo por esos “Rambos” armados hasta los dientes, con sus caras color tierra, tatuadas o encapuchadas, que montan guardia cada diez metros y que parecen, esta vez sí, profesionales al acecho.

¿Serán los hombres de los batallones Azov y Aidar, conocidos por su valor y por haber dado cobijo, desde el 2014, a los ultranacionalistas e incluso a los neonazis? Ni siquiera eso. Porque vi al comandante primero, Denis Prokopenko, pero en Mariúpol, en formación. Vi al comandante segundo, Oleksander Yakovenko, pero en Kiev, donde sus 760 hombres estaban “en rotación”. Y a decir verdad, se me pasó por la cabeza la idea de que el nuevo ejército ucraniano, patriótico y mayoritariamente republicano, estaba en proceso de deshacerse poco a poco de sus elementos extremistas... No.
Un soldado de la autoproclamada república de Donetsk cerca de Staromykhailivka

Un soldado de la autoproclamada república de Donetsk cerca de Staromykhailivka Reuters

Estos hombres vestidos de camuflaje, con el pecho hinchado, más jóvenes que los que he visto hasta ahora y visiblemente más descansados, estos ases del combate cuerpo a cuerpo, algunos con el petate en el suelo, otros a la espalda, que me dicen que el presidente Zelensky ha venido a pasarles revista; estos comandos hipnotizados, cada uno detrás de su puesto de vigía de madera, por la línea de tierra marrón que indica la posición del enemigo, son una de las trincheras defensivas del Ejército Nacional. Pero está claro que, en cualquier momento, este lugar podría convertirse, como el campo de tiro de Myroliubovka, en una base de ataque. ¿Lo hará? ¿Optará Ucrania por recuperar por la fuerza su Alsacia y Lorena? ¿Las cambiará algún día por una Crimea, por la que —sospecho, como los europeos— a veces se ha llorado su duelo en secreto? No lo sé.
Con el 'comandante' Zelensky


Estamos en Kiev con el presidente Zelensky, en la misma oficina, todo muy kitsch. Es un lugar en el que he estado a menudo desde la época de Petró Poroshenko. El presidente ha elegido el lugar que su predecesor ocupaba antaño en la mesa redonda de mármol falso. Le indica su sitio a Andrei Yermak, su asesor, se sienta en la silla que siempre ocupaba el sherpa del momento. Y nos invita a sentarnos con Gilles Hertzog en nuestros asientos, ya casi habituales. Me invade la sensación de haber vuelto atrás en el tiempo, aunque todo haya cambiado.

A partir de ahí, mientras examina con atención las fotos que hemos hecho de su ejército, en mi mente se sobrepone la enorme silueta de Poroshenko y el cuerpo de un adolescente que se ha convertido en presidente. ¿Estaba hecho para el cargo? ¿Puede un humorista convertirse en el comandante en jefe de un ejército en plena guerra? ¿Es algo más que el cómico cuya elección le pareció a casi todo el mundo el culmen de la sociedad del espectáculo? Veo que reconoce, en cada una de las imágenes, el frente donde se tomó la instantánea y, a veces, hasta el oficial al cargo.

Lo escucho preocuparse por el debilitamiento de una Unión Europea socavada por su indulgencia hacia Putin y al mismo tiempo regocijarse por la fuerza del vínculo con la Francia de Emmanuel Macron. Observo sus frases estereotipadas con las que evoca las fricciones que ha tenido con Trump por un desencuentro telefónico, que fue el desencadenante involuntario de las asperezas entre ambos. Y me digo que, en realidad, no lo está haciendo tan mal...
Zelensky, en una imagen reciente tras reunirse con Pompeo

Zelensky, en una imagen reciente tras reunirse con Pompeo Reuters

Puede que, con el afán de disipar toda duda, me repite que se siente “normal” y que solo puede decir que se siente “normal” para responder a las preguntas sobre el estado mental actual del pequeño niño judío de Krivói Rog que se convirtió en una estrella de la televisión y que ahora es presidente de esta tierra de pogromos y de sangre. ¿Quiere decir que se ha vuelto normal al entrar en el club de jefes de Estado del mundo? ¿O, por el contrario, que no ha cambiado, que sigue siendo el hombre normal que era cuando nos conocimos, poco antes de su sorprendente elección?

En realidad, poco importa. Porque, en ambos casos, hace gala de una firmeza sarcástica y silenciosa que no esperaba y que hace que uno se diga a sí mismo: la historia universal podría haber elegido a un paladín mucho peor que este para oponerse a Putin y defender, frente a su imperialismo “euroasiático”, los colores y los valores de Europa. Por la parte que nos toca a nosotros, los occidentales despreocupados, esta guerra olvidada de Ucrania, su tragedia que crece gota a gota y, a este lado de los 500 kilómetros del frente, sus valientes hombres que, dos horas antes de la medianoche, siguen montando guardia, deberían ser la viva imagen de nuestro remordimiento.
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