Fuerzas de Elite

Portal dedicado a las Unidades Especiales de la Policia y el Ejercito, sus tácticas, sus armas, su equipamiento...
Creditos
Fecha actual 20 Abr 2024 09:21

Todos los horarios son UTC + 1 hora




Nuevo tema Responder al tema  [ 4 mensajes ] 
Autor Mensaje
NotaPublicado: 17 May 2009 11:52 
Desconectado
Oficial
Oficial

Registrado: 01 Jun 2007 23:49
Mensajes: 126
Ubicación: Detrás tuya
[align=center]EL PROCESO DE CONQUISTA ARABE DEL REINO VISIGODO[/align]


I.- INTRODUCCIÓN

El presente trabajo no pretende analizar ni las causas, ni los efectos, ni la situación social del largo y complejo proceso de la conquista árabe de la península. Se trata sólo de un relato cronológico sucinto de los principales hechos, a modo de marco o cañamazo sobre el que poder analizar posteriormente los otros elementos antes citados.

Sin embargo, este proceso de conquista requiere de una breve exposición preliminar sobre sus antecedentes.

La conquista del reino visigodo por los árabes fue un proceso lento, que duró 15 años, desde el año 711 al 725; si bien lo que era el territorio peninsular del reino estaba completamente ocupado en el 720, tras diez años del inicio de la conquista. Dicha conquista, además de larga, requirió de constantes refuerzos militares, y de pactos con núcleos resistentes.

Aunque el proceso en total ocupó todo ese tiempo, la cronología no es exacta en cuanto a los años y las fechas, sino sólo aproximada, pues las fuentes difieren entre sí, y los historiadores no se ponen de acuerdo. Hemos optado por una datación que siempre puede retrasarse en un año según qué historiador tomemos.

Además de estos años de conquista, hay que sumar los años anteriores que los árabes llevaban diseñándola, reconociendo el terreno, y preparando, al parecer, futuras alianzas.

Un repaso a la historia de las primeras conquistas árabes, nos hace ver que sólo la conquista del actual Magreb fue más costosa (30 años), pues en otros puntos la acción de los conquistadores árabes fue más rápida que en la península: 6 años para dominar toda la península arábiga (628 al 634); 4 años Siria (634 al 638); 5 años Egipto (638 al 643); un año Tripolitania (644); 6 Mesopotamia (636 a 642) y 8 años Persia (642 al 650).

Lo largo de este proceso de conquista del reino visigodo se debe a varios motivos: lo escaso de las fuerzas musulmanas que nos invadieron, las constantes luchas y levantamientos de sus aliados entre los visigodos, la orografía del territorio y la fuerte base de asentamiento social del anterior reino visigodo.

Sin embargo, la gran centralización política del reino, la inseguridad causada por bandas de esclavos fugitivos, el empobrecimiento de la hacienda real (especialmente durante el reinado de Witiza) y la pérdida de poder del rey frente a los nobles, fueron elementos que facilitaron la acción de los conquistadores.

Pero el factor quizás más importante fue la grave crisis demográfica del reino, que en los últimos 25 años había perdido más de un tercio de su población. Esto fue debido a las epidemias de peste y los años de sequía y hambre de finales del siglo VII, especialmente durante el reinado de Ervigio; y que se repitieron también con gran dureza bajo el de Witiza, el antecesor de Rodrigo.

Además, existía una fractura política importante entre dos grandes clanes político-familiares godos en su lucha por el trono, y que llevaba varios decenios dividiendo políticamente el reino y generando constantes problemas. De una parte estaba el clan gentilicio de Wamba-Egica, al que perteneció o al que estaba vinculado Witiza, y de otra el clan de Chindasvinto-Recesvinto, al que pertenecía Rodrigo, sucesor de Witiza. Esta situación dividió al estamento aristocrático-militar en dos facciones cada vez más irreconciliables; hasta el punto de considerar alguna historiografía a los witizanos como instigadores e incluso aliados, explícitos u oportunistas, de los invasores.

Los conquistadores árabes también contaron con el apoyo de parte de la población judía, muy numerosa en la Bética, en la Galia Narbonense, y en toda la cuenca mediterránea. Estaba presente principalmente en los centros urbanos, destacando, entre otras, las comunidades de Narbona, Tarragona, Sagunto, Elche, Lucena, Elvira, Córdoba, Mérida, Zaragoza, Sevilla y de la capital, Toledo.

La ayuda que los judíos prestaron a los conquistadores se debió a que aquellos, en su mayoría conversos forzados pero fingidos, eran reiteradamente hostigados por la legislación visigoda (con algunas excepciones, como bajo los reyes Witerico y Suínthila, y contra el criterio de obispos como San Isidoro, que los defendía). Y sabían, por lo que había ocurrido en el norte de África, que mejoraría su situación al recibir de los gobernantes árabes el mismo estatus que la población cristiana.

Hay que tener en cuenta que la mayoría de los judíos habían sido esclavizados bajo el reinado de Egica (excepto los de la Narbonense, con la excusa de que la provincia aún no se había repuesto de la última epidemia de peste), bajo la acusación de que complotaban contra el rey con los árabes del norte de África. Estos, como luego relataremos, ya habían realizado algunas incursiones en la península , por lo que suscitaba miedo una posible colaboración con ellos para una futura invasión.

Esta idea partía de los informes de los cristianos del norte de África que habían huido de aquella zona, y que informaron del apoyo dado a los invasores árabes por parte de los judíos de allá; lo cual era lógico dado que su situación allí era también de acoso por el poder bizantino.

Pero además de los judíos étnicamente puros de la diáspora, en el norte de Africa había bereberes que profesaban el judaísmo por proselitismo y mestizaje, muchos de los cuales dieron apoyo a los árabes en su conquista, y se unieron a ellos (como muchos bereberes cristianos) por lazos de clientela.

Verdad o pretexto, esta acusación de traición fue la utilizada contra ellos.

Finalmente, las divisiones dinásticas internas entre los nobles visigodos sobre la sucesión de Witiza facilitaron aún más el desarrollo de la conquista.

Una última precisión, previa al relato de los acontecimientos, es que el reino visigodo tan solo cubría el territorio peninsular y la Septimania en el Sur de Francia. Baleares estaba bajo soberanía bizantina, y quedó excluida del proceso árabe de conquista. Siguieron bajo control bizantino algunos años más, para pasar después a depender, al menos nominalmente, del reino franco (798), por propia petición, para que les defendiera de los ataques árabes. Estos ataques continuaron y hubo varios tratados de paz, poco respetados, y cierta sumisión política, hasta la conquista por el Emirato de Córdoba entre los años 902 (Ibiza y Mallorca) y 903 (Menorca).


II.- LOS PREPARATIVOS

Los árabes tenían planes de conquista para Hispania desde hacía tiempo, tras la inicial conquista del actual Marruecos por Uqba ibn Nafi al final de la década de 670. De hecho, consta que en el año 687, bajo el reinado de Ervigio, los árabes realizaron una primera incursión contra las costas levantinas.

El propio Uqba había comenzado en el año 669 la conquista de los territorios bizantinos en el norte de Africa; cuya culminación posterior fue el resultado de más de 30 años de guerra, en los que los árabes fueron ocupando poco a poco la totalidad de África del norte, incluyendo los reinos cristiano-bereberes.

Tras los primeros éxitos de los árabes, la rebelión bereber contra los conquistadores les expulsó de nuevo hasta Libia, llegando los bereberes a tomar la nueva capital árabe de Ifriquiya, Qairuán.

Los árabes, en sucesivas campañas, conquistaron de nuevo estas tierras, e incluso los puertos con ciudades amuralladas que habían permanecido siendo bizantinos; como Cartago, que arrasaron, a pesar de contar con la ayuda de una flota bizantina, a finales del año 697. Y aun tardaron otros ocho años en volver a someter el resto del norte de Africa, que culminó en el año 705 con la conquista de Tanger.

Todo esto obligó a posponer los planes de conquista de Hispania, hasta acabar con dicha rebelión.

Antes de la invasión conquistaron Ceuta (710), fortaleza que había sido objeto de constante lucha entre visigodos y bizantinos. Dicha ciudad había vuelto a manos visigodas unos veinte años antes, aprovechando la caída del Africa bizantina.

Los árabes también habían estado reconociendo el terreno, tanteando las costas españolas con breves ataques y saqueando varias ciudades: el primero, ya citado, bajo el reinado de Ervigio, y el último en julio de 710 (tras la conquista de Ceuta), con el desembarco de Tarif ben Malluk en la isla de Tarifa.

Al parecer, también habían entrado en tratos con los nobles opuestos al rey Rodrigo. No está claro si los nobles leales a los herederos de Witiza (puede que incluso el propio rey Agila II, al que luego nombraremos) pidieron el apoyo árabe (como hizo Atanagildo con los bizantinos, a quienes dio a cambio una parte del territorio) pero, en todo caso, la división existente benefició a los invasores. Estos, sin embargo, si dicho acuerdo existió, no lo respetaron.


III.- LA INVASIÓN

A finales del año 710, Roderico (conocido habitualmente como Rodrigo), gobernador de la Bética y, al parecer, nieto de Chindasvinto, fue proclamado rey en Toledo por el "senatus" de la aristocracia palatina, tras la muerte de Witiza.

No se sabe con certeza si se había sublevado previamente contra dicho rey, venciéndolo, pero sí que consiguió la mayoría de los apoyos en la asamblea electoral de los nobles.

Sin embargo, un sector de la nobleza apoyó a otro rey, Agila II, que gobernó en el Nordeste (en el sur de Francia, en la actual Cataluña y en el valle del Ebro, es decir, las provincias visigodas de Iberia y Septimania, en parte equivalentes a las antiguas provincias romanas de Narbonense y Tarraconense) e incluso acuñó monedas propias. Puede que incluso fuese, desde 708, rey asociado a Witiza, a cuyo clan parece que pertenecía (algunas fuentes lo citan como hijo suyo).

El reino, pues, estaba en una situación de conflicto civil o, al menos, dividido con alguna suerte de acuerdo de reparto como ya había ocurrido en el pasado.

Y a los pocos meses de haber subido Rodrigo al trono, en una situación no unánime y vulnerable, se produjo la invasión árabe, a principios del año 711.

Musa ibn Nusayr, gobernador de Ifriqiya, dependiente del Walí de Egipto, ordenó a su lugarteniente, Tarik-ben-Ziyad, que iniciase la invasión. Tarik era bereber, ligado por una relación de clientela con una tribu árabe, y liberto del gobernador de Ifriqiya, Musa ibn Nusayr.

Tarik desembarcó a principios del año 711 en la bahía de Algeciras (llamada entonces Iulia Transducta), con un ejército de unos 7.000 hombres fundamentalmente bereber (sólo recientemente sometidos), e incluso cristianos del norte de África. Se asentó en la actual ciudad de Gibraltar, y desde allí comenzó a saquear zonas y ciudades de la baja Andalucía.

Se aprovecharía del hecho de que el conde de la Bética debería estar con Rodrigo en una campaña en el norte, contra los vascones, ya que cuando el rey realizaba una campaña militar solía llevar a los condes del reino con él. Esto era por una doble razón: porque necesitaba de sus recursos humanos para reunir un ejército, y para evitar su sublevación mientras él realizaba una campaña militar por otras tierras.

En años anteriores hubieron varias incursiones árabes de saqueo contra algunas ciudades del sur, como ya hemos mencionado, que habían sido rechazadas o que se habían retirado al poco tiempo tras obtener suficiente botín. Por ello, esta incursión de Tarik no despertaría inicialmente una gran preocupación.

Además, de acuerdo con las leyes para tiempo de guerra, promulgadas por Wamba y retocadas por su sucesor Ervigio, todos los súbditos residentes en un perímetro de cien millas alrededor de la zona donde hubiese surgido el peligro tenían la obligación de tomar las armas, sin necesidad de especial convocatoria, ante la sola noticia de la existencia del mismo.

Esto, a pesar de las duras sanciones previstas, no siempre se cumplía. Pero está claro que los nobles terratenientes de la zona tendrían interés en defender sus propiedades y cosechas, y que el conde de cada territorio tenía como una de sus funciones la defensa del mismo.

Así, sólo tras ver que las fuerzas locales del sur de la península no podían con Tarik, y que este no se retiraba como había ocurrido en anteriores ataques árabes, Rodrigo acudió contra él.

Rodrigo también retrasó su reacción porque se encontraba en plena lucha por las tierras del norte, como ya dijimos. En ese momento estaba sitiando la ciudad de Pamplona que, o bien había caído en poder de los vascones o bien estaba en manos de nobles witizanos leales a Agila II. Rodrigo, en todo caso, partió hacia Toledo sin haberla recuperado.

Por todo ello, cuando Rodrigo se dirigió a enfrentarse con Tarik habían pasado ya varios meses desde su invasión; lo que también había dado tiempo a que éste recibiera el refuerzo de otros 5.000 bereberes.

Otro aspecto a tener en cuenta es el de que organizar un ejército no era fácil en los últimos tiempos del reino visigodo. Ello se debía a que la pérdida de propiedades del Patrimonio de la Corona, de donde se obtenía el reclutamiento de los siervos que atendían tales propiedades, hizo que el rey tuviese un ejército propio muy menguado, y dependía en gran medida de los efectivos aportados por los nobles.

Aunque había leyes que penaban y multaban fuertemente a quienes no acudían a apoyar al rey, muchos nobles preferían mantener las labores agrícolas, fuente de sus ingresos.

Si a ello unimos el problema de Agila en el noroeste y la división nobiliaria en su propio bando, el resultado fue que, además de tarde, el ejército de Rodrigo no debía ser muy numeroso.

Este ejército, por lo dicho, además de reducido resultó estar dividido, y los desacuerdos motivaron luchas y deserciones entre ellos. Parece muy probable que, incluso, Tarik recibió apoyo en el transcurso de la batalla de nobles witizanos (¿familiares de Agila II?) que acompañaban al rey, bien porque tuviese acuerdos previos, o bien porque se lo planteasen al tener los árabes este ejército en la península.

La consecuencia de todo ello fue que Rodrigo resultó derrotado en la batalla del río Guadalete (aunque algunos historiadores la sitúan más al sur, en los ríos Salado o Barbate, o incluso junto al lago de la Janda). Sea donde fuere, la batalla tuvo lugar a finales de Julio de 711, muriendo en ella o inmediatamente después el propio rey Rodrigo. Los nobles que permanecieron con el rey y sus opositores witizanos murieron también en su mayoría.

Tarik se hizo con un gran botín, pues Rodrigo viajaba con un gran lujo, dado el fasto y lo rico del ajuar que utilizaban los reyes visigodos desde Leovigildo; a imitación de la pompa y riqueza de la corte de los emperadores bizantinos.

A la muerte de Rodrigo, un sector de la nobleza eligió a Oppa, hijo del rey Egica y hermano de Witiza; si bien nunca fue aceptado mayoritariamente ni, al parecer, coronado como tal. Hubo enfrentamientos entre los propios visigodos, con los leales a Agila II y con otros nobles no witizanos que se negaban a aceptar al nuevo rey. Oppa pudo contar inicialmente con el apoyo de las fuerzas árabes, pero en todo caso acabó por enfrentarse a ellos.

Tras haber asentado Tarik una pequeña cabeza de puente en el sur, Musa ben Nusayr, gobernador de Ifriquiya, llegó a Hispania en ese mismo año. Desembarcó con otro ejército, de unos 18.000 hombres, en la ciudad de Cádiz, ya bajo control árabe.

Las fuerzas árabes, así reforzadas, conquistaron Medina Sidonia, Carmona y Sevilla (esta última, tras un mes de asedio). Sevilla era importante, pues esta ciudad era la capital de la provincia visigoda de Hispalis, y de esta forma se evitaba una acción coordinada de esa zona. Así queda completada la acción inicial de la invasión, asentando un territorio propio mínimo desde el que poder iniciar el proceso de conquista.


IV.- EL INICIO DE LA CONQUISTA

Sevilla se convirtió en la base de las operaciones militares. Desde esta ciudad salieron dos ejércitos, que empezaron a operar por separado en la península: uno se dirigió hacia Córdoba, capital de la provincia visigoda de la Bética, y otro hacia Mérida, capital de la provincia de Lusitania.

Se trataba de rendir cuanto antes los centros de poder administrativo y militar visigodos (ya hemos explicado antes la fuerza militar que organizaba cada provincia), de forma que no pudiera haber una respuesta coordinada y contundente de estos.

Además, Musa, muy bien informado y aconsejado, pretendía llegar cuanto antes a Toledo, capital del fuertemente centralizado reino visigodo, y era importante eliminar pronto los obstáculos y dirigirse hacia Toledo lo más rápidamente posible.

Para ello, utilizaron el trazado de las calzadas romanas, lo que facilitaba su traslado y la sumisión, por la fuerza o por rendición, de las ciudades que se encontraban en su trayecto.

Tarik avanzó por el Guadalquivir, y cerca de Écija tuvo lugar una nueva batalla en campo abierto, dada por los restos del ejército real y refuerzos de la provincia Bética, que se habían podido reorganizar gracias a la resistencia de Sevilla. Lo árabes vencieron de nuevo, y siguieron rápidamente para tomar Córdoba por sorpresa (excepto la ciudadela, todos cuyos defensores fueron asesinados por los árabes tras rendirla el conde visigodo de la ciudad). Luego continuaron para tomar otras ciudades de la Andalucía oriental, como Écija y Jaén.

Mientras, Musa se dirigió hacia Mérida, utilizando la calzada que desde Sevilla iba hacia esa ciudad, y luego seguía hasta Toledo, discurriendo por Cáceres y Talavera la Vieja. Las dos última ciudades fueron sometidas, pero Mérida se resistió fuertemente, agrupando en el interior de sus imponentes murallas el ejército provincial y abastecida por su puerto fluvial. Para no retrasarse, Muza hubo de dejar allí un contingente de asedio mientras él continuaba con el grueso del ejército hacia su objetivo.

Toledo fue conquistada por Musa, casi sin resistencia, antes de acabar el año 711; haciendo huir al nuevo rey, Oppa, que quizás murió pronto o que, al menos, ya no volvió a ejercer como tal, y ejecutando a cuantos nobles había en la ciudad; aunque muchos de ellos, como el propio Arzobispo, huyeron antes de que fuera sitiada.

La caída de Toledo buscaba un efecto psicológico, que sin duda tuvo, y un efecto político, pues la gran centralización del reino visigodo impidió una respuesta coordinada frente a la invasión. Salvo el nordeste, bajo el control del rey visigodo Agila II, el resto de las zonas sólo pudieron oponer una resistencia aislada, sin coordinación entre sí, dirigida por la aristocracia local de cada territorio.

Además, conseguir Toledo permitió a los conquistadores hacerse con el riquísimo Tesoro Real visigodo (fruto, entre otros, del saqueo de Roma y de la conquista del reino suevo), que era el más importante de los tesoros reales del Occidente barbárico. Esto tenía a la vez un efecto de restar poder económico a la resistencia y de golpe psicológico a la misma, pues era la primera vez que dicho tesoro resultaba capturado.

Los nobles que lograron escapar, con todas las riquezas que pudieron reunir, huyeron hacia el norte. Unos reforzaron al rey Agila II, en el nordeste (como el propio Arzobispo de Toledo), y otros se dirigieron hacia las plazas fuertes cercanas a la zona gallega.

Tras la conquista de Toledo, Tarik se unió al ejército de Musa, para reforzar el control del centro peninsular y emprender la conquista del norte; no sin dejar contingentes de control en el Sur. Para ello siguió la calzada romana que iba desde Linares, ciudad ya controlada por los árabes, pasando por Despeñaperros y Consuegra (Consabura), hasta Toledo.

Desde allí, y tras esperar la llegada de la primavera, ambos ejércitos avanzaron juntos por la calzada romana que unía Toledo con las ciudades de Alcalá de Henares, Guadalajara, Sigüenza y Medinaceli, ocupándolas, y volvieron a dividirse a partir de esta última ciudad.

Musa atacó el noroeste, menos organizado que la zona controlada por el rey visigodo Agila II. En su campaña ocupó los centros administrativos y plazas fuertes de Amaya (que no pudo tomar y hubo de ser reducida por el hambre), León y Astorga, donde estableció guarniciones militares. Allí hizo miles de prisioneros, entre ellos bastantes nobles, apoderándose también de las riquezas que habían llevado consigo.

Tarik, mientras, se dirigió hacia el nordeste, llegando hasta Zaragoza, ciudad que incendió en parte, matando incluso a los niños y crucificando a los hombres por no habérsele rendido, mientras las mujeres eran esclavizadas. Esta masacre tuvo un efecto psicológico importante en el resto de la península, como luego veremos.

Desde allí, Tarik avanzó hacia el oeste, siguiendo la vía romana de Zaragoza a Astorga, y sometiendo el curso medio y alto del río Ebro. En esa zona aceptó un pacto de sumisión con el conde de la familia Casius (Casio), de nombre Fortún, en la zona de Tarazona, puede que similar al suscrito después con el conde Teodomiro en el sureste.

Este Fortún era el heredero de una rica familia hispano-romana, los Casio, terratenientes desde hacía siglos en la ribera media del Ebro. El y su familia se islamizaron, como luego veremos que ocurrió con otras familias nobles, y llegó a formar la dinastía de los Banu-Quasi, que varios siglos más tarde fueron reyes de la taifa de aquella zona.

Continuando su trayecto, Tarik llegó, pasando por Amaya, hasta Astorga, capital de la provincia Asturiensis o Autrigonia, donde de nuevo unió sus fuerzas con Musa, y llegaron hasta la ciudad fuertemente amurallada de Lugo, capital de la provincia visigoda de Gallaecia o Galecia, ciudad que fue sometida. En aquella zona recibió pacto de sumisión de diversas ciudades de ambas provincias, entre las que cabe destacar a Gijón (ciudad fundada por los romanos), en la misma costa de Asturias.

Con la toma de Lugo, los árabes se habían apoderado ya de las capitales de casi todas las provincias visigodas, excepto las ciudades de Tarragona y Narbona.

Antes de llegar a Lugo, Musa recibió una orden del Califa para ir a Damasco. Desde Lugo, Musa se dirigió otra vez a Toledo, pero esta vez por Salamanca, sometiendo igualmente las poblaciones a su paso.

Sin embargo, muchas regiones y ciudades aún no reconocían su dominio, estando bajo el control de nobles o de otras autoridades locales que capitaneaban la resistencia.

Entre ellas destacaba Mérida, la segunda ciudad, por entonces, del país, por población y riqueza. Mérida llevaba muchos meses resistiendo (casi un año), abastecida por su puerto fluvial y protegida por una fuerte muralla, restaurada por los visigodos y que causó admiración a los invasores árabes.

Fue Abd-el-Aziz, hijo de Musa, quien, aún bajo el gobierno de Musa, acabó el asedio de esta ciudad, que se rindió a el 30 de Junio de 712. El convenio de capitulación (llamado por los árabes “sulh”) respetaba la vida y bienes de los emeritenses, permitiéndoles celebrar sus cultos, mientras que los árabes se apropiaban de los bienes de todas las iglesias (que servían para mantener hospitales, escuelas y viudas, y al propio clero) y de quienes hubiesen huido.

Tras los hechos sangrientos de Zaragoza, anteriormente citados, aterrorizadas por ese ejemplo, al tiempo que desmoralizadas por la falta de un poder central, la mayoría de las ciudades y regiones se rindieron a los árabes por capitulación (“sulh”), como ocurrirá en general en los siguientes años de la conquista.

Estos pactos fueron muy diversos, dependiendo de las circunstancias, pues algunos incluían el respeto del gobierno local, la conservación de algunos bienes y un mínimo grado de tolerancia religiosa (tipo “'ahd”, como luego veremos algún ejemplo) y otros eran más similares al modelo de Mérida, con sumisión seguida por la entrega de bienes.

Pero las ciudades que se resistían eran destruidas y quemadas, sus iglesias derruidas, y su población muerta o esclavizada, con el fin de dar un escarmiento y un aviso para otras ciudades. A los hombres se les mataba, normalmente crucificados, y las mujeres y niños eran esclavizados, siendo estos últimos islamizados a la fuerza. En algunos casos, los hombres y jóvenes que se libraban de la muerte trabajaban como esclavos en sus antiguas tierras, cultivadas ahora en provecho de sus nuevos señores.

Los conquistadores también se reforzaron ofreciendo la libertad a los esclavos que se convertían al islam. Estos, sin embargo, debían jurar fidelidad al clan tribal del jefe militar que los liberaba, e integrarse en su ejército.

Musa estuvo unos quince meses en España, hasta que partió hacia Damasco, a finales de 712, llamado por el califa Walid para rendir cuentas. Antes, y tras la caída de Mérida, aun tuvo que mandar a su hijo Abd-el-Aziz a tomar por segunda vez Sevilla, ciudad que se había sublevado.

Musa viajó con buena parte del riquísimo Tesoro Real visigodo y otro botín, así como con algunos nobles visigodos, y se llevó consigo también a su liberto Tarik.

En Damasco cayó en desgracia con el siguiente califa, Sulayman, por la forma en que repartió el botín, y fue condenado a muerte mediante crucifixión por un delito de malversación de fondos -delito en el que era reincidente-. Dicha pena se le conmutó por el pago de una fuerte multa. Musa murió asesinado en una mezquita de Damasco en el año 716. Tarik murió en la miseria.


V.- ASENTAMIENTO DE LA CONQUISTA

Musa dejó al frente del ejército en España a su hijo Abd-el-Aziz, con el grueso del botín. Aunque una parte estaba destinada a cubrir los gastos de la administración y de la guerra, la mayoría se mantenía para su reparto entre las tropas cuando se licenciasen al final de la campaña, con reserva de un quinto (llamado “jums”) para el califa. Este reparto, a causa de lo lento de la conquista, aún tardó varios años.

Mientras, el rey visigodo Agila II, tras haber resistido la fuerte acometida de Tarik, mantenía el control de la actual Cataluña, algunas zonas adyacentes y la provincia goda de Septimania. El propio Arzobispo de Toledo, Sinderedo, que como ya dijimos abandonó la capital, se unió a él para reforzar su autoridad, por el sentido simbólico legitimador que su presencia y apoyo tenía para la monarquía visigoda.

Agila II ejercía su dominio en una zona muy compacta geográficamente y de reducido tamaño, lo que facilitaba su defensa. Además, eran dos provincias visigodas (parte de Iberia y la Septimania) con una urbanización y con una demografía superiores a la media del territorio visigodo; demografía que se vio reforzada con la emigración de quienes huían de la invasión procedentes de otras zonas de la península.

Abd-el-Aziz, con el fin de dotarse de mayores medios económicos para continuar las campañas, estableció un sistema de impuestos por capitación ("gizya"), o pago fijo anual por persona, aplicable sólo a los no musulmanes, que era utilizado en todos los países conquistados por los árabes.

De esta manera, además de forzar las conversiones de cristianos al islam, pretendía obtener una capacidad financiera propia para continuar la conquista sin necesidad de recurrir al botín y al pillaje.

Abd-el-Aziz también se dedicó a eliminar los focos de resistencia existentes en el centro y sur de la península, tanto en centros urbanos como en las zonas montañosas, con el fin de asentar su control en el extenso territorio que ya había conquistado, y evitar situaciones de peligro en su retaguardia.

Así, durante el año 713 avanzó por la Bética oriental, sometiendo Málaga, Granada, Guadix y llegando hasta el sureste peninsular.

Para extender el control árabe en la península, y dado lo limitado de sus fuerzas militares, Abd-el-Aziz, además del recurso de la fuerza, estableció también acuerdos y alianzas en determinadas regiones con los nobles visigodos. Aunque estos acuerdos, en general, no se respetaron por los árabes mucho tiempo, sirvieron para posibilitar y facilitar la conquista, que de otro modo habría sido aún más larga y costosa.

Así, por ejemplo, el 5 de Abril de 713, firmó un acuerdo con el conde Teodomiro, gobernador de Orihuela y de una extensa demarcación a su alrededor. El tratado suscrito fue del tipo que los árabes llaman “‘ahd”, que no sólo respetaba los bienes (como el ya citado de tipo “sulh”), sino que otorgaba una más o menos extensa autonomía de gobierno.

Este Teodomiro era un noble con fama de culto y con prestigio de buen guerrero, que había rechazado un intento de invasión bizantina (quizás la flota que huyó de Cartago tras su conquista por los árabes) en las costas de Cartagena en tiempos del rey Egica, anterior a Witiza.

En el acuerdo antes citado, siete ciudades, de las cuales hoy sólo son reconocibles por su nombre Orihuela, Alicante, Elche, Mula, Hellín y Lorca, mantenían sus propios señores y gobierno, no serían molestados en el ejercicio de su religión (no olvidemos que el Islam prohíbe las prácticas religiosas externas de otras religiones) y no serían destruidas sus iglesias (prueba de que esto ocurrió de forma habitual durante la conquista árabe).

A cambio de ello, se sometían al dominio de la ocupación árabe, y se comprometían a no dar apoyo a los rebeldes (que aún eran muy numerosos) contra dicha ocupación, así como a pagar un tributo anual fijo por cada persona, libre o esclava, no musulmana (la "gizya" antes citada). Este tributo era parte en especie (trigo, cebada, mosto, vinagre, miel y aceite) y otra parte en metálico, consistente en un “dinar” (moneda de oro árabe equivalente al “sueldo” visigodo) por persona libre. Por cada esclavo se estipulaba medio pago.

En Orihuela se estableció una guarnición musulmana y se enviaron destacamentos a diversas ciudades de la antigua provincia. Cartagena no formaba parte del enclave, sino que fue ocupada directamente por los árabes, dada la importancia estratégica de su puerto.

Este enclave continuó su gobierno con Teodomiro hasta el año 743; y fue sucedido por su hijo Atanagildo, hasta que fue depuesto por el gobernador árabe de Al-Andalus en el año 756.

Desde esta zona del sureste, Abd-el-Aziz se dirigió por la costa para controlar todo el Levante, sometiendo Valencia y Sagunto.

Por el otro extremo, y partiendo también desde Sevilla, en la campaña del año 714, el propio Abd-el-Aziz sometió Huelva, Faro, Beja, Evora, Santarem y Lisboa; y alcanzó un acuerdo de tipo “‘ahd” en una amplia zona alrededor de Coimbra. Con ello, se consolidó también el dominio en Galicia, muy endeble hasta esa fecha.

En ese mismo año murió el rey visigodo Agila II, que fue sucedido por Ardo; si bien algunos historiadores sitúan su muerte en el año 713 (puede que coincidiendo con la campaña árabe de levante, antes citada).

Abd-el-Aziz instaló la sede del gobierno árabe en Sevilla (tras su segunda conquista). Esto rompía la política tradicional de los árabes, que consistía, como ocurrió en Persia, Egipto o África del Norte, en degradar el anterior centro de gobierno y gobernar desde un nuevo centro. Sin embargo, el escaso número de los invasores en España y la continuidad de las acciones guerreras de conquista impidieron que, como en esos otros países, se pudiese construir una nueva ciudad para el gobierno.

Por ello, como alternativa a Toledo se optó por Sevilla, ciudad que había sido capital visigoda de la Bética, y que ya había sido capital del reino godo por algún tiempo en el pasado. Esto cuadraba más con la política pactista de Abd el-Aziz.

Pero había también razones estratégicas, propias de un tiempo de conquista. Sevilla es una ciudad cercana al mar y al estrecho y, por tanto, desde donde poder recibir refuerzos más rápidamente.

Dentro de su política de conquista mediante alianzas y acuerdos, Abd-el-Aziz contrajo matrimonio con Egilo (también citada en algunas fuentes como Egilonda), viuda del rey Rodrigo, con quien tuvo un hijo, llamado Asim. Convertida al islam (aunque según sus críticos árabes, sólo en apariencia), cambió su nombre por el de Umm ‘Asim (madre de Asim).

Esto atrajo a otros nobles visigodos, que abandonaron así la resistencia. Algunos de ellos incluso se convirtieron al islam, para no tener que pagar impuestos por las propiedades que habían logrado conservar (de hecho, los nobles de ascendencia goda estaban también exentos de tributos en la época visigoda), y para mantener su estatus e influencia mediante nuevas relaciones de clientela política con los jefes de los conquistadores.

Pero la boda antes citada de Abd-el-Aziz, junto al apoyo que daban estos nobles visigodos al gobernador, y las acciones de este para reforzar su poder frente a los demás cargos de los conquistadores (como la asunción de varios ceremoniales y pompas regios), así como su creciente autonomía en la toma de decisiones frente al gobierno de Damasco, se interpretaron como un intento de rebelión contra el Califa.

Por ello, el jefe del Ejército, Ziyad ben Nàbigha (casado él también con una noble visigoda), encabezó, junto al cuñado de Abd el Aziz, Ayyub, una conjura contra el gobernador, acusándole de haberse hecho secretamente cristiano. Fruto de ella, y siguiendo órdenes directas del califa Sulayman, Abd el Aziz fue asesinado en el verano de 715 en la mezquita de Sevilla (anteriormente, iglesia de Santa Rufina, expropiada por los musulmanes), mientras estaba rezando; y su cabeza fue enviada al Califa.

Es notable que en toda la extensión de las conquistas árabes, desde el Punjab hasta los Pirineos, sólo en España se encuentra tal situación de rebeldía de un gobernador árabe. Quizás la influencia visigoda, con su arraigo social y cultural y su fortaleza ideológica, haya influido, dadas las estrechas relaciones con la antigua aristocracia visigoda antes citadas. Aunque también ayudaba la separación geográfica.

De hecho, sólo unos pocos años más tarde, España fue la primera región del "imperio árabe" en romper totalmente con la autoridad de los califas; formándose un emirato independiente.

Tras los hechos antes citados, Ayyub quedó como gobernante interino durante seis meses, hasta la legada del nuevo gobernador nombrado por el Walí de Ifriquiyya, hermano mayor del asesinado. El nuevo gobernador fue Al-Hurr (716-19), que llegó a la península con un ejército árabe de refuerzo.

Al-Hurr era consciente de que la dominación árabe era claramente precaria, pues los árabes y sus mercenarios bereberes eran un porcentaje muy pequeño de la población de España, y la pacificación del territorio era aún muy superficial. De hecho, el rey visigodo Ardo había mantenido su poder en el nordeste peninsular.

Por ello, antes de reiniciar el proceso de conquista de los territorios peninsulares, procedió a generalizar la instalación de guarniciones militares en las ciudades ya ocupadas, excepto las sometidas mediante acuerdo.

Al-Hurr, para romper con su antecesor y estar más centrado en la península, trasladó la sede de su gobierno a Córdoba en el año 716, y estableció un nuevo impuesto especial para los no musulmanes, aplicado también en otros países por los árabes: el "harag". Consistía en un impuesto territorial, que obligaba a pagar un porcentaje de lo obtenido por trabajar la tierra.

Esto se unió con la devolución o asignación de las tierras ya pacificadas a nobles visigodos que les eran leales, puede que algunas pertenecientes al antiguo patrimonio de la corona. A muchos nobles, en su mayoría witizanos, se les reconocieron sus patrimonios, a veces incrementados con parte de los de sus antiguos oponentes. Así, incluso nobles como Ardabasto y Olmundo, hijos al parecer de Witiza, se retiraron a sus posesiones, leales ahora a los nuevos ocupantes de la península.

Esto se hizo no solo para asegurar su apoyo, y su colaboración en el control y la pacificación del reino visigodo, sino también con el fin de conseguir mayores ingresos para el fisco, tras la introducción del “harag”.

Con este fuerte aumento de la presión fiscal obtuvo nuevos fondos para financiar las campañas militares y la administración de los conquistadores, además de reforzar la presión económica para conseguir más conversiones de cristianos al islam.

Fruto de estas medidas fue la acuñación de una nueva moneda, de oro como las visigodas, en árabe y latín, a fin de facilitar la vida económica después de tantos años de guerras y falta de gobierno centralizado, además de los serios problemas que había acarreado el intenso atesoramiento, normal en períodos de guerra.

Mientras tanto, como ya dijimos, el rey visigodo Ardo había sucedido a Agila II en el gobierno de Septimania y la actual Cataluña, reinando siete años, desde el año 714 al 720.

Probablemente contaría con el apoyo de nobles francos del sur, vinculados familiarmente en algunos casos con nobles godos o galo-romanos de la Septimania, o quizás temerosos de los nuevos invasores, y con mercenarios francos y sajones; como ya había ocurrido otras veces en el pasado, cuando aquella zona del reino visigodo se había rebelado contra el poder real.

Pero el nuevo gobernador árabe, al-Hurr, reforzado con las medidas antes citadas, realizó sucesivas campañas, desde el otoño de 716 y en los dos años siguientes, contra este reducto visigodo. Desde Zaragoza atacó y sometió las ciudades de Huesca, Lérida, Tarragona, Barcelona y, finalmente, Gerona.

La resistencia de Tarragona debió ser tenaz pues, tras su conquista, los árabes dieron muerte a toda la población que había sobrevivido al asedio, y destruyeron la ciudad, incluidas sus iglesias y numerosos monumentos.

Al-Hurr realizó también una campaña en el norte, después de una incursión de los vascones a la zona de Tudela, para tener la retaguardia bien cubierta en su guerra con el rey visigodo Ardo. Sobre el año 717 los árabes consiguieron un acuerdo de capitulación con Pamplona, ciudad que se les rindió a cambio de mantener su autoridad local y cierta tolerancia religiosa. Igualmente en ese año, el gobernador al-Hurr nombró un gobernador árabe en la Astura Transalpina (actual Asturias), residente en Gijón, ciudad amurallada y comunicada también por mar.


VI.- EL FINAL DEL PROCESO DE CONQUISTA

El califa Omar II, en 718, un año después del inicio de su reinado, estudió el abandono de las conquistas en España. Aunque se desconocen los motivos exactos, estas dudas parece que tenían que ver porque la continuidad de las acciones bélicas proporcionaban escasos ingresos, pues se los comía el ejército; por lo lejano de las operaciones, con comunicaciones difíciles; y por la fragilidad aún existente de la conquista.

Un hecho importante para estas dudas del Califa fueron también los primeros enfrentamientos en la península entre los bereberes del norte de áfrica, recién islamizados, y los árabes. Los segundos veían a los primeros como musulmanes de segunda, y estos habían recibido una parte muy pequeña del botín. Los aproximadamente 35.000 soldados bereberes no se sentían bien pagados, y entre 716 y 718 hubo dos nuevas migraciones de bereberes hacia la península, lo que aumentó gravemente la tensión entre los invasores.

Finalmente, sin embargo, Omar II optó por continuar en España y nombrar un nuevo gobernador, al-Samh ben Malik(718-721).

Este lo primero que hizo fue una especie de catastro o registro de ingresos imponibles, para clarificar las fuentes y capacidades del fisco. A continuación hizo una distribución del botín, que aún estaba pendiente de dividir, para asignar propiedades y bienes a la hacienda pública y distribuir más tierras entre los conquistadores, a fin de calmar sus enfrentamientos. Incluso parte de los terrenos correspondientes al Califa por “jums” fueron entregados en usufructo, por decisión de Omar II, a cambio de un pacto feudal. Con todo ello, se consiguió reducir la tensión entre los conquistadores.

Pero aun en esto se notó el diferente trato hacia los bereberes, que fueron asentados en las laderas de los sistemas cantábrico y central, y en las montañas andaluzas, mientras que los terrenos más fértiles del sur fueron para contingentes procedentes de Siria y Egipto.

Nada más hecho esto, continuó las acciones militares y llegó hasta Septimania en la primavera de 719. En el año 720, Perpiñán y Narbona fueron capturadas, matando a todos los hombres y esclavizando mujeres y niños; y estableciendo una guarnición permanente en esta última ciudad. En ese mismo año murió el último rey visigodo, Ardo.

Al-Samh continuó sus conquistas en el sur de la Galia, atacando incluso ciudades de otros reinos que apoyaban a los visigodos, como Toulouse en 721. Allí fue derrotado y muerto por el duque Eudo (o Eudes), de Aquitania, que fue a socorrer dicha población.

El nuevo gobernador, Anbasa ibn Suhaym al-Kalbi, no continuó las acciones militares hasta reforzarse internamente; y durante tres años sólo se realizaron incursiones a pequeña escala bajo el mando de sus subordinados militares.

Como anteriormente, el objetivo inicial fue aumentar sus ingresos. Para ello subió de forma importante los impuestos sobre la población no musulmana (las crónicas hablan incluso de que los duplicó). También reforzó su poder mediante un control más directo de las zonas que habían llegado a acuerdos con Abd-el Aziz: algunas vieron desaparecer su autonomía, y todas aumentaron de forma importante sus pagos fiscales a la hacienda árabe.

Con todo esto, en el año 724 organizó un fuerte ejército. Aun quedaban sin conquistar algunas ciudades del reino visigodo, ahora dirigidas por la aristocracia local. Todas cayeron en esta campaña: comenzó con Carcasona, en 724, y acabó en Nimes, punto extremo del dominio visigodo en la Galia, en 725.

Con ello se acababa la conquista del reino visigodo. Pero ya antes (en una fecha incierta entre 718 y 722, aunque más probable esta última) había estallado la revuelta en Asturias contra los conquistadores, capitaneada por el noble visigodo Pelayo. Lo más probable es que hubieran escaramuzas y pequeñas batallas en esos años, hasta que en el 722 consiguieron hacer huir al gobernador árabe de Asturias, con sede en la ciudad costera de Gijón, sin que volvieran a gobernar los árabes en esa zona, más o menos del tamaño y lindes de la actual Asturias.



BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA

.- Collins, Roger: "La conquista árabe. 710-797" Tomo III de la Historia de España. Ed. Crítica. Barcelona. 1.991.

.- García Moreno, Luis A: "Historia de España Visigoda". Ed. Cátedra. Madrid. 1.989.

.- Orlandis, José: "La conversión de Europa al cristianismo". Ed. Rialp. Madrid. 1.988.

.- Orlandis, José: “La vida en España en tiempo de los Godos”. Ed. Rialp. Madrid. 1.991.

.- Orlandis, José: "Semblanzas visigodas". Ed. Rialp. Madrid. 1.992.

.- Vicens Vives, J.: “Atlas de Historia de España”. Ed. Teide. Barcelona. 1.984.

.- Hayt, Franz; y Córdoba y Ordóñez, Juan: “Atlas de Historia Universal y de España”. Ed. Magisterio. Madrid. 1.989.

.- Sánchez-Albornoz, Claudio: “Orígenes y destino de Navarra. Trayectoria histórica de Vasconia. Otros escritos.” Ed. Planeta. Barcelona. 1.984.

.- Mestre Campi, Jesús; y Sabaté, Flocel: “Atlas de la Reconquista”. Ed. Península. Barcelona. 1.998.

.- Lourido, Ramón, et al.: “El cristianismo en el norte de Africa”. Ed. Mapfre. Madrid. 1.993.

.- Iliffe, John: “Africa. Historia de un continente”. Cambridge University Press. 1.998.

.- Camps, Gabriel: “Los bereberes: de la orilla del Mediterraneo al límite meridional del Sáhara.” Editorial Icaria. Barcelona. 1.998.


Arriba
 Perfil  
 

Compartir en:

Compartir en Facebook FacebookCompartir en Twitter TwitterCompartir en Tuenti TuentiCompartir en Sonico SonicoCompartir en Digg DiggCompartir en Delicious DeliciousCompartir en Technorati TechnoratiCompartir en Tumblr TumblrCompartir en Google+ Google+

 Asunto:
NotaPublicado: 18 Ago 2009 22:21 
Desconectado
Comisario_Principal
Comisario_Principal
Avatar de Usuario

Registrado: 07 Feb 2007 13:39
Mensajes: 2077
Muchas gracias por semejante exposición y muchas gracias por habérnosla mostrado. Me ha resultado sumamente interesante y sería de agradecer que siguieras mostrándonos etapas de esa época hasta la reconquista final. Lo dicho, muy bien. 8-)

_________________
Imagen

Imagen




FUERZA Y HONOR


Arriba
 Perfil  
 
 Asunto:
NotaPublicado: 07 Sep 2009 20:29 
Desconectado
Oficial
Oficial

Registrado: 01 Jun 2007 23:49
Mensajes: 126
Ubicación: Detrás tuya
Te agradezco tus palabras.

En cuanto a continuarlo, es un esfuerzo que me supera. Ese artículo me ha costado varios años de elaborar y muchas consultas y contrastaciones en diferentes fuentes, que he citado. Cada dato y cada frase tiene mucha más elaboración de lo que parece. Siento no poder seguirlo, aunque tengo casi terminados otros pequeños estudios de temas históricos que igual traiga también a este foro.

Un saludo muy cordial.

_________________
"EL MAL TRIUNFA CUANDO LOS HOMBRES DE BIEN NO HACEN NADA" (E. Burke)

IPA - E 19.445


Arriba
 Perfil  
 
 Asunto:
NotaPublicado: 07 Sep 2009 20:48 
Desconectado
Comisario_Principal
Comisario_Principal
Avatar de Usuario

Registrado: 07 Feb 2007 13:39
Mensajes: 2077
Pues viendo el trabajo que has realizado y lo bien que lo has espuesto no me cabe duda de que todo lo que pongas será una maravilla. Gracias denuevo.

_________________
Imagen

Imagen




FUERZA Y HONOR


Arriba
 Perfil  
 
Mostrar mensajes previos:  Ordenar por  
Nuevo tema Responder al tema  [ 4 mensajes ] 

Todos los horarios son UTC + 1 hora


¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 3 invitados


No puede abrir nuevos temas en este Foro
No puede responder a temas en este Foro
No puede editar sus mensajes en este Foro
No puede borrar sus mensajes en este Foro

Buscar:
Saltar a:  


Desarrollado por phpBB® Forum Software © phpBB Group
El Foro Fauerzaesp se nutre gracias a sus usuarios ||Fauerzaesp
 
Creditos